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Críticas de Vivoleyendo
Críticas 1,745
Críticas ordenadas por utilidad
6
26 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo peor que tiene es todo. Empezando por la circunstancia de que no pega para nada, su papel no se lo cree ni un niño de pecho. Aparece de repente de la nada (vamos, que se nota a la legua que hay gato encerrado), y como tiene un cuerpo serrano la otra, que se supone que es una jueza inmersa en un caso muy chungo (y con tintes bastante peligrosos para su propia persona) cae como una estúpida. No, no es creíble. Me creo que una tía pueda caer como una boba por un buen rabo, pero no me creo tanto que sea una ingenua cuando hay un caso de asesinato de por medio y se sobreentiende que ella tiene dos dedos de frente (aunque visto lo visto va a ser que no los tiene).
El 6 es porque Leonor hace un papel correcto a pesar del guión a veces desastroso (sobre todo cada vez que el Silvestre abre la bocaza) y porque el final al menos me ha desquitado.
Por lo demás, poco recomendable a menos que seáis fans de Watling.
Vivoleyendo
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7
14 de abril de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo está lleno de coincidencias, muchas desgraciadamente desafortunadas, como que el H.M.S. Truculent (también tiene guasa el agorero nombre) se hundiera en el Támesis justo cuando esta película iba a salir a las pantallas, precisamente con la temática del naufragio de un submarino ficticio, adaptada de una obra de teatro que había cobrado gran popularidad.
Fue una de esas películas que están en un tris de no ver la luz nunca, aunque al final se decidió estrenarla con un mensaje añadido de apología al cuerpo de la Marina, como homenaje a las víctimas de la tragedia que acababa de acontecer.
En los albores de los cincuenta, con la peor guerra de la historia apenas terminada, y cuyos estragos influyen lógicamente en todas las ramas de la vida social, cultural, política y artística, esa generación está traumatizada y no se ha recuperado (nunca lo hará, porque quién puede recuperarse del horror, no queda otra que seguir adelante con el alma mutilada) de las pérdidas de sus seres queridos, las batallas, los bombardeos, el terror ha dejado su cicatriz, la conmoción sigue fluyendo como los humores de una herida que no se ha curado completamente. Es normal que por ejemplo en el cine siga habiendo frecuentes alusiones a contiendas pasadas.
El argumento de la obra no se desarrolla durante la guerra, sino recién acabada la misma, y prácticamente casi todos los miembros de la marina británica que aparecen son supervivientes que lucharon de diversas maneras en el bando aliado. Por lo tanto, un buen porcentaje está curtido en desastres.
Al tratarse de una película de base teatral, lo mejor que tiene son los diálogos (en V.O. por supuesto, este tipo de películas militares no es recomendable verlas dobladas debido a la censura franquista que destrozaba la mitad de las frases) y cómo consigue recrear el ambiente sin abundancia de recursos. La ironía y el sentido del humor de los diálogos son su mejor atributo, en labios de unos buenos actores (entre los que hallamos a un joven Richard Attenborough, al que recordaba ya viejecito en "Parque Jurásico").
La odisea del H.M.S. Trojan que, en una expedición rutinaria de entrenamiento, se cruza fatalmente con una mina a la deriva (una de las tantas que se quedaron vagando desde la guerra) es la carrera contrarreloj de los escasos hombres que quedan vivos tras la explosión y encerrados en unos pocos metros cuadrados de metal, sumergidos bajo el mar.
No muy distinto de la catástrofe del H.M.S. Truculent.
Vivoleyendo
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6
8 de abril de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Episodio 2 del Decálogo de Kieslowski. Aunque el director haya afirmado que ningún capítulo se corresponde exactamente con los mandamientos, se puede reconocer una interpretación libre y moderna de los mismos.
"No tomarás el nombre de Dios en vano."
Regresamos al bloque de viviendas de Varsovia donde se desarrolló el primer episodio. Un hombre mayor de aire cansado se desenvuelve por su modesto apartamento y una vecina suya, una mujer joven y guapa que fuma sin parar, llama a su puerta para preguntarle por el estado de su marido, un paciente suyo, con lo cual descubrimos que el hombre es médico. El encuentro no termina muy bien pues el doctor se muestra reticente a hablar de sus pacientes fuera del hospital.
