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Críticas de lourdes lulu lou
Críticas 1,501
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4
24 de agosto de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desapasionada rebelión belga.

¿Estaría Shakespeare orgulloso de este contemporáneo Romeo y Julieta?, ¿de su fuerza, carácter y localización ubicada?
De la Italia de su tiempo a la Bélgica actual, cuna de radicalización religiosa, de violencia extremistas y de clanes pandilleros procedentes de una desconexión social, exclusión laboral, vacío moral y desestructuración familiar que les convierte en grupos cerrados, de apoyo incondicional entre sus apadrinados miembros, esos eternos hermanos de alma para lo bueno y lo malo, al tiempo que incluye su no leída letra pequeña, ese ser esclava servicial de una angustiosa cárcel coercitiva, de atrape y desconsuelo peligroso, por la osadía de intentar abandonar a la familia adoptiva, pues sólo la muerte separa el matrimonio de sangre establecido entre ellos.
Se elige el estatus social opuesto, la marginación y las dificultades económicas van más con los tiempos, esa frustración y pasotismo de una sociedad que te arrincona y en la que no encajas, aunque el fondo y recorrido no cambie ni una coma.
Dos jóvenes coinciden, se conocen y gusta, nada malo en principio, hasta que entra en acción la presión de alrededor, esa que dicta orden y sentencia a ejecutarse.
Música seductora para una ciudad que enamora con su habla fotográfica, fiel reflejo de una criminalidad juvenil, vandalismo urbano a cargo de adolescentes que se burlan del sistema, que no valoran el peligro y sus consecuencias, que viven al límite de un impuesto desmadre, sin rumbo ni sentido, que marca sus existencias.
Atraviesa los clichés clásicos con rápida ligereza, flojedad generalizada para diálogos sin calado ni consistencia, únicamente lenguaje corporal escénico inunda la pantalla, obligación de paso necesario para llegar al asunto importante, los golpes, las peleas y el amor imposible; su lectura es relajada y adivinable, sabes lo que hay/sabes lo que viene, todo con corrección de intenciones/con suavidad de aspirado latido, establece el camino sin mayor registro que observar lo sabido y esperar que suceda, sin inquietud ni escándalo.
“No puedes dejarlos, ellos deciden”, y Adil El Arbi y Bilall Fallah deciden coger una mítica historia y expresar su corazón potente con llaneza pasiva, una propuesta más de un relato mil veces contado, sin decibelios que deslumbren o ardor que queme, de hecho nunca llega a encenderse ningún incendio, pues su fuego es tan tenue y convencional, que los bomberos no hacen falta.
“Aunque hayas nacido aquí, eres diferente, siempre serás un extranjero”, no seas flamenco, recuerda que eres negro de otra tierra, odio, venganza, protección, asalto, una combativa combinación caótica, cuya línea de separación es el atrevimiento y ofensa de llevar la contraria y decidir por ti misma; eres de una banda, ya, por nunca más, tocarás en solitario.

Lo mejor; la fotografía de una trama que sigue dando mucho juego.
Lo peor; correctos ingredientes, de libro teórico, para un plato sin sabor ni fascinación en la práctica.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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5
23 de agosto de 2016
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan académica, que anula la vitalidad del genio matemático.

