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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1,382
Críticas ordenadas por utilidad
6
6 de julio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sencilla historia de dos jóvenes "raros" unidos por las maquetas y las calles de Dublin; ingeniosos, creadores y con talento, pero incapaces de romper con un pasado que les causó más daño que beneficio y temerosos de estropear su amistad con una fallida aventura amorosa.

Hay relaciones que dan miedo por su perfección, que se convierten en piezas únicas de porcelana, que pasan una vez, que dejan buen sabor y la duda eterna sobre si hicimos lo adecuado. De eso trata Once, de eso y de la vida de los buenos músicos que transitan y buscan buenas esquinas para esconderse dentro de la multitud.
Sinhué
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8
5 de julio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los daños colaterales, esas eufemísticas anécdotas que tienen "las resoluciones de hostilidades en países con regímenes totalitarios"; según los generales con medallas, varita y planos verticales para enseñar en ruedas de prensa los objetivos conseguidos en nombre de la libertad, la democracia y los amores (¿lícitos?) a la patria, al honor y a ¡la verdad!.

Esma es el resultado de un "daño colateral" de la guerra de Yugoslavia. Hubo algún millón más de afectados por esa "ligera gripe" que azotó los balcanes, en la que los paises demócratas estuvimos para restablecer el orden (¿el suyo o el nuestro?). En fin, un estúpido conflicto más con varias generaciones marcadas, utilizadas y condenadas a echar toneladas de tierra sobre los recuerdos, que por muy profundos que estén volverán a aflorar en cualquier momento. Los otros, los de las charreteras, quienes conectan vía satélite con el campo de batalla, hablan de las guerras ganadas y la paz que se respira en los campos abrasados por bombas de la OTAN.

Jasmila Zbanic sabe muy bien de qué habla y por eso lo transmite. En la vida cotidiana es donde se muerde el amargo fruto de las contiendas civiles, es donde explota la bomba con retardo que hace de las vidas una espera sin demasiadas esperanzas. También sabe, como mujer, que son precisamente ellas las más perjudicadas en cualquier conflicto bélico y que la peor paz es mejor que la guerra más justa.
Sinhué
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9
13 de junio de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor de las siete películas que, hasta el momento, he visto de Lars Von Trier. Una vez más el soberbio, engreído, monstruoso y fenomenal director danés juega a ser Dios; y una vez más lo consigue.
Por capítulos, como si de un Libro Sagrado se tratara, Lars nos cuenta una breve parte de la vida de una joven escocesa, Bess (Emily Watson) y de quienes con ella se relacionan: la comunidad religiosa a la que pertenece su familia; Jan (Stellan Skarsgârd), el amor de su vida; su cuñada, la enfermera; el médico, que incluye la bondad como causas de muerte...

Lars Von Trier, el director menos humilde y modesto del mundo, exprime a sus actores hasta conseguir que ni siquiera una gota de interpretación les quede dentro. Dudo que alguno quiera repetir con él, porque supongo que se sentirán meros objetos de un creador sin alma que les utiliza magistralmente como sabe hacerlo con la luz, la música y los botones de la mesa de montaje. El resultado final es fantástico pero supongo que en el proceso quedarán muchos jirones de piel.

Rompiendo las olas es un latigazo de bilis, una verdad ofensiva, un grito de rebeldía y una impotente constatación de que hay castillos inabordables, de que los virus místicos y culturales que se inoculan en mentes inocentes acaban por producir resultados de imposible control, como el romper de las olas en los acantilados. Los temerosos de Dios portan agujas hipodérmicas cargadas con paralizantes que a ellos mismos les administraron en sus lejanas infancias.
Aunque duela, esta es una obra maestra.
Sinhué
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8
30 de mayo de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen deja que otro director (Herbert Ross) se haga cargo de un guión que él mismo había escrito para el teatro, pidiéndose, como no podía ser de otro modo, el papel de Allan Felix, el cinéfilo que se deja aconsejar por el mismísimo Humphrey Bogart en temas amorosos.

La carga cómica y el complejo con las mujeres del alter ego de Allen, hacen de esta obra, que en algunos momentos se convierte en un delirante monólogo, una deliciosa comedia de situaciones muy reconocibles por la mayoría de los hombres, que no en pocas ocasiones han ensayado sonrojantes escenas de seducción delante de un espejo, la mayoría de las veces imitando a algún actor o personaje cinematográfico.
La naturalidad con la que el personaje protagonista asume sus bajos niveles de conquistador, los esfuerzos por elevar el listón y la dignidad con la que encaja sus derrotas le convierten en uno de los antihéroes más simpático y entrañable de la historia del cine.
Sinhué
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7
10 de abril de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno, que no es precisamente un entusiasta del género de terror, ha de reconocer que esta del japonés Takashi Miike está bien construida y tiene cierta originalidad, porque no está hecha para conseguir el susto fácil, el que propicia que las patatas y el tomate triturado aterricen sobre faldas y pantalones, con gran regocijo de freidurías y tintoreros.
La posibilidad de un casting para encontrar esposa adecuada, aunque esté detrás la excusa de una posible película, es algo que habrá puesto los dientes largos a los espectadores japoneses, y a algunos otros, demasiados ocupados en trabajar y en amasar fortuna y prestigio como para perder tiempo en conquistas amorosas sin futuro.
Para el amigo Takashi estos métodos tan pragmáticos y eficientes tienen, no obstante, algún pequeño inconveniente, que mejor que descubráis antes de empezar a aceptar curriculums de posibles candidatas que ronroneen cerca de vuestros corazones solitarios.

El verdadero terror que nos quiere mostrar el director y que sobrevuela la acción real y el onirismo exacerbado de este film, es el individualismo y la crónica soledad del pueblo japonés y la de todas aquellas sociedades que han superado ya el humanismo y "progresan" indefectiblemente hacia el robotismo, entre interjecciones de admiración de quienes disponen de tiempo y espacio, pero no de la última tableta de iPad.
Sinhué
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