Nada hay en esta cinta que resulte novedoso o traiga algo de chispa al género de tiroteos alocados. Únicamente, que el disparatado arco argumental de John Wick se nos presenta desde una óptica de lucha feminista por la emancipación. La relación entre Sam y la niña, no puede estar más cogida por los pelos, me recordó a la de Clive Owen y el bebé en "Shoot'em Up" (2007), con la diferencia de que esa película era pura coña y muy divertida. Aquí, al principio parece que va a ir por ese camino, de la autoparodia, lejos de la estúpida solemnidad de la saga de Keanu Reeves. Pero no, en cuanto empiezan a surgir los costurones de la reivindicación de género, la cosa se desilacha y pierde todo el interés por reírse de sí misma. Ah, y como en Shoot'em Up, sale Paul Giamatti, aunque más gordo y en un papel casi testimonial.

La organización de asesinos, como la de John Wick, que cuenta con locales propios con reglas propias, como en John Wick, está poblada por hombres y solo los personajes de Lena Headley y Karen Gillan, que son las heroínas, se atreven a hacerles frente. Acompañadas por más mujeres, también asesinas, pero que parece que van por libre, o algo así.

Es tan ridículo como parece. Se intenta hacer distinción entre asesinos; los hombres son siempre horribles, como animales sin cerebro que solo buscan saciar su instinto criminal. Ellas, en cambio, tienen justificación; matan igualmente pero sus personajes están tratados, tanto en sus caracteres como en sus diálogos, para buscar la empatía del espectador. Llega la cosa hasta el extremo que la niña...

La prota mata al papá de la niña como uno de sus encargos, pero al final la nena prácticamente adopta a la asesina de su padre como mamá adoptiva. Porque, a fin de cuentas, ella solo cumplía órdenes. No era su culpa, la culpa era de la organización de hombres a la que pertenecía. Un retrato de la mujer, como ser angelical incapaz de hacer el mal si no es bajo el influjo masculino que, en el fondo es profundamente reaccionario y conservador. Pero así es el feminismo post moderno.

Nos quedamos sin saber el por qué de la sonrisa, más allá de como recurso que eriza el vello en escenas puntuales. Narrativamente, no tiene explicación ni sustento. Si en lugar de una sonrisa fuera cara de asco o la lengua fuera no tendría mayor impacto.

La protagonista tiene unos treinta años, y en su casa de mierda de su infancia vivían cuando tenía diez años. Es decir, como en 2002. Y se alumbraban con lámparas de aceite...en 2002. Pero claro, hay que justificar el incendio que, por otro lado, es una risa lo rápido que se propaga ese fuego digital. Los píxeles andaban locos ese día.

Se supone que se trata de una entidad que se alimenta de mentes traumatizadas; con el suicidio se propaga a la mente del testigo del mismo, impactado por lo que acaba de ver. Es una premisa poderosa, pero qué poco partido se le saca. Aunque me surge la duda de si uno de los suicidios se produce frente a un sociópata al que se la sude todo. ¿Ahí que pasaría? ¿Desaparece o se queda en un limbo?

¿Por qué? ¿Por qué tuvieron que convertir un producto de la endogamia en prácticamente un mutante con super poderes? ¿Qué maldita necesidad había?