Voy al grano: “Revolutionary Road” no me convence en absoluto, por momentos incluso me irrita; y esto a pesar de que está salpicada de buenas escenas y me mantuvo bastante interesado durante la primera mitad del metraje. ¿Qué es lo que falla? Fundamentalmente, que su armazón es endeble, porque la sobrecarga dramática lastra buena parte de su desarrollo y el conjunto chirría hasta sacarme del film en su recta final. Me parece una lástima, porque reconozco que hay grandes momentos interpretativos, situaciones muy logradas y la primera mitad transcurre con mucho gancho y buen ritmo.

Entonces, ¿por qué arruinar el desarrollo de una película con innegables virtudes endosándole un dramón de verduleras? ¿Es realmente necesario mostrar tanto grito y alboroto para que se entienda una crisis de pareja? ¿Había que destrozar el ritmo del film a base de tediosos primeros planos sólo abundan en lo obvio? Esa visceralidad sentimental que me escupen a la cara durante parte de “Revolutionary Road” llega a hacerme perder el interés por los recovecos de su encabronamiento conyugal –que, por cierto, acaba siendo abstruso y mal hilado.

Los personajes secundarios, que por separado tienen intervenciones muy notables y dan color y vidilla a la película, pierden su valor si consideramos el conjunto de la cinta. Sus apariciones vodevilescas, de comparsas que entran en escena y salen de ella sin ton ni son, provocan el efecto de que Di Caprio y Winslet estuvieran rodeados por cartón-piedra. Hay una incongruencia absoluta en el tono de la película, capaz de oscilar caprichosamente entre el melodrama de logrado color local y el dramón recalcitrante. Yo no exigiría que en una película más o menos ligera o cómica –como lo es ésta por momentos, y no en un mal sentido- los secundarios mantuvieran una coherencia intachable; pero si lo que se pretende es hacer un drama con todas las de la ley, no es de recibo sacar un puñado de marionetas cuyas interacciones con los protagonistas resultan inverosímiles del todo.

Señalo, por otro lado, que el punto de partida de la película, por más trillado que esté, no supuso para mí un handicap. Mostrar lo inane y vacuo de la vida moderna, el tedio que produce el trabajo o las miserias de la vida conyugal es uno de los eternos temas artísticos; Mendes pudo haber logrado plantearlo aquí con cierto vigor y frescura, pero el interés del enfoque quedó en agua de borrajas por la inconsistencia de su narración.

Quiero aclarar a quienes puedan tener en cuenta mi nota sobre este documental que dicha calificación se debe a lo que estimo la capacidad de "Zeitgeist" para crear debates interesantes y discusiones apasionadas entre quienes lo hayan visto. No quiere decir que comulgue con los puntos de vista ofrecidos aquí, ni tampoco que los rechace frontalmente: simplemente, carezco de muchos conocimientos necesarios para rebatir unas cuantas de las afirmaciones de este documental; lo estimable es lo estimulante que resulta su visionado, ni más ni menos. No estoy concediendo un 10 a la calidad intrínseca del film, ni a la veracidad de los argumentos que ofrece su director.

Dicho esto, yo también he sentido cómo mi nariz se encogía ante el pestilente tufo New-Age trasnochado que se desprende de ciertas partes de la película, y especialmente su bochornosa patochada final, que deja al amigo Peter Joseph con el culete al aire...

Nicolas Roeg es un director polivalente, que se mueve con soltura en los géneros cinematográficos más dispares: ya sea en la ciencia ficción (“The Man Who...”), el drama (la propia “Bad Timing”), en la inclasificable “Walkabout”, etc. Lo que lo engrandece es que mantiene sus señas de identidad y desarrolla un cine profundamente personal. Esto se hace evidente en su peculiar y refinada mirada artística, que impregna a sus films de una belleza única, gracias a su delicada fotografía, sugerentes bandas sonoras y un magistral uso de los recursos de la narración cinematográfica (especialmente el flashback y la alinealidad).

La trama de “Bad Timing” se desarrolla en torno a una relación apasionada y desgarradora entre un hombre maduro y una joven impetuosa e irreflexiva.

