Un thriller muy imaginativo, tanto visual como narrativamente, que resuelve de una manera muy peculiar todas y cada una de las situaciones que va planteando la trama, tanto las más cotidianas como las más estrafalarias. Una película que navega constantemente entre la seriedad y la broma pesada, con un protagonista tan ingenioso como torpe, que se gana en seguida al espectador con su sufrido carisma. Quizá no se toma demasiado en serio a si misma, lo que puede constituir su mejor virtud, ya que logra alcanzar un tono muy particular, con un tempo propio.

En definitiva, una película singular, de la que se puede prescindir sin remordimientos, pero con tanta frescura que su visionado deja un buen sabor de boca.

En esencia es una película de atracos, pero ambientada en un futuro distópico, dónde proliferan personas mutantes con poderes de distinto pelaje, quienes se encuentran totalmente marginados por una sociedad opresiva a pesar de que sus habilidades en algunos casos resultan de una utilidad más que notable.

Lo más extraño es que las relaciones entre los personajes, su forma de comportarse, su idiosincracia, es más propia de los años 90 que de ese futuro cercano, como esa idílica relación madre- hijo, o el insólito hecho de que no aparece ni un teléfono móvil durante todo el metraje. Asimismo, el sello distintivo de la época lo escenifican unos robots policías que parecen sacados de Robocop.

No hay casi nada nuevo en ese futuro, más allá de los poderes que aparecen en este o aquél personaje cuando al guionista le conviene. Un guión que no consigue crear un mundo propio, ni unos personajes que lo dimensionen, que hayan nacido a su abrigo, por lo que la sensación de verdad brilla por su ausencia,

Su trama, sin ser disparatada, es muy plana, corriente, por lo que tampoco consigue despegar por ese costado. Aún así, tiene aspectos positivos, como una cuidada puesta en escena, un propósito coherente y una fotografía con excelentes planos cenitales.

En definitiva, no suscita demasiado interés, pero tampoco es que te sumerja en el aburrimiento. Los aficionados a las películas ligeras de este género puede que la disfruten, pero poco más.

Nunca he sabido disociar la banda sonora de las imágenes. Me puede gustar mucho la música, pero no por eso llego a la conclusión de que la historia gane sin más, incluso puede que así considere que la película pierde, que la música distrae o se aleja de la historia. Entiendo la música como parte de la narración, incluso como parte de los personajes, como una forma de hacerlos visibles emocionalmente, como si cada personaje tuviera unos acordes que fueran la más idóneos para cada momento, Y cuando interactúan varios personajes igual, la música los tiene que representar de la mejor manera a todos, tiene que ayudar a que emerjan las profundas relaciones que subyacen, subrayar adecuadamente el desarrollo narrativo, tomarle el pulso a la historia.

En esta película tengo la sensación de que la banda sonora va defiendo de una manera primorosa la improbable conexión que va surgiendo entre los dos protagonistas, los lugares que frecuentan. La relación entre el refinamiento y la rudeza; entre el elitismo y la aparente vulgaridad, entre la soledad y la integración. Dos polos opuestos en todos los sentidos, uno de ellos a contracorriente incluso de su propia cultura. Y sobre todo de cómo esa interacción enriquece a esos dos personajes, que sin buscarlo activamente acaban siendo mejores, sin dejar de ser lo que son. Le falta un poco de dolor, de profundidad, esa soledad no acaba de traspasar la pantalla. Tampoco el daño que ocasiona el racismo de la época está demasiado presente, prevalece el tono de la comedia sobre el drama, pero sí que acaba por llegarnos gran parte del alma de esos dos personas, el vinculo que van creando lenta y sutilmente hasta inundar la sala con un fresco y agradable aroma a tierra mojada.

Sin duda una de las mejores películas del año. Y los dos actores están absolutamente geniales, con un sorprendente Viggo Mortensen, que muestra una finísima vis cómica casi inédita a lo largo de su ya extensa carrera. Que la disfruten.

Es una película que me hubiera gustado ver de niño, cuando sentía fascinación por los tigres. Además, seguro que se disfruta más si la imaginación participa tanto o más que el razonamiento, incluso más que el corazón. Y no es que le falta emotividad, ni contenido, antes al contrario, es una película con corazón y con músculo, nada delirante, incluso se puede afirmar que es una película académica en cierta forma, con introducción, nudo y desenlace, como en la novela en la que se basa. Pero al mismo tiempo es una película muy plástica, repleta de imágenes bellas, de imágenes sugerentes, de imágenes que la imaginación puede paladear y saborear como nadie.

Una fábula, un cuento, una historia que resulta más verosímil que las propias imágenes que la desarrollan. Y esa es quizá la mayor singularidad de una película más que singular, ya que mientras que lo más habitual en el cine es que las imágenes contribuyan a dotar de credibilidad a la normalmente increíble historia que nos presentan, en esta ocasión las imágenes que desarrollan la historia son tan increíbles como la propia historia. O dicho de otra manera, son nuestros ojos los que no dan crédito a lo que ven, por más que podamos creer lo que nos cuentan.
Un joven bondadoso y perspicaz, una pequeña barca, un mar insondable lleno de vida, un tigre de carne y hueso. Y muchas cosas más, pero sobre todo una increíble historia (o fábula) que contar. Una película que se disfruta y que se recuerda.

En el imaginario colectivo, pocas profesiones tienen una connotación tan peyorativa como la de funcionario y su trabajo asegurado para toda la vida. Y lo más curioso es que esa es la legítima aspiración de toda la sociedad. En ese caso, por qué se denosta al funcionario? Si tu primo, o el gerente de una empresa de seguros, te hace un contrato de por vida, entonces nadie te critica. Los sindicatos y todas las fuerzas sociales lo celebran y lo consideran el contrato y la situación ideal. Pero si el trabajo se lo ha ganado uno mismo, sólo con su esfuerzo y su talento, compitiendo durante años contra 10 ó 15 aspirantes por plaza (a veces bastantes más), entonces no eres más que un desecho social, un vago? Quizá ese antagonismo, funcionario versus trabajador por cuenta ajena, responda, más que a la realidad, a unas estructuras cognitivas proclives a la dicotomía que casi todos tenemos en mayor o menor medida.

Con inconscientes e ideológicas consideraciones sobre la precariedad laboral comienza esta película protagonizada por unos opositores (tan verosímiles como un luchador de Sumo que aspira a convertirse en Jockey) capaces de matar por obtener un puesto de trabajo para toda la vida. Cómo pretexto para iniciar una comedia me parece tan válido como cualquier otro. Pero aquí no hay nada coherente que desarrollar, porque la cinta no sabe muy bien lo que está parodiando o criticando, limitándose a presentar una situación esperpéntica que se estira en exceso, trufada de diálogos sin demasiada relación unos con otros. Además, casi todo es arrítmico (interpretaciones incluidas), sin frescura, con una gracia más que sosa, que nos muestra unos personajes irreales, con unas relaciones personales más propias del siglo XIX que del XXI, con el conformismo, con el apego a lo tradicional como bandera.

Una lástima, porque este dúo de cómicos sevillanos, que conforman Alberto López y Alfonso Sánchez,ha acreditado un talento más que sobrado, tanto en su primera película: "Todo el mundo es nuestro" (una graciosa critica costumbrista, mordaz y certera, sobre todo lo que se movía por la pantalla), como en sus cortos humorísticos, como en "esto ya no es lo que era" (un derroche de gracia e ingenio). Ojalá que su próxima película transcurra por esos derroteros.