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México México · Ciudad de México
Críticas de Iván Rincón Espríu
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Críticas 122
Críticas ordenadas por utilidad
5
10 de mayo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Los odiosos ocho' tiene algunas cosas buenas: la banda sonora con personalidad y méritos propios, a cargo del gran Morricone; la fotografía con instantes exquisitos y postales majestuosas, de Richardson… Pero, en general, me parece un western odioso, con diálogos redundantes, reiterativos y repetitivos hasta la exasperación, con tal de ser muy largos y seducir a quienes aplaudieron en su momento los insulsos intercambios verbales de Pulp Fiction, unos personajes burdos que hacen caricaturas de sí mismos hasta resultar literalmente insoportables, sobre todo el supuesto verdugo (tan amanerado que, en efecto, parece inglés) y el supuesto alguacil que todavía no asume el cargo y parece haber salido de una serie infantil de dibujos animados o por lo menos ser la voz de alguno de sus personajes (Dios nos libre de Tim Roth y Walton Goggins: el mundo sería menos detestable sin ellos).

La primera hora es una presentación de los personajes, al cabo de la cual uno se pregunta si la intención de la película es humorística, si es acaso una comedia negra como secuela degradativa de la Guerra de Secesión; entonces comienza una versión gringa de 'La tempestad', de Shakespeare, que progresivamente se transforma en Agatha Christie, como una vuelta de tuerca desde la perspectiva de los dos personajes principales, que son cazarrecompensas.

Del refrito del cine hongkonés al refrito de la literatura clásica, Tarantino se supera. Aquí vemos a todos sus actores fetiches y confirmamos que tiene serios problemas para incluir mujeres en sus relatos descriptivos de un mundo exclusivamente masculino, como el que suele concebir. Aquí vemos también una violación homosexual, como en Pulp Fiction, que precede a la violencia gore, tan característica del autor; al visceral director y escritor de guiones infames le fascina que las cabezas y vísceras de la gente estallen como sandías con balas expansivas.

La premisa es que un cazarrecompensas entregará con vida a su prisionera. La razón, en teoría, es un balbuceo ético (ningún tipo rudo saldría con semejante patraña y se ahorraría las molestias y complicaciones, dificultades y pérdidas de tiempo, con un balazo en la cabeza), pero en los hechos es un pretexto para que alguien irrumpa en el ameno encuentro de hombres cultos y trate de rescatar, a sangre y fuego, a la prisionera (mi querida Jennifer Jason Leigh en la interpretación más antipática de su carrera… por eso fue nominada como actriz de reparto al desacreditado Óscar, una vez que la dizque academia de Joligud ninguneó su extraordinario desempeño en 'Última salida, Brooklyn', de Hubert Selby Jr.).

Samuel L. Jackson y Kurt Russell hacen bastante bien sus papeles, a pesar de los pesares; también Bruce Dern, aunque nunca se levanta del sillón. Por ahí vemos a Demián Bichir en un papel autodenigrante (Tarantino reivindica hipócritamente a los negros, pero repele a los mexicanos y demás inmigrantes latinos, y su guión en este caso comete el error de atribuir un racismo antimexicano a cierta mujer que, minutos después, es anfitriona de una banda de forajidos, entre los cuales hay un mexicano).

Cuando acaba el tercer capítulo no comienza el cuarto, sino la segunda parte del tercer capítulo, que también acaba, pero no comienza el cuarto capítulo, sino la tercera parte del tercero, que acaba por fin y entonces empieza el cuarto capítulo. ¡Uf!

Salvo los guiños, la mayoría de los indicios resultan infantiles para un lector de Agatha Christie y Arthur Conan Doyle (como lo fui en la primera juventud).

El giro pretendidamente sorpresivo no es menos burdo que los personajes, pues sucede a dos horas de vulgaridad por un lado y aburrimiento por el otro.

Yo, como el entrañable y extrañado Gustavo García, paso de Tarantino.
Iván Rincón Espríu
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8
27 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Capitán Fantástico, de Matt Ross, es una película de crítica irónica, sardónica y subversiva, sabiamente anti religiosa, anti sistema social, anti sociedad de consumo, anti cultura de la simulación hipócrita, una lección anti solemne acerca del valor del conocimiento, de la vida en armonía con la naturaleza y de la autenticidad (un homenaje a Noam Chomsky, de paso). Cine de autor, independiente y alternativo, su mayor mérito es el guión escrito por el propio director.

