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Críticas de Federico_Casado
Críticas 662
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
20 de marzo de 2022
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los compadres, el Rafi y el Fali, han vuelto a traernos una nueva ración de enterismo. El problema es que no es una ración, sino veinte, treinta raciones. Un empacho de raciones de enterismo, que ya intenta utilizar todos los recursos posibles argumentales y estilísticos para crear un verdadero delirio en lo que debería ser una comedia. O mejor dicho, una sátira. Lo que sucede es que este tipo de reflexiones, se realiza con una precisión milimétrica, con una intención vitriólica, para acertar en el tiro de lleno. Sin dudas, sin titubeos. Al centro y hasta el fondo.

El problema es que en esta tercera película (que se supone cierra la "trilogía" que creó Sánchez con "El mundo es…") se tocan demasiados palos, demasiados temas, y demasiados tonos: a veces sarcástica, a veces reflexiva, a veces realista. De manera que no sabe uno a qué carta quedarse. Y luego está el tema del barullo: porque hay demasiado. Prácticamente desde el brillantísimo arranque (lo mejor con diferencia, con un duelo entre el protagonista Sánchez y Antonio de la Torre, realmente antológico…) toda la temática parece metida con calzador: pelotazos, empresarios, corrupción, una montería, Chinos, políticos de todo signo, poder, dinero… un delirio demasiado aturrullado que explota cada cinco minutos. El referente berlanguiano no sólo está presente en el homenaje a tres de sus mejores trabajos (La trilogía de La Escopeta Nacional, Bienvenido Mr. Marshall -ahora en versión China- y La Vaquilla), sino también en la narrativa, ya que Sánchez hace uso del plano secuencia, a modo del maestro valenciano, sólo que ahora todo parece menos controlado, más caótico, incluso diría que confuso. Se solapan personajes, diálogos, temas, sin llegar a quedarse en nada. Todo a borbotones. Y es cierto que en algunos momentos hay aciertos totales (o parciales) pero en la mayoría de los casos, está demasiado confuso todo.

Eso me lleva a reflexionar no sólo con Berlanga, sino con otro "referente" que el director, guionista y protagonista de la historia, Alfonso Sánchez, ha citado en la promoción de la película, que son los Monty Python, el genial grupo humorístico británico que revolucionó la televisión y el cine en el siglo pasado. La mayor diferencia, es que en películas tan locas como "La vida de Brian", lo que parece sorpresivo, está milimétricamente calculado. Y ese control no se transmite en ningún fotograma de esta aventura compadril. Es más, yo diría que la comedia, como uno de los más difíciles géneros de la historia del cine, necesita un alarde de control argumental y de chistes, que si no se hace, queda todo deslabazado, el mensaje se pierde y lo único que se consigue son chistes la mayoría de veces ineficaces. Baste citar a maestros de la comedia como Blake Edwards, Billy Wilder o el citado Berlanga. No sólo conseguían que nos troncháramos de risa en la silla, sino además colar soterrados (e inteligentes) mensajes de toda índole, desde la política a la misma naturaleza humana. Claro que se hacía con la finura de un cirujano que manejara un bisturí finísimo que es capaz de eliminar capa a capa del mensaje, y ahora lo que se utiliza es un torpe martillo que no hace más que ruido, quedando todo demasiado obvio, demasiado burdo, demasiado tosco.

Hay que elogiar el gran esfuerzo realizado por todo el equipo técnico/artístico mayoritariamente andaluz, pero no es menos cierto que el nivel actoral -bien por la dirección de actores, bien por la inexperiencia o sobreactuación de otros- llega a ser bochornoso en algunos momentos. Porque llegar al extremo no hace falta para hacer reír, y las caricaturas llegan a ser verdaderos esperpentos. Y ojo, que los esperpentos están bien, pero siempre que la película tenga el tono y la vocación de esperpento, y no se pontifique con el bien, el mal y se ponga uno serio y estupendo, ya que de esa manera es cuando todo chirría y no encaja.

Es una verdadera pena que el gran nivel alcanzado por su segunda película sobre "El mundo es…" haya bajado tanto en esta tercera parte, porque las expectativas y los personajes ya estaban sentando las bases para un colofón esperado. Pero es que resulta todo tan infantil, tan anacrónico, que es un despropósito pensar que a día de hoy todo sigue igual que en la época de la UCD (años setenta y ochenta del pasado siglo) donde se decidían las cosas en cacerías. Es más, el intento políticamente incorrecto de ese parche argumental estilo "el juego del calamar" metido con calzador (y que no desvelaré para no hacer spoiler) no encaja de ninguna manera. Se mire por donde se mire. Ni te lo puedes tomar en serio -porque no es la vocación ni la intención- ni tampoco a broma -porque en el contexto, no pega ni con cola-. De esa manera, es como si se quisiera meter en un cóctel elementos tan dispares y contrapuestos que es imposible que el resultado saliera bien, por mucho que se agitara. Quizás lo más acertado son los dibujos animados del comienzo con los créditos, porque es donde no chirrían los personajes y se puede aplicar lo del "todo vale". Porque en el resto de la película, no vale. No funciona.

