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Críticas de Talladal
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Críticas 134
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de marzo de 2011
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tratándose de "cine social", la dimensión moral es la parte estructural de la obra. Se me presentan tres argumentos que ponen en duda tal adscripción y que más bien la vincularían al ámbito de los oscuros dominios de la ideología, por lo que, en caso de tener que etiquetarla de alguna manera, el calificativo "pólítico" sería el más adecuado. Está bien que se sepa qué se va a ver.

1)

La primera premisa reza: "Si la injusticia sobreviene el director debe renunciar a su obra"; la segunda dice "Icíar Bollaín es una directora que ha hecho una película sobre la premisa citada anteriormente" Entonces:

a) Si la injusticia es omnímoda, Icíar Bollaín no debería haber hecho ninguna película.
b) No existe la injusticia.
c) Durante el rodaje de la película en Bolivia, Icíar Bollaín no percibió ninguna injusticia.

La opción a) no fue secundada por la directora; la b) no se tiene en cuenta porque esta película ha sido calificada por la prestigiosa página de cine Filmaffinity como "drama social", cuya condición de existencia es que hay injusticia en la sociedad; puede que la opción c) sea la más aceptable y que desde que Evo Morales subió al poder en 2006 con su benéfico gobierno se haya desintegrado la injusticia en Bolivia, por lo que Icíar Bollaín pudo hacer su película sin incumplir su propio mandato moral, argumento que se refuerza cuando se tiene en cuenta que los hechos de la denominada "Guerra del Agua de Cochabamba" a los que se alude en la obra sucedieron en el año 2000, años antes de que la injusticia se desvaneciera de Bolivia.

2)

Si los españoles en el Descubrimiento son unos explotadores de indios, ¿cómo es que De las Casas y Montesinos son españoles y no son explotadores de indios? Ergo: El Descubrimiento no fue sólo una explotación de indios.

3)

¿Los juicios sobre los hechos históricos son unívocos? ¿Es lo mismo, aun aceptando que se retrata fielmente lo ocurrido, la búsqueda rapaz de oro de Cristóbal Colón que el expolio del agua que se describe en la película? ¿Es lo mismo Marcial Maciel, que es un moralista fallido, que Icíar Bollaín, que a mi modo de ver es otra moralista fallida?
Talladal
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7
7 de mayo de 2009
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la guerra termina, las calles bullen de vida, los seres humanos retornan a su vida privada, los negocios cunden e, inevitablemente tras aquellos que son turbios, la policía persigue al poliforme criminal, el sustituto en tiempos de paz del enemigo. Contra el enemigo no ha habido tregua y no habrá tregua: El Imperio japonés ha causado millones de víctimas –enemigos- y Japón ha sufrido también millones de víctimas –enemigos. El enemigo y el delincuente comparten una misma naturaleza antisocial: Mientras el enemigo representa el mal absoluto y debe ser exterminado por cualquier medio, el delincuente –como ciudadano- goza de las garantías de la paz. La paz atempera el poder del Estado, por ello la policía halla grandes dificultades –tantas como supone destruir la presunción de inocencia- en neutralizar a los criminales. Es una policía maniatada y débil que solo puede conseguir información del delincuente mediante el tesón, la argucia o su compasión. En un verano tórrido se comete un descuido con un arma, artefacto diseñado exclusivamente para dañar. El arma es pequeña, incluso ridícula. Es una consecuencia del desarme impuesto por los aliados a la derrotada Japón. Pero tal pequeñez es premeditadamente ilusoria para demostrar su grave peligro: Es un objeto autónomamente maligno que puede acabar con la vida de cualquiera. La Bomba, esa hipérbole de todas las armas, explotó cuatro años antes en Hiroshima y Nagasaki. En definitiva, desde el puñal a la Bomba todas las armas comparten una misma naturaleza intrínsecamente malvada. Las armas no debieron haber sido creadas pues su poder excede la capacidad de ser controladas por los hombres. El calor abrasador del verano, el infierno del calor, fue suficiente para que se desencadenase la catástrofe, como por cualquier motivo se podría apretar el botón rojo y que todo se extinguiera. En tiempo de paz, el arma es el enemigo. Pero entonces, ¿qué papel cumple el delincuente? Se oponen aquí dos concepciones del delincuente: La nueva generación, la que ha conformado el Ejército Imperial, harta de haber convertido al adversario en enemigo, se inclina por la comprensión del delincuente, en tanto que ser humano dotado de dignidad y de la posibilidad de domeñar su destino. La antigua guardia, curtida en las peores calles y en compañía de las peores personas, cree en el mal intrínseco del ser humano, por lo que los delincuentes son enemigos aun en tiempo de paz. Rousseau contra Hobbes. La eterna lucha. Además en esta película se narra un proceso de aprendizaje. El novato se equivoca y debe expiar su culpa, asumiendo el precio de la libertad. Ser una persona significa asumir la responsabilidad de los actos propios. Naturalmente, tal mensaje se inscribe en unas coordenadas culturales japonesas como son, a modo de ejemplo, la omnímoda vergüenza, la obediencia a las jerarquías, el respeto a los mayores o la exquisita etiqueta en las relaciones sociales.
Talladal
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6
10 de septiembre de 2009
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama e ideología no casan bien. El primero nos señala el camino de los sentimientos a flor de piel, la segunda nos aclara la visión del mundo y así lo contemplamos justo y ordenado. Pero la combinación de ambos propósitos, con tanta intensidad, seca el celebro y el resultado, por tanto, es deslucido.

