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España España · Madrid
Críticas de Juanma
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Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
2
19 de noviembre de 2015
44 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptar un clásico siempre conlleva asumir ciertos riesgos. Y más si ese clásico pertenece a la pluma de Federico García Lorca. Paula Ortiz, en su segundo largo tras la cámara, ha decidido encararse a las adversidades que contiene un texto como, nada menos, el de "Bodas de sangre". Y ante la disyuntiva de afrontar su traslado al formato cinematográfico, la aragonesa ha apostado por desvincular su adaptación de las más clásicas y teatrales, también más esperables y acomodaticias, formas en las que se suele llevar al cine el teatro nacional.

Doble riesgo, por tanto, el de la directora que, no sólo se las tiene que ver con la lírica y el hondo subtexto que yace en los versos de Lorca, sino que además ha visto en tremendo material, ocasión más que favorable para asentar un atisbo de 'estilo' en su labor de directora. No se le puede negar cierto 'toque' personal o, por lo menos, cierta intención/ambición autoral, pero lo que, desde luego, deja claro "La Novia" es que a Ortiz le pueden sus ansias de desmarcarse del camino trazado y que, precisamente por alejar a su criatura de lo trillado, acaba triturándola en un indeleble desierto de esteticista nadería.

Toda la fuerza y la desazón de la obra original, por no hablar de su simbolismo trágico, desaparecen en esta adaptación por culpa de la constante y pesarosa insistencia de su directora en construir una atmósfera fílmica a base de efectismos visuales y sonoros, una opción más acorde con el lenguaje publicitario que con el cinematográfico, lo que convierte a los personajes de Lorca en insustanciales marionetas al servicio de un discurso inconexo, donde hasta la puesta en escena ideada para la ocasión desvela su artificio, repercutiendo en la inverosimilitud del conjunto, que se revela incapaz de eludir la más plana teatralidad, por mucho que Ortiz se empeñe en alejarla de su matriz originaria con edulcorados y ensimismados ornamentos.

En definitiva, "La Novia" parece más apta para seguidores de la MTV que para adeptos al dramaturgo y poeta granadino. No está mal pensado, teniendo en cuenta los derroteros de la cultura española en los últimos tiempos. Puede que, en opinión de algunos, la película "La Novia" sea una propuesta modernizadora de un clásico. Puede. Eso está bien para los consumidores de la omnipresente "cultura de masas". Para mi, "La Novia" representa simplemente lo que es: una mala y desvirtuada adaptación de una obra magistral.

https://actoressinverguenza.wordpress.com/2015/11/19/critica-de-la-novia-moderneces/
Juanma
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5
3 de junio de 2014
26 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del presumible éxito que le podría deparar a Carmina y amén en el certamen, hemos de confesar no encontrarnos en el grupo de fieles defensores del film y es que, aún reconociéndole virtudes aisladas, la cinta se nos presenta un tanto irregular. Con algún que otro gag ciertamente memorable (el que hace referencia a Lady Gaga es de traca, sin duda), esta secuela vuelve a sostenerse sobre el carisma irreductible de su personaje central, pero esta vez León opta por dotarlo de una amargura y hondura que claman por el estremecimiento del espectador, queriendo conquistarlo ya no sólo en las risas, sino también en la emoción. Lo consigue por momentos, incluso le propicia a su cinta un final absolutamente esperanzador, un desvergonzado ‘canto a la vida’. El problema nace en la conjunción de la vertiente casposa que reinaba en la primera película con esta inesperada introspección en el drama. Y es que si el personaje central resulta asumible por igual en sus dos caras, la grotesca y la trágica, no sucede lo mismo con el desarrollo de Carmina y amén.

