Esta es una obra breve pero intensa de H.G.Wells que en sus tres adaptaciones cinematográficas contó con repartos de lujo. Es, no obstante, la primera entrega la más inspirada y sutil. Probablemente debido a la técnica de rodaje y a conceder a la interpretación el resto. Ahí reside el encanto de La isla de las almas perdidas y su contemporánea El malvado Zaroff.

En esta entrega, los intérpretes no dan la talla: Burt Lancaster está contenido y su 'conmigo o contra mí' no convence, Michael York es exasperante a ratos y Bárbara Carrera ni está ni se la espera.

La música es hermosa y la pieza que inicia los créditos atrapa con su épica melancólica. Como curiosidad, en el haber del compositor se encuentra la adaptación televisiva de La Fuga de Logan, la serie para el mismo medio de Las Aventuras del Joven Indiana Jones o la banda sonora del filme Furia de Titanes (1981).

En cuanto a maquillaje, no aporta nada destacable en comparación con su hermana mayor, La isla de las almas perdidas, de 1932.

Parece ineludible encontrar paralelismos entre el museo de cera y la Calle Morgue. Al menos, con respecto a la de André De Toth y esta cinta de Roy Del Ruth ya que en ambas se utiliza el color en 3D. Sin embargo, mientras que "Los crímenes del museo de cera" (1953) supera a su predecesora ("Los crímenes del museo", Michael Curtiz, 1933) -aunque no por mucho, Price mediante-, "El fantasma de la Calle Morgue" queda como un ejercicio correcto, de interpretaciones solventes, ambientación adecuada -sin abusar del cliché- y no consigue arriesgar como "Doble asesinato en la Calle Morgue" (Robert Florey, 1932).

Podríamos debatir acerca de cuál es la adaptación más fiel de la pieza de Poe, escribir sobre la fotografía magistral de Karl Freund o el carisma de Lugosi... y con todo ello, no negaríamos que
este filme de 1954 se deja ver a pesar de agotar su suspense de modo abrupto* pero obsequiar, también, con alguna pista de la amenaza más soterrada**

Estupendo maquillaje y efectos para la época.

La austeridad en el presupuesto de las realizaciones de Corman ha marcado prácticamente su carrera hasta el punto de reconocer los mismos decorados de un filme a otro*. A pesar de ello, no resta un ápice su atractivo y define la idiosincrasia de uno de los mejores adaptadores en cine de la obra de Poe. El terror y el suspense, desde entonces y -sobre todo- con la proliferación del horror "slasher", han ido perdiendo su efecto en generaciones acostumbradas ya a espectáculos más encarnizados. Que, de algún modo, ponen en tela de juicio, a su vez, los relatos clásicos y la imaginería popular.

"Historias de Terror" marca distancia frente a otras películas del director estadounidense con respecto a su metraje -89 minutos para tres relatos-. Porque se sirve otra vez de su actor fetiche, continúa conjugando efectos toscos pero singulares** y los personajes femeninos se difuminan en su desdicha en favor de un nuevo cuento.

De estas piezas, la más sobresaliente es "El Gato Negro". Price cambia de registro, Lorre realiza su primera incursión en el cine del célebre tándem (repetiría en "El cuervo", 1963).

En "El caso de M. Valdemar", Basil Rathbone es la gran aportación.

Pésima adaptación libre de un gran clásico que tuvo más fortuna gracias a la pericia de Renoir ("Le testament du Docteur Cordelier", 1959) o al respeto de Fleming ( "Dr. Jekyll and Mr. Hyde", 1941), por poner dos ejemplos.

Acartonada hasta lo insospechado, repleta de saltos de guión y con personajes huecos, interpretaciones sobreactuadas y un final que supone un giro forzado para su pretendida narrativa.

Atropellada, difícil de seguir, insoportable, en otras palabras. Esta cinta, que loa la capacidad del Louvre y - a la vez- se ríe de él, se sirve de momia a la gloria de Marceau. Interesa más la belleza, los gestos, el "tipín" de la actriz que cualquier explicación plausible acerca de la reliquia fantasma. Entre el catetismo y el chauvinismo francés, pasan los minutos.

Para enamorados de Marceau: antes Anna Karenina o El mundo nunca es suficiente.
Para adoradores de este tipo de espectáculo galo: Adele Blanc- Sec.