Tengo la impresión prácticamente desde el inicio, que todo es demasiado incoherente, caótico, apresurado, donde todo el mundo tiene que hablar muy rápido, andar muy rápido, moverse muy rápido… para llegar a ninguna parte.
Federico_Casado
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5
8 de marzo de 2022
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca he terminado de ser fan ni del movimiento, ni de la estética "grunge", que tantos resultados ha dado David Fincher en el cine. Ese toque oscuro, virado a verde, donde casi se tienen que adivinar las cosas, llega a empachar. Ni siquiera con una justificación argumental -como una investigación criminal- logra entretener. Y ese es el gran pecado del cine, no entretener. Y es el que comete Matt Reeves con esta enesimoáva versión del hombre murciélago, revolcado en el feísmo, en lo sucio, en lo atormentado, trastornado, retorcido. Ya veíamos una Gotham City asquerosa, sucia, problemática y fatal en el "Joker" de Joaquin Phoenix, pero ahora ha sido todo amplificado, hasta el punto que el mismísimo Bruce Wayne, el llamado "príncipe de la ciudad" por sus amigos y enemigos, ahora es un chavalín desgarbado, pesaroso, acomplejado, oscuro. Y canijo. Muy canijo. Justo lo que no debería ser ni Wayne, ni Batman.

¿Que Pattinson es un buen actor? Hay que reconocerle registros acertados en su trayectoria, e incluso en esta película. Pero desde luego, no compone un personaje ni acorde con los cómics, ni acorde con el argumento de la película, que resulta de lo más tedioso, lineal, previsible y tópico. En un intento de originalidad, cambian al enemigo por antonomasia de Batman (que es el Joker, claro) por Enigma, otro de sus adversarios, pero mutado en algo mucho más siniestro, más oculto, menos colorista. Porque en esta película casi no hay colores. Todo está contado en blancos y negros (sobre todo negros). Y todo se estira muchíiiisimo, de manera injustificada. Más de tres horas de película que llega a hacerse realmente pesada, tediosa, aburrida. Se podría haber simplificado todo muchísimo más, llegando a una duración incluso de hora y media (así como suena). Porque en buena parte del metraje NO PASA NADA. Y cuando pasa algo, lo hace de manera muy lenta. Incluso las secuencias de acción (pocas, pero las hay, y si has visto el tráiler, ya las has visto casi…) están coreografiadas de manera un tanto plana, distante, nada que ver con las espectaculares peleas y evoluciones que hemos visto en la versión Affleck de Batman.

Todas mis esperanzas han caído en saco roto, porque estamos hablando del mejor superhéroe de la historia no ya del cómic, sino de la historia de la ficción. Porque ¿cómo puede ser de bueno un personaje que tiene cosas de Sherlock Holmes, de Drácula y de El Zorro? Pues eso, el mejor. Un superhéroe, que no es superhéroe. Que no tiene poderes sobrehumanos como otros personajes de la DC como Supermán o Flash. Pero eso sí, tiene una voluntad incorruptible, y una inteligencia y sagacidad que le hace estar preparado para cualquier situación, y lo que es mejor, solucionarla. Porque Batman siempre tiene un plan. Para todo.

Y aquí, el personaje está atribulado, desquiciado, no sabe para donde tirar en muchas ocasiones. Han humanizado tanto, tanto la película, que lo han desposeído de toda la mitología propia de Batman. De la galanura de Bruce Wayne, de la coquetería con Catwoman (que ahora no tiene en absoluto, sin química alguna con Zoe Kravitz), de todo casi.

Resulta inevitable recordar la gloriosa trilogía de Nolan, de la que es heredera en lo trascendental, y por supuesto en la estética, pero aún más extrema. Sólo que Nolan es capaz de aflojar y aumentar el ritmo, porque como cineasta le pega varias vueltas a Reeves, que aunque ha sido voluntarioso, no ha llegado ni de lejos al nivel que se le esperaba. Aunque este director hizo una revisión lustrosa de la saga de los simios, en esta ocasión ha fallado en muchas cosas: en el casting, para empezar -como ya dijimos antes-. En la estética para seguir -porque no se ve nada-. Y para rematar, en el ritmo y duración, que es sencillamente ETERNA. No me recuerdo en ninguna película de Batman (incluso en el espanto protagonizado por George Clooney) mirando el reloj cada cinco minutos para ver si acababa. Pero ahora si lo he hecho. Porque la trama es lineal, casi única, en una investigación policial que no es tampoco demasiado compleja. Y la historia no da para más.

