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Críticas de José (FullPush)
19 de octubre de 2010
35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una época plagada de pseudopelículas sin atisbo alguno de ambición u originalidad, viene Fincher, ese alumno aventajado al que no voy a alabar mucho pues es innecesario, y nos cuela en la cartelera una historia novedosa que, a priori, no parece demasiado interesante. Pero, claro -me digo-, viniendo de este tipo siempre hay que esperar algo decente. Y vaya si es así.
Cierto es que medio trabajo lo tenía hecho gracias al magnífico guión* elaborado por un tal Aaron Sorkin, al que habrá que seguir de cerca, pero aun así, hace falta un mínimo de arrojo para lanzarse por una propuesta como ésta. Así, con una puesta en escena sobria aunque efectiva y un reparto** de lo más eficiente, Fincher elabora su película de forma que, a través de montajes paralelos y una banda sonora cojonuda, el ritmo no decaiga en ningún momento. Y aquí reside la principal virtud de una película que busca ser reflejo o crónica de un hecho real: primeramente no aburrir.
No obstante, hay más, pues no es sólo que el tema acabe teniendo más chicha de la que parecía, es que sirve de parábola trasladable a toda una generación de jóvenes, entre los que me incluyo, que tuvimos la suerte o la desgracia de nacer con un móvil bajo el culo con que acribillarnos a sms, o con una cuenta en myspace al mismo tiempo que en facebook, tuenti, fotolog y veinte mil mierdas más, sin darnos cuenta, muchas veces, de una verdad tan evidente como desalentadora: los amigos con los que contamos en realidad son un bien de lo más escaso. Y no importa cuán solicitado esté tu perfil en la red social de turno, o cuántos toques recibas al día...
Al final lo que cuenta es el mundo de ahí fuera. Ése que muchas veces pareciera que desconoces. Y es que somos náufragos tecnológicos. Por ver está si a la deriva.
Cierto es que medio trabajo lo tenía hecho gracias al magnífico guión* elaborado por un tal Aaron Sorkin, al que habrá que seguir de cerca, pero aun así, hace falta un mínimo de arrojo para lanzarse por una propuesta como ésta. Así, con una puesta en escena sobria aunque efectiva y un reparto** de lo más eficiente, Fincher elabora su película de forma que, a través de montajes paralelos y una banda sonora cojonuda, el ritmo no decaiga en ningún momento. Y aquí reside la principal virtud de una película que busca ser reflejo o crónica de un hecho real: primeramente no aburrir.
No obstante, hay más, pues no es sólo que el tema acabe teniendo más chicha de la que parecía, es que sirve de parábola trasladable a toda una generación de jóvenes, entre los que me incluyo, que tuvimos la suerte o la desgracia de nacer con un móvil bajo el culo con que acribillarnos a sms, o con una cuenta en myspace al mismo tiempo que en facebook, tuenti, fotolog y veinte mil mierdas más, sin darnos cuenta, muchas veces, de una verdad tan evidente como desalentadora: los amigos con los que contamos en realidad son un bien de lo más escaso. Y no importa cuán solicitado esté tu perfil en la red social de turno, o cuántos toques recibas al día...
Al final lo que cuenta es el mundo de ahí fuera. Ése que muchas veces pareciera que desconoces. Y es que somos náufragos tecnológicos. Por ver está si a la deriva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
4 de junio de 2012
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos el hype por las nubes, la revisitación de una saga de éxito, un reparto de lo más solvente, un presupuesto con que comprar el Tercer Mundo, y la esperanza, ay, la esperanza, de que esta vez tocará ver algo decente (no es lo mismo que el hype porque también hay quien espera cintas que apuntan a bodriete). Prometheus lo tenía todo para triunfar, o para alzar la voz y decir algo digno, al menos, pero no ha ocurrido así, y me duele a mí más que a nadie (sí, exagero). No entiendo qué ha sido de la maestría primigenia de Scott, el caso es que le veo desganado, no atisbo verdadera ilusión en el proyecto, de lo contrario se habrían currado un poco más -qué menos- el guión, piedra angular y talón de Aquiles de prácticamente cualquier superproducción de nuestros días. No les entra en la cabeza, por lo visto, que sin una base en condiciones sobre la que trabajar cualquier esfuerzo es bien inútil. Puedes dejarte los cuartos en rodar secuencias espectaculares, que al final vienen a ser todas lo mismo: mero déjà vu visual, pero sin algo detrás que lo sostenga, sin una historia decente que contar, nos queda nada. Tecno-cachivaches y muchas lucecitas.
