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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2,184
Críticas ordenadas por utilidad
9
28 de febrero de 2019
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intensas luces rojas brillan a través de las ventanas de una fraternidad, alguien acecha entre tinieblas a las despreocupadas chicas del interior.
Un asesino se cuela en la residencia y se prepara para matar a una joven en la ducha...

¿Acaso DePalma me está intentando vender un "slasher" barato con otras mil referencias a Hitchcock? Pues no. Todo es humo, una mentira, una ilusión; el director me ha pillado desprevenido, y gracias a su talento lo seguirá haciendo durante el resto de la película. Las opiniones de los seguidores y del público en general difieren bastante, como con cualquier obra de Brian DePalma, no así yo considero "Impacto" una de las mejores de su filmografía, quintaesencia de su estilo, su técnica y su particular universo de misterio, violencia y humor negro, siendo además mi tercera favorita del cineasta después de "Los Intocables de Eliot Ness" y "El Precio del Poder".
La idea sobrevino a éste mientras rodaba su degenerada y morbosa versión de "Psicosis" ("Vestida para Matar") y la llevó a cabo tras haber rechazado varios proyectos, como "Flashdance" o "El Príncipe de la Ciudad". Reuniría en su guión un nuevo homenaje a la serie "B", al cine negro clásico, a las intrigas de carácter político, a su mentor Hitchcock (ni que decir tiene) y a dos títulos en particular de los que tomaría muchas referencias: "La Conversación", de Coppola, y "Blow-Up", el influyente clásico de Antonioni, pero si a algo hacia alusión "Impacto" era al famoso escándalo Chappaquiddick sucedido en 1.969, en el que el senador Ted Kennedy, junto a una joven que le acompañaba, ex-secretaria de su hermano, sufrió un accidente de coche cerca de un puente que acabó con el vehículo estrellándose y hundiéndose en el agua.

Aunque la historia varíe según quien la cuente, la chica murió y Kennedy logró escapar, quien abandonó el lugar y no alertó del suceso inmediatamente; como es lógico, todo se supo poco después formándose un gran revuelo en el país y haciendo añicos la reputación del senador. Lo que aparece en "Impacto" es una recreación tergiversadora de aquel suceso, con un final menos trágico (la chica se salva); el caso es que Jack Terry, un insatisfecho técnico de sonido que trabaja en cutres producciones, presencia desde un puente un grave accidente de coche mientras recoge efectos para su última película. El conductor está muerto, pero consigue sacar a la joven Sally.
Todo es más complicado de lo que parece, pues Jack sabe algo que podría destapar un asesinato: antes de que el auto acabara en el río se escuchó algo parecido a un disparo. Nadie le quiere escuchar, los amigos del senador quieren que cierre la boca, la policía lo toma por loco, y más aún cuando otro testigo que hizo fotos del accidente vende la exclusiva; pero Jack, con ayuda de Sally, quien al parecer tenía un papel especial en el caso, está dispuesto a revelar la verdad de lo ocurrido. No hay duda de que DePalma sabe engañar a su público; tras "Vestida para Matar", un "slasher" como con el que da comienzo "Impacto", a cámara subjetiva y más propio de Argento o Freda, no resultaría extraño...pero todo se basa en la ilusión, en el ojo mentiroso del cinematógrafo.

En realidad nada es lo que parece, la atrapante red de mentiras y engaños que nos propone el director, haciéndonos participar constantemente en ella a través de Jack (voyeur accidental, reverso de L.B. Jefferies, aunque tan sumergido como él en la trama criminal), se irá desenvolviendo con virtuosismo y un claro guiño al espectador, pues éste no se avergüenza de mostrar sus influencias, más aún cuando el protagonista trabaja en la industria del cine. Cambia la fotografía de "Blow-Up" por el sonido, usa el "flashback" de Jack para referirse a la obra de Coppola, se acuerda de "La Ventana Indiscreta", "Crimen Perfecto" y "Frenesí" de su mentor, de "Taxi Driver".
Así como de las conspiraciones de J. Pakula, Lumet y Frankenheimer donde la clarividencia ante el avanzar de la inhumanidad se da en beneficio de la ambición, de la "nouvelle vague". Hasta tiene tiempo de homenajearse (¿acaso no aparece un fragmento de "Murder á la Mod" en la televisión de Karp?). Sin embargo, y por algún motivo, todo encaja a la perfección: la mordacidad de los diálogos, la tensión constante manejada con nervio por el director (sobre todo en el último y frenético tramo, que eleva la emoción hasta límites insospechados), el recurso del metacine y la estilizada puesta en escena, que nos introduce en una atmósfera de sordidez, violencia, fatalidad y misterio tan perturbadora como sofisticada.