Más tarde, cuando se va al trabajo, se cruza con la mujer y, como disculpándose por su sequedad anterior, le dice que acuda a su consulta aunque no sea tarde de visitas.
A ella se la comen los nervios, enlaza un cigarrillo con otro y la dominan impulsos destructivos (cómo le deseé unas malas almorranas cuando desmochó el ficus, la muy cabrona). Después se va al hospital, entra un rato en la habitación de su marido, que permanece en un estado de semiinconsciencia delirante, y se dirige a la consulta del médico.
Pero lo que ella quiere saber no está al alcance de ningún mortal. Se empeña en que el doctor le dé una respuesta que no puede darle.
Entonces ella revela su secreto, por el cual se comprende el tormento en el que está suspendida.
La atmósfera triste y fría aleja de Dorota, la fumadora empedernida a la que no llego a tragar, y deja retazos del pasado de la Polonia en guerra mientras el médico le desgrana a su asistenta del hogar, con la serenidad sorda con la que el tiempo cubre las tragedias, su terrible historia.
Las inquietantes alucinaciones del enfermo ingresado sugieren la inexorabilidad del destino y de la muerte, las gotas persistentes que caen sin cesar siguiendo su recorrido de infinitesimal erosión. Otras imágenes alegóricas representan sin embargo lo opuesto, la lucha de la vida que se abre camino. Una pequeña esperanza.
Ahí, agarrándose a esa pequeña esperanza, es donde el médico juega a ser Dios para inclinar la balanza.
No somos Dios, y de niños en las catequesis se nos enseñaba que no debemos tomar Su nombre en vano.
No podemos actuar como Él. Ni creernos Él. No somos los dueños de la vida, porque no la creamos nosotros, sólo somos sus vehículos y portadores.
Pero tal vez algunas veces podamos echarle un cable al Creador.
Vivoleyendo
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7
30 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Decálogo de mediometrajes de Kieslowski explora cada uno de los diez mandamientos bíblicos en la era actual, y concretamente en la Polonia de hace un cuarto de siglo.
Se inaugura con "Amarás a Dios sobre todas las cosas". Pável, un niño muy sensible y despierto, cuyos padres se han divorciado, oscila entre el racionalismo ateo de su padre, obsesionado con calcular y cuantificar, y la fe católica de su tía paterna. Le asaltan dudas sobre la muerte y la existencia del alma. El padre por un lado le explica el proceso del fallecimiento de un modo estrictamente científico y anatómico, y afirma que no hay alma; Pável se echa a llorar. No puede creer que sólo seamos un pedazo de materia sin un espíritu. ¿Qué son entonces los sentimientos, el amor, el dolor? Encuentra consuelo en su tía; ella sí lo comprende. No es porque su papá no lo quiera, lo que pasa es que se niega a admitir que las cifras y cálculos que tanto le gusta procesar en el ordenador no son suficientes para explicar por qué las cosas suceden como suceden. A Pável mismo le encanta aprender a usar programas informáticos y descubrir la tranquilidad que confieren los números, las matemáticas, tan ordenados, tan absolutos, tan precisos. Introduces unos parámetros y sabrás si el hielo del lago congelado puede aguantar el peso de los patinadores invernales.
Pero una cosa es la matemática y la física, y otra los misterios de la vida y la naturaleza, los enigmas irresolubles, cuál es el motivo de que los cálculos perfectos a menudo fallen en la práctica...
Tal vez por ello las personas tienden a buscar algo más allá, más grande, llámese dios o divinidad. Cuando no encuentran explicaciones racionales. Para creer que tenemos un alma inmortal.
Los descreídos de hoy dudamos de este primer mandamiento o directamente lo rechazamos. ¿Cómo amar por encima de todas las cosas algo que ni siquiera sabes si existe? ¿Que la ciencia no puede probar?
A orillas de un lago helado en medio de un barrio de Varsovia, un extraño silencioso observa los acontecimientos junto a su fogata, mientras un adorable niño de grandes ojos azules se plantea las grandes preguntas de la humanidad.
Vivoleyendo
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8
7 de diciembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le pongo un único pero, lo que me ha parecido ser una inconsistencia de guión bastante grande a nivel narrativo, aunque desde luego no reste un ápice a la espectacularidad visual ni a la intensidad emocional. Hay una cosa que no me cuadra. Se supone que la Guerra Fría ya terminó y que todas las agencias espaciales mundiales colaboran entre sí. Por ejemplo la Estación Espacial Internacional acoge constantemente a astronautas de diversas nacionalidades. Entonces... ¿cómo es que en la película los rusos son tan descuidados que lanzan un misil para destruir uno de sus propios satélites, que ya no estaba operativo, generando basura que se desplaza sin control, sin pensar en que en órbitas muy cercanas están el Telescopio Espacial Hubble, la citada Estación Espacial Internacional y otros objetos en uso vigente? ¿Es que no se enteraron de que había una misión reparando el Hubble? ¿Las agencias espaciales cuentan con los más pioneros sistemas de comunicación y resulta que no sabían que sus vecinos estadounidenses estaban ahí trabajando? Y si lo sabían... ¿Aún así decidieron enviar el misil de los huevos? Aún si todavía estuviéramos en tiempos de la Unión Soviética y las hostilidades entre EEUU y la URSS no fuesen simplemente algo encubierto o desconfianza mutua preventiva, sino una declaración abierta de enemistad como lo era en esas décadas, se podría entender un acto así, pero no creo que ni siquiera entonces hubiesen sido tan chapuceros como para realizar un acto de desafío muy capaz de provocar otra gran guerra global. Que ha habido guerras que han empezado por mucho menos.
De modo que lo que yo considero un grave error argumental me ha estado rondando todo el rato. Vale que no sería fácil hallar un motivo por el que un montón de escombros causaran un caos total a quinientos kilómetros de altitud, pero precisamente ese motivo... Lastra la película, como ese paracaídas enredado, que puede parecer una tontería pero que, según el contexto, llega a fastidiar mucho. En cuanto al resto de inconsistencias argumentales (todas relacionadas con cuestiones de física y de ingeniería espacial) se las perdono porque al fin y al cabo estamos ante ficción, no es sci-fi pero tampoco está basada en un hecho real, como "Apolo XIII", ni tiene por qué ser un reflejo calcado de la realidad. Que para conocer la realidad en la Wikipedia vienen unas páginas muy exhaustivas sobre Astronomía y muy bien detalladas todas las características de esos cacharros en órbita y ya uno presupone que para ir de oca en oca de uno a otro no basta con tres saltitos.
En fin, inconvenientes aparte, es un gran thriller que no pretende ser un documental. Como el espacio mismo, bello, sobrecogedor, terrible, acojonante, inhóspito. Esperanzador. Unas minúsculas motas vivas flotando, luchando por sobrevivir. La pequeñez y fragilidad de la vida enfrentada a la inmensidad amenazadora del universo que la ha creado. Seres moldeados para permanecer en la superficie terrestre que sin embargo se encuentran, por obra de ciencia y magia, orbitando alrededor de su planeta padre, habiendo construido, tras milenios de evolución y descubrimientos, unos delicados aparatos y sistemas inteligentes que les permiten realizar esa hazaña, la de estar ahí arriba, paseando en el vacío absoluto, ingrávidos, como lágrimas a la deriva que no encuentran un suelo al que caer.
Y curioso que a veces, como la doctora Stone, desolada y perdida, uno reaccione y enfile el rumbo precisamente cuando más desorientado y solo se creía.
Magníficos Bullock y Clooney, sensacional puesta en escena y efectos visuales (si eso no es tener el mismo espacio profundo delante de tus narices sin moverte del sofá, no sé que demonios lo será), y en definitiva una muestra más de la intrepidez, locura y curiosidad humanas (con lo bien que se está en casita, atraído por la gravedad, con aire natural que respirar y el cielo azul sobre la cabeza), y de cómo uno puede encontrar razones para seguir adelante contra todo pronóstico, cuando tanto parece sentenciado, simplemente porque una llamita de esperanza, otro loco sentimiento humano, está ahí brillando en el fondo de eso que no estamos seguros de qué es y que se llama alma.
Como en toda aventura, uno quiere sentirse flotar en la ingravidez... Pero una cosa buena de las aventuras es la promesa (no siempre posible, y a menudo poco probable, dado que uno de los ingredientes de la aventura es el peligro) de volver a notar el tirón gravitatorio que nos conduce de vuelta a casa.
Vivoleyendo
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