Dudo mucho que salgas con la sensación oportuna y verdadera de la mente brillante que se está describiendo, de la importancia de sus descubrimientos y la grandeza de sus ideas y pensamientos, ese imposible parar de pensar en números, fórmulas y demostraciones, que acapara su razón y tiempo de forma constante y acosadora; la liberación de escribir lo que su cabeza dibuja una y otra vez, darle sentido y que lo conozca el mundo entero, pues es demasiado grande y necesario para quedarse únicamente en su persona.
Originalidad de procedimiento, sin base educativa previa, que se desarrolla de forma autóctona por sus propio medios, indiscutible mérito de un hombre genuino que volaba a ritmo avanzado en su compleja imaginación, ya que veía el cuadro finalizado donde otros no veían aún ni los colores ni la pintura, menos aún su perfecto orden de magistral simetría.
Dev Patel hace una labor concienzuda en la plasmación de tan ilustre personaje, pero todo queda en esforzado trabajo práctico, cuya alma nunca se siente ni aspira con rotundidad válida; demasiado rígido, técnico y estrecho de miras su formato, se ciñe a los datos cronológicos y al paso escrupuloso de los acontecimientos, con la lamentada objeción de no percibir al genio, de no inquietar o conmover su gran esfuerzo, sacrificio y voluntad firme de demostrar su valía y conocimiento.
Tu impresión no queda impactada, no sales de la historia impregnada de ella, no queda en tu recuerdo lo visto, ni hay palpable estupefacción, admiración y respeto por la gran figura..., y eso ¡es imperdonable!
Porque sí lo fue, fue grande entre los mejores, con todas las dificultades y trabas que se le impusieron y los percances que sufrió por la tierra de la que procedía; Matt Brown filma un relato correcto en tiempo y sucesos/escaso y mundano en espíritu célebre y vigoroso, estéril absorción cuando ni siquiera digieres la dramática, tensa y complicada convivencia de dos sabios irrepetibles, así como su estancia en la altiva y arrogante Cambridge, y tampoco es que queda retratado el fervor de la época con estupor y enigma; lectura cumplidora y discreta que extravía la pasión y el entusiasmo, que olvida dar a conocer a la persona con la plenitud y templanza que merecía.
“El gran conocimiento suele venir de los orígenes más humildes” y, tras verdad tan imponente y contundente, esperas un relato que te deslumbre, que te de a conocer a este sabio en toda su magnitud y grandeza, cosa que no sucede en todo su tamaño y esplendor.
El interés es acotado y restringido, dado que el estricto formato de la historia no permite una implicación enorme en ella; la observas, aprendes a pronunciar su nombre y percibes parte de la importancia de su trabajo, aunque no por lo visionado en la cinta, sino por las acotaciones escritas que se añaden y lo afirman.
“Las matemáticas no sólo poseen la verdad, sino la belleza suprema” pero, dependiendo del elegido enfoque, la verdad y su belleza se aspiran y devoran con más intensidad y estupor, o únicamente con simpleza de saber lo sucedido, sin más; lo segundo queda claro, los pálpitos y latidos del corazón de la primera brillan por su ausencia.
El reto de estar a la altura de la imaginación y talento de Ramajudan no se ha visto, con impacto y solidez, cumplido; para ser el hombre que conocía del infinito, su película es muy limitada y reducida.
Lo mejor; Ramajudan y Dev Patel interpretándolo.
Lo peor; Ramajudan merecía una mejor película de su vida.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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6
22 de agosto de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Culpable..., ¡hay que encontrar a alguien!