El chascarrillo parece estar insertado sólo para contentar a los fans de la primera entrega, dilatando en exceso y sin motivo una trama que pedía a gritos algo más de cohesión y no sólo la que propicia la inabarcable presencia de Carmina. Por momentos, algunos pasajes del film parecen sketches independientes, más propios de un late night televisivo que de un producto cinematográfico, algo que al espectador que no casara a la perfección con el planteamiento de Carmina o revienta le llevará irremisiblemente a abrigar la pesadez, por la incontenible sensación de que Carmina y amén dura más de lo que era necesario. No obstante, a pesar de la evidente pérdida de frescura ocasionada por la mayor amplitud de medios, es de alabar en la cinta su apuesta frontal por huir del escatologismo vulgar que poblaba la primera y matizar, madurar, los gags adentrando toda la peripecia en un sano por irreverente humor negro. Algo que, junto a las entonadísimas interpretaciones de sus actrices (Carmina Barrios y María León principalmente, pero también algunas secundarias), se debe contar como la gran virtud de Carmina y amén.
Juanma
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4
16 de enero de 2014
24 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Història de la meva mort (Historia de mi muerte), lo último del llamado por muchos enfant terrible del cine español, no es una película para ser exhibida en salas comerciales al uso. Y no porque su duración cercana a las dos hora y media de metraje resulte un elemento disuasorio, sino porque su razón de ser, como obra cinematográfica, dista mucho de la convencional intencionalidad de la plana mayor de las obras cinematográficas. Albert Serra no ha rodado su película para que la vean (y la juzguen) vulgares mortales ávidos de consumismo industrial, no. Historia de mi muerte está hecha como pieza museística, careciendo de valor estrictamente cinematográfico y alzándose como monumental obra de ensayo, reflexiva y metafórica, díficil de degustar por paladares quizás no instruidos. No debemos andar muy equivocados cuando su primera proyección pública tuvo lugar en el Museo Reina Sofía de Madrid y es uno de los siete films escogidos por el elitista MoMA de Nueva York para participar en la 43ª edición de la muestra New Directors/New Films.

Sin embargo, la alardeada complejidad de la que hace gala Historia de mi muerte se nos antoja en exceso planificada. Como si Serra, buscando a posta distanciarse de las simpatías del espectador, se afanase por generar una película de gélida temperatura, a través de una puesta en escena bellísima en lo formal, qué duda cabe, pero soporíferamente dilatada, compuesta por una acumulación de parsimoniosos y aletargados planos fijos, muchos de excesiva duración, rebosantes del más intrascendentes de los vacíos. De este modo, el director erige un improbable encuentro entre dos mitos literarios, Casanova y Drácula, en pleno trasvase del siglo XVIII al XIX, personificando cada uno de ellos la corriente de pensamiento imperante en la filosofía y la cultura europeas (razionalismo y romanticismo, respectivamente), sin que a nosotros, impertérritos espectadores, nos llegue a quedar realmente claro qué dista a uno del otro; es decir, qué de especial y subversivo aportan los tratamientos dados por Serra a ambos personajes para valorar Historia de mi muerte como la pretendida obra de arte a que aspira a ser.

Nada más lejos de la realidad: a Casanova nos lo muestra como a un estridente aristócrata, de gustos y apetitos exquisitos, de amplia y arrogante verborrea intelectualoide, voraz lector pero a la vez grosero y sarcástico devorador de las más bajas pasiones, aquellas que con el trasvase de siglo le llevarán a la perdición, personificadas en el conde Drácula, ambiguo y desconocido habitante del bosque al que, por medio de una malsana seducción, acabarán sucumbiendo todos los personajes. La película, así, a grandes rasgos, parte de una idea bastante sugestiva. El problema radica en que, una vez puesta en práctica, la idea se diluye en un mar de secuencias de impostada transcendencia, colmadas de silencios y parálisis visual y cuyo propósito principal parece que fuera el de golpear al espectador con la considerable carga de solemnidad con la que se deben afrontar los grandes temas de la vida; consiguiendo solamente hastiarle ante la pretendida escala de provocación que contienen sus imágenes, como tratando de generar con su secuencialidad algo parecido a los discursos críticos que originan las imágenes del cine de vanguardia.

Sí, se puede asociar ciertos pasajes de Història de la meva mort con el cine soviético de los años 10 del pasado siglo, incluso se permite la comparación con Ingmar Bergman en el tratamiento dado por Serra al paisaje como elemento perturbador. Aunque quizás sea más acertada la comparación con el frío y alambicado ascetismo desarrollado por Robert Bresson, produciéndose en la cinta no poco despojamiento de elementos narrativos al uso, tratando con ello de hallar, a través de la simpleza visual y sonora, un nuevo lenguaje cinematográfico a través del cual exponer lo abstracto y lo divino del mensaje. Por desgracia, lo único que encontramos en Historia de mi muerte es la ególatra vocación de un autor dispuesto a embaucarnos, a plantarnos ante nuestras narices planos de construcción casi pictórica, bellísimos encuadres fotografiados a través de un uso muy depurado y premeditado del color, que no bastan para maquillar la altiva oquedad en la que se sustenta todo el conjunto. Puede que un servidor no esté los suficientemente instruido como para valorar en justicia las virtudes de una cinta como esta, pero una cosa tengo clara: hay en Historia de mi muerte buena materia prima para, sin la mema y engolada superchería de la que hace gala, haber generado una estupenda película.