Eso sí, hay que reconocer un gran acierto en la banda sonora de Michael Giacchino, que perfila el universo de Batman y le da el toque épico que necesita. No obstante, salvo eso y algún que otro detalle, ha sido una gran decepción en todos los aspectos. Sólo me queda la nostalgia de pensar qué habría sido de este proyecto si en efecto, lo hubiera escrito, dirigido y protagonizado Ben Affleck, uno de los mejores Batman / Bruce Wayne, que haya visto la historia del cine.
Federico_Casado
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3
7 de febrero de 2022
21 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque es alemán, parece más norteamericano que las barras y estrellas, habida cuenta de todas las veces que ha ensalzado el (supuesto) espíritu libre de Estados Unidos y su sociedad. Desde que Mario Kassar lo invitara a dirigir en Hollywood, su carrera ha sido más que fructífera, más en lo económico -con éxitos tales como "Stargate" (y toda sus sagas…) o "Independence Day"- que en lo artístico, considerado como un director de muchos efectos especiales, catástrofes y poco más. No obstante, Emmerich realizó una apreciable película "El Patriota", protagonizada por Mel Gibson, que le dio cierta credibilidad entre la crítica. Como ya dije antes, paradójicamente ese sentido patriotero de sus cintas viene de parte de un alemán.

En sus películas ha puesto a la civilización entera al borde de la extinción, y no sólo por parte de los extraterrestres, sino por el cambio climático y todo tipo de desastres naturales. Pero en su filmografía, había una cierta coherencia -sin que sus guiones fueran precisamente una maravilla-, una cierta progresión. El problema de sus últimos trabajos -en los que podemos englobar la decepcionante segunda parte de "Independence Day", un delirio completo…- es que parece haberse emborrachado de todos los recursos, y abusa de ellos, más que para que funcionen, para intentar apabullar al espectrador, buscando su asombro.

Resulta curioso cómo ese cine setentero que tantos millones dio en la taquilla con títulos como "El Coloso en Llamas", "La Aventura del Poseidón", "Aeropuerto", "Terremoto", ahora se reinventa en una fórmula diferente: ya no hacen falta un ramillete de estrellas de Hollywood (en todos estos títulos estaba desde Paul Newman a Fred Astaire pasando por Steve McQueen o William Holden...) sino mucho ordenador. Tanto ordenador que por bien hecho que parezca todo, resulta sencillamente falso.

Emmerich ha querido hacer la mascletá: todo a la vez. Tsunamis, terremotos, problemas gravitatorios, la luna que va a chocar con la tierra, y como guinda del pastel -hagamos un spoiler, porque sencillamente, el tráiler ya lo hace- extraterrestres. Y como suele pasar, los salvadores de la humanidad son los más desastres, los más frikis, los más inadaptados, los más desastres. Resulta que en una misión espacial, un astronauta pierde el control por un fenómeno estelar que no sólo acaba con la vida de su compañero, sino que destroza la nave espacial. La Nasa, cabreadísima, lo despide y cae en desgracia totalmente. Años más tarde, un friki muy dado a las teorías de la conspiración, descubre que la luna va a chocar contra la tierra. Y se desata el pánico, todo el mundo sale despavorido a salvarse, y los únicos que pueden solucionar el problema son precisamente el friki, el astronauta reciclado en borrachin outsider, y su compañera de misión, que es nombrada directora de la Nasa, nada menos, en un momentito. Y mientras, terremotos, tsunamis, explosiones… un variadito brutal donde (se supone) que muere muchísima gente (pero que no se ve) y donde se salvan precisamente, los que se tienen que salvar para que el guión de la película avance.

Vamos, un verdadero cachondeo que no resulta creíble en absoluto, pero vamos, que da igual, porque parece que lo importante para Emmerich es que todo explote desde el minuto uno, que haya catástrofes más catástrofes y que todo parece que se vaya a la mierda sin solución alguna. Y claro, siempre estará la esperanza de los protagonistas…

Vale, Emmerich antes hacía las cosas un poquito mejor. Es decir, se guardaba los fuegos artificiales para el final, preparándonos durante toda la película para ese momento, y cuando llegaban esas imágenes, eran del todo impactantes. Pero ahora es que empieza todo inmediatamente, y cuando ya hemos visto que las ciudades se han arrasado, que los huracanes han destrozado edificios enteros, que los Tsunamis se llevan por delante coches, camiones, aviones y de todo… cuando llega otra cosa más, pues como que nos da ya un poco igual. Tenemos tal empacho de catástrofes, que una más, pues vale. Al saco.

