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Críticas de Luis Ángel Lobato
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Críticas 371
Críticas ordenadas por utilidad
5
12 de agosto de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la época de la fiebre del oro, una expedición de futuros mineros y granjeros desean partir en una caravana hacia California a través de territorios plagados de indios hostiles. Mientras, en la sombra, la falta de escrúpulos y la codicia de aquellos que organizan la expedición los está dejando en la miseria. El explorador que debe guiarlos hasta su destino intentará solucionar todos sus problemas.

Aunque simplista y con un final algo apresurado (su metraje es tan solo de 70 m.), estamos ante un entretenido western de serie B bastante bien filmado por el especialista en este tipo de películas –y en este género en particular–, tanto en formato de cine como en series de televisión, Lesley Selander.

Su mayor virtud es la falta de pretensiones y un ritmo narrativo sin demasiadas fisuras. Su mayor defecto, la ingenuidad con la que se resuelven las intrigas parciales y la trama global (pesa mucho la brevedad de su duración) y la inconsistencia psicológica de los personajes, quienes, además, resultan muy inmutables y previsibles.

Con todo, el espectador no se siente defraudado porque, en cada instante, sabe que está viendo una modesta y franca cinta del oeste que consigue su principal propósito: divertir sin complicaciones.
Luis Ángel Lobato
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8
4 de noviembre de 2014
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un intenso drama psicológico dentro de los cánones del cine negro clásico –estamos en 1947– con un buen guion, una magnífica puesta en escena y unos actores idóneos que redondean sus papeles, en especial sus dos protagonistas, Hedy Lamarr y Dennis O'Keefe, nos ofrece esta película tan atractiva.
Hedy Lamarr -impresiona su belleza; su atractiva modernidad-, interpreta a una mujer frívola que va buscando un nuevo sentido a su vida, huyendo de sí misma, de cierto desequilibrio mental de índole sexual y de un acontecimiento delictivo. Dennis O'Keefe -tierno y duro a la vez-, da vida a un científico abnegado que persigue un medicamento para beneficio de todos los hombres, añora una compañía que disuelva su insoslayable soledad e intenta descifrar el enigma que recae sobre su amada.

Estas dos historias paralelas de dos seres en conflicto –aunque solo hasta ahora se nos ha mostrado con gran habilidad la acción de la primera– se enlazan en una apartada y anónima pensión, donde predomina cierto grado de extrañeza ambiental gracias al comportamiento de una ambigua -y siniestra- patrona, dando fruto a una arrebatada historia afectiva, a una trama policial y a una redención gracias a la constancia del amor.

El director de la cinta, Robert Stevenson, realizador, en una primera etapa, de obras de la talla de Alma Rebelde (Jane Eyre, 1943), fue mundialmente conocido por una serie de trabajos –muchas veces de consumo– para la factoría Disney, de la que sobresale la aclamada y deliciosa Mary Poppins,1964.