http://actoressinverguenza.blogspot.com
Juanma
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7
11 de diciembre de 2013
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cierto es que hay que alegrarse (y mucho) de que 3 bodas de más, la nueva comedia dirigida por Javier Ruiz Caldera, haya significado el mejor estreno del fin de semana en la taquilla española, con una recaudación cercana al millón cuatrocientos mil euros, lo que sobrepasa con holgura incluso las mejores y más optimistas previsiones previas a su estreno. Una gran noticia para el Cine Español que tiene su principal razón de ser en la efectiva y apabullante campaña promocional de la cinta y en las entusiastas críticas recibidas por parte de la mayoría de la prensa especializada. Pero no nos llamemos a engaño porque, lamentablemente, 3 bodas de más sólo significa un caso aislado en nuestra industria y, además, ha originado comentarios en exceso positivos que, dependiendo del color del cristal con el que se miren, llegan a resultar hasta desproporcionados. Respecto a si la cinta de Ruiz Caldera merece tremendo éxito comercial, la respuesta claramente es sí, pues nos hallamos ante un producto de clara e indisimulada vocación comercial, que tiene como su principal razón de ser la misión de entretener a toda costa, algo que consigue con absoluta plenitud a lo largo y ancho de todo su metraje.

No obstante, sobre si 3 bodas de más es, como glosan ya algunos, la mejor comedia parida por nuestra cinematografía en mucho tiempo, deberíamos tranquilizar a las masas e invocar al todopoderoso Tiempo, el único capaz de, con su contrastada sabiduría basada en la experiencia, poner cada cosa en su sitio. De momento, hay que felicitarse por la sana y desprejuiciada condición de ser de una película que, si bien no llega a engrosar en las filas de las grandes muestras del género en nuestro país con el paso de los años, por lo menos se marca el afortunado tanto de conjugar con refrescante soltura los códigos definitorios de algunas de las corrientes más destacadas por las que ha venido transitando la comedia cinematográfica de los últimos tiempos. A saber, 3 bodas de más se sostiene sobre la bien manida premisa imperante en la moderna comedia romántica, pero se permite el lujo de aderezarla con la salvaje comicidad exprimida hasta la saciedad por la vertiente más gamberra y chabacana importada desde USA, no privándose de, mientras sus gags tontean con lo ordinario y lo soez, ofrecer una astuta y malintencionada reflexión sobre las carencias afectivas de toda una generación (la nuestra, románticos extraviados procedentes de los 80), quedando todo ello, para colmo de aciertos, mezclado, agitado y fabulosamente servido con la agilidad y la vigorosa cadencia de la más disparatada screwball comedy parida por el Hollywood clásico.

A Ruiz Caldera, y a sus guionistas, Pablo Alén y Breixo Corral, se les escapa la fórmula en algunos (pocos) desvaídos momentos, con algún que otro gag cogido con pinzas o, directamente, fuera de tono, pero logran eso tan difícil de hacer en la comedia actual que es acertar de lleno a la hora de rizar el rizo en las postrimerías del chiste, hilando bastante bien los clímax cómicos a base de mil y un recursos, desde unos agudos diálogos hasta la eficaz planificación de muchos momentos; lo que acentúa la hilaridad de todo en su conjunto y brinda al espectador la imposibilidad de parar en seco en el complicado ejercicio de la carcajada. Puede que la trama romántica que se va gestando en el seno de toda la función peque de ser excesivamente previsible, entorpeciendo el cierre con un final demasiado lánguido, sobre todo en comparación con el alto nivel exhibido durante todo el metraje, pero esto no es un error achacable sólo a la película, sino más bien al género en su conjunto. Lo mejor de 3 bodas de más es que, a diferencia de los convencionalismos vigentes en las comedias románticas anglosajonas, nuestra atribulada heroína no ansía conquistar y enamorar hasta las trancas al galán de turno, sino que se ve obligada a autoafirmarse a sí misma y a darse a valer antes de encontrar al tipo que realmente la merezca. Dicho de otro modo, esta Bridget Jones a la española se aleja de la ñoñez y la blandura de cuento de hadas del modelo británico, para abordar con combativa desfachatez el eterno tema de la "guerra de sexos", con una protagonista perennemente anulada ante la inmadurez sentimental del macho alfa en todos sus modelos.

