OH BOY es una película muy bien hecha y original. La estructura del guion refleja muy bien la personalidad del protagonista al mismo tiempo que aporta nuevas fórmulas narrativas.

Sin embargo, el blanco y negro, el continuo e innecesario movimiento de cámara, los clichés de copa y cigarrillo y los monólogos inverosímiles, desvelan la verdadera naturaleza de la película. Si OH BOY fuera una persona sería un hipster con gafas de pasta sin cristales.

Como suelo decir con mi hermana, esto es una "peli-trailer". Ves el tráiler de la película y piensas que estás ante una obra maestra, pura originalidad, una vuelta de tuerca a todo lo que has visto antes.

Ves la película y cuando acabas no puedes reprimir un: "¿Qué narices ha sido esto?". Bueno, en este caso eso ocurre más bien mientras estás viendo la película, ya que al final (por suerte) uno puede intuir más o menos lo que Ari Folman pretendía (y no consigue).

Pero, sin rodeos, The Congress es mala. Una película no puede ser buena cuando su escena estrella, aquella en la que el público está totalmente entregado, en la que te olvidas que estás viendo una película porque te absorbe por completo, bueno pues como decía si esa escena está dentro del primer acto y ese primer acto puede ser eliminado por completo sin alterar la película en absoluto, la película es mala, porque lo primero que haces al salir de la sala es pensar "¿Por qué narices me ha contado todo esto si no tiene nada que ver con la película?". En serio, una persona que entre en la sala en el minuto 20 es probable que esté menos perdida que una que la ha visto desde el principio.