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España España · Miranda de Ebro
Críticas de la28
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de julio de 2007
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la desaparecida Yugoslavia, hoy territorio herido por una reciente guerra con tintes de genocidio, está llegando una filmografía rotunda, comprometida y original que aborda el conflicto. En La vida es un milagro vimos que el aparente optimismo del serbio de Sarajevo Emir Kusturica no sólo impedía ocultar el dolor de las cicatrices bélicas, sino que lo resaltaba a través de esos personajes excesivos con sentimientos desbordados. Otro título imprescindible: El polvorín del también serbio, pero de Belgrado, Goran Paskaljevic. Aquí, la chispa trivial de un percance entre automovilistas nos sumerge, entre historias cruzadas, en una espiral de violencia extrema sin la esperanza que nos ofrece Kusturica. En En tierra de nadie, el bosnio Danic Tanovic también nos asomó al absurdo dentro del frente de batalla.
De fosa en fosa, de Jan Cvitkovic, cineasta nacido en Eslovenia, comparte con los autores citados este espíritu balcánico que desde el humor al horror, o instalado en uno o en otro, describe el clima de tensiones que late en esta parte de Europa.
Actualmente, Eslovenia es un pequeño país donde viven cerca de dos millones de habitantes. Consiguió esquivar a la implacable Serbia en un breve conflicto armado que hoy se conoce como “La Guerra de los Diez Días”. Aunque es una nación “étnicamente” bastante homogénea, en la película de Cvitkovic, mezclada con personajes entrañables, habita una violencia atroz en algunos seres humanos que nos lleva a cuestionar sobre su origen. No obstante, el sentido del humor, el amor y la lealtad entre amigos dominan gran parte del metraje. El oficio de orador necrófilo del protagonista, extraño en nuestras tierras donde los funerales están invariablemente discurseados por sacerdotes que utilizan tópicos sin sentimientos, nos permite descubrir un insólito género literario. No quiero desgranar mucho más sobre el resto de personajes ni sobre la trama, para no alertar al espectador de las sorpresas que se agazapan en este intenso relato costumbrista.
Jan Cvitkovic obtuvo el reconocimiento internacional con su primer largometraje, Bread and milk, que en 2001 ganó el León del Futuro a la mejor opera prima en el Festival de Venecia. De fosa en fosa se hizo con el Premio Altadis de Nuevos Directores en el Festival de San Sebastián, con cierto desacuerdo por parte de algún sector de la crítica. Sin embargo, en la primera proyección pública del mismo Festival fue acogida con cálidos aplausos. El cine, como la vida, nos remueve o nos conmueve.
la28
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8
21 de julio de 2007
21 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice Miguel Albaladejo que sólo sabe hacer cine de “hechos cotidianos y de historias que pueden ocurrir a diario”, y que envidia a los cineastas de imaginación desbordante que cuentan historias inverosímiles. Es curioso que el director y guionista de “Rencor” no sea consciente de su poderosa imaginación, que hace posible que un relato costumbrista y proletario seduzca y cautive sin condiciones. Esta, es una película de personajes y ambientes que reconocemos, pero que no conocemos, pues los personajes transitan por el borde de la supervivencia y la marginalidad. Son seres que aspiran a una convencionalidad, como otros soñarían con un paraíso de los Mares del Sur. Pero a este modesto sueño de integración social se oponen sentimientos tan fuertes como el amor, los celos y la venganza. Ingredientes sazonados con cierto humor negro y amargura que hacen de “Rencor” una comedia dramática con toques de sainete, aunque con un fondo más profundo de lo que parece a primera vista.
Pero...¿ qué sería este filme sin Lolita? Esta cantante desciende desde el papel couché para dar vida a un personaje tan de carne y hueso, tan auténtico, que destruye todos los prejuicios del espectador que hubiera entrado a la sala con cierta prevención. Es “la mala” de la película, pero es tan creíble su maldad que subyuga cada vez que aparece, y cuando no está en alguna secuencia, se la echa de menos.
Elena Anaya y Jorge Perugorría -coprotagonistas- están a la altura de Lolita, y el resto del reparto entona afinadamente con estos tres magníficos intérpretes.
“Rencor” es una película mediterránea, que recuerda a las del marsellés Guèdiguian: hay una luz especial que envuelve a estas gentes sencillas que intentan sobrevivir y ser felices.
Y para corroborar esa reivindicación de lo mediterráneo, Albaladejo hace cantar a Lolita la conocida canción de Serrat que nos transporta desde Grecia hasta Africa haciendo escala en la humilde Manga del Mar Menor.
Como ocurre en las películas de Guèdiguian, acabaremos amando a estos personajes, incluso cuando se comportan de forma un poco miserable,talante que no perdonaríamos a un héroe de Hollywood. Tal vez porque nos recuerdan a nosotros mismos que siempre queremos que nos perdonen y que no nos guarden rencor...
la28
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7
21 de julio de 2007
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1995, un par de cineastas daneses, Lars von Triers y Thomas Vinterberg, lanzaron una propuesta teórica para animar el panorama cinematográfico occidental y enfrentarse a la maquinaria de Hollywood. Idearon un decálogo bautizado como DOGMA, que los autores adscritos al movimiento se comprometerían a cumplir en la producción de sus películas.Entre algunos de los postulados destacan la obligación de rodar “cámara al hombro”, emplear iluminación natural, no utilizar banda sonora... Cuestiones formales que pretenden transmitir contenidos sin artificios ni ornamentos y que permiten producciones de bajo presupuesto.
Las primeras películas producidas, sujetas a este esquema, como fueron Los idiotas de von Triers o Celebración de Vinterberg, abordaron relatos provocadores y revulsivos (esto último en su doble acepción, pues conozco personas que salieron vomitando de la sala donde se proyectaba Los idiotas), con lo que, desde luego, consiguieron llamar la atención. Así que, una vez “patentada” la etiqueta DOGMA, surgieron detractores y aduladores, y el espectador tuvo que internarse en una jungla y rescatar de entre la maleza obras maestras e ir apartando las tomaduras de pelo.
A estas alturas, no se sabe muy bien si DOGMA fue un ejercicio calculado de marketing y cinismo para llamar la atención, o fue una propuesta sincera que ciertos críticos magnificaron y provocó que el engranaje mediático empezara a funcionar... Lo cierto es que con este marchamo ya se han hecho en Europa decenas de películas.
Italiano para principiantes es el duodécimo trabajo reconocido por el movimiento DOGMA. Con él, su directora, la danesa Lone Scherfig, consiguió triunfar en la SEMINCI de Valladolid y en el Festival de Berlín en 2001.
La cineasta plantea un relato coral basado en un guión flexible que se reescribía día a día durante el rodaje con la aportación de los actores y las ideas que suministraba la realidad del momento. Previamente al rodaje, Lone Scherfig convivió durante seis meses con los que serían los protagonistas, para conseguir que esta historia de gente corriente, de perdedores, se llenase de verdad y de frescura. Y lo consiguió.
Italiano para principiantes es un filme sin grandes pretensiones, que va haciéndose querer a medida que transcurre. Digo “sin pretensiones” porque la historia es convencional, sus personajes están instalados en unas vidas anodinas, son feos, no demasiado inteligentes; pero no a la manera cruel de “Los idiotas”, porque aquí hay mucho amor por estos seres. Y es la búsqueda del amor a través del laberinto cotidiano de la subsistencia, el motor de esta película. Los actores y actrices transmiten con sinceridad el desconcierto, las pasiones que habitan en sus personajes, y van ensanchando la sonrisa del espectador hasta dejarle confortablemente en un previsible pero imprescindible “happy hend”.
Por tanto, éste es un producto Dogma amable, accesible para todo tipo de público. Es decir, nada dogmático.
la28
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8
4 de noviembre de 2007
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
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Kim-ki Duk, Chan-wook Park y, ahora, Joon-ho Bong Será imprescindible, no habrá más remedio que ejercitar nuestra lengua y memoria para incorporar a nuestro vocabulario cinéfilo los tortuosos nombres de estos directores surcoreanos que últimamente están seduciendo a los jurados de festivales internacionales y también, de manera creciente, al público occidental.
En The host, de temática fantástica (¿de terror?), su director y guionista, respetando, en principio, las reglas del género, aporta una novedosa visión y un relato de más recorrido de lo que se suele esperar de este tipo de películas. Por eso, parece desacertado el enfoque que se hizo de la campaña de promoción. Quien desconfiara del eslogan ”Primero fue Tiburón, después Alien y ahora The host”, se perdió una curiosa película, y el espectador que buscara la acción, la tensión y el ritmo del cine americano probablemente habrá salido defraudado. Por supuesto que hay monstruo, víctimas y quienes luchan contra el monstruo, pero en esta ocasión quienes se le enfrentan no son listos, ni guapos, ni ricos. Nuestros héroes parecen ser miembros, en versión coreana, de la familia disfuncional de Pequeña Miss Sunshine. El guionista les ha dado una personalidad con desarrollo encarnada en buenos actores, por eso no son simples muletas de apoyo de un aparato de efectos especiales sino que viendo cómo son, cómo se comportan, descubrimos otros contenidos paralelos al relato principal, relato que, por cierto, se permite un comienzo con claras alusiones políticas a ciertos acontecimientos internacionales.
Como en su anterior película, Memorias de un asesino en serie, en The host los protagonistas sufren de una estupefacción digna de las criaturas de los Hermanos Cohen. A primera vista, lo que les ocurre no parece que dependa de sus torpes voluntades; sin embargo, existe nobleza en sus instintos.
También es imprescindible destacar el ingenio en la creación del terrorífico anfibio diseñado por Weta workshop, empresa ganadora de tres Oscar a los efectos especiales por la trilogía de El señor de los anillos y King-Kong. El taller encargado de transformar esos datos digitales en movimiento, textura y ferocidad fue The Orphanage, responsable de Sin City o Harry Potter y el cáliz de fuego.
“Bong Joo-ho, Bong Jo ho”. Repetir dos veces al día. Este cine coreano merece el esfuerzo.
la28
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8
21 de julio de 2007
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el reino animal, obligado por la Evolución, sacó a numerosos súbditos del agua dándoles patas y diferentes recursos para pervivir sobre la tierra, los seres más sofisticados llegaron a ser los mamíferos; éstos, además de inteligentes, tenían vínculos con sus crías mucho más prolongados e interdependientes que el resto de animales “inferiores”.
Pasó el tiempo, y la Evolución seguía, desde hacía millones de años, ordenando a los animales que salieran del agua y se convirtieran en perfectos mamíferos terrestres. Pero surgió un grupo rebelde: los cetáceos, las ballenas. Estos mamíferos consolidados quisieron volver al agua. Y lo hicieron. Volvieron a sus orígenes, tan lejanos que otros animales habían olvidado por completo. Adaptaron una viejísima costumbre, vivir en el mar, a sus cuerpos nuevos de mamíferos y a su inteligencia colosal. La Naturaleza no entendía este empeño: “con ese tamaño anacrónico, como de dinosaurio, ¿volver al agua?. ¡Qué disparate!”.
Whale rider nos habla de la tradición y el presente. Para la tribu maorí que ilustra la película, su primer antepasado había llegado hacía mil años, desde el mar, montado en una ballena. Por eso, este animal sería considerado sagrado por toda la tribu y un descendiente de ese ancestral jinete guiaría el destino de las generaciones posteriores.
No sé si el mito será real o es una invención de Witi Ihimaera, la autora maorí de la novela en que se basa el filme. En cualquier caso, las ballenas encarnan el símbolo de la readaptación al medio y son la metáfora perfecta que da lugar a la historia de Whale rider.
Pai, la niña protagonista, sería la ballena rebelde que quiere volver al agua de sus antepasados y ser aceptada por su familia, pero no desde la sumisión. También puede sugerir esta película una interpretación, si se quiere más obvia, desde un punto de vista feminista. Las tradiciones, las herencias tribales, que tienen que ver con el ejercicio del gobierno o el liderazgo espiritual de una comunidad, han compartido, en su gran mayoría, desde el hemisferio norte al hemisferio sur, el privilegio concedido al poder masculino. Más tarde, con la excusa de defender la memoria de los pueblos, su idiosincrasia, se han tolerado y se siguen tolerando hábitos que se remontan a cuando las ballenas tenían patas.
Pero a mí me gusta ver la película abarcando también otras miradas que atraviesan asuntos como las relaciones familiares, la adaptación de las tribus autóctonas de un territorio al modo de vida occidental o la convivencia con la naturaleza. Por eso, esta obra, de argumento sencillo y desarrollo sosegado, es más compleja de lo que aparenta. Sin embargo, se disfruta sin esfuerzo por la belleza de sus imágenes y de su música, por la contundencia y credibilidad de sus intérpretes ... ¡y por lo bien maquilladas que están las ballenas!.
la28
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