Este mérito encierra una fantástica construcción del personaje central, al que una espectacular Inma Cuesta se entrega con deslumbrante ingenio, consciente tal vez de tener entre manos uno de los personajes femeninos más jugosos y ricos que se hayan escrito para una comedia en mucho tiempo. Sería injusto no reconocer que parte de las virtudes que encierra 3 bodas de más tienen su origen en el desternillante trabajo de su actriz, capaz de sortear las limitaciones que su (atractivo) físico podían propinar a la consecución de la verosimilitud de su rol y, a través de una hilarante y atinada manifestación de tics y mohínes, dar con la medida justa del carácter anodino y patoso del personaje. Tan brillante recital obtiene su réplica en el trabajo de la plana mayor de todo el elenco de secundarios, todos acarreando con roles más bien esquemáticos, sí, pero tirando de carisma y gracia personales para fomentar el grado de jocosidad de la propuesta. Si los registros empleados por Paco León y Berto Romero carecen de brillo por ser, de alguna manera, esperables, dada la trayectoria televisiva de ambos, la distendida y modélica actuación de Martiño Rivas sobre el clásico arquetipo del "amigo con derecho a roce" (que contrasta con la habitual representación de Quim Gutiérrez del rol de galán), sirve de aliciente dentro de una galería de estrambóticos e insuperables secundarios donde sobresalen una desquiciada y altisonante Rossy de Palma, la ladina y venenosamente feliz recuperación para el cine de María Botto y el breve, pero genial recital en clave canalla, a cargo de Bárbara Santa Cruz.

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Juanma
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8
3 de junio de 2014
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La jornada se abría con cierta expectación con el pase de Los fenómenos, segundo largo de Alfonso Zarauza, que se atreve a contar algo todavía en pañales en nuestra cinematografía: el inicio de la crisis económica y, por ende, social que todavía arrastramos en la actualidad. Para ello, Zarauza pone en el centro de su película a una joven madre que, buscando dar sentido de una vez por todas a su renqueante vida, entra a trabajar como peón en el sector de la construcción. Desde ahí, situados en el mismo ojo del huracán desde el que se propagó a todos los lados la fatal tragedia y aún a riesgo de que lo que se nos va a contar pueda sonarnos a tópico dada su trascendencia mediática, por todos conocida, Zarauza pone en pie un pormenorizado drama con notables tintes sociales que supera las crónicas informativas para centrar su mirada en el drama interno de los personajes, dando forma en su conjunto a una película necesaria y oportuna, cuyo guión tiene múltiples aristas y frentes narrativos, componiendo con todos ellos una ficción compacta, que ofrece una visión escrutadora de los inicios de la crisis.

Recorrida toda ella por un entrañable y desopilante humor, Los fenómenos puede y merece adscribirse al mejor cine social parido aquí, de ese que saca las miserias del contexto para contraponerlas a la inocencia de las víctimas de la injusticia; aquel en el que la emoción del drama sacude y remueve sin excesos, sin imposturas y donde las risas fluyen con naturalidad y absoluta cotidianidad, como la vida misma. Se le puede achacar cierta irregularidad en el perfilado de algunos personajes, pero es un error que tampoco ensombrece las virtudes alcanzadas por el grueso del film y que, en última instancia, logran soliviantar los trabajos de sus actores. Estos, en conjunto, funcionan en absoluto estado de gracia, respirando mucha verdad todos sus personajes, especialmente el grupo de secundarios destacados que comanda admirablemente Miguel de Lira, aunque claramente sea Lola Dueñas la que literalmente se salga de la pantalla, componiendo una Neneta que será muy difícil de olvidar. Su trabajo huele a premio de interpretación y Los fenómenos debería figurar (y a lo grande) en el palmarés final.
Juanma
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