Haz click aquí para copiar la URL
España España · Móstoles
Críticas de lyncheano
<< 1 2 3 4 5 9 >>
Críticas 44
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
4 de febrero de 2009
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comenzamos a ver la película y nos encontramos con ese Lynch que tanto nos gusta y nos inquieta: la escena con los elefantes del inicio, ese rostro de mujer como de plástico, los aspavientos que realiza… pero hasta ahí se permite su sello de irrealidad y abstracción, pues se trata de una cinta que pretendía ser comercial, que de hecho fue nominada a varios Óscar, y que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un clásico, en uno de los films más conmovedores que se hubieran hecho jamás. La historia de un joven grotescamente deformado por unos incontrolables tumores papilomatosos que crecen en su rostro y en su cuerpo por doquier, y que es utilizado como monstruo de barraca por un descorazonado y abominable amo, bien podría haber resultado una historia sensiblera con fines moralistas, pero en manos de Lynch se convierte en una obra maestra que nos produce tristeza, repugnancia, simpatía e inquietud a partes iguales. Anthony Hopkins representa magistralmente al prestigioso doctor que encuentra al hombre elefante y que lo rescata del malvado feriante para intentar ayudarle. Sin embargo, su relación con este no queda aquí, pues el personaje del doctor pronto empezará a plantearse los valores éticos de su rescate: aunque al principio sólo era mera curiosidad médica, con el tiempo, al ir desvelando paulatinamente las cualidades artísticas, sensibles y humanas de John Merrick, se fue encariñando con el chico y lo convertió muy a su pesar en otro monstruo de feria, a quien la sociedad atendía únicamente por curiosidad y puro morbo. Debido a ello, se llegará a plantear si realmente es una buena persona, si sus motivos eran nobles desde un principio, o si lo que pretendía en realidad era afrontar egoístamente uno de los mayores retos de su vida profesional. Por otro lado, tenemos a John Merrick (la fabulosa caracterización e interpretación que John Hurt hace de este personaje bien podría formar parte del manual de lo que se conoce por maquillaje e interpretación en el cine), que se muestra sobrecogido y profundamente agradecido con las personas que ya no le gritan ni se ríen de él. La ternura que nos inspira este personaje es un sentimiento que rara vez consigue igualar ninguna película romántica o dramática, y su realización como ser humano después de toda una vida de vejaciones supone al mismo tiempo una gran satisfacción para el público, que se siente más humano a su vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
16 de enero de 2009
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces he dicho que Darren es el mayor experto en hacer trascender sus imágenes, no sus películas en general, sino todas y cada una de las escenas que componen las mismas. En este caso, Darren hace trascender la basura, el abandono, la decadencia, la brutalidad y, por supuesto, la carne. Ese director de texturas del que espero que sólo haya aparcado momentáneamente su eclecticismo, se centra en revivir la carne, en hacerla bella en su laceración y monstruosa en su grandeza, instrumento que otorga y después priva para siempre, cárcel y útil de vida, carne untada con cerebro que reverdece lo efímero de su apogeo, o nos hace creer en ello a pesar de que somos testigos de su decadencia. Una vez más, el hombre/artista quiere ser especial, y tiene talento para algo. Un algo que quizá sólo le importe a él a ese nivel vital (como toda creación personal), desde luego mucho más que a los fans a los que sólo les satisface un instante, una lágrima de segundo salpicada en sangre en el que poder lanzar un insulto voraz en la cara de alguien mucho más fuerte que ellos para desahogarse de la mierda de sus cochinas vidas en las que nada es especial. Para él, sin embargo, es su vida. Su vida porque es lo único que sabe hacer, o lo único que le hace especial, o lo único que le recuerda que puede ser especial. No obstante, cuando ese algo que te hace especial explota delante de tus ojos y te absorbe, pasa a convertirse en todo lo que eres... y tarde o temprano