Todo ello da como resultado un fascinante juego de claves y pistas por el que el fan del "thriller" deseará ser absorbido, cual paisaje esperando ser capturado por el ojo de la cámara. Regresan John Travolta y Nancy Allen a los brazos de DePalma, el primero brindando una de las mejores actuaciones de su carrera, creíble y con el que es fácil sentirse identificado; la segunda demostrando ser tan detestable y pazguata como siempre al comienzo pero cambiando poco a poco mediante avanza la trama (se le llega a coger un cariño especial a Sally, una chica mangoneada, que hace lo que puede para ganar dinero y que se hallaba en el momento menos indicado y en el lugar más inoportuno).
También se reúnen con el director John Lithgow y Dennis Franz, en una pequeña variante de sus recurrentes papeles, además del genial músico Pino Donaggio y Vilmos Zsigmond, que ofrece un gran trabajo de fotografía. Por estas y muchas más cosas que es mejor dejarlas a la curiosidad e imaginación del espectador, "Impacto" permanece imbatible entre los mejores "thrillers" realizados en los '80 y como una de las obras cumbre del cineasta...aunque otros no lo crean así.

"No necesitamos buscar más, es fabuloso, es el grito más espeluznante que he oído en mi vida".
Estoy de acuerdo.
Chris Jiménez
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8
9 de noviembre de 2018
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¡Nosotros vivimos aquí! ¡Este es nuestro hogar y no permitimos intrusos!". Fácil de entender, ¿verdad? Es mejor no ser forastero en tierra desconocida, sobre todo en una donde sabes que no vas a ser bien recibido.
El hombre lucha por aquello que desea proteger, se defiende por su supervivencia, y el matar va con el instinto. Nueve hombres van a averiguarlo, y nosotros con ellos...

A comienzos de los '80, el sr. Walter Hill vivía su mejor momento como cineasta, tanto a nivel comercial como a nivel artístico, y de eso era culpable la celebérrima "The Warriors", que le catapultó a la fama; después de realizar su primer "western", "Forajidos de Leyenda" (aunque para él todos sus films son "westerns"), pretendería trasladar, sin éxito, dos novelas a la gran pantalla: la primera sería "The Last Good Kiss", de James Crumley; la segunda sería la novela negra de Dashiel Hammet "Red Harvest", que, cosas de la vida, terminaría adaptando dieciséis años más tarde bajo el título de "El Último Hombre".
En lugar de eso, el director rescató un borrador que había escrito allá por 1.976 y de este modo se embarcó en un proyecto junto al productor David Giler que sería distribuido por 20th Century Fox, un "thriller" de supervivencia al más puro estilo del clásico de John Boorman "Deliverance" (con el que comparte muchos puntos en común) y con la oportunidad para Hill de rodar nuevamente en las tierras de Louisiana. El encargado del guión sería Michael Kane, aunque finalmente Hill y Giler terminarían reescribiendo la mayor parte de la historia.

Así es. Nueve soldados, más bien voluntarios, pertenecientes a la Guardia Nacional de Louisiana, tienen la obligación de iniciar unas maniobras adentrándose en los bosques y pantanos del lugar; Charles Hardin, ingeniero químico de profesión y recién llegado de la Guardia de Texas, no es que se encuentre demasiado cómodo entre tanto paleto e irresponsable, sólo pensando en disparar y hacer lo que le de la gana. El sargento Crawford Poole manda en el pelotón, pero por culpa de un "descuido" los planes se tuercen para los hombres...
Spencer ha organizado una noche con unas prostitutas, y para llegar hasta ellas los muchachos tendrán que cruzar las ciénagas; la solución la tienen delante de sus narices: robar las canoas a unos lugareños que acampaban allí. El soldado Stuckey echa más leña al fuego disparando contra los pobres dueños de las barcas; sus balas eran de fogueo, pero las que los otros emplean en respuesta no lo son, y una alcanza al sargento Poole en toda la cabeza. Los hombres, que no se aprecian nada entre ellos, tendrán que arreglárselas para salir vivos de ese infierno pantanoso en el que se han visto acorralados...y es que se enfrentan nada menos que a la hospitalidad Cajun.