Una familia de papá sabio, rebelde y temerario (Viggo Mortensen), con seis hijos de variadas edades, es comuna tribal medio jipi en el bosque y prescinde casi por completo de la "civilización": sus integrantes cazan, recolectan, siembran, cosechan, producen y cocinan su comida, hacen ejercicio regulado, además de practicar meditación y natación, entrenar alpinismo y defensa personal, entre otras cosas, como en excursión de "deporte extremo", pero de por vida; son también grupo musical en torno a la fogata bajo las estrellas. El papá es "todólogo", maestro de todo, que lo explica sin rodeos ni eufemismos, con una objetividad que raya con el cinismo; asigna lecturas y las supervisa. En el lenguaje familiar hay palabras "ilegales", como "interesante", por ser un término ambiguo y evasivo. También está prohibido burlarse de la gente con defectos, a menos que sean cristianos, y la burla en este caso es sorprendentemente divertida. Los niños articulan frases panfletarias y doctrinarias ("el poder para el pueblo, el pueblo al poder, abajo el sistema") con sus acciones y un pensamiento extrañamente libre. Ideologizada en extremo, la familia está entrenada por igual para lidiar con la sociedad cuando sale de su aislamiento a conseguir dinero y hacer algunas compras (o robar, si es necesario), aunque el hijo mayor tiene dificultades para desenvolverse con muchachas de su edad, a falta de práctica.

La representación de la vida en familia comunal por una película honesta no pretende ser idílica y habría resultado bastante aburrida sin conflictos y hasta rupturas; de ahí que su desencuentro con la "civilización" suponga un contrapunto: el sentido práctico de la ignorancia y el rechazo del conocimiento por la mediocridad quedan brillantemente de manifiesto en una plática de sobremesa, cuando unos niños saben que Nike es la diosa griega de la victoria y otros niños saben que es una marca de artículos deportivos y se burlan de los niños ilustrados, que tienen principios y valores éticos superiores, además de conocimientos. Los papás de los niños ignorantes dicen "protegerlos" de la verdad que supone, por ejemplo, el significado de la enfermedad mental y el sufrimiento, así como del suicidio y la muerte; su educación es evasiva y cobarde. El embrutecimiento con juegos de video representa en este caso una estúpida noción de la normalidad pre-adolescente.

Ante los ojos de la familia físicamente sana, la obesidad es un producto monstruoso y enfermizo de la cultura de consumo capitalista, mientras en la mansión del abuelo oligarca, la acumulación de riqueza material es "vulgar" y excluye una distribución ética de los espacios, entre otras cosas.

Algunos excesos de la película: una de las niñas más pequeñas adorna su búngalo en lo alto de un árbol con cráneos de castores y otros animales, entre los que tiene también un retrato de Pol Pot sin explicación ni objeción alguna del papá. El hijo mayor (personificado por un antiactor de gesticulación exagerada-neurótica-siempre-tensa) se declara "maoísta" sin más fundamento que el enojo cuando el papá confunde la etiqueta con "trotskista" (imposible que alguien medianamente informado confunda la melcocha con la mengambrea). Otra niña pequeña conoce de memoria la Carta de Derechos de los Estados Unidos y, cuando el papá le pide explicarla con sus propias palabras, suelta un choro que también parece memorizado (a falta de una actuación creíble) y que resulta inverosímil en un niño de su edad. El papá se exhibe totalmente desnudo en un parque ante la mirada espontánea de una pareja de ancianos (a los 58 años, por cierto, la condición física de Mortensen es envidiable).

El principio predispone al espectador animalista porque (igual que en La caza, de Thomas Vinterberg) la cacería sirve como símbolo del tránsito viril entre la niñez y la edad adulta, con la única diferencia de que aquí no es un deporte, sino una práctica salvaje de sobrevivencia.

Con esas y otras salvedades menores, el guión en general es sumamente plausible. Salvo también algunas fallas actorales (a Mortensen, por ejemplo, no le salen las lágrimas cuando llora, y aun así está muy por encima de los demás), la puesta en escena es perfecta.

Aunque la película no lo dice, Noam Chomsky es un pensador gringo que postula el "anarquismo social" y el "socialismo libertario" como alternativas a la sociedad capitalista. En vez de la navidad y otras patrañas de índole semejante, la familia festeja cada año "el día de Chomsky" y, en esta ocasión, lo hace con un pastel de chocolate al que agregan crema batida, que roba del supermercado el papá con inconvincente discreción, algo que podría calificarse como anti chomskiano, pero el pecado se perdona porque, para empezar, es una broma y sirve de pretexto para ventilar una de las enseñanzas más ecuánimes en la educación familiar: la argumentación exhaustiva del disenso en aras del consenso.

Matt Ross es más conocido como actor por sus papeles en las series de televisión American Horror Story, Sillicon Valley o Big Love, entre otras. Como guionista y director, Capitán Fantástico es su segundo largometraje, luego de realizar en 2012 el drama romántico 28 Hotel Rooms.