Prometheus no es una excepción a esta máxima. Está exquisitamente rodada, tanto como el avance tecnológico de nuestros días puede comprar, y sin embargo se me antoja absolutamente plana, las tomas, la ambientación, la inexistente atmósfera (¿qué fue del tenebrismo de la madre?) dejan una amarga sensación del que asiste a un espectáculo de fuegos artificiales. No sé si compartirán la apreciación conmigo, pero tal acto me parece una chorrada: el clímax no llega nunca. Y es que a mí un retumbar final del cielo no me maravilla, yo quiero que el cielo se abra de par en par en mis narices. Si hablamos de una cinta de ciencia ficción, espero encontrar bastante más que cuatro bichos que parecen muy reales y un par de frases pretendidamente trascendentes, espero acariciar el infinito, al menos si me VENDEN la cinta como seria y ambiciosa (vean, si no, 2001, Blade Runner o la misma Alien, todas con bastante más donde rascar, de ahí el misterio, el aura de leyenda, la vastedad de descubrir alguna cosa con cada nuevo visionado). El paralelismo viene bien, en tanto en cuanto el final, por ejemplo, de esta cinta es un petardo atropellado*.
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Prometheus no es una excepción a esta máxima. Está exquisitamente rodada, tanto como el avance tecnológico de nuestros días puede comprar, y sin embargo se me antoja absolutamente plana, las tomas, la ambientación, la inexistente atmósfera (¿qué fue del tenebrismo de la madre?) dejan una amarga sensación del que asiste a un espectáculo de fuegos artificiales. No sé si compartirán la apreciación conmigo, pero tal acto me parece una chorrada: el clímax no llega nunca. Y es que a mí un retumbar final del cielo no me maravilla, yo quiero que el cielo se abra de par en par en mis narices. Si hablamos de una cinta de ciencia ficción, espero encontrar bastante más que cuatro bichos que parecen muy reales y un par de frases pretendidamente trascendentes, espero acariciar el infinito, al menos si me VENDEN la cinta como seria y ambiciosa (vean, si no, 2001, Blade Runner o la misma Alien, todas con bastante más donde rascar, de ahí el misterio, el aura de leyenda, la vastedad de descubrir alguna cosa con cada nuevo visionado). El paralelismo viene bien, en tanto en cuanto el final, por ejemplo, de esta cinta es un petardo atropellado*.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Argylle: Agente secreto
5 de abril de 2011
36 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo tengo claro: como digo en el título, si Poder absoluto la hubiera visto hará un año o quizá un poquito más, estaría hablando de una buena película sin ningún género de duda. El problema es que un año, parece que no, pero da para mucho, entre otras cosas para convertir a un servidor en algo así como un analizador obsesivo de cuanto ve, léase acontecimientos que se desarrollan uno tras otro a consecuencia de una inesperada visión de asesinato tras un falso espejo, cuando hablamos de este thriller en concreto. Hace un año, el entretenimiento continuado que brinda este muy correcto filme de Clint Eastwood habría bastado para alzarse como merecedor de la mentada nota, aunque sólo fuera por respeto a tan dificultosa tarea -a veces- que es mantener al respetable ensimismado durante dos horas de su vida.
¿Quiere decir esto que Poder absoluto únicamente posee la virtud de no aburrir? No, hombre, no. Como es de sobra conocido, cuando el viejo Clint se pone tras la cámara, no importa el tema que trate, como mínimo obtendremos un producto de factura prácticamente intachable. Y ésta no es ninguna excepción. Muy elegantemente rodada, con la parquedad en artificiosidad que suele caracterizar sus trabajos; muy bien interpretada, aunque esto no se antoja demasiado difícil visto el reparto y vistos los requisitos interpretativos de los diferentes papeles; perfectamente ambientada y musicalizada con una partitura muy acorde; y con la dosis justa de tensión y acción en semejante entorno de conspiraciones.
El fallo, como han comentado en otras críticas, es que a partir de la mitad de la cinta más o menos, cuando al director -o al guionista, no lo sé- le toca cocinar bien la carne que anteriormente tan cuidadosamente ha puesto en el asador, le sale el tiro por la culata. Primero porque la concatenación de escenas empieza a parecer algo torpe, sin quedar muy bien explicado el porqué de cada situación; y segundo porque, a raíz de eso, al espectador le toca llevar a cabo un estimable acto de fe para no salir despedido de la trama y creerse cuanto pasa. Ni más ni menos.
¿Quiere decir esto que Poder absoluto únicamente posee la virtud de no aburrir? No, hombre, no. Como es de sobra conocido, cuando el viejo Clint se pone tras la cámara, no importa el tema que trate, como mínimo obtendremos un producto de factura prácticamente intachable. Y ésta no es ninguna excepción. Muy elegantemente rodada, con la parquedad en artificiosidad que suele caracterizar sus trabajos; muy bien interpretada, aunque esto no se antoja demasiado difícil visto el reparto y vistos los requisitos interpretativos de los diferentes papeles; perfectamente ambientada y musicalizada con una partitura muy acorde; y con la dosis justa de tensión y acción en semejante entorno de conspiraciones.
El fallo, como han comentado en otras críticas, es que a partir de la mitad de la cinta más o menos, cuando al director -o al guionista, no lo sé- le toca cocinar bien la carne que anteriormente tan cuidadosamente ha puesto en el asador, le sale el tiro por la culata. Primero porque la concatenación de escenas empieza a parecer algo torpe, sin quedar muy bien explicado el porqué de cada situación; y segundo porque, a raíz de eso, al espectador le toca llevar a cabo un estimable acto de fe para no salir despedido de la trama y creerse cuanto pasa. Ni más ni menos.
24 de diciembre de 2010
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maldita sea mi mala suerte. Con las ganas que tenía de ver lo último de Paul Haggis y ahora resulta que acabo de tragarme la versión francesa. Y es buena película, ya lo creo, pero se me ha esfumado la futura sorpresa. Y me jode. En fin...
"Cruzando el límite" (mierda de traducción, por cierto) está muy lejos de ser la típica patochada para pasar las siestas televisivas, aunque el nombre parezca sugerirlo. Y lo está porque el director maneja a la perfección los tiempos y las tomas, sin permitirse lucimientos y sin resultar tedioso en ningún momento. El guión también está conseguido, entregando unos personajes al límite que se antojan muy humanos. Se agradece en este sentido que se ahorren la escenita de rigor en que el/la condenado/a cuenta que él/ella es inocente, va a misa todos los días, venera su bandera y blablabla (aunque haya quien se queje). Un punto extra también por el desarrollo del plan de rescate, bastante lejos del empalme que me olía de un principio, y es que si bien entran en juego varios factores azarosos la sensación transmitida es la de veracidad y afirmación, que es posible, digo. Si añadimos a eso ciertas escenas emocionantes, por emotivas; lo frenético y bien rodado del final; el buen hacer en general de todo lo tratado, con corrección, comedimiento y eficiencia, nos queda, pues, un thriller dramático cuyo motor es el romance y cuyas sensaciones posteriores son de lo más agradables, por efectivas.
"Cruzando el límite" (mierda de traducción, por cierto) está muy lejos de ser la típica patochada para pasar las siestas televisivas, aunque el nombre parezca sugerirlo. Y lo está porque el director maneja a la perfección los tiempos y las tomas, sin permitirse lucimientos y sin resultar tedioso en ningún momento. El guión también está conseguido, entregando unos personajes al límite que se antojan muy humanos. Se agradece en este sentido que se ahorren la escenita de rigor en que el/la condenado/a cuenta que él/ella es inocente, va a misa todos los días, venera su bandera y blablabla (aunque haya quien se queje). Un punto extra también por el desarrollo del plan de rescate, bastante lejos del empalme que me olía de un principio, y es que si bien entran en juego varios factores azarosos la sensación transmitida es la de veracidad y afirmación, que es posible, digo. Si añadimos a eso ciertas escenas emocionantes, por emotivas; lo frenético y bien rodado del final; el buen hacer en general de todo lo tratado, con corrección, comedimiento y eficiencia, nos queda, pues, un thriller dramático cuyo motor es el romance y cuyas sensaciones posteriores son de lo más agradables, por efectivas.
18 de abril de 2010
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
El blanco y negro apuñalado por el humo de cigarros que nunca llegan a apagarse; el rostro lánguido y arrugado del que nunca alcanzó a entender su lugar en el mundo, más aún, al propio mundo, siempre tan gris, tan insignificante; el hastío como modo de vida, como última y forzada defensa ante el desconcierto y el continuo girar de las manecillas en el reloj de la existencia...
Billy Bob Thornton esta sublime en su rol de vencido y sobrepasado por la angustia vital que nos acecha, en mayor o menor medida, a cada uno de nosotros. Consigue que suframos con él, que nos emocionemos ante la hipnótica belleza de las escenas que se van sucediendo, a veces incluso sin sentido. La película no es sino el reflejo de las consecuencias de una soledad y una insignificancia insultantes; tanto que al acabar uno tiene la sensación de haber sido testigo del lado más amargo de las cosas...
Es la ceniza que reposa aún candente en el fondo de uno mismo.
Es esa soledad como olimpo cinematográfico. El dulzor del cigarrillo.
Billy Bob Thornton esta sublime en su rol de vencido y sobrepasado por la angustia vital que nos acecha, en mayor o menor medida, a cada uno de nosotros. Consigue que suframos con él, que nos emocionemos ante la hipnótica belleza de las escenas que se van sucediendo, a veces incluso sin sentido. La película no es sino el reflejo de las consecuencias de una soledad y una insignificancia insultantes; tanto que al acabar uno tiene la sensación de haber sido testigo del lado más amargo de las cosas...
Es la ceniza que reposa aún candente en el fondo de uno mismo.
Es esa soledad como olimpo cinematográfico. El dulzor del cigarrillo.
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