Esta historia, ubicada en 1.973, curiosamente un año antes de que fuese redactada la Constitución de Louisiana para preservar sus orígenes culturales e históricos, no destaca por contar con un planteamiento original, hasta toma su influencia de la mencionada "Deliverance" y del clásico bélico de John Ford "La Patrulla Perdida", sólo que sustituyendo la crítica ecologista por una clara alusión a la guerra de Vietnam y a los hombres del sargento encarnado por McLaglen en unos rudos y poco disciplinados voluntarios de la Guardia Nacional.
Lo importante de "La Presa" es cómo Hill maneja el suspense y la tensión durante la hora y media que dura el enfrentamiento entre los soldados y los cajuns. Al igual que ellos, se nos acorrala entre barro, árboles y musgo, cuyo olor se nos instala en los pulmones, la atmósfera es afixiante y el próximo estallido de violencia resulta inminente; para Hill no hay ni malos ni buenos, todos son capaces de matar y la idea única es escapar de un "enemigo" invisible y cabreado que no tolerará ser invadido. Los soldados no se gustan, pero se necesitan para salir vivos de ese pantano plagado de trampas. Brutalidad, cinismo, desconfianza y locura, el ser humano despojado de toda ética y concentrado en sobrevivir.

El director hace honor a Boorman y Ford, y sobre todo a su mentor Sam Peckinpah (el último cuarto de hora, donde se nos muestra de manera literal la furia y brutalidad inherente que puede residir en toda comunidad aparentemente pacífica, es deudor de "Perros de Paja"), para construir una fábula de intriga, acción y violencia, tanto verbal como física, con pinceladas de cine bélico y cercana al más puro terror psicológico, que podría haber sido facturada perfectamente por el Siegel de "El Seductor" o el Carpenter de "La Cosa". Gran trabajo por parte los actores, no sólo por lo que tuvieron que aguantar en un rodaje lleno de problemas y condiciones miserables, sino por sus sólidas y realistas interpretaciones.
En este campo encontramos conocidos nombres como los de Keith Carradine, Powers Boothe, Brion James, Peter Coyote y un Fred Ward realmente odioso. La música de Ry Cooder y la puesta en escena ayudan a subir la tensión y a reforzar la opresiva atmósfera planteada, los aspectos más importantes del film. Según Hill, "La Presa" fue un rotundo fracaso de taquilla, tanto en EE.UU. como en todo el Mundo. No obstante, como también él mismo admitió, era un film del que se sentía orgulloso.

Así es, puede que no sea tan conocida como las obras de Boorman y Peckinpah que he citado, que sea una cinta extraña, demasiado bruta y sólo recomendable para un público muy concreto, pero su calidad es innegable.
Una magnífica rareza cinematográfica, y de lo mejor de su director.
Chris Jiménez
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7
13 de febrero de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un río, una orilla. Una chica ha sido asesinada, se pudre, su piel se empieza a endurecer, las hormigas le devoran los dedos de los pies y las manos, y comienzan a subirle por el pelo, grasiento; la cara y los músculos se están hinchando, sus pechos congelados se están oscureciendo...
Espectáculo grotesco y triste. Y ellos observando impasibles.

Hay que remontarse 41 años atrás. El cuerpo desnudo y demacrado de Marcy R. Conrad fue encontrado en un barranco y todo apuntaba a una violación y posterior estrangulamiento; el autor del horrendo crimen fue su propio novio, y esto vino a atraer la atención de toda la nación sobre la pequeña ciudad de Milpitas, en el condado de Santa Clara, mayormente porque el asesino era menor de edad, al igual que la víctima. Suceso ya olvidado que serviría de inspiración para el guionista Neil Jiménez, entonces estudiante de cine; poco faltó para que en la industria quisieran llevar este suceso a la pantalla.
Y el encargo pasó a Tim Hunter, un hombre muy especializado en dramas sobre la juventud, y que más tarde se acomodaría bien en el medio televisivo, siendo elegido por Lynch para "Twin Peaks" (y queda claro que fue gracias a esta "River's Edge" que nos ocupa...dadas algunas claras similitudes que hay entre ambas). El inicio ya empieza revelando cosas que poco a poco irán adquiriendo volumen; mientras un niño arroja una muñeca a un río, un joven en la lejanía está sentado frente al cadáver de una chica (Sam en lugar de Anthony y Jamie en lugar de Marcy)...

