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Críticas de Sibila de Delfos
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Críticas 4,401
Críticas ordenadas por utilidad
1
15 de octubre de 2018
84 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
En realidad, creo que esta ficha no debería existir, ya que esto no es una película.
Voy a ser muy breve. Si esto lo llega a hacer Wismichu en su canal, para sus seguidores, pues hasta nos pudiéramos haber reído un poco con la broma. El problema es que lo ha hecho en Sitges, que es un festival de cine de prestigio internacional, ocupando la plaza que podría haber ocupado un auténtico creador de películas, cobrando una entrada, grabando a la gente sin su permiso y compartiendo edición con Gaspar Noé, M. Night Shyamalan o la última entrega de una saga mítica como Halloween.
Esto no es una película, no merece ser llamado película, y jamás debería haberse proyectado en un festival de cine. NUNCA.
Si la intención era demostrarnos cómo nos comemos cualquier cosa con tal de que venga de parte de alguien "conocido", muy bien. Si el objetivo era también demostrar cómo las redes sociales matan nuestras neuronas y espíritu crítico con un preocupante borreguismo, muy bien. Pero en su canal de YouTube, repito. No en un festival de cine, estafando a la gente y encima jugando con la ilusión de muchos fans que sí esperaban una película de su ídolo Wismichu.
Gran oportunidad perdida para alguien que tiene estudios de Comunicación Audiovisual y ha declarado siempre su ilusión por hacer cine, y enorme palo en la rueda a partir de ahora para cualquier youtuber que quiera hacer algo serio en el séptimo arte o cualquier arte a partir de ahora.
Sibila de Delfos
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10
6 de diciembre de 2016
104 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvaje. Terrible. Provocativa. Aterradora. Violenta. Existencial. Durísima.
Hay muchos adjetivos que se pueden utilizar para describir Animales nocturnos, pero sin duda uno tiene que prevalecer sobre el resto: BRILLANTE. Así, en mayúsculas. Y adictiva. Y fascinante. Y casi obra maestra. O sin casi.
La segunda película de Tom Ford (sí, sí, es sólo su segunda película) es sin lugar a dudas una de las mejores películas del año. Y lo es porque funciona de una manera sobrenatural y porque tiene unos elementos cinematográficos de primerísimo nivel. Después de esos títulos de crédito iniciales tan... tan... tan como quiera definirlos cada espectador, Ford, valiéndose del silencio (tarda unos minutos en empezar el diálogo), la música y una serie de planos cortos que nos llevan de un lugar a otro y de un personaje a otro, nos introduce magistralmente en el ambiente sórdido, inquietante y, por supuesto, nocturno que va a marcar toda la historia.
Hay tantas cosas que resaltar de Animales nocturnos que cuesta saber por dónde empezar. La realización de Tom Ford es una de ellas. No olvidemos que se trata, como decíamos antes, de la segunda película de alguien que antes era conocido como diseñador de moda. Si ya sorprendió por su elegancia y su estilo visual en Un hombre soltero (2009), aquí Ford demuestra que hay que considerarlo ya como uno de los directores más interesantes del momento. El pulso narrativo y la tensión que emana de la pantalla es todo mérito suyo. Ayudan por supuesto la fotografía de Seamus McGarvey y el montaje de Joan Sobel, pero es Ford quien da ese aire Lynch a su propuesta, en la forma y en el fondo, y quien hace que mirar Animales nocturnos sea como ver un tres descarrilar. Por mucho que queramos, no podemos apartar la mirada.