Más que una comedia, este drama fabulesco y sutilmente social tiene un toque de frescura y buen humor como condimento de la crítica para acentuar su tono irónico y su implacable sorna. Moraleja: las críticas más agudas al capitalismo y el occidentalismo suelen surgir de sus entrañas.
Iván Rincón Espríu
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8
9 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dorothy Mills (Irlanda, 2008), de Agnès Merlet, es una película infravalorada, sumamente oscura y siniestra, sombría y necrófila, un thriller sicológico que trasciende sutilmente al horror sobrenatural, de modo que transmite una sensación de anormalidad, más por el miedo irracional de la comunidad y la patología de la protagonista que por sus poderes síquicos en el viraje argumental.

Jenn Murray encarna uno de los personajes más complejos en la historia del cine y lo hace tan convincentemente que, a ratos, parece que fueran distintas actrices, pues Dorothy contiene múltiples personalidades; la necrofilia de su desdoblamiento es un giro interesante que desvela el misterio de una historia oculta en la atmósfera viciada y hostil de gente que se refugia en la religión católica, cerrando las puertas de sus casas y de sus mentes a la ciencia, como en otras cintas de aldeas unidas por la culpa y la complicidad, que siguen la tradición de 'El nombre de la rosa' (en la genial O Apóstolo, de Fernando Cortizo, por ejemplo, los habitantes de una aldea con reminiscencias medievales asesinan a los visitantes). Por tratarse de una isla irlandesa, este ambiente resulta bastante perturbador, aunque algunos hechos (el asesinato de animales en masa, por ejemplo) no tienen explicación y son mostrados nomás para enrarecer todo…

Tanto el guión como la puesta en escena serían perfectos si no fuera por dos o tres puntos débiles: la holandesa Carice van Houten, a quien habíamos visto dos años antes en 'El libro negro', de Paul Verhoeven, aquí es una belleza más discreta, pero su capacidad histriónica no aumenta gran cosa; aun así, es aceptable, pero debía ser más que eso (menos plana o algo más expresiva que un perro San Huberto), junto a la gran revelación de quince años que parece adolescente albina y no ha vuelto a sorprendernos (ahora hace papeles menores en películas tan mediocres como Brooklyn, de John Crowley, quizá porque no es bonita y el cine de todo el mundo asume como propia la superficialidad de Joligud).

Otro defecto, inexplicable por ser una película irlandesa y no gringa, es que el dictamen sobre la salud mental del personaje (a quien acusan del intento de asesinar una bebé a quien cuidaba) depende de una siquiatra y no de una sicóloga, que todo el tiempo se comporta como sicóloga, no como siquiatra, ignorancia que también parece transmitida por Joligud a todo el mundo como una epidemia.

Por último, lo peor de la película es el final, que deja una sensación engañosa de que toda la película está mal hecha. Pero viéndola más de una vez, uno valora que se trata de una extraña y oscura obra maestra. Lo demás es fascinante y, a diferencia de su valoración en los principales portales de internet que sirven para tales efectos (6.1 en IMDb, 46% en Rotten Tomatoes, 5.3 en FilmAffinity), yo le doy un 7.5, por lo menos.

Si la comparamos con Sybil (Estados Unidos, 1976), de Daniel Petrie, basada en el caso verídico de una niña con trece personalidades distintas, Sally Field protagoniza un personaje "tierno", edulcorado para la televisión, mientras que Dorothy Mills es inquietante por el sórdido contraste de los seres que encarna, como poseída por ángeles y demonios... y hasta Carice van Houten es preferible a Joanne Woodward en el papel de "siquiatra".
Iván Rincón Espríu
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6
6 de marzo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Revenant (El renacido), de Alejando González Iñárritu y Emmanuel Luvezki, no trata sobre la relación del hombre con la naturaleza, como dijo Leonardo DiCaprio al recibir su primer Óscar, ni acerca de la sobrevivencia humana y el sufrimiento personal en un mundo salvaje, sino que usa dichos temas como contexto en una historia de venganzas: cuatro personajes se proponen cobrar venganza y hacen de su propósito el principal estímulo para vencer la adversidad y sobrevivir: un jefe indio quiere vengar el robo de su hija por unos blancos; otro indio quiere vengar el asesinato de su esposa por una tribu enemiga; una india es violada y, más adelante, vemos que se lava las manos sucias de sangre por haber castrado a su violador. Al final, una frase cliché hace dudar al protagonista de la venganza medular.

Desde el principio, las escenas oníricas parecen causa y efecto del rencor: una masacre de indios deja huérfano al niño que adoptará el trampero blanco Hugh Glass (DiCaprio), quien lo salva de la muerte a manos de un oficial que primero asesina a la madre del niño, según interpreto una secuencia confusa; la voz de la mujer reflexiona en la mente del protagonista con metáforas en lengua nativa sobre la sobrevivencia.