En resumen, Pasión que Redime (Dishonored Lady, 1947) nos ofrece, con elegancia y sin estridencias, y con un sugestivo argumento, dos de los géneros y de los contenidos más recurrentes del cine clásico americano de los años cuarenta: el cine negro, el melodrama y las temáticas del falso culpable y del psicoanálisis.
Intriga, acción y sentimientos -el trasfondo es de un romanticismo sin paliativos-, tratados con una intachable sobriedad, recorren los casi noventa minutos que dura este turbador film.
Para disfrutar.
Luis Ángel Lobato
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2
29 de septiembre de 2014
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tediosa película policial de los años setenta del siglo XX -qué grandes títulos del género dio esa década, con "Harry el sucio", del gran Don Siegel, encabezando la lista- con un guión manido e inconexo que va trascurriendo a salto de mata.
Las interpretaciones rozan lo nefasto -en especial la de Jill Ireland- y buena parte del metraje se entretiene en un absurdo recreo por bonitos paisajes nevados. (Da envidia ahora recordar -por lo de los campos nevados- la maravillosa película negra "La casa de las sombras", de Nicholas Ray).
Ni siquiera las pocas secuencias de acción están bien resueltas: más bien resultan inverosímiles e irritantes hasta límites insospechados (lo de la cerbatana es de juzgado de guardia).
No es que el director, Stuart Rosenberg, haya sido nunca una lumbrera de primer orden, pero de títulos como "La leyenda del indomable" o "San Francisco, ciudad desnuda" llegar a este fiasco va un largo trecho. Y con unos actores (Bronson, Silva, Steiger) que merecían una mejor y más atenta dirección. En otras películas, con directores incluso menos renombrados, bordaron.sus personajes.
En fin... Un director del que se podía esperar más, unos intérpretes -tres, al menos- desbaratados, un guión incalificable, una música -ni siquiera el gran Lalo Schifrin acertó- inapropiada, convierten a esta cinta en un trabajo totalmente prescindible y pleno de desidia. Una pena.
Luis Ángel Lobato
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7
24 de septiembre de 2015
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un interesante thriller de 1955, dirigido por el experto y sobrio Frank Tuttle, con muchos de los ingredientes del cine negro clásico que dotan de brillantez a esta entretenida película: investigación, falso culpable, mafia portuaria, asesinos sin escrúpulos, corrupción policial y violencia extrema.
Las indagaciones por parte de un policía acusado de un asesinato que no ha cometido, hasta dar con el verdadero culpable, da pie a un despliegue de personajes memorables entre los perímetros mafiosos de la bahía de San Francisco.
Tanto Alan Ladd, un duro policía buscando venganza por la injusticia que con él se ha cometido, y atormentado con la relación amorosa con su mujer tras años de prisión, como Edward G. Robinson, encarnando a un brutal asesino que no duda en eliminar a cualquiera que trate de interponerse en sus delictivos asuntos, están impecables y bordan sus papeles. Y con unos actores secundarios impresionantes que dan la réplica a la perfección a los dos protagonistas.
La trama, en principio, es consistente y la dirección enérgica y digna, con algunas magníficas escenas llenas de garra. Pero hay que matizar un par de aspectos.
El primero de esos aspectos es que el film se me antoja que ha sido despojado de parte de su íntegro metraje por parte de los montadores, lo que nos muestra una narración a veces dispersa y que funciona como si faltasen trozos del guion original.
El segundo de los aspectos es la creación de la atmósfera: se echa de menos los ambientes inquietantes, turbios, densos y nocturnos que sí atesoraban las cintas negras clásicas.
Pero dejando a un lado estas dos consideraciones, estamos ante un trabajo serio y logrado, con personajes rotundos dotados de psicología y que hará las delicias de todos los aficionados al género negro.
Luis Ángel Lobato
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8
18 de septiembre de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una emocionante y memorable película del director Andrew Marton, especializado en dirección de segundas unidades y en series televisivas, pero que cuenta con algún título de especial interés como la mejor versión de "Las minas del rey Salomón" (1950).

Si hay algo netamente distintivo en este hermosa cinta lo podríamos definir con el calificativo de "londoniano". En efecto; el espíritu del escritor Jack London pervive en la esencia misma de este film.
En él se nos muestra la solidaridad humana y la amistad, con mayúsculas; el acoso que produce la soledad; la lucha contra una naturaleza salvaje y maravillosa (las montañas y los bosques nevados) que oprime, a pesar de ser abierta y grandiosa, a los personajes; la batalla de estos contra sí mismos y el miedo ante sus propios fantasmas.

La película muestra la aventura en su estado puro y, aunque está catalogada como un western en su vertiente de aventurera, yo la incluiría dentro del thriller; tanto por su argumento (persecución de un policía a un presunto asesino y su entrega en la comisaría) como por su ambientación (en vez de las calles nocturnas de una gran ciudad o de las carreteras interminables plagadas de peligrosos asesinos que acechan a los protagonistas, tenemos intrincadas montañas y profundos bosques con tramperos enloquecidos y manadas de lobos hambrientos dispuestos a acabar con ellos).

Por el lado técnico, la narración resulta brillante, perfectamente planificada por el director y con un guion muy sólido, portador de diálogos oportunos que remarcan esa condición humana aludida de dos seres antagónicos (en apariencia) condenados a entenderse para sobrevivir.

Y, en su faceta artística, el trabajo de los dos actores (casi únicos, lo que da al film un matiz intimista que contrasta meritoriamente con las proezas y los amplios parajes) Stewart Granger y Wendell Corey es de altura.

En conclusión, aquí tememos una película impresionante que -en mi opinión- debería haber sido considerada, con el paso del tiempo, de culto.
Luis Ángel Lobato
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