Lo más terrible sin duda de la tragedia de Tony Hastings, el protagonista de la novela que lee Susan, no es lo que se ve, sino lo que no se ve. Y para ejemplo, tomemos la primera secuencia nocturna, en la que el destino de la familia Hastings se entrecruza con el del trío que forman Ray, Lou y Turk. No sólo es seguramente la mejor secuencia de la película, sino uno de los momentos más espectaculares y terribles que nos ha dado el cine en años. El espectador sabe en todo momento lo que va a terminar ocurriendo. El crimen está en su cabeza desde el primer momento. Los personajes también lo saben. Con esa conexión entre platea y personajes, Ford construye una escena de una tensión que va increscendo hasta hacerse insoportable, y que se mantiene en todas las escenas posteriores en las que Tony vuelve a encontrarse con los tres criminales, especialmente Ray. Tiene también Animales nocturnos algo de western, no sólo por su ambientación desértica, sino por ese sheriff moderno que es Bobby Andes, con su sentido de la justicia que va más allá de las leyes y los tribunales, y por supuesto por el retrato descarnado que hace el guión de la mezcla devastadora de culpabilidad y deseo de venganza que se apodera de Tony. En pocas palabras, Animales nocturnos tiene uno de los mejores guiones de los últimos años, fascinante como pocos y casi perfecto en su ejecución.
Y qué decir a estas alturas de intérpretes como Amy Adams, en un nuevo año dorado de su carrera gracias a este filme y a La llegada de Denis Villeneuve, o de un Michael Shannon que se las pinta solo para resultar creíble y memorable sea cual sea su rol, y que aquí hace otra creación extraordinaria con Bobby Andes. Aaron Taylor-Johnson, repulsivo y aterrador, tampoco debería ser olvidado de cara a los premios, mientras que Armie Hammer describe perfectamente quién es su personaje con apenas dos momentos y dos expresiones faciales. Pero sin duda, si por alguien se recordará Animales nocturnos es por ese animal propiamente dicho que es Jake Gyllenhaal. Se trata probablemente de la mejor interpretación del protagonista de Brokeback Mountain, por difícil que sea decidir entre la filmografía de un actor que tiene la que seguramente es la mejor carrera de los últimos años, mano a mano con Di Caprio y alguno más. Gyllenhaal jamás había expresado tamaña desesperacion, rabia, impotencia y tragedia, a veces incluso en un mismo plano. El suyo en el doble rol de Tony y Edward es un tour de force sencillamente aterrador y memorable.
Quizás lo único que se le puede criticar un poco es que la historia del mundo real, la de Susan, nunca llega a ser tan interesante como la que ella misma lee en la novela. Son en esas escenas, como por ejemplo la única de Laura Linney o la de Andrea Risebourough y Michael Sheen, donde el interés no logra alcanzar las cuotas estratosféricas del resto de la cinta. Sin embargo, es decir por decir. Incluso en esas escenas del "mundo real" (y lo entrecomillamos con toda la intención del mundo) no sólo hay escenas maravillosas como la de la conversación que tienen Susan y Hutton en el coche, sino que reside en ellas uno de los grandes misterios de la cinta, que es precisamente discernir qué es real y qué no en toda la historia, hasta qué punto "Animales nocturnos", la novela de Edward, es su venganza contra Susan o si hay algo más detrás de todo ello... cada espectador sacará sus propias conclusiones. Ford no contesta a esas preguntas.
En definitiva, una película excepcional que no va a dejar indiferente a nadie y que debe apuntar desde ya a la temporada de premios, porque es con mucha diferencia de lo mejor que se ha estrenado este año.

Lo mejor: La fascinación que produce. Es imposible apartar los ojos de la pantalla. Y por supuesto, el estilo como director de Ford y la maravillosa interpretación de sus actores.
Lo peor: Nada realmente.
Sibila de Delfos
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10
21 de octubre de 2020
91 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué necesaria es Patria. Qué impactante. Qué sobrecogedora. Qué dura. Y qué magistral ejercicio de televisión.
