"Nos pasamos la vida buscando lo que ya hemos encontrado", decía el genial Jim Morrison, vocalista y lider del mítico grupo musical The Doors, refiriéndose, entre otras cosas, a ese paso atribulado que casi todos nosotros hacemos por la vida, buscando lo que ya tenemos, donde lo urgente nunca deja tiempo a lo importante y, lo que es peor, donde somos incapaces de disfrutar de los escasos momentos de belleza que nos ofrece la vida cotidiana porque vamos demasiado deprisa y demasiado distraídos.
El protagonista decide cambiar el paso, decide que no tiene nada que demostrar, que no tiene necesidad de triunfar, que quiere aspirar cada bocanada de felicidad que la vida le pueda dar.
La pregunta es si puede sobrevivir alguien así...

"Sigo vivo y no tengo miedo". Con esta sencilla y magistral frase pronunciada por uno de los personajes de "La chaqueta metálica" culmina Stanley Kubrick esta obra maestra del cine bélico.

Aunque en realidad se trata de dos obras maestras en una. Si Kubrick hubiera querido, podía haber hecho dos films al estilo de "El padrino" y "El padrino II".

La primera película comprendería la parte de la instrucción, uno de los mejores testimonios sobre lo que ahora se llama acoso a una persona y que yo sólo vi en el colegio, en los primeros cursos del instituto y, varios años después, en la "mili".

En el ámbito escolar los profesores solían mirar para otro lado pensando en no buscarse líos, "son cosas de críos" se decían para tranquilizar sus dormidas conciencias, aunque también había alguno que se decidía a actuar en favor de la víctima. Eso acababa resultando un gran alivio no sólo para la víctima, sino también para las conciencias de los que no nos atrevíamos, en nuestro rol de "compañeros", a intervenir.

En el ejército, al menos en el que yo conocí en los ochenta, la novatada, la humillación, se estimulaban desde los mandos intermedios, como una forma de curtir a la gente y buscando hacer grupo. Lo malo es que había quien no aguantaba y acababa consumando el suicidio o intentándolo al menos. En mi opinión, acosar a una persona nada tiene de positivo. Por supuesto, los altos mandos miraban para otro lado (las novatadas estaban oficialmente prohibidas).

La segunda parte trata de lo que fue esa guerra que, desde un país lejano, cambió de alguna forma la historia. Ya fuera por su repercusión mediática, porque afectó a un país democrático, como USA o por lo que fuera, lo cierto es que tras la Guerra de Vietnam, el mundo democrático se volvió pacifista.
Que nos dure mucho este sentimiento y que sigan saliendo films como éste para recordarnos ambas cosas: Que el acoso a las personas nunca tiene nada de bueno y que de las guerras sólo salen ganando cuatro indeseables y los demás perdemos todos, vencedores y vencidos.

Debería haber un género cinematográfico que se llamara "cine crepuscular", en el que cabrían películas como "Sin perdón", "Million Dollar Baby", "Gran Torino" o ésta que comentamos.
Sería un género dedicado a contar lo que ha sido, al cabo de muchos años, de gente legendaria como Harry el sucio o Harry Ross, ex-policía y ex-detective y protagonista de este notable film.
Y es que los años no pasan en balde, para bien o para mal.
La próstata, los achaques, la falta de agudeza visual o la menor movilidad hacen de estos héroes invencibles del pasado personajes tremendamente vulnerables, que tienen que sacar lo mejor de sí mismos para sobrevivir en un mundo que cada vez les viene más grande y les resulta más hostil.
Muchos espectadores que rondamos los cincuenta, o más, nos sentimos tremendamente identificados y nos gusta cada vez más este tipo de cine.
Pues lo dicho, a los amantes del cine crepuscular, "Al caer el sol", cuyo estilo recuerda al del cine negro de los cuarenta, les hará disfrutar delante de la pantalla.

Luchino Visconti es un director al que se ama o se odia. Yo me encuentro entre los primeros.
Me enamoré de su cine viendo "La caída de los Dioses", "El gatopardo", "Muerte en Venecia" o "Ludwig".
Pero existe un Visconti distinto, próximo al neorrealismo, que filmó "La tierra tiembla" o "Bellisima" y que alcanza su culminación con "Rocco y sus hermanos", mezcla perfecta de neorrealismo italiano, cine negro alrededor del boxeo y "el toque Visconti".
Otra obra maestra más de Visconti.

Demoledora serie de TV dirigida, entre otros, por Albert Espinosa, quien, al parecer, pasó parte de su infancia ingresado en hospitales a causa de una enfermedad crónica.
En concreto, a la edad de 13 años le fue diagnosticado un osteosarcoma por el que tuvieron que amputarle una pierna.
Sufrió metástasis y también fue necesaria la extirpación de un pulmón (16 años) y parte del hígado (18 años). En total, pasó diez años viviendo entre su casa y los diversos ingresos hospitalarios, pero esa experiencia vital no sería en vano, pues le ha servido de inspiración para crear una de las mejores series que he visto en los últimos años.
Es difícil no caer en la sensiblería cuando se habla de niños y adolescentes ingresados por sufrir cáncer, cardiopatías congénitas o estar en coma por uno de esos saltos desde el trampolín que quiebran una vida, pero Espinosa lo consigue.
Es difícil dar con la fórmula para ello, pero ahí radica el secreto que hace de esta obra un relato demoledor que nos recuerda que nos pasamos la vida buscando lo que ya tenemos; que no sabemos apreciar el auténtico valor de cosas básicas, como la salud o la libertad, que damos por hechas; y que, en la vida, es importante saber distinguir entre las dificultades y las tragedias.