Pero no se asusta, ni corre a pedir auxilio, incluso luego lo veremos acercándose al susodicho Sam, quien ha dejado el cuerpo a la vista de todos, y contando lo que ha presenciado; esta inesperada muestra de desafección e indiferencia es la que marca la pauta y la atmósfera del film, la que modela Hunter a partir del desolador guión de Jiménez, desolador en su trato de una generación que parece haber sido despojada de todo valor moral, sentido ético, emoción y responsabilidad. Es su visión atroz de la generación americana del momento, hijos de los que fueron jóvenes a finales de los '60, los amargados por la Guerra de Vietnam y lanzados a las revoluciones y la reestructuración social a través de las drogas y la anarquía.
De ese sentimiento combativo sólo han quedado cenizas, y ahora ellos serán representados como viejos cansados y impotentes (la madre ignorada en casa que sólo sabe romper a llorar, el padre que prefiere usar la escopeta en lugar de dialogar, el profesor al que no le queda más que exaltarse por la actitud de sus alumnos), incapaces de hacer nada pues ya no tienen fuerzas para hacer nada ni les interesa en un país supuestamente preocupado por la joven sociedad. Poco se diferencian estos adultos de los ya vistos en "Pesadilla en Elm Street" y sus secuelas.

Y al otro lado los hijos. Corre la mitad de los '80 y el cine se está llenando de películas con chavales al frente, la mayoría de ellas en una línea humorística o romántica desde que irrumpieran por igual "Porky's" y "16 Velas" en el panorama; se propone el reverso de pesadilla de esas comedias románticas destinadas a un público con la misma edad que los protagonistas, más cercanos a los de "En el Abismo" o "Suburbia". Según la retorcida visión de Hunter este pueblecito tan tradicional sirve de caldo de cultivo de una generación "X" abocada al desastre, sin rumbo, sin esperanzas, sin ilusiones, sin responsabilidades, rebeldes sin causa.
Un pedacito de Infierno en cuyas entrañas todo el mundo se revuelve, se traiciona, se mata y se odia. El director parece tener a Hooper, Ferrara, Lustig, tal vez a Stephen King o al mismo Lynch de inspiración, y se esfuerza en crear un clima de desasosiego perpetuo y una atmósfera aberrante, extraña, asfixiada por la maldad, donde nada tiene sentido, ni hay límites a la violencia y la depravación, y donde esos adolescentes prefieren ser testigos mudos de su destrucción emocional, psicológica y espiritual. Resulta chocante el modo en que se dispara la tensión al mostrar Sam el cuerpo a sus compañeros, pero es que eso fue exactamente lo que hizo Anthony, sí...

Sin embargo estas ocasionales ráfagas de humor negro no destapan una comedia negra. Hunter no puede permitirse ni rastro de humor, y eso que su presencia habría ayudado a digerir mejor el film; poco a poco, como les va sucediendo a los chicos, vamos cayendo en una vorágine desquiciada y desquiciante, y mientras avanza la trama más nos cuesta vislumbrar qué maniobras tomará, pues el delirio se apodera de ella al estar dirigida por el chiflado de Layne, un esperpento escabroso e increíble (parece mentira que parte de estos hechos sucedieran realmente) en cuyo centro están éste y Sam y orbitando a su alrededor Matt, su hermano Tim y Clarissa, todos grotescos reflejos de su generación perdida.
Y mientras Jiménez disecciona ésta a través de la psicopatía, la locura y la obsesión por las drogas y el sexo sin sentimiento, a lo lejos queda Feck, versión atormentada del Frank encarnado por el mismo Hopper en "Terciopelo Azul", y que también simboliza el fracaso de su propia generación, la que creía que podía cambiar el Mundo dos décadas atrás (y esto a colación de que su Billy era el alma de "Easy Rider"), sin duda la única imagen futura a la que pueden aspirar los chavales. El drogadicto Layne lo ve más claro que nadie al espetar a Sam que por culpa de gente como él "el país se está ahogando en el caos", una descripción que valdría para el resto de personajes.