En los últimos tiempos, la televisión, o mejor dicho, las series de las plataformas de streaming, están siendo el refugio donde muchos directores de cine encuentran la oportunidad de seguir trabajando. Ha ocurrido con Rodrigo Sorogoyen en Antidisturbios, Leticia Dolera en Vida perfecta, Koldo Serra y Miguel Ángel Vivas en La casa de papel, o Javier Calvo y Javier Ambrossi en Veneno (aunque la dupla de "los Javis" tenían mucha menos experiencia en lo audiovisual), entre otros. En Patria, es Félix Viscarret quien ha tomado las riendas de la producción, y no sólo es el mejor trabajo del realizador de Bajo las estrellas, sino que es el trabajo de una vida entera, y la confirmación definitiva de que nos encontramos ante un momento absolutamente dorado de las series españolas.
Patria es un regalo. Una lección de vida. Un canto a la reconciliación. Una historia contada desde el punto de vista de dos bandos, que no juzga y que presenta en igualdad de condiciones narrativas, pero que jamás olvida a quiénes son las auténticas víctimas ni matiza o endulza en discurso abertzale y de los asesinos. Y sobre todo, un recordatorio de lo poco o nada que sabemos en general de ETA. Viendo Patria, no cabe sino reconocer que, los que no hemos vivido en el País Vasco, no sabemos nada sobre cómo se vivía en esos pueblos, sobre cómo se sentían personas como Bittori o Txato, sobre la extorsión, las amenazas y las continuas muestras de odio, en las propias calles del pueblo, en los comercios en los que se ha comprado toda la vida, y en las caras de los vecinos de siempre. Son tantas las escenas que ponen los pelos de punta, tantos los momentos de rabia e impotencia que experimenta el espectador, tan grande el nudo en la garganta con que se visiona la serie en muchos ratos que es, sin duda, una serie muy difícil de ver. Durísima. Sin concesiones. De esas producciones que, todavía días después, dejan al espectador pensando y, por qué no, sufriendo por lo visto y vivido en sus episodios.
Todo esto podría quedar en nada si la serie no fuera buena, pero es que además es excelente, absolutamente magistral en todos los departamentos técnicos y artísticos. Viscarret filma con un aplomo, una elegancia y una pericia espectacular (ver el plano en que los dos etarras se acercan al Txato bajo la lluvia, o cuando Bittori sale a la calle tras escuchar el disparo), y la serie cuenta con una fotografía, un montaje o un maquillaje absolutamente espectaculares, que demuestran los profesionales excepcionales que trabajan en el medio audiovisual en España.
Y sin duda, la joya de la corona son los actores. Muchos de ellos, desconocidos para el gran público (lo que demuestra la absoluta injusticia que se ha vivido y se vive, en un mundo cinematográfico como el español, donde cuatro se reparten buena parte del pastel). Todos ellos, maravillosos. Lo de Elena Irureta y Ane Gabaraín es pura antología. Si se llamaran Glenn Close y Meryl Streep se llevarían todos los premios del mundo y se estudiaría su trabajo en todas las escuelas de interpretación. Es alucinante cómo se han mimetizado con Bittori y Miren, respectivamente, cómo Irureta plasma ese dolor callado de Bittori, pero también su valentía y determinación, mientras Gabaraín defiende lo indefendible del personaje de Miren también con enorme dignidad, sin juzgar y, sí, siendo la única que muchas veces rompe los silencios. Patria es una historia de silencios. Del de todos nosotros, como sociedad y como país.
Pero sería sumamente injusto olvidar el esfuerzo titánico de una monumental Loreto Mauleon, cuya Arantxa es el alma de la serie (ver cada enfrentamiento con su madre, o cuando habla con Bittori en la calle), o de Jon Olivares como Joxe Mari, o un soberbio Mikel Laskurain como Joxian, personaje que representa a los que se vieron arrastrados a la tragedia sin saberlo, encontrándose de pronto en un bando al que realmente no querían pertenecer, atenazados por el miedo y la culpa (o la cobardía, como le dice Txato, un excelente José Ramón Soroiz).
La mejor serie española no ya del año (y la competencia de Antidisturbios es muy dura), sino seguramente de toda la historia de la televisión de nuestro país. Imprescindible y magistral.