El cierre de la película es un jarro de agua fría, abrupto desconcierto donde te quedas observando, callada y estupefacta a la espera de una explicación añadida que corrobore lo reseñado, que te de esa seguridad resolutiva por la que tú también has estado dudando, pues oír ambas conclusiones no hace decantarse a favor de ninguna de ellas, testimonio fiel de que el relato ha prendido mecha en tu interés y ha atrapado tu entusiasmo investigador durante todo su trayecto.
“Tengo fe en el sistema, espero que se haga justicia”, aunque es difícil llegar hasta ella cuando, el policial paso previo ha sido toda una ineptitud, de incompetencia mayúscula; toda una guasa, en sus pasos esclarecedores para el destartalado proceso de investigación al cargo, que haría gracia -de hecho, la tiene-, si no fuera porque están tratando con una gran tragedia, la muerte de una niña de catorce años y el sirviente de cincuenta de la casa, donde sólo habitan, aparte de los fallecidos, unos desolados padres, sobre los que recaen todas las sospechas iniciales.
Pero, cambiamos de analistas y subimos un peldaño de nivel en la asignación del complicado caso y, por tanto, todo cambia, éstos son mas listos y deben demostrarlo; nueva mirada, inesperadas pruebas halladas y diferente enfoque de conclusión opuesta, entran en escena nuevos posibles culpables y..., nuevo jefe de sección, quien no aprueba los métodos empleados para la obtención de dichas pruebas, es designado, y un tercer equipo vuelve a dar nueva vuelta, a una rosca ya harta y desgastada de tanto abuso.
Atropello investigador, con consecuencias humanas y legales definitivas, que se mueven cual malabar circo, sin propensión ecuánime ni sensatez de dictamen, intentando llevarse la razón como premio vengador ante sus rivales compañeros; éstos no se apoyan, no colaboran, compiten y disputan a cual más torpe gallito ganador, apostando con la vida de quien, según parte preguntada, es el culpable.
Película correcta en la exposición de los hechos y del proceso policial y concluyente, no opta por bando, espera que tú lo hagas llegado el caso pero, “como una espina de pescado, trabada en nuestra garganta”, éste es molesto, indeciso y equivoco desde el principio, lo cual impide a cualquier equipo posterior -y a ti misma- fiarse de las evidencias, dado el fiasco de aquellos que llegaron en primer lugar a la escena del crimen.
Teoría dos, ambas enfrentadas en su explicación y aclaración de lo sucedido, con diferente inculpado al término de cada una, y la ciega justicia, con su balanza de equilibrio -aquí desmadrada y nunca lograda-, a la espera de esa solución que aporte luz aclaratoria al caso; aunque, nadie parece observar que la dama justiciera, de igualdad para todos gracias a sus ojos vendados, maneja una espada en la otra mano, esa que corre a cargo de una policía oxidada, negada y caótica que, supuestamente, debe ayudar a nivelar dicha balanza, con su sabio y diestro esfuerzo de trabajo.
“Mejor liberar a diez culpables, que encerrar a un inocente”, loable teoría ética, cuya práctica pierde toda su moral en una historia veraz, humana y logística de cómo sucedieron los acontecimientos, en un famoso caso real dado en la India; rigor informativo, acompañado del aroma personal de hacer las cosas de la tierra, su observación canaliza tu pensamiento, vives con inquieta nulidad su quehacer y modos de rutina, cierta ironía pícara y graciosa se cuela entre tanto desorden y necedad profesional, al tiempo que estás absorta voluntariamente por este solvente cine, de una región que se desnuda honestamente en sus vergonzosas entrañas.
Sólida y firme en su natural exponer, cruda e intensa en el desbarajuste de sus cartas, latente en el desmadre, corrosiva en lo legal, negligente en lo que uno cree que debe hacer, para destapar la verdad, y malograda en la costosa validez para hallar armonía entre ambas; embauca y sugestiona con sencillez, con esa evidencia de contar con un estupendo relato y ejecutarlo con eficiencia demostrativa, de honestidad grata y disfrutada.
Buena historia, buen guión, buen compás, buena dirección..., buena sorpresa.

Lo mejor; descubrir, al detalle, el desarrollo del caso.
Lo peor; es un caso real juzgado, que sigue generando dudas.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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6
21 de agosto de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una buena acción, para hallar el camino de la redención.

