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Críticas de Lucman
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Críticas 23
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
30 de junio de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El "Proceso de Praga", se ha convertido con el paso del tiempo en un severo ejemplo de la brutal perfección alcanzada en un proceso político contra unos hombres que lucharon con idealismo por una doctrina que acabaría convirtiéndose en su peor verdugo. El film describe con minuciosidad absoluta, el periplo histórico de la Checoslovaquia comunista de los primeros años de la llamada guerra fria (1952), en la persona del dirigente Artur London ( curioso nombre para un checo), convertido en chivo expiatorio de una burocracia política que, siguiendo las consignas stalinistas, no dudó en condenarle como "desviacionista burgues"

A pesar del importante cargo que A. London ostentaba en el buró gubernativo checo (viceprimer ministro de asuntos exteriores), fue sometido a una purga implacable (junto con otros miembros del gobierno), hasta conseguir que confesase su "traición" a los postulados determinados entonces por el Kremlin.

Estupendo documento histórico el que aporta Costa-Gabras, siguiendo su línea habitual, con el apoyo de un buen guión pleno de certeros diálogos, donde Jorge Semprún (colaborador habitual) maneja con la habilidad de quien conoce a fondo los entresijos de la política de uno los paises que, en su momento, perteneció al llamado "telón de acero". No es un film fácil de seguir, muy recargado en datos históricos, fechas, nombres y momentos clave.Tal vez ahí hubiese debido el director griego "aligerar" algunas secuencias que repite con profusión, en un alarde documental de cronología exaustiva.

Otro acierto es la incorporación al reparto de Ives Montand (muy utilizado en su filmografia), en un difícil papel donde es sumamente fácil "pasarse" añadiendo tintes melodramáticos al personaje. Aquí, Ives, sabe mantener, en todo momento, el climax preciso, con la intensidad y mesura que solo un magnífico actor puede aportar.

Quiero resaltar la dinámica intensa en las secuencias de los interrogatorios, con imágenes de un impacto emocional altamente conseguido, sin dar la menor tregua al espectador, manteniendo la tensión contínua hasta un final, bien sellada con los acontecimientos que propiciaron la "primavera de Praga", en ese ya lejano año de 1968.

Película acorde a la línea ideológica de Costa-Gavras siempre fiel a un cine de denuncia, donde, por encima de todo, prevalecen siempre los valores humanos.
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Lucman
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10
1 de mayo de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wintenberg ha hecho una película desafiante y valiente.Es la primera vez que me aproximo a su cine, y he salido con el convencimiento de que estamos ante un valor del cine escandinavo. Tal vez, junto com Bergman, uno de los pocos que ha sabido plasmar con la penetración y destreza de un cirujano el mundo de pseudovalores en que se mueve una sociedad que ha alcanzado un alto desarrollo en su nivel de vida cotidiana, pero que adolece de otros aspectos necesariamente válidos.

Un pueblo pequeño, unos vecinos con vidas aburridas, mediocres, que comen y beben hasta hartarse como paliativo recurrente a la monotonía de su existencia. Un parvulario regentado por una madurona puritana y sexofóbica. Una niña soberbia y caprichosa, capaz de manipular inpunemente la realidad. Un hombre calumniado y humillado que trata de defenderse de una absurda acusación. Un adolescente que quiere a su padre pero le exige un comportamiento más valeroso. He aquí el escenario que nos ofrece Wintemberg como gran maestro de ceremonias, bien acompañado de un plantel de actores en el que destacan sin discusión, el protagonista: M. Mikkelsen (Lucas), y la niña: Annika Wedderkop (Klara).

El viejo tópico de : "los niños dicen la verdad", queda abolido por una realidad que lo desmiente a cada paso.En el fondo conocemos su juego, pero lo aceptamos cobardemente.Los niños mienten, han mentido y lo seguirán haciéndolo. Simplemente son egoistas y les sobra imaginación para meter trolas cuando algo les contraría. El problema radica en que queramos seguirles el juego, justificando así nuestra mala conciencia.

La calumnia de Klara sirve a la perfección para justificar la postura moral de una directora de guardería irrealizada como mujer, que, aún dudando de la veracidad de la historia siente el profundo deseo de verla convertida en realidad; es su venganza hacia el hombre.

La amistad que aparentemente une a la "comunidad", es tan falsa como la acusación de la niña. La "camaradería" hacia Lucas tejida en aras de una amistad de toda la vida, se desmorona como un castillo de arena ante el primer soplo de la pequeña. Nuestro protagonista pasa de ser el amiguete de siempre, el colega, a convertirse en un indeseable pederasta al que hay que destruir incluso en sus cosas más queridas -la muerte de su perra-.