Lo mejor: Todo, y muy especialmente su auténtica emoción y angustia y las interpretaciones de todo su reparto (especialmente Irureta, Gabaraín y Mauleon).
Lo peor: Nada
Sibila de Delfos
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9
28 de abril de 2008
100 de 125 usuarios han encontrado esta crítica útil
el pasado 2007 fue un buen año para el western, ese género tan popular en la época clásica de hollywood y que desde hace ya veintitantos años está totalmente olvidado (a pesar de su innegable influencia en todo el cine de aventuras que se hace hoy en día). Tras los fracasos de intentos anteriores de resucitar las películas del Oeste como Rápida y mortal (donde aparecían unos aún desconocidos Russell Crowe y Leonardo DiCaprio), en 2007 llegaron a las carteleras películas como El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Enfrentados o incluso No es país para viejos, paradigma del western moderno. Pero probablemente la que mejor devuelve ese espíritu de las cintas clásicas de pistoleros, forajidos, sheriffs y asaltos a diligencias es 3:10 to Yuma.
La película de James Mangold, director ecléctico donde los haya (para muestras, cuatro botones: Inocencia interrumpida, Kate y Leopold, En la cuerda floja e Identidad; es decir, un drama, una comedia romántica, una biografía y un thriller), es una gozada absoluta y un entretenimiento de primera. Pese a contar con un argumento nada novedoso, deudor (supongo) no sólo de su primera versión, sino también de toda la herencia del género, Mangold sabe cómo hacer una película fascinante, llena de brillantes secuencias de acción, sublimes decorados y excelentes personajes, interpretados por actores en estado de gracia. Russell Crowe, en su mejor interpretación desde Master and commander, interpreta de manera magistral al forajido carismático, amable y encantador, pero forajido al fin y al cabo, mientras que Christian Bale (cada vez más memorable en sus interpretaciones) es el actor en la sombra, siempre al sevicio de Crowe, pero extraordinario como Dan Evans, un hombre en busca de una extraña redención. Asé, el "enfrentamiento" entre Wade y Evans y la extraña relación que les une queda en la memoria del espectador. No me olvido de Ben Foster, magnífico en su papel de sociópata cruel y despiadado, ni de Peter Fonda, Gretchen Mol y Logan Lerman, perfectos secundarios.
Señoras y señores, el Oeste ha vuelto al cine. Y con más fuerza que nunca.

Lo mejor: Bale, Crowe, Foster y la recuperación de ese sabor auténtico del western.
Lo peor: En realidad nada, salvo que no diría que es una obra maestra.
Sibila de Delfos
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7
24 de agosto de 2015
82 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa es sin duda uno de los realizadores más particulares y de estilo más definido de nuestro país, aparte de uno de los más laureados (cinco premios Goya hasta la fecha por cuatro producciones distintas, más premios en San Sebastián, Ondas o incluso Sundance). Es el gran abanderado del cine social en España, ese que siempre se pone de parte de los más débiles (izquierdista, dirían algunos), y ha retratado como nadie la situación de desamparo de los solitarios que se acercan a la vejez sin nada a lo que agarrarse (Familia, 1996), los jóvenes del extrarradio de una gran ciudad (Barrio, 1998), los parados (Los lunes al sol, 2002), las prostitutas (Princesas, 2005) o los inmigrantes ilegales (Amador, 2010). Con mayor o menor acierto, León de Aranoa siempre ha estado ahí para hablarnos de esa realidad que no queremos ver pero que existe, acercándose al corazón y a los sentimientos de personas que normalmente sólo son un número en unas estadísticas o una cara triste más en un telediario.
