Hilary Swank monopoliza por si sola toda esta película de abnegación por el hermano. Su corajuda opción le lleva a sacrificar todo lo demás, y no se hasta que punto esto es bueno. Lo cierto del caso es que la película es coherente en sí misma y mantiene abierta la presunción de culpabilidad del hermano disoluto pero espontaneo, muy bien interpretado por Sam Rockwell. Estas películas forman parte del montón de películas “buenas” que nos permiten pasar el rato, pero que en el fondo sabemos, que son regulares y completamente prescindibles. Y es que lo auténticamente bueno, artístico y de calidad: muy poco abunda.

El discurso del Rey es una película correcta, pero hasta ahí. Llevarla a la cumbre bajo el otorgamiento de la estatuilla mayor me parece una autentica sobrevaloración de sus capacidades. De hecho es una película que exalta sin rubor el gentilicio inglés a unos niveles nada pudorosos. Colin Firth está bien, pero tampoco es para tanto, de hecho, su actuación nos pareció afectada y sin los matices a que los grandes actores son capaces de llegar. Del mismo contagio, aunque con un registro más ponderado, tenemos a nuestro muy querido Geoffrey Rush, auténtico actorazo. Que toda la película haya girado en torno al tartamudeo del Rey Jorge VI y sus afanes patrióticos para unir a su pueblo en torno a la guerra, es una situación que no terminó de impresionarnos, y quizás sea por nuestra condición de no ingleses y el natural desconocimiento a lo que la Monarquía les ha significado en su historia. Aún así, lo que hace enganchar al gran público es la inusual relación de amistad que hace romper las barreras sociales entre el más encumbrado miembro de la realeza con un súbdito del pueblo llano, y que sea éste último, y de la forma más inesperada, el que le permita lograr su liberación humana y cumplirle noblemente a su pueblo. Como inglés, que no lo soy, ésta película me hubiese hecho sentir muy orgulloso.

“Rudo y Cursi” es entretenida, sólo eso, y la salvan las dos buenas actuaciones de García Bernal y Diego Luna, en un duelo actoral de alto nivel, con todo y que la película aborda la temática del perdedor que triunfa por un golpe de suerte del destino, aunque esté condenado por los dioses a volver al fracaso por la falta de madurez en los objetivos vitales que se persiguen. Esta película es un excelente cuadro sociológico de la América Latina profunda o primaria, más bien marginal. Los valores que se inspiran en la familia como eje y centro de toda la existencia teniendo a la madre como víctima y a la vez heroína; el hombre, el “macho”, el victimario extraviado e irresponsable con una patente de corso para hacer lo que mejor le venga en gana. Y después, los espejismos de la fama y la riqueza fácil con los que no se puede lidiar por una incultura palpable y frágil. El mestizaje profundo hace que lo negro, indio y blanco se fusionen creando una realidad colorida pero caracterizada por las indefiniciones, la precariedad, y sobre todo, la improvisación. Se vive la vida al día, sin mayores preocupaciones en torno a lo sucedido, y mucho menos a lo que sucederá. El lenguaje campesino de estos dos aztecas atrapados en el mundo urbano es un gran logro, porqué remarca el contraste característico entre modernidad y pre-modernidad, conflicto perenne que aún los latinoamericanos no hemos sabido resolver de una manera satisfactoria.

Ya sabíamos que Di Caprio era un excelente actor, pero que Kate Winslet se le equiparara nos ha sorprendido. Una vez más Sam Mendes, el mismo de “American Beauty”, concentra su atención en torno al mito del “sueño americano” donde la clase media hace ostentación de una felicidad convencional que termina despedazándose. El vacío existencial y la rutina asfixiante acaban con los sueños y las esperanzas de una joven pareja extraviada en sus motivaciones vitales. Sólo los locos, dentro de su confusión y atolondramiento, conservan la lucidez ante la desesperanza. Vivir, como diría Eric From, termina siendo un auténtico arte, y no todos somos artistas.

Que el mundo es injusto eso ya lo sabemos; que la historia representa en buena medida al horror, también lo sabemos. Que Sartre haya dicho que el infierno está entre nosotros convalida lo que mucho antes ya había establecido Hobbes: el hombre lobo de sí mismo. In nihilo ah nihilo quam cito recidimus (en la nada, de la nada, qué pronto recaemos). Africa negra representa hoy un mundo sin esperanzas; la desolación se ha instalado en una tierra abandonada por los dioses. El mundo “blanco” occidental europeo está en deuda con un continente que explotó con gusto y saña; pero también, sus propias gentes han sido incapaces de labrarse un camino de progreso.

“El Jardinero Fiel” es una lograda película que procura reivindicar la justicia, el compromiso y el amor en situaciones de extrema adversidad. La trama se va construyendo desde el final, y todo, mientras va transcurriendo va cobrando sentido.

Que el negocio y el afán del lucro desmedido están presentes en la vida de los hombres es una auténtica perogrullada. Lo que nos genera estupor es que se asesine sin mayor rubor para apuntalar el negocio. África y sus habitantes mas pobres se han convertido en conejillos de indias; los grandes intereses farmacéuticos experimentan sin escrúpulos en un continente que vive el desamparo y la desesperanza.

Y a pesar del horror existen atisbos de justicia y redención; por un lado, personas e instituciones “idealistas” que combaten las casi infinitas manifestaciones de la maldad; y ya en un plano más íntimo y personal, la “pequeña gran historia” de una pareja que se profesa el más grande amor.