Cuesta salir indemne del recalcitrante sadismo, el indigesto nihilismo y la invasiva apatía de "River's Edge", si bien se hace por medio de una resolución menos impactante de lo que podría haber sido. Destacan los púberes Ione Skye, Daniel Roebuck, Crispin Glover (pasadísimo de vueltas) y un inspirado Keanu Reeves, previo a "Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted".
Tenebrosa, absorbente y cuasisurrealista, lógico es que se ganara a pulso el premio en los Independent Spirit Awards...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8
22 de enero de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Profiere su espada un clamor de venganza y muerte surgido de las mismísimas tripas del Infierno, y cuando éste concluye docenas de cadáveres cubren el espacio.
Pocos guerreros sin señor han reflejado tan visceralmente el Mal en su rostro y en el filo de su katana como él...

Son incontables los "chambaras" que llenaron las pantallas durante los '60, desde fábulas de puro entretenimiento hasta frescos épicos fieles a sucesos del Japón feudal pasando por aventuras de fantasía o retratos más oscuros dedicados a profundizar en la psicología de estos misteriosos y fascinantes personajes. El célebre autor Kaizan Nakazato se adelantaría casi cincuenta años creando a Ryunosuke Tsukue para "Daibosatsu Toge", serializada primero en periódico y extiéndose después a numerosos volúmenes, hasta convertirse en la novela más extensa escrita en Japón.
Debido a la popularidad de este ronin nihilista, amoral y psicótico, las adaptaciones no tardaron en llegar, siendo el maestro del género Hiroshi Inagaki el primero en llevar el texto al univero cinematográfico, y contando con el mítico Denjiro Okochi dando vida a Tsukue. Aunque por desgracia Nakazato falleció antes de ver otras secuelas y "remakes" de su serie literaria, éstos siguieron realizándose; quizás la más famosa fue la trilogía que inició Kenji Misumi en 1.960, esta vez protagonizada por otro habitual del "ken-geki", Raizo Ichikawa.

Entonces Kihachi Okamoto, prolífico y versátil cineasta, se vio un tanto forzado por sus jefes de Toho (quienes no estaban muy contentos con su trabajo en la aún inacabada "Satsujin kyo Jidai") a encargarse de una nueva adaptación, siguiendo el libreto del amplio colaborador de Kurosawa (y de él mismo) Shinobu Hashimoto. El relato comienza en el paso Daibosatsu en Marzo de 1.860, marcando el principio de la era Man'en debido al incidente histórico de Sakurada-mon; un peregrino budista y su nieta Omatsu suben la montaña y él se queda sólo rezando mientras la chica va a buscar agua.
Desde el primer momento Okamoto hace de Tsukue un ser de trasfondo puramente metafísico y demoníaco al rezar el anciano por su muerte y aparecer el anterior para rajarle con su espada a sangre fría; la secuencia, desoladora, daña por su aspereza y crueldad. A partir de aquí seguimos los pasos de este samurái, hijo del maestro de una escuela de lucha, aquejado por su incapacidad de empatía y dominado por una sola inquietud, la de devorar las almas que se encuentra en su camino; la trama se divide en tres episodios (o "incidentes") a lo largo de tres años, los cuales comprenderán diversos personajes y sucesos aparentemente separados para más tarde converger entre sí.

Destinado sólo a proyectar en la Humanidad su oscuridad interior, la mente y el alma de este villano no pueden sino conducirse por una senda en penumbra hasta su transformación total en demonio. El resorte de la venganza que le atañe es su combate con un guerrero de la escuela Kogen, Bunnojo Utsuki; el sagaz Sanjuro de Kurosawa le hacía entrañable a los ojos del espectador, pero Tsukue sólo despierta odio y desprecio por su poder de manipulación, por su inestable y psicótica conducta. Dos víctimas resultantes, Bunnojo y su esposa Ohama, forzada a quedarse con el ronin, impulsan a Hyoma, hermano del primero, en su deseo de ajustar cuentas.
Otra víctima es Omatsu, ayudada por un ladrón bondadoso llamado Shichibei que pronto será concubina de un poderoso señor; las convenciones de la época esbozan una desgarradora situación alrededor de la figura femenina (en el caso de Omatsu la imposición a la sumisión, en el de Ohama el inevitable descenso a la locura). Este segundo episodio, se inicia en la establecida era Bunkyu, cuando un desterrado Tsukue pertenece a la facción histórica Shinsengumi; ahora es el dojo de Toranosuke Shimada el escenario del mal presagio y la muerte, con Hyoma aún preparándose para su venganza, sentimiento que recorre e impregna toda la película.