Pues bien, León de Aranoa dice adiós (¿momentáneamente? ¿para siempre?) a su peculiar estilo, ese que han seguido fielmente otros realizadores (Daniel Guzmán en la premiadísima en Málaga 2015 A cambio de nada, sin ir más lejos), y filma con Un día perfecto su película más extraña y arriesgada hasta la fecha, porque no se parece nada a nada que haya hecho antes el madrileño y porque nadie diría que se trata de una cinta del mismo director que las arriba mencionadas. León de Aranoa tenía/tiene su estilo propio, su identidad como cineasta, y en ese campo era el mejor. El público tendrá que decidir si este cambio le sienta bien... o no.
Por lo pronto, Un día perfecto es sin duda la película más lograda que ha filmado Aranoa en lo que a técnica se refiere. Su realización es aquí mucho más depurada, más cuidada y, en una palabra, más estética de lo que ha sido nunca. Ese estilo informal que tenía con la cámara en su cine puramente social español, casi "descuidado", casi como si fuera un reportero gráfico grabando un reportaje a pie de calle, deja paso aquí a unos planos muy medidos de antemano, mucho más planificados y más deudores de la sala de montaje que en anteriores ocasiones. Ello da como resultado momentos, como los de las largas travesías en coche por las montañas de Bosnia, de una belleza visual que sencillamente nunca habían existido antes en el cine de Aranoa.
Sin embargo, la película, al igual que hace un personaje secundario en un momento de la película, también enarbola e iza una bandera en el horizonte, que es la de la indefinición. La película nunca sabe lo que quiere ser. ¿Es una road movie con chistes de carretera (y tiene mucho de ambas cosas, de comedia y de road movie)? ¿Es un drama bélico? ¿Es denuncia social? No se sabe, y la mezcla de las tres cosas da una sensación al conjunto un poco extraña, teniendo en cuenta que además es una película sin apenas argumento (unos cooperantes buscando la manera de sacar un cadáver de un pozo durante 100 minutos, y paren de contar). Uno se pregunta también si la historia de ¿amor? entre los personajes de Katya y Mambrú sirve verdaderamente para algo, si la propia Katya aporta algo a la trama o podría no haber estado ni siquiera presente, o si incluso el niño Nikola podría haber sido prescindible (y ya para qué hablar del personaje de un fugaz Sergi López). Mención aparte merece la música, que más allá de que gusten o no las canciones que suenan, supone una de las selecciones musicales más desgraciadas que se recuerdan recientemente en una pantalla, apareciendo sin orden ni concierto y ahogando continuamente las emociones que provocan las escenas (atención al uso que se hace de la versión de "Sweet dreams" que grabó Marilyn Manson... y eso que se trata de uno de los momentos más acertados del largometraje).
Sin embargo, sería una injusticia negarle a Un día perfecto un poder hipnótico verdaderamente auténtico, que hace que el espectador esté pendiente continuamente de la pantalla sin mirar el reloj. Quizás es el enorme carisma de Benicio del Toro, uno de esos actores que hacen fácil el difícil arte de la actuación, o el humor que aporta un soberbio Tim Robbins (la película tiene momentos muy divertidos, y casi todos ellos son protagonizados por el oscarizado intérprete), o el inspirador idealismo de Sophie, a quien da vida una Melanie Thierry que borda la inocencia de su personaje. Quizás sea el estupendo Fedja Stukan en su rol de hombre normal y corriente que sólo desea que su país vuelva a la normalidad. Quizás es la angustia que se palpa a lo largo y ancho del metraje, contagiada de esa tierra sangrante durante demasiado tiempo que fueron los Balcanes en los 90.
Sea lo que sea, hay algo en Un día perfecto que deja un buen sabor de boca final en el espectador, aunque la propuesta no sea ni mucho menos sobresaliente. Su metáfora de la búsqueda de la cuerda como la dignidad y la bondad de las personas en tiempos de guerra puede que sea tópica, sí, pero no por ello es menor poderosa.

Lo mejor: Todos los actores y ese algo especial que tiene, tan difícil de definir pero tan hermoso y mágico a la vez.
Lo peor: La selección musical y su indefinición.
Sibila de Delfos
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