Ridley Scott dirigiendo, Rutger Hauer con ese discurso final estableciendo tal cantidad de mensaje poético que pocas veces más se verá, fotografía sucia, áspera y rancia, al fín y al cabo, futurista, Vangelis adornando con sintonía y armonía todo el metraje y la cualidad de personificar a los replicantes sin olvidarnos de un más que notable Harrison Ford. Si unimos todo eso elevado a la enésima potencia obtendremos lo que es en definitiva Blade Runner. Excelsa por todos los lados y por supuesto, recomendable para todo el mundo.

Me duele hacer una crítica negativa sobre una película de Shyamalan. Me han gustado todos sus anteriores proyectos y mis palabras no pueden ser otras más que elogios. La cuestión es que es incomprensible lo que ha creado en esta ocasión. Y el primer inconveniente es la actuación de los actores. No puede ser que veamos en pantalla una serie de acontecimientos realmente alarmantes e impactantes y no sintamos esa expresión de extrañeza, pánico e incomprensión en sus caras, no puede ser. Lo de Mark Whalberg no se entiende, al igual que no se entiende como Shyamalan se ha fijado en este señor para recrear este tipo de película. Pienso que Shyamalan pretende realizar una película de corte catastrofista, como avisándonos de que la naturaleza puede devolvernos la gran bofetada que nosotros, los seres humanos, una y otra vez estamos descargando sobre ella. Pero no creo que la mejor manera de presentarlo sea mediante esta estructura narrativa, donde en ocasiones roza lo esperpéntico y lo ridículo- metiendo a modo de calzador ciertas escenas de tensión acumulada que explota en un hecho poco creíble-, queriendo dar la sensación de giro argumental, cuando en realidad lo que hace es todo lo contrario. Y la música, una vez James Newton Howard está detrás, no es tan impresionante y/o excelsa como en anteriores ocasiones, véase El Bosque.

Película aceptable, pero muy lejos, en cuanto a calidad de largometrajes anteriores. Una verdadera lástima.

Me acuerdo de la primera vez que oí hablar de The Straight Story de David Lynch. Presuponía que me iba a encontrar con una cinta rebuscada, onírica y abstracta que Lynch suele realizar. Más cuando te dispones a ver esta película tras el visionado de la excelente Mulholland Drive. En esta ocasión, el director de Montana se aleja de esta vertiente exacerbada y paranoica-en el buen sentido de la palabra- que muestra en algunos de sus proyectos, pero no nos equivoquemos, es Lynch en todo su esplendor, en esos silencios prolongados, esos planos alejados donde nos muestra cómo un determinado personaje vive o está realizando una acción determinada. Se recrea en sus personajes, en los personajes que Lynch da vida, y es puramente sensacional, una vez más. Si tuviéramos que definir esta película en una sola palabra, el término correcto sería preciosa, maravillosa y todo un sinfín de sinónimos que podamos encontrar y seguramente nos quedaremos cortos. Y un mensaje claro que nos enseña la película: guarda tu orgullo para otras cosas. Una vez más, Lynch es un director a seguir, con ideas, que las lleva a cabo y las ejecuta y culmina de manera más que brillante.

Una de las sorpresas más agradables que he podido presenciar en los últimos años con respecto a la ciencia ficción. Sin llegar a ser una obra maestra, Neill Blomkamp realiza un ejercicio nada tramposo en sus formas y se agradece muchísimo, pues no abusa de algunos clichés tan manidos que hemos podido ver en innumerosos proyectos. Y lo hace durante una primera parte a modo de falso documental de manera más que notable, y no regodeándose en las típicas frases y justificaciones de que los extraterrestres existen, de que no estamos solos, no, en este caso, el director surafricano da por sentado éso y va más allá, narrando problemas sociales y burocráticos entre la raza humana y la alienígena, incluso se mete en relaciones afectivas entre ellos- pretencioso es el proyecto, para qué engañarnos-. Una vez ocurrido una serie de hechos, creo que se cae en el convencionalismo más puro al abandonar la idea narrativa inicial de falso documental y dirigir una cinta más al uso, más convencional, lo vuelvo a decir y repetir algunas fórmulas ya vistas. No cae en la mediocridad, puesto que los efectos, a pesar de no disponer con unas cantidades estratosféricas, sí que casan muy bien con toda la fotografía: áspera, sucia y rancia (aquí han sido muy listos) y las tomas de acción rayan a buen nivel, pero abandona toda idea sobre crítica social inicial y transforma todo lo anterior en una cinta de acción más, adornada y edulcorada con unas ideas realmente asombrosas (véase lo de las armas alienígenas, el tema de las bandas de negros, magia, brujería, etc.) pero sin el gancho inicial, que tendría que haber perdurado durante todo el metraje. Aunque claro, para otorgar más importancia al protagonista.

Existencia de lagunas argumentales las hay, por supuesto, pero se perdonan tras saborear la obra. Buena cinta, muy recomendable tanto para el seguidor de la ciencia ficción como para el que no, puede gustarle por muchos otros motivos.

Es lo que se nos viene a la cabeza una vez visionada la película de Jon Avnet. Fría e impersonal. Veamos, ¿qué nos podemos esperar en un thriller donde vemos a De Niro y Al Pacino juntos? Lógicamente algo bueno, superior a la medianía de las películas del mismo corte, y señores, no es así, no lo es. En esta ocasión y después de la maloliente 88 minutos, de verdad, hay que tenerlos cuadrados para hacer otra cinta que es decepcionante.

Nos sitúa en una trama en New York, nada interesante, sobre un asesino en serie que está haciendo de las suyas. Compañeros y veteranos, Turk y Rooster, interpretando a estos dos actores, serán los encargados de intentar solucionar el caso. Alguien se está tomando la justicia por su mano y hay que solucionarlo. Ya empezamos con las manías persecutorias de los directores de asemejar y copiar elementos narrativos de otros proyectos cinematográficos que han tenido éxito. No es para menos, pero al menos, se agradecería que se hiciera con algo de talento y pasión y no caer o sustentar el largometraje en la actuación de estos dos señores, que por cierto, tampoco brillan en esta ocasión.

La película cuenta con un reparto secundario bastante aceptable, a la altura de la pareja principal protagonista, en cuanto a labor interpretativa se refiere, aunque 50 Cent me parece patético por todos los lados. El guión, mediocre y tramposo, es plano y carente de sentido y eso que uno podía albergar esperanzas sabiendo que se encargaba Russell Gerwitz. Tampoco es digno de mención el ritmo narrativo y cómo se cuentan las cosas, no sé, da la impresión de querer hilvanar un compendio de hilos y tramas totalmente complejas, cuando en realidad es más simple que comer pan. Decepcionante a todos los niveles.