Enmudece lo narrado, atormenta lo recorrido, conmociona las interpretaciones de ambos, un doloroso conjunto para un drama incisivo, humano y desgarrador de dos personas con un pasado tormentoso, que se encuentran para sobrevivir y ayudarse mutuamente.
Sin saber en quién confiar, la adicción y dureza de la calle ayudan a mitigar la pena del alma, ese castigo merecido por el cual uno se abandona y lesiona, en un intento por anular el recuerdo de lo hecho y vivido.
“Solía ser una persona” y nos cruzamos con ellos a diario, pidiendo en las plazas, durmiendo en los cajeros, rebuscando en la basura..., con tristes y agónicas historias como equipaje, con ese anonimato de nombre que les convierte en invisibles, para así poder mirar a otro lado.
Pero Paul Bettany escoge no hacerlo, decide narrar las vicisitudes, amarguras y experiencias de dos seres que se unen en apoyo y confianza compartida, que son el pilar sólido del otro cuando la debilidad acecha y que subsisten a las gélidas calles neoyorquinas, mucho mejor que a tratar con la congelada mirada y despreciable aptitud de los transeúntes que las recorren.
Para ello cuenta con una fantástica e hipnótica Jennifer Connelly y un firme Anthony Mackie, ambos espléndidos y veraces en sus interpretaciones, magistrales catalizadores de esas emociones que cautivan a la audiencia en su angustia y dificultades, y cuyo atrape permite absorber, con devota sensibilidad y tirante curiosidad, todo el exhibido arte que ambos manejan.
Un guión emotivo, para personajes frágiles que caminan por la cuerda floja de una incesante y tentadora recaída, que han perdido el cómo vivir en el mundo, que han extraviado el respeto por si mismos; enorme humanidad, rodeada de continuo desprecio y de burocracia estúpida, para una tierna y absorbente pareja que crea su propio refugio.
Poco a poco, sin soltarte y con afligido interrogante, te guía por el contenido de una novela sensible, dura y melancólica que nada contra corriente, a pesar de todo el esfuerzo y buena voluntad que ponen.
“Nunca juzgues un libro por su cubierta”, y es por ello que el relato se adentra suave, imperturbable y de forma resistente en mostrar las vidas de dos sin hogar, que se refuerzan con el valor, martirio y carisma de lo revelado y entregado; emociones a flor de piel, cuya intensidad va por tramos, para interpretaciones serenas y profundas, que son la clave de tu absorción y enamoramiento de la cinta.
Dos partes, en la primera sostiene él a la pareja, en la segunda será su recuperada mujer quien vele por su amado compañero porque, para lo bueno y lo malo, en la salud y en la enfermedad y hasta que la muerte les separe, marido y mujer son, con o sin anillo.
Evolucionas al tiempo que lo hacen ellos, sufres de ambivalencia por ese inesperado corte, salto y continuo; dueto superviviente a la calle, con tragedia anímica sobre sus hombros y propósito de enmienda gracias a la unidad que forman; el gran acierto de Bettany es la elección decisiva y acertada de los actores, la historia sensibiliza y encariña aunque, también es cierto que hubiera valido cualquier tragedia escogida en manos de esta acoplada pareja, que logra empatices, te involucres y te dejes abrazar y arrastrar por su drama.
El lapsus para establecer cambio de papeles turbia y exige adaptación a la nueva ruta, la cual, una vez en marcha, cuenta con el mismo motor y gasolina que su previa; redención para unos seres que nunca dejaron de serlo, aunque las atrocidades y arrepentimientos, vergüenza y culpa les hiciera olvidarlo.
“Para la pareja que vivió fuera de mi edificio”, y que sirvió de inspiración para idear una historia, la cual podría haber sido la de sus vidas; de la cruda realidad al rodaje para la gran pantalla, a través de la imaginación de un actor metido a escritor y director, que encara con buena actitud este novel registro.

Lo mejor; su dúo protagonista.
Lo peor; el desestabilizador corte, para cambio de designio.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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4
20 de agosto de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fallido pasatiempo televisivo.