Esa es una de las lecciones que nos ofrece el danés, otra; la reacción del propio Lucas, desconcertado al principio, a la defensiva después, pero en el fondo, hecho de la misma pasta que los otros. Lo que comprobamos con su borreguil regreso a la manada, una vez deshecho el entuerto de la pequeña harpía.

Pero el director, y es aquí donde juega una de las mejores bazas de su film, nos reserva al personaje del hijo del acusado, un muchacho necesitado de afecto, sensible, noble y valiente, que comparte los avatares de su padre sin dejarse influir por las insidias de los otros -magistral la escena en la casa de Klara-,y ofreciéndonos una respuesta, en los momentos finales, que no puede dejar de sorprendernos. Lo que es, sin duda,la mejor lección que nos regala Witenberg con su excelente película.

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Lucman
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4
23 de abril de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaré diciendo que he seguido con mucho interés toda su obra.No se puede negar la calidadT de Malick como gran cineasta. Pertenece, desde sus orígenes, a ese grupo de directores norteamericanos independientes que tan gratos momentos de buen cine nos han ofrecido. Su personalisimo estilo, que con insistente prodigalidad utiliza la voz del narrador en sus films, nos describe certeramente el mundo interior de sus personajes en frecuentes flash back, siempre enriquecidos por un juego de imágenes plenas de belleza, misteriosas, desconcertantes a veces, pero siempre inmersas en una poética llena de sugerencias, lo que ha hecho de su cine un ejemplo inimitable como creador. Tal vez desde O. Welles no encontremos otro director tan original e inquietante.

La sorpresa ha sido que: "To The Wonder" me ha parecido una parodia de todo lo filmado hasta ahora, en especial su obra más reconocida y admirada: "El Arbol de la Vida". Parte de un guión inconsistente, donde nos cuenta los avatares de una relación amorosa proyectada desde el mundo interior de la protagonista y en el que el resto de los personajes giran entorno suyo como simples satélites. No hay ninguna tesis sobre el amor en su vertiente más comprometida y madura. Todo es incierto, fugaz, contradictorio. Resulta difícil creer en un personaje central sin una identidad más creible que sus constantes cambios de humor, sostenidos en un entorno saturado de un lírismo barroco, recargado hasta el artificio, con una cámara obsesionada en perseguirla como perro faldero y rubricado por un contínuo de pretenciosas frases en off. A cada plano sucesivo la película convence menos. El climax se diluye en una mise en scene saturada por las absurdas poses de una Marina (Olga Kurylenko), frágil y etérea, cual libélula caprichosa perdida entre nubes de colores y atardeceres bucólicos. Poco se puede atribuir de meritorio a su oponente masculino, convertido en hermético e inexpresivo acompañante de la señora: Neil (Ben Affleck, actor recientemente laureado con un Oscar por un film completamente ajeno al que me ocupa), se conforma con seguir las pautas que su voluble compañera le determina, sirviendo a un personaje encorsetado a placer por obra y gracia del director-guionista. Solo el personaje de la niña: Tatiana Chiline, en su breve papel de hija de Marina, aporta algo más de sentimiento sincero al conjunto de la historia.

Ciertas secuelas filosóficas resuenan en nuestros oidos como traidos a contrapelo de su celebérrima obra anterior, Como no podía faltar el elemento religioso, aquí nos introduce a un atormentado cura rural con complejo de culpa debido a su pérdida de fe. Papel que interpreta un desganado Javier Bardem, mal encajado en su rol de Padre Quintana, con pretensiones de redentor entre gentes marginales

Malick se ha dejado embriagar hasta la exageración en su propio narcisismo, viajando por secuencias donde la fotografía y sus alardes en el juego de cámara nos llevan hasta los límites de una estética manierista, bella, pero superficial y recargada.

Su cine fue siempre un desafío a la inteligencia del espectador, y en este film nos ha dado un imperdonable fiasco. Cuesta trabajo pensar algo así, pero... Comfio que en sus siguientes trabajos sepa volver por el camino que nunca debió abandonar.
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Lucman
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8
24 de marzo de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ad gloriam de fraülein Schigulla"

No me cabe la menor duda de que Fassbinder es un magnífico director de actores, su sello es inconfundible y lo demuestra palpablemente en este film con Hanna Schigulla, a la que ya dirigió anterior y posteriormente en numerosas ocasiones. No en vano tuvo la oportunidad de formarse como actriz bajo su dirección, recorriendo durante varios años las más célebres salas teatrales de vanguardia. Fue un acierto ofrecerle el papel de protagonista pues, a mi juicio, posee las suficientes dosis de narcisismo, agresividad, fotogenia y vena dramática para recrear con acierto el difícil personaje de María Braun. Puntal básico de una historia, bien secundada por un sobrio y convincente Ivan Desny en el papel de empresario, que nos sumerge en la Alemania de posguerra, mostrándonos los amargos años de una sociedad hundida en la miseria económica y el desamparo moral.

