Vuelve Becky en una secuela correcta con un mordaz sentido del humor, pero es más de lo mismo. Becky, ya adolescente asesinando a múltiples hombres malos cargados de discursos patriarcales. Las ejecuciones no están mal, aunque la broma no soporta otra historia más. Tendrían que darle una vuelta de tuerca porque esta segunda parte no tiene ningún tipo de contenido que ofrecer.
Mantiene un aire de telefilm y en ningún momento aborda interés por lo que ocurre en pantalla.

¿Puede una mentira causarte tantos problemas? La respuesta es sí.
No todo vale por una exclusiva. La paradoja de creer que estas en auge, cuando en realidad, estas más cerca de la caída.
Una historia callejera, atemporal y repleta de engaños, donde lo periodístico suma una carrera de altibajos al protagonista en una propaganda peligrosa.
Morgan Freeman está excelente en su papel de chulo con una tranquilidad agresiva que desprende en sus malos hábitos, como tomar batido de chocolate.

Una obra sutil, pero totalmente menor de David Fincher, creada por y para netflix con la única voluntad de satisfacer a la plataforma.
La soledad imperante que ataca continuamente al protagonista, debido a su trabajo y a su irreverente comportamiento, carece de carácter para una propuesta que intenta ser sólida, alargando su metraje con una tediosa voz en off.
El film es demasiado obvio, se vuelve repetitivo, avanzando constantemente hacia ningún lugar, recorriendo un camino sin contundencia y plagado de desengaño.

Un drama familiar marcado por la desaparición del hermano del protagonista envuelve el film en un misterio con elementos sobrenaturales, donde su atmósfera presenta más horror que su metraje.
Se nota la calificación por edades para llegar a un público más amplio, ya que la sangre no hace acto de presencia en esta historia terrorífica en pretexto, pero sosegada en sucesos.
En ningún momento sientes miedo o esa mala leche que se presuponía.
Realmente es un nuevo intento de franquicia a la que agarrarse el señor Blum.

La mentira como método de vida para intentar conseguir riqueza sin hacer absolutamente nada.
Querer otra vida porque malgastas la tuya entre tus propias miserias y apropiarte de un personaje para arrasar con toda una familia por envidias, celos y éxito.
Un ejercicio de esnobismo sibilino, donde los diálogos se apresuran para encajar todas las piezas y no jugar al despiste, adentrándose más en las relaciones personales de la protagonista con todo su entorno.
Los acontecimientos van ocurriendo sobrepasando los límites de la moral, incendiando cualquier territorio conocido.