“¡Vamos a conseguir respuestas!”, vale, y de paso vamos a conseguir algo de credibilidad, tensión, inquietud e interés sobre lo narrado, porque todo es tan superficial, desvalido e incompetente como thriller, como drama, como estrategia, como polémica, como fraude financiero.., como conjunto explosivo, de corazón apagado y alma ausente que, sino fuera por sus dos estrellas protagonistas, dudo no hubiera pasado directamente a dvd, en lugar de llegar hasta la sala de los cines.
Y, tampoco es que ambos actores salven la papeleta de tan desganado y desnutrido guión; tenemos a un George Clooney de pena en su papel dramático, enormemente limitado en su solvencia interpretativa, y a su querida amiga-compañera de reparto, la eterna novia de América de sonrisa de leyenda, Julia Roberts, quien posee un papel tan desconectado y rígido, de mínima aportación para levantar el espectáculo, que tampoco ayuda en un show que nunca resurge de esa ruina inapetente que se establece como fondo, pues no posee armas suficientes con las que lidiar, en su finalidad de acaparar la atención y aprobación contenta de la concurrencia.
Miedo y pánico desaparecidos, mejor dicho: nunca presentes, para un argumento que ni siquiera alimenta el deseo por descubrir la suciedad humana que se esconde tras el codiciado dinero, menos gracia aún para elaborar un posible dilema sobre el bien y mal legal y ético, y la responsabilidad moral de cada uno por sus palabras y actos.
“¡Nosotros no lo sabemos!”, menos aún una inocente audiencia, quien es testigo de una pobre cinta, firma por Jodie Foster -la cuarta- que no deja de ser correcta y pulcra en su dirección, matemática y predecible en sus pasos, accesible y acorde en su resultado pero, “¡estuvo mal!” conformarse con ese mínimo grado adecuado, de acomodado trabajo y beneficio exiguo, que no aporta sensación alguna, ni álgida, ni absorbente ni afortunada en su entretenimiento.
Porque, para ser “un cisne negro” bursátil, civil e inversor de engaños, trampas, corrupción y malas artes en el manejo del dinero ajeno, y la conducción intencionada de éste para propio beneficio, a través de esos asesores mundiales que deciden cuando baja y sube la noria de una intangible y desconocida bolsa, éste es tan suave, ligero e inofensivo que se transforma en un incompetente secuestro, de aburrido circo mediático, que apenas logra un digno share de pantalla.
Foster encara su objetivo de rodaje hacia el tan sonado y amañado mercado de valores, sin escrúpulos ni piedad hacia las personas, para acabar dirigiéndose hacia la avaricia particular de un individuo que se confiesa pecador no arrepentido, todo desde esa ineptitud de un desacreditado captor, de un forzado consejero televisivo de finanzas y de una frígida directora de programa, pero nada ofrece un aliciente mayor que el observar como anoréxico mirar, habiendo oído la lección expuesta ya antes con mayor atractivo, complejidad y acicate; excesiva simpleza y liviandad, para tan suculento tema y actores tan sugestivos y dispuestos.
No invita a la reflexión, no crea polémica, no establece rotunda crítica, no abre entusiasmo verosímil, no entretiene más allá de rellenar los minutos y pasar el tiempo con evidencia de hambre no colmada por la escasez de la oferta; no hay estrés, ni nervio ni ansiedad, únicamente una predecible trama, contada anteriormente con mucha más perspicacia, eficiencia y voluntad.
“¿Cuánto vale mi vida?”, poco, visto lo visto; no hay socorrida humanidad, no hay preocupación agónica, no hay incertidumbre resolutiva, no hay debate capitalista, únicamente dos guapos y simpáticos actores, queridos por el público, que se pasearon por Canes con expectación inmerecida, dado el argumento tan pobre y mediocre que tenían para exponer, pues este maestro del dinero tiene poco que enseñar en tan desmotivada clase.
“Entré sabiendo que no iba a salir”, farol de un perdedor, tan grande como la estafa de esta comercial venta.
No esperaba gran cosa, aunque ¡tampoco tan poco!

Lo mejor; el nombre de las estrellas que llaman a taquilla.
Lo peor; el escaso aliciente que genera.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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