Los hermanos Hughes han logrado un filme decente en medio de una trama muy edulcorada. Es una historia demasiado americana, demasiado moralista y demasiado adoctrinadora, y aunque no deje de entretener por culpa de unos planos muy cuidados, es su protagonista el que se lleva el gato al agua y las miradas casi exclusivas del espectador. Gary Oldman sigue siendo un villano notable, y del resto del reparto sólo destaco a Jennifer Beals, esa irrepetible bailarina de Flashdance que nos deja perplejos ante tal derroche de belleza y buen hacer.

Una película entretenida sin más, que resulta convincente por su factura, pero desastrosa en el mensaje final.

Ha sido una experiencia interesante ir a ver esta película, sin duda. No tenía unas expectativas ni buenas ni malas, algo que ayuda a ir sin preconcepciones. Tiene ese tufillo a Amelie que no empalaga pero que si cuenta las cosas de una manera diferente. Todas las críticas que he leído coinciden en retratar a este producto como algo más que una comedia romántica. Es, sin embargo, el romanticismo un término caduco en estos días y debería definirse claramente para no confundir con el Notting Hill-love actually-bridget jones pack de Richard Curtis, que si está merecidamente integrado en ese género.

Seamos claros, todos sabemos que Summer no pega ni por asomo con el carácter introvertido del insulso pero entrañable Tom. Muchos de nosotros no duraríamos ni una cita con una chica tan insoportable, pero hay que retratar de vez en cuando la realidad tal y como es. No existe el amor platónico, sólo una serie de amores, platónicos y no tanto, en diferentes momentos de nuestras vidas. Lo sabio es saber disfrutar de todos ellos sin prestar mucha atención al gusano invasor de Corin Tellado y el todo-acaba-bien que Hollywood supo bien implantar en nuestras inocentes cabecitas adolescentes y del que a día de hoy muchos parecen seguir enfermos.

Al final, se queda un residuo poco agradable con respecto al desenlace, no porque sea bueno o malo, sino por las ganas de haberle dicho un par de buenas verdades a la cara tanto a Tom como a Summer.

Por todo ello, hay que aplaudir a Webb por darnos unas merecidas collejas a los telespectadores y gritarnos a la cara lo que la vida es.

Los Misterios de Pittsburgh, una película cuya existencia pasó desapercibida para muchos de nosotros quienes nunca vimos trailer alguno. Un reparto nada desestimable, sobre todo por la presencia de Sienna Miller, una adictiva actriz aun por explotar en el olimpo interpretativo. He aquí que al finalizar la misma me quedo exactamente igual que antes de verla.

Existen ya unas cuantas películas sobre triángulos amorosos, incluso de este tipo (no revelaré la naturaleza del mismo), sin embargo aquí no se cuenta bien, o peor, no se interpreta bien. Es una percepción muy subjetiva, claro, pero el descubrimiento de la verdadera naturaleza del ser suele pasar por experiencias menos extremas que esta, y aun así he visto muchas películas que dejan mejor sabor de boca. No tiene que ver con lo trágico, ni con lo inusual, sino con la manera de narrarlo. En el caso que nos ocupa, la misma no es convincente, ni tan siquiera factible. Este factor, unido a la muy mala recreación de la época, hace que la relevancia del filme se codee con la de los telefilmes de antena 3 a las cuatro de la tarde.

Por no destripar el argumento, me reprimo y comento, grosso modo, que este largo de Ken Kwapis es un desfile de caras conocidas por la mayoría de nosotros. Las interpretaciones rozan el sobresaliente en muchos casos y las historias están, por lo general, bien contadas. Lo único que falla en esta película es el tufo casi putrefacto a moralina disfrazada de modernismo. El final está a la altura de lo esperado, para los románticos y para los crédulos, pero la historia de Ben Affleck con Jennifer Aniston no tendría que haber cruzado el umbral de lo políticamente correcto. Hay cosas que es mejor acabar con la idea inicial, porque pueden estropear un filme y hacerlo bajar de Segunda División a Tercera Regional. Por lo demás, entretiene.

En ocasiones veo muertos... que diría el joven Joel Osment. Así me quedé al salir del cine. El gastado comentario de Mickey Rourke haciendo de sí mismo es fidedigno, y si tanta gente lo dice será por algo. La película es un más que digno relato sobre el infierno terrenal de un hombre que quiere vivir el resto de sus días haciendo lo único que sabe: luchar en un teatral ring de Wrestling. Si a esto añadimos que hay cosas en la vida que precisan la juventud, no es difícil concluir el por qué de la frustración y declive personal de este luchador.

Es una historia contada muchas veces en el cine, pero ni por asomo una historia tan buena como muchos nos quieren hacer creer. Marisa Tomei está espléndida, pero casi como en todas sus películas, y aún así me sigo quedando con la Tomei de "Antes que el Diablo sepa has muerto". Rourke se come la cámara, construyendo un personaje tanto mental como físico asombrosos aunque, una vez más, no tan extraordinario como muchos afirman.

Un aprobado con nota, y así lo dejo.