Es obvio que su filmografía plasma la visión pesimista de un artista marginado y vulnerable, pero dotado del suficiente talento para saber ofrecernos a unos hombres y mujeres marcados por un "fatum" irrenunciable, capaz de hundirles en el fracaso existencial cuando su potencial humano flaquea, o de redimirles, si el poder de su ego les hace luchar incólumes al desaliento. María Braun pertenece sin paliativos al segundo grupo.

Técnicamente no es una película innovadora. Aún contando con la magnífica fotografía de Michael Balhaus -quien en años posteriores sería reclamado por importantes directores de Hollyvood-, el juego de cámara no nos aporta nada nuevo: planos cortos en su mayoría, algunos contrapicados y traveling sin mayor relieve, marcados casí siempre por la interioridad de secuencias con escasas salidas al exterior que ofrecen, de contínuo, el fúnebre contexto que envuelve al argumento, dando en todo instante prioridad a la acritud y dureza de los diálogos.

Fassbinder consigue mantener un adecuado ritmo dramático, sin fáciles concesiones al espectador, durante la mayor parte del film, aunque comete el error de plantear equivocadamente algunas escenas, en especial la de María con el el militar americano y la aparición del marido. Secuencia desacertada y poco creible en su conjunto, lo que no desmerece otras posteriores, donde nos exhibe su eficacia cinéfila. En especial la sorprendente escena final con el telón de fondo de la retransmisión de un campeonato mundial de futbol.

En conjunto, un magnífico trabajo del director que recrea, a través de la protagonista, un nuevo mito del "ave fénix", en juego paralelo a la historia alemana desde la posguerra hasta el final de los setenta, para mostrarnos -aún a costa de ciertos principios éticos-, la fuerza de voluntad, la inteligencia y la capacidad de supervivencia de un pueblo que ha sabido resurgir de sus cenizas y colocarse a la cabeza de las naciones de Europa.
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Lucman
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4
11 de febrero de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Greenavich ha demostrado en ésta película tener una enorme capacidad para la puesta en escena, la recreación del vestuario de época y el juego de luces (plasmado en unos magníficos claroscuros), que expresan con notable acierto el lenguaje pictórico de un artista de la fama de Rembrand y su enclave barroco. Lamentablemente toda su estructura formal se empieza a desmoronar desde los primeros diálogos, dando la impresión que, son únicamente la excusa utilizada para exhibirlos.En todo momento he tenido la sensación de presenciar un guión sin contenido, donde se genera una verdadera ceremonia de confusión, al mezclar la trivialidad de escenas cotidianas del entorno del pintor, con engaños, intrigas y desvarios que, lejos de interesar al espectador lo alejan de la trama.

Si el film se hubiese centrado en echos que se supone llevaron a cabo los protagonistas del célebre cuadro "La ronda de noche", exponiendo con claridad los entresijos del conflicto (donde la traición, la conjura y el crimen estuvieron presentes), creo que el largo metraje del film se hubiese soportado con otro talante. El error de Greenavich radica en que la "historia del cuadro" , aunque pretende, en los diálogos finales, hacer una disquisición filosófica entre "lo que debe expresar el arte pictórico" y la "mise en scene" de una pieza teatral, su argumentación resulta poco convincente. No deja de ser parte del inacabable anecdotario conque adereza su película, alargando situaciones supérfluas, recurriendo a escenas de comedor y alcoba, plagadas de lenguaje vulgar y erotismo cutre, en un intento por ofrecernos una visión "real" de la Holanda del siglo XVII. La intención de "humanizar" el film con la frecuente aparición de niños lactantes en lloros contínuos y nodrizas dispuestas a cualquier exceso salvo el de cuidar adecuadamente a sus tiernos infantes, resulta artificial en exceso. No veo en su realización otro resultado que el de un efectismo degradante, desnudando a su personaje principal (Rembrand), y mostrando sus rasgos personales más acusados, que -según el director- fluctuanban entre la desidia, el aburimiento, la codicia, la sexualidad exacervada, y una evidente carencia de valores morales.

Es un film narcisista y plagado de contradiciones. Nos deleita con escenas muy bellas en su composición plástica, en su recreación barroca, pero nos aburre con la sordidez de unos diálogos que terminan por diluirse en el vacio. Diseña una hermosa arquitectura, pero se olvida de colocar los cimientos.
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Lucman
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