Gran conocedor del sufrimiento humano al participar en la guerra, Okamoto precisa el impacto de la violencia con su escrutadora cámara, modelando en cada secuencia una exquisita composición de elementos, sobre todo destacando los naturales (la nieve, el viento, la lluvia), que, mezclados con la sangre derramada y los miembros cercenados consiguen elevar los combates a otro nivel artístico; los enfrentamientos en espacios interiores resaltan el desasosiego y la ausencia de oxígeno y escapatoria. El punto de inflexión lo hallamos en el atroz duelo contra Shimada, que hará aflorar la incertidumbre en la inestable mente de Tsukue, así como el miedo a sí mismo.
Los muchos duelos y traiciones y la interesante (pero a priori insulsa) subtrama de Omatsu derivan en ese capítulo final donde todos los personajes se cruzarán, brindándonos además algunos de los momentos más excitantes e intensos de la película (descrito en Zona Spoiler). El excelente trabajo de la fotografía en blanco y negro de Hiroshi Murai y la dirección artística de Takashi Matsuyama son clave para Okamoto en su creación de ambientes sofisticados y absorbentes; por otra parte cuenta con un gran reparto, el cual encabeza un Tatsuya Nakadai endemoniado (el reverso oscuro, desquiciado y viscoso del Tsugumo de "Hara-kiri").

A éste, que logra una interpretación tan amenazante capaz de helarnos los huesos, lo siguen el gran Toshiro Mifune (de nuevo coincidiendo con él), esa bellísima Yoko Naito y otros importantes actores como Ichiro Nakatani, Ko Nishimura, Kei Sato, Michiyo Aratama y los más veteranos Ryosuke Kagawa y Kamatari Fujiwara.
Aunque sea un "remake" palmo a palmo de la obra de Misumi, Okamoto retrata a Tsukue como el samurái amoral por excelencia, el más siniestro de la fábula "ken-geki" y quizás mejor que ninguno de los anteriores realizadores encargados de adaptarlo. Por desgracia la nueva trilogía planeada en un principio por Toho nunca se materializó, de ahí la extrañeza que provoca esa abrupta y feroz inconclusión; una lástima...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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2
19 de junio de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cristoforo Colombo nace en 1.451 en Savona, y su vocación por ser marinero y navegante despierta pronto en él. 41 años después protagonizará uno de los hechos más importantes de la Historia universal.
Esta película no cuenta para nada su hazaña...

A comienzos de los '80 un cine empieza a generar un éxito tremendo de taquilla, es el de la parodia (ya practicado anteriomente, que conste), capitaneado por "La Vida de Brian", memorable locura bíblica de los Python estrenada en 1.979, y "Aterriza como Puedas", primera de una serie de obras del trío Zucker/Abrahams/Zucker que definirían el género para la posteridad. En EE.UU. estas películas absurdas y divertidas arrasan, y nosotros no íbamos a ser menos; nos lo demostraría un Mariano Ozores en ese momento henchido de fama y dinero gracias a sus colaboraciones con Pajares y Esteso.
Se burló de la España del siglo XVI con "Brujas Mágicas", regular comedia muy subida de tono con la que pretendió lograr (y sin éxito) el mismo resultado de "El Liguero Mágico". Lejos de detenerse, un año después deja las comedias de enredo a un lado y aprovechando el tirón de "La Loca Historia del Mundo", "Dos Horas menos Cuarto antes de Jesucristo" o "Cavernícola", se propone hacer otra revisión disparatada de la Historia, esta vez centrándose en la figura de Cristobal Colón, con un guión que corre totalmente por cuenta de su colaborador Juan José Alonso Millán (lo que tantos fallos acarreará al producto...).