Sin duda este es uno de los films donde mejor se emplea el flashback y la narración fragmentada. Pese a la complejidad con que Roeg lo aplica en “Bad Timing”, en ningún momento resulta confuso o brusco. Por el contrario, se acopla perfectamente a las exigencias del guión, y sumerge al espectador en la convulsa historia, desgranando sus aspectos más oscuros de forma simultánea al desarrollo de la investigación policial que tiene lugar en el film. De esta manera, Roeg logra que la percepción del espectador se desdoble y asimile la historia en toda su profundidad.

Recuerda en algunos aspectos “Bad Timing” a la pasional “Betty Blue”, de Jean Jaques-Beneix (de 1980 y 1981, respectivamente). En ambas se analizan las relaciones humanas desde su lado más oscuro y destructivo. Y en ambas ella es una mujer inestable, irreflexiva y trastornada, una suerte de femme fatal que conducirá inconscientemente a la pareja hacia su trágico destino. El amor y el deseo se presentan como un sentimiento incontrolable, capaz de destruir a los que lo padecen. Sin embargo, en “Bad Timing” son los celos, el ansia de posesión y el deseo sexual la perdición de sus protagonistas, que entran en una espiral de destrucción en la que ninguno de los dos está dispuesto a ceder.

Una película sobrecogedora.

Pudiera decirse que esta película no me ha entusiasmado; no obstante, al césar lo que es del césar, así que no omitiré sus múltiples virtudes y aciertos:

-El peinado de Michael Pitt imitando al de Kobain está logradísimo.
-Los cereales de chocolate que prepara Kurt tenían una pinta fabulosa. Congelaré la imagen para quedarme con la marca.
-El reproductor de vídeo no opuso especial resistencia cuando quise cerrar la ventana de la película.

Por lo demás, pues eso, que está claro que un biopic acerca de Dostoievski en el que quedaran inmortalizados los momentos en los que este gran autor engulle galletas María Fontaneda o juega al Trivial Pursuit sería algo digno de recordar; por el mismo motivo, "Last Days" es un documento imprescindible para los amantes del séptimo arte.

Por cierto, cuando Kobain aparece orinando no se le ve el pito. Lo advierto para evitarles el desperdicio de 6 eurillos a ciertos espectadores.

Aún tengo buen recuero de la primera parte de Clerks, que hace unos añitos me divirtió bastante y me pareció una película original y fresca. En esta insípida continuación Kevin Smith se limita a usar de nuevo las bazas que hicieron de la primera parte una buena película, acercándola al mercado de masas. Razones por las que "Clerks II" es poco menos que un truño:

-Objetivas: es mucho más previsible que la primera parte, los gags se suceden sin ninguna naturalidad, con la cámara ofreciendo repetitivos primeros planos de los actores, que sueltan la anticipada gracieta, y así sucesivamente. No hay química entre los personajes, es sólo una larga cadena de coñas mal intercaladas, de la que sólo se salvan -a veces- Jay y Bob el Silencioso, pareja absurda que aún conserva cierta gracia. Por otra parte, el uso del color y los movimientos de cámara tan comerciales empañan las escasas virtudes de la cinta. Por último, las escenas romanticonas son bochornosas y previsibles hasta la náusea, y son tan tópicas como las de cualquier comedia asolescente. Ah, y la banda sonora es muy floja.

-Subjetivas: el humor que era fresco hace 12 años y que a mí todavía me lo parecía hace 4 no lo es ahora. El frikismo se ha institucionalizado, todos (bueno, al menos yo, por desgracia) estamos de Star Wars y el Señor de los Anillos hasta los cataplines, y un diálogo sobre series "de culto friky" rancias no me hace a estas alturas la menor gracia.

-Conclusión: Kevin Smith ha preferido dar lo mismo de siempre, pero esta vez sin ningún aliciente, sin detalles originales, sino buscando la taquilla fácil. No asume ningún riesgo, y esta secuela sólo gustará a sus incondicionales, entre los que no me cuento.