Un trío amoroso es el esqueleto de la historia y los tres actores que lo conforman son, en gran parte, responsables de que el fallido experimento funcione algo. Gary Cooper hace aquí de íntegro genio de la arquitectura -basándose su personaje en Frank LLoyd Wright- opuesto a las bajas pasiones de las masas volubles y del instrumento a su servicio: un periódico amarillista regentado por un director carente de escrúpulos, hombre hecho a sí mismo, que se siente fascinado tanto por la genialidad como por la la fuerza moral de Gary Cooper. Discrepo de la opinión de Rand de que la opinión pública es independiente de los medios de comunicación de masas. Estos últimos, a mi modo de ver, son en relaidad los autores de las opiniones de lo que la mayoría cree. El personaje femenino sirve de aglutinante del ensayo dramatizado, en tanto que vincula a Gary Cooper con el director del periódico y su cruzada colectivista y gregaria, y del melodrama, con una pasión hechida de sexualidad plasmada en símbolos sexuales muy explícitos y dramáticas piezas musicales marcando las vicisitudes de la tormentosa pasión, que a la larga no resulta muy creíble. Por otra parte, los diálogos son en gran parte discusivos e intelectuales, como conviene si se quiere explicar, pero que resultan perjudiciales si se quiere hacer sentir. Posiblemente en la gruesa novela en que se inspiró la película el affaire esté mejor explicado y se entienda mejor.

Como la historia de amor flaquea, me quedo con el planteamiento filosófico. Da gusto escuchar en estos tiempos de asfixiante y amalgamada corrección política ideas tan radicales -porque van a la raíz de las cosas- y tan saludables como las que se propugnan aquí: la reivindicación del enorme valor social del creador, el derecho absoluto de éste a sus obras, el respeto a la independencia de la labor creativa, la exaltación del individuo y sus potencias frente a los adocenadores proyectos colectivistas, la proclamación de la libertad como el más sagrado de los bienes del ser humano. La película ha pecado de ambiciosa. Podía haber sido tan solo una grandiosa pieza de principios, muy necesaria en estos tiempos en que los bárbaros acechan de nuevo.
Talladal
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6
8 de junio de 2011
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Camuflada de falso documental se va a perpetrar una irreverente sátira de las estrellas del rock. Descritos hasta el sarcasmo como gilipollos pretenciosos sin sentido de la realidad, dioses minúsculos de la moda, no es difícil hacer el paralelismo con los astros que los 40 criminales ensalza para, al poco tiempo, defenestrar sin compasión. Descacharrantes gags, comentarios marcianos y astracanadas rockeras despanzurran la mitología de las bandas haciéndose un humor del bueno. Incluso la banda sonora, mientras se hace burla, mola. Sin embargo, el designio de veracidad del documental rebaja la risa e inocula la gravedad de la estructura de la moraleja. Inscrita la historia en un continente que reivindicase el humor por el humor, sin otra pretensión que el descuajaringarse, habrían sonado mejor estas guitarras poderosas.
Talladal
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