La acción se sitúa en 1.492, época de la conocida Leyenda Negra, en una España que sobresale como país de ferviente conquista, sangrienta represión y brutal dominio; los reyes católicos Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla se embarcan en la Guerra de Granada y acaban con la resistencia nazarí de Muhammad XII (Boabdil), organizan una cacería contra los judíos para convertirlos al cristianismo y más tarde expulsarlos, además de las acciones que lleva a cabo el Tribunal de la Inquisición, originado catorce años antes. Mientras España se revuelve sobre sí misma el bueno de Colón desea llegar a las Indias navegando hacia Occidente.
Como veremos la cámara del sr. Ozores se paseará por los múltiples sucesos y presentará a importantes figuras de la España de la época, burlándose y llevándolo todo a sus extremos más absurdos, arreando tal ingeniosa patada a la Historia que bien merece un aplauso por ello. De este modo Boabdil será un enano perezoso a cargo de un salón de juegos, Juan II de Portugal el propietario de un estudio de grabación, Tomás de Torquemada un trasunto patético de Adolf Hitler y Martín y Vicente Pinzón dos "rockeros" que animan la tasca de Puerto de Palos. Pero el guión comete un error enorme: se centra en todo menos en su protagonista.

Porque vemos al bueno de Colón en su travesía desde Génova hasta la presencia de los reyes pasando por múltiples escenarios, pero Millán decide tomarse mucho tiempo con todos los personajes que le rodean, y esto lo dejará claro Ozores estirando hasta la extenuación las escenas concernientes a ellos, preguntándose uno entre los mediocres "gags", que van de lo ligero a lo escatológico, la larga lista de insoportables números musicales y las mordaces alusiones socio-políticas a la España del momento, que son las que causan más gracia (la manifestación por las autonomías, la libertad de la mujer, la intolerancia de la Iglesia...), dónde está el protagonista, qué está haciendo y cuando va a partir.
El fallo del director fue desde luego no prestar la debida atención al insípido, desequilibrado y nefastamente organizado libreto de Millán, que desde luego merece ser destruido (junto al autor, si se terciase) y vuelto a escribir. En este desastre histórico que pretende la carcajada fácil pero sólo consigue transmitir vergüenza ajena Ozores, pese al gran presupuesto que está manejando por cuenta de José Frade, se halla a kilómetros de "Brujas Mágicas", que pese a todo tenía sus momentos divertidos, "El Liguero Mágico" y más aún de aquellas grandes parodias del cine de espías que hiciera en los '60 ("Objetivo: "BI-KI-NI" ", "Operación "Mata-hari" ").

Intentando seguir la línea de Mel Brooks y los Monty Python la comedia se pierde entre muchos momentos idiotas que ni una pizca de humor ofrecen y una trama que confunde su desarrollo, pues mucho mejor habría sido enfocarse realmente en Cristobal y en su viaje hacia las Américas en lugar de marear tanto la historia y presentando a tantos personajes que van y vienen y que no nos importan nada; la travesía, iniciada en Agosto y no alcanzando la tripulación tierra hasta dos meses después, se factura en el film en poco más de diez minutos. Nada está bien hecho aquí.
Andrés Pajares cae simpático en su absurda encarnación del mítico navegante genovés, pero lo malo es que no aparece el tiempo que debiera, al igual que ocurre con Antonio Ozores, quien sólo hace una breve e impagable aparición como Juan II. Tras ellos, un puñado de conocidos actores de nuestro cine: Ángel de Andrés, José Carabias, Antonio Garisa, Manolo Gómez Bur, Rafaela Aparicio, Juanito Navarro, Alfredo Mayo, Emiliano Redondo, Antonio Gamero, María Isbert, Tomás Zorí, Alfonso del Real, Luis Varela, una jovencita Adriana Ozores...y muchos más, cada uno genial en sus respectivos papeles, eso hay que admitirlo.

Uno se sorprende al saber que una película así, con un guión tan pésimo y una estructura desastrosa (aun tratándose de una parodia podría estar mejor...), pudo llevar a tantos millones de espectadores al cine en su época. Pero lo mismo habría que preguntarse hoy con títulos aún más vergonzosos como "Ocho Apellidos Vascos" o las secuelas de la saga "Torrente".
El éxito fue tal que daría pie a otras comedias históricas en la misma línea ("El Cid Cabreador", "Juana "la Loca", de vez en Cuando") y a que el cineasta repitiera la experiencia con "La Loca Historia de los Tres Mosqueteros". Todas, por cierto, estarían escritas por Millán, no hace falta decir más...
Chris Jiménez
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