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España España · Valencia
Críticas de Talladal
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Críticas 134
Críticas ordenadas por utilidad
6
13 de septiembre de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia desquiciada de pasiones, barroca en lo formal y en los tuétanos, rebosante de Almodóvar. Reivindicación del melodrama llevado al desafuero, la trama es también un pretexto porque Almodóvar nunca renuncia a su agenda autoafirmativa. Historia no lineal que va ganando según se acoplan las piezas temporales, presenta una primera parte para tirar a la basura que remonta intensamente en los sucesivos segmentos. Pero al final es el personaje que interpreta Elena Anaya el que arrastra la historia tras de sí, y su condición, si bien sorprende por un momento, ya no escandaliza porque su tragedia es un drama social que todos conocemos. Y sin la fuerza persistente del escándalo, que aglutinaría el conjunto, queda la obra como un sombrío cuento sobre la insatisfacción de los deseos humanos, el errado sendero de la venganza, la necesidad del autoconocimiento, la inestabilidad de todo proyecto humano, un objeto artístico bello, pero al final uno más en la infinidad contingente de objetos que es el mundo. Antonio Banderas se crece fotograma a fotograma desde un papel de médico que le queda inicialmente estrambótico, la Paredes y Eduard Fernández tan sólidos como siempre, Elena Anaya encaja con la necesidad de una ley física y sensual sin la cual asistiríamos a un universo menguado.
Talladal
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5
12 de junio de 2011
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos confusos tiempos de morales turbias e ídolos medianos la llamada inextinguible de la épica sigue precisando héroes. En la nómina de los nuevos héroes laicos, simpáticos y cercanos destaca Nelson Mandela, que ejerce aquí como rey-filósofo y alcanza la apoteosis pese al empeño humanizador de Eastwood. Este lo traviste de hombre normal exhibiendo sus debilidades humanas demasiado humanas y su inclinación forofa por el rugby, como si se tratara de un fulano más sin lograrlo nunca, ya que Nelson Mandela forma parte de la mitología del Bien y un avatar siempre manifiesta algo del dios que es. Como héroe salvará la democracia y suprimirá la plaga moderna del apartheid empleando como remedio posmoderno el deporte de masas. De esta manera se alcanza la república ideal con el rey-filósofo en la cúspide, los soldados como invictos jugadores de rugby y el pueblo reconciliado entre sí por tan noble gobierno. Mucho rugby, que hay que ganar, gente noble pero que no se entiende al principio hasta que Madiba pone su genial plan en marcha y todos felices con la copa, el país hermanado y viva la democracia con un rey-filósofo al que siempre se vota o es uno tonto o malo. Le ha faltado abrir los mares del mar Rojo en medio del partido contra los All Blacks.
Talladal
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7
9 de diciembre de 2010
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un lugar común afirmar que el día que se perfeccione la tecnología de la realidad virtual se asistirá a una revolución de la existencia humana. Nada será igual entonces. Cronenberg, visionario, ya ideó hace más de veinte años un aparato que la supera porque es capaz de modificar esta realidad, en la ficción, claro. Su nombre es Videodrome y hace realidad los deseos cualesquiera que sea su naturaleza. Naturalmente, tal aberración acarrea el castigo, siguiendo el patrón clásico. Mientras, el horror se desliza por las snuff movies y el sadomasoquismo, con una Blondie-Deborah Harrie de femme fatale masoquista que está bien. Y la película inquieta más por lo que sugiere que por lo que destapa, con una historia que resiste bien el paso del tiempo pese a lo que ha llovido: Los deseos más oscuros son los más determinantes; la vocación de infinitud del deseo -en tanto que sólo la muerte o la enfermedad, fenómenos externos, pueden detenerlo- es en sí mismo un desafuero; todo un universo audiovisual afanado en subir la audiencia hasta la reverberación es la mayor desmesura. Éstas son razones de nuestra culpabilidad que apunta la película. El pecado original ya se anuncia en un magnético James Woods que muestra una curiosidad pecaminosa que presagia la pena merecida. Recordemos que la sanción por hurtar una llamita que los dioses le depararon al desdichado Prometeo fue un infierno particular.
Talladal
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5
26 de enero de 2010
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como estamos en 1981, en una Guerra Fría que se descongela porque está muy malito el oso, Warren Beatty se las da de provocador para contarnos una historia de amor de toda la vida, que es lo que de verdad mantiene a flote la película. A ocho años del desmoronamiento del Muro y luego del Imperio, un biopic sobre el único comunista americano que está enterrado en la Plaza Roja es el tema perfecto para mayor gloria de Hollywood, quintaesencia del capitalismo cinematográfico y cinefagocitador, que se lo traga todo esta industria, oiga. Y como a rey muerto, todos revolucionarios, ir de comprometido con los comunistas gringos cuando el comunismo se está yendo por la barranquilla es lo que toca para ganar 3 Oscars, que esta industria es muy abierta mientras siga habiendo taquilla, a poder ser en dólares o en euros, por favor, y, sobre todo, para meterse a las gachís en la cama, que Warren no ha desaprovechado el tiempo y se ha beneficiado a 12775 mujeres, no todas serían preciosidades, que algunos miles de crancos habrán caído, en proporción pero como todo el mundo, y antes de irse al catre hay que contar algo, y decir que se está haciendo una peli sobre la Revolución Rusa y tal, y sobre un americano muy bueno y muy rojo y tal, y que entonces había amor libre y tal, encauza fenomenalmente el asunto dirección catre. Eso se llama ganar la revolución sin pegar un tiro pero usando pistola o pistolón, según el arma que gaste Warren.

Si la película es ya de por sí larguísima, se hace aun más larga por la desafortunada elección del toque documental, con unos testimonios que rompen el ritmo continuadamente, y por una primera hora pastelona de amor y noches de bohemia e ilusión totalmente redundante. El biopic es pasable pero demasiado benévolo: En tres horas de película al protagonista sólo se le pueden reprochar como faltas muy graves una indirecta admisíón de haber sido infiel a su mujer –Warren, Warreeeen, que se te ve el plumero- y el respaldo a la violencia soviética –en la distancia, claro, que el pobre no rompió un plato y sólo quería que cambiaran rápidamente las cosas de lo bueno que era, porque si de verdad hubiera sabido que algún animal había sido maltratado en el rodaje de la película, lo habría dejado todo y se hubiera metido a trapense o a bombero o a bombero torero para hacer reír a los niños, esos pequeños locos. Así que, como en todo biopic, al final nos acecha la duda de si el tal John Reed de verdad era tan guapo como lo pintan.
Talladal
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6
29 de mayo de 2011
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Propaganda contra el racismo, la trama se desliza por un necesario maniqueísmo en los personajes. El buen doctor debe exhibir su inmerecida discriminación en cuadros cada vez más sádicos a manos del malvado paciente: Se le injuriará, se le amenazará, se pondrá en entredicho su profesionalidad, se verá compelido a la inversíón de la presuncíón de inocencia precisamente para demostrarla. Hallaremos que el origen de los prejuicios sociales reside en la diabólica mezcla de marginación, ignorancia y una infancia truncada, por lo que asoma el optimismo de la eventual erradicación del mal mediante el intelectualismo moral. Se adelantan los fututos tumultos raciales en las calles norteamericanas y se gana la apuesta histórica de que la segregación racial perderá finalmente la batalla.
Talladal
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