La historia verídica de Glass inspiró una novela de Michael Punke, y la novela inspiró a su vez una película: Man in the Wilderness (Estados Unidos, 1971), de Richard C. Sarafian, con Richard Harris y John Huston. En 1820, un barco sobre ruedas hace una travesía por tierra firme, y la expedición es guiada por un trampero al que ataca un oso y lo deja para el arrastre; asediados por los indios, sus compañeros lo abandonan a su suerte. El trampero sobrevive, recurriendo a su lado más salvaje, y sigue a la expedición para vengarse. En su adaptación de la novela, para darle sabor al caldo de la venganza, el guión de González Iñárritu y Mark L. Smith agrega el hijo putativo y una posible esposa de Glass, también india (elementos que no existen en la historia original ni en la novela ni en película homónima), y elimina el barco sobre ruedas, que hacía de la historia algo extraordinario.

A final de cuentas, este guión es el más pobre de las seis películas que ha dirigido González Iñárritu: el primero es un hito a pesar de que su referente inicial parece ser el guión de Pulp Fiction, ópera prima de Quentin Tarantino; el segundo aumenta al máximo la complejidad de la estructura narrativa y resulta una obra maestra; el tercero es una mafufada cosmopolita para seducir a los gringos, cosa que funcionó; el cuarto es intrascendente, pasa sin pena ni gloria; el quinto alcanza un nivel más alto que todo lo anterior y, desde luego, es otra obra maestra; el sexto (para la primera película que no es proyecto de González Iñárritu, una vez asimilado al money-system de Joligud) parece traicionar una tradición, la búsqueda de originalidad y la disposición a correr grandes riesgos en aras de crear algo nuevo en todos los sentidos, incluida la calidad sin precedentes.

El Óscar a DiCaprio es tardío y premia la espera, más que su actuación en una película con demasiado Lubezki para tan poquito argumento. La primera gran actuación del entonces joven y prometedor Leo es su papel protagónico en Diario de un rebelde, de Scott Kalvert. En ¿A quién ama Gilbert Grape?, de Lasse Hallström, su papel de reparto como retrasado mental es la mejor actuación de su carrera. Para la masa está Titanic, de James Cameron, pero las películas más trascendentales del actor son las que ha dirigido Martin Scorsese, Pandillas de Nueva York y Los infiltrados, principalmente. En Revolutionary Road, de Sam Mendes, DiCaprio hace pareja de nuevo con Kate Winslet, ella masculina y él afeminado, memorables ambos. Encarnar al protagonista de Revenant: El renacido, en cambio, requería de una personalidad más áspera, un tipo más rudo, y de ahí que, en su momento, lo haya hecho mejor Richard Harris, para mi gusto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Iván Rincón Espríu
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8
24 de diciembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una rara avis inclasificable, con algo de comedia negra, oscura en todos los sentidos, tétrica, necrófila y deliciosamente depravada, tan extravagante como suelen ser las películas de Terry Gilliam.

Basada en la novela homónima de Mitch Cullin, comienza con una advertencia del guionista y director, que predispone al público. En seguida vemos a la niña Jeliza-Rose (Jodelle Ferland) preparando la heroína que se inyecta su padre, y acondicionando todo a su alrededor para que se vaya de "vacaciones" por un rato. La madre también es drogadicta, pero la pequeña es genial y recurre a su mundo imaginario para refugiarse de una realidad miserable y sórdida, con cuatro cabezas de muñecas por únicas amigas. Monólogos infantiles de lo más ingeniosos, ocurrentes, llenos de fantasía y humor negro, así como una fascinante actuación que parece no tener límites, plena de gracia y encanto, carisma y talento, hacen de ella un personaje entrañable.

Alucinantes escenas de surrealismo onírico podrían tener influencia de Neil Jordan y sus memorables secuencias subacuáticas en 'Dentro de mis sueños' (In dreams), otra película infravalorada. Desde 'Alicia en el país de las maravillas' hasta 'Psicosis', los guiños culminan en el horror… Aquí nadie es normal.

Cuando la niña juega que actúa frente al espejo, se asoma una mano, quizá del camarógrafo o algún asistente, inexplicable y decepcionante error que sabotea esta maravilla.

En la presentación de lo que ahora es una obra de culto, algunos asistentes abandonaron la sala de exhibición y después la película fue acribillada por la crítica más conservadora y estúpida.

En lo personal, Tideland es una de mis favoritas de Gilliam, aunque la más compleja y representativa de sus laberintos mentales sigue siendo Brazil, realizada veinte años antes.
Iván Rincón Espríu
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