abandonas a tu hija, abandonas el amor, abandonas tu salud y te abandonas a ti mismo con tal de seguir consumiendo de la droga de ese talento que Dios te ha dado. Y aquí no importa el intelecto. Darren nos ha hablado de dos mundos bien diferenciados en sus películas: el de las drogas y la decadencia, las convenciones de la calle y del mundo del espectáculo, suficientemente alejadas de la intelectualidad como próximas a la sabiduría del oficio; y por otro lado el de los genios matemáticos, eminentes científicos y doctores. Los del primer grupo (Réquiem, y ahora esta Wrestler) buscan ser especiales a partir de la simple facultad de sus virtudes, equivocándose en sus decisiones y echándose a perder (o más bien corroborando esa perdición a la que siempre han estado abocados), pero con el horizonte siempre en mente, negando lo que son y buscando lo que quieren ser. En el segundo grupo están aquellos cuyas complejas virtudes y dotes mentales les impiden saber quiénes son o qué hacen aquí, hasta que les llega la redención en sus prodigiosos finales. De tal forma, Darren les coloca en la misma tesitura de tener que afrontar sus equivocaciones y afrontar su destino, que siempre les será esquivo, independientemente de su status social e intelectual, nivel, oficio, arte, sueños, obra y prodigios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
15 de diciembre de 2008
27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La urgencia y la intensidad del momento, la brevedad inconclusa del segundo exaltado, la necesidad de la correspondencia instantánea, la saciedad de la pasión ahogada al minuto… como un baile exótico cuando nadie espera que te pongas a bailar, como la visión de un pecho asomando tímido a través de una bata, como una masturbación robada dónde y cuándo la receptora menos se lo espera, un masaje de cabello con agua caliente, los ojos cerrados y el champú borboteando sobre y a través de una mente en blanco, que se deja llevar por la calidez de una sensual melodía árabe y las manos de una linda peluquera. Ardores de niñez que se desparraman en la vida de un adulto, como si el tiempo no hubiera pasado más que entre bastidores. Como si el tiempo fuera un absurdo que hubiera de exterminar entre el hombre y el niño. La vida no es más que el eterno recuerdo de un verano en la playa, de unas gónadas incómodas o de la primera erección. La vida no es más que la búsqueda del primer recuerdo de amor, o mejor quizás el recuerdo de la primera y única búsqueda de ese mismo amor. Una búsqueda que gira en círculos alrededor de aquel etéreo aroma a sudor fuerte, a jabón y a espuma de afeitar. Un hombre que busca la felicidad a través del amor, a través de ver realizados sus sueños sin más que desearlo tan fuerte como su corazón le permita. Y si no fuera capaz, reventar hasta hacerlo posible. O llamar a aquella pala excavadora para que levante una presa donde nadie pudiera levantarla jamás. Allí donde no llegan las manos, llega el corazón. Una mujer que espera en silencio, que es feliz porque está hecha de melancolía, y que al conocer el amor, su lado triste le impida enfadarse, le obligue a disfrutar intensamente y con fruición de cada gota de placer, de cada lágrima de sexo, de cada baile y cada trago de elixir o de colonia. Pero la pasión es efímera, la inmediatez del enamoramiento es caduca, y sólo la lluvia de la ternura y la cotidianeidad pueden hacer brotar la hierba de la vida en ese erial devastado por la locura de los enamorados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
4 de septiembre de 2008
177 de 186 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Blanco volvemos a ser testigos de un intimista estudio de personajes, una representación de humanidad que se traslada de París a los fríos, blancos y nevados parajes de la Polonia natal de Kieslowski. El tono de esta cinta sin duda es más amable que el de Azul, pero no nos equivoquemos: estamos ante una ''comedia triste'', en palabras del propio director; y aunque por momentos nos haga reír debido a las disparatadas situaciones por las que pasa Karol (deliciosa e ingenuamente interpretado por Zamachowski), no deja de atenazarnos en ningún momento, pues esa actitud de abandono y desorientación debida a la muerte (o quizás debida a la vida) de su anterior obra, pasa a ser aquí un macabro juego relacionado con la propia muerte, una lección de búsqueda de los verdaderos propósitos que nos mueven a hacer lo que hacemos, una historia de amor imposible, retorcida pero a la vez necesaria para dar sentido a los comportamientos que vemos en pantalla... El tema de la bandera francesa en esta cinta pretende ser la igualdad, y así podemos definir esa intención del personaje principal por encauzar su vida, huyendo de un país que le es extraño y que le impide sentirse dueño de sí mismo para poder cumplir con su mujer. Esta (una fría pero maravillosa Julie Delpy, como una gatita continuamente en celo) le abandona por no sentirse satisfecha sexualmente, y Karol decide entonces regresar a Varsovia oculto en una maleta, donde comenzará desde cero e irá amasando inteligentemente una fortuna que le permita volver por todo lo alto. Al principio adivinamos que se trata de un hombre torpe, un peluquero sin recursos que nada puede hacer contra la aparente frivolidad y sangre fría de su mujer, pero poco a poco (como sucede todo en el cine de Kieslowski) vamos descubriendo que detrás de esa apariencia se oculta alguien decidido al que no le importa dejar atrás sus escrúpulos para rehacer su vida (así consigue crear su propia empresa, llega a hacerse rico y devuelve las ganas de vivir a aquel único amigo que le ayudó a salir de París cuando peor estaban las cosas).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
2 de septiembre de 2008
232 de 272 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora sé que no estoy sólo en este mundo, que ya hubo alguien antes que yo creciendo en los brazos del ensueño y mamando de las cenizas que caían como polvo desde el tejado de su locura. Que cagaba versos infinitamente bellos del color de las tiras de carne desgarrada que le servían viscosas para el más romántico onanismo. Que dejó de vivir el día que dejó de amar, que nunca se atrevió a amar por un miedo que le volvía loco, que en más de una ocasión pudo verse a sí mismo actuando demasiado mal y forzado en la eterna, lúcida, brumosa, plastificada y tenebrosa película de la vida. Ya nunca dejaré de temer la vida ni me ahogaré yo solo con mis sábanas. El tesoro seguirá allí abajo, brillando encostrado entre las encías picadas del mismo río sucio que me devora a cada instante... pero ya no nadaré solo, nunca más volveré a hacerlo solo, ya no. Me bajé de los hombros de mi hermano y nunca más volví a patear las montañas mirando a los demás con desprecio. Seguí escribiendo esperando a que mi amor, mi dulce amor, mi único y verdadero amor, saliese del armario con su luz resplandeciente y me susurrara al oído aquella retahíla de palabras engarzadas. Aquella que guardaba el pueril secreto que Léolo y yo compartimos, pero que nunca podremos contar a nadie más. Porque, después de todo, hemos acabado en la misma sala común del hospital, esa que cercena nuestro ramillete de venas verdes por la esperanza de ser distintos, la sala común que hemos de compartir con nuestra familia, con el resto de los locos. Léolo se rindió y ya nunca más pudo ni quiso volver a soñar. Yo sé que algún día me rendiré y acabaré bañado en su mismo hielo. Sé que la vida acaba con uno mucho antes de que uno encuentre la muerte. Jamás aprendí a vivir en este mundo y ahora sé que no soy el único. Sé que hay personas que sufren, pero la droga del alma es indeciblemente más devastadora que cualquier laxante de pecados en forma de polvo, de pastilla o de alcohol. En contadas ocasiones me había quedado sin palabras ante una película, pero sólo esta he sido capaz de comprender hasta con las uñas de los dedos de los pies. No me queda más que agradecer a Jean-Claude Lauzon que muriera artísticamente delante de nosotros y pintara con su sangre el más bello cuadro en verso que se haya pintado jamás. Poco después murió su carne de forma trágica, pero él ya se había vaciado por entre estos fotogramas. Léolo es Lauzon, y sé que yo soy Léolo. Cualquiera que sea Léolo al ser vomitado encima por esta cinta será Lauzon, y yo seré esa persona.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 2 3 4 5 9 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow