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España España · Madrid
Críticas de Baxter
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
9
8 de febrero de 2010
25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Picnic en Hanging Rock resulta imposible encasillarla entre la ortodoxia de los géneros. No es una película de terror: no aparecen criaturas monstruosas, ni psicópatas asesinos, ni espíritus, ni baños de sangre… pero es desasosegante y desarrolla su acción con los recursos, reclamos, símbolos y matices que nos acercan al mundo tenebroso, no tanto de Allan Poe como de los mitos y el terror cósmico materialista de Lovecraft. Tampoco es un drama de época, ya que en la película no coexisten damas traicionadas con nobles villanos, ni galantes caballeros enamorados, ni autos de fe… pero sí se apuesta por mostrarnos, con sutil elegancia y destreza cinematográfica, la abrupta soledad del ser humano, la inocencia, el latente deseo sexual, el lado salvaje y misterioso de la naturaleza, la belleza y las extrañas circunstancias que rodearon a unas jóvenes damas y a sus profesoras un día de San Valentín de 1900.
El punto de vista del director sobre lo que allí ocurrió pertenece más al ideario mitológico que a la realidad recreada según los argumentos, verdaderos o no, de la novela de Joan Lindsay. El que sea un hecho real todo lo que se cuenta es lo de menos, pero sí es sagaz y enriquecedora la forma que tiene Weir de mostrarnos su propia perspectiva cinematográfica, su capacidad artística para crear y transformar atmósferas limpias, luminosas y sosegadas, en escenarios oníricos protagonistas de espeluznantes acontecimientos desarrollados con una puesta en escena deslumbrante, una sugerente y cálida fotografía, tan cautivadora como irreal, al compás de unas inquietantes y delicadas notas de flauta.
La cargada sexualidad, nunca explícita, parece ser otro de los puntos clave del film. Es el deseo latente o no consumado lo que parece mover las acciones de varios de los personajes: los gestos siempre anhelantes y las voces dulces de todas las estudiantes y de algunas de las profesoras; la atracción silenciosa de los personajes de Michael y de Sara por Miranda; los sentimientos de sincera admiración de una delicada Mademoiselle de Poitiers (magníficamente interpretada por Helen Morse) por la belleza de la joven estudiante: “Miranda es como un ángel de Botticelli”, se atreve a comentar en voz alta.
A Peter Weir le interesó mucho más profundizar en el modo de trasladar a las imágenes las emociones de los personajes, sus diatribas sentimentales, la confrontación entre las muy urbanas y civilizadas actitudes victorianas con la naturaleza más extrema, salvaje y misteriosa; y en captar la incapacidad, la angustia y el deterioro mental de otros personajes (como el de la directora y el de Sara) al asumir hechos tan terribles y nunca desvelados como los que se cuentan en la narración, que en intentar revelar al espectador lo que realmente pudo suceder aquella tarde de febrero de hace más de un siglo, si es que realmente algo ocurrió.
Baxter
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10
16 de enero de 2008
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante, exquisita, mágica, sensual, visceral, contenida… son algunos de los adjetivos que vienen a la memoria tras haber disfrutado en poco menos de dos horas de esta poética y compleja película del director chino Wong Kar Wai, un realizador con un insólito mundo interior en el que se mezclan su interés por retratar la agónica soledad del ser humano y su pertinaz obsesión por plasmar en imágenes la mutación de las personas cuando lo amado elude voluntariamente nuestra compañía abandonándonos a nuestra propia suerte. Wong Kar Wai acierta en sus planteamientos narrativos y estéticos.
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Baxter
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10
11 de enero de 2008
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Secretos y Mentiras es una nueva muestra documental sobre las características y estereotipos sociales y familiares de la sociedad de finales del siglo XX. Todos nos vemos involucrados; el estado del bienestar se ve resquebrajado en algunos momentos de nuestras vidas debido a un acontecimiento fortuito, accidental u olvidado que vuelve a nosotros repetidamente o después de un cierto periodo de tiempo.

La película no intenta ser una obra melodramática, apenas produce tristeza porque se enmascara a cada instante de moderadas dosis de comedia, pero su gracia no estriba en gags previsibles e histriónicos, sino en la cruel y despiadada soledad de todos y cada uno de los protagonistas: la angustiosa ignorancia de la madre neurótica, la falsa benevolencia y perfecta educación de una hija olvidada, el sutil y elaborado embrutecimiento de la hija menor que convive con ella, el recital de “tics” de su novio y las abigarradas apoplejías mentales, vacuas e insustanciales de un hermano menor, esposo y mártir de una mujer desdichada y angustiada con lo inevitable.
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Baxter
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10
16 de enero de 2008
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el Festival de Venecia anterior al de la producción de esta película, Akira Kurosawa se alzaba con el León de Oro por una de sus obras más emblemáticas, Rashomon, una fábula medieval sobre una violación en el siglo XI que transmitía modernidad en cada uno de sus fotogramas. Al año siguiente, el gran maestro nipón deseó alejarse premeditadamente de los fastos obtenidos con una de sus película más aclamadas, junto con Los siete samuráis y El idiota, para centrarse una vez más en el terreno que mejor conocía, mucho más intimista, sincero y evocador, para filmar la que según muchos cineastas es una de las mejores películas de la Historia del Cine: Vivir (Ikiru).
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Baxter
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10
9 de enero de 2008
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay directores obsesionados con la comunicación, con la incomunicación, con la infancia, con la vejez, la soledad, con las relaciones entre sexos, con la amistad, con la dificultad de vivir, con la decadencia del género humano, con la guerra. A Wim Wenders, al igual que a su admirado director Yasuhiro Ozu, le obsesiona la creación de personajes que tengan vida propia, que se muevan a expensas del actor que les da vida; de la misma maanera le preocupa la construcción de ambientes cargados y los momentos de gran fuerza dramática. Estas expectativas, al menos en París, Texas, nunca defraudan. El esfuerzo del realizador está justificado.
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Baxter
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