Y por esa misma razón, la película, muy impresionante en cuanto a efectos visuales, llega a ponerse de lo más aburrida y únicamente esperamos la explicación de por qué está pasando todo esto (y que cuando llega nos deja más bien traspuestos, porque casi que lo lía todo más que explicarlo).

Debería haber dosificado más los recursos y secuencias de catástrofes, porque cuando se empieza queriendo ser todo y hacer todo, se termina no siendo ni haciendo nada.
Federico_Casado
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7
5 de enero de 2022
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene Matthew Vaughn una manera muy interesante no sólo de rodar -como ya demostró en las dos anteriores entregas de esta saga- sino de vender películas, habiendo creado una tendencia interesante, a modo de autoparodia del cine de espías británicos -con la referencia indiscutible de James Bond, pero rememorando en estética y contenido a la famosa serie televisiva de los sesenta "Los vengadores", con los inolvidables Patrick MacNee y Diana Rigg- y, naciendo del cómic de Mark Millar, trasladar todo ese delirio visual a la gran pantalla.

Utilizando la fórmula comercial de la "precuela", ahora tendremos la oportunidad de ver cómo nació en realidad esa "agencia de inteligencia independiente" en el seno de la alta sociedad británica, cuando el bien relacionado Duque de Oxford decide implicarse para hacer del mundo un lugar mejor y más igualitario. Como ha sucedido en entregas anteriores, hay una siniestra organización que pretende destrozar la humanidad según sus propios criterios. Pero la originalidad en esta ocasión radica en que la acción se desarrolla a principios de siglo, entroncando con la historia misma y revisando los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial, donde la geopolítica del siglo XX cambió radicalmente con el conflicto bélico más sangriento jamás conocido hasta entonces.

Otro elemento interesante -y divertido- es jugar con personajes reconocibles de esa época, como Mata-Hari, Rasputín o el anarquista Gavrilo Princip (quien atentó en Sarajevo contra el Archiduque de Austira, provocando el inicio de la Primera Guerra Mundial), todos ellos bajo el mando de un enigmático personaje…

La espectacularidad de las imágenes está garantizada, con coreografías imposibles en las secuencias de acción y un lenguaje narrativo incluso más impactante que el de las dos anteriores entregas. Y como atractivo añadido, un carismático Ralph Fiennes que dota de un glamour notable a toda la película, convirtiéndose en el eje y centro de la historia. Pero después de ese apabullante despliegue de recursos ¿era necesaria esta película? ¿realmente entronca con el universo anteriormente planteado? (porque se nos dijo que esta agencia llevaba siglos protegiendo a los débiles e inocentes, cuando en realidad parece que arrancó a principios del siglo XX…).

El caso es que el resultado final es efectivo (y eficiente), aunque con el innegable regusto a videojuego que tienen las anteriores. Realmente echo de menos el toque gamberro y canalla del personaje de Ecsy (Taron Egerton), aunque la sustitución de Colin Firth por Fiennes funciona a la perfección (pocos han llevado un peluquín mejor, a excepción quizás del mismísimo Sean Connery…). Pero hay que tomársela con la ligereza e intrascendencia que realmente tiene, por mucha vocación histórica que se le haya querido dar: es un juguete para disfrutar durante más de dos horas, y eso lo consigue con creces. Y lo mejor es que no se echa de menos la tecnología y los aparatitos.
Federico_Casado
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6
19 de diciembre de 2021
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para los acérrimos amantes de los cómics Marvel -entre los que me encuentro- Spiderman ha sido su más icónico personaje, superando a todos los demás (incluyendo al Capitán América, Hulk, Los 4 fantásticos…). Por eso cuando hace años Sam Raimi cogió el testigo con la Sony/Columbia detrás para hacer la primera película de esta nueva era (corramos un tupido velo con las adaptaciones televisivas del personaje…) todos estábamos de enhorabuena. Para empezar, porque Raimi también era amante de los cómics, también conocía al personaje, y su cine tiene toques de cómics en la narrativa. Pero claro, lo que no contábamos es con un personaje siniestro, que llegó a, nada menos, dirigir la mismísima Marvel. Me refiero al israelí Avi Arad, un señor que estudió dirección de empresas y que se recicló en productor. Curiosamente, cuando menos metía la zarpa en las películas, mejor funcionaban en todos los sentidos.

Pero la megalomanía de este señor terminó explotando y llegaba a imponer a los directores y creativos lo que tenían que hacer -¡¡¡pero qué sabrá este señor!!!-. Raimi terminó huyendo después de lo que le obligaron a hacer con la tercera película de Spiderman (obligarle a meter a Venom, al hombre de arena -encima imponiendo al actor que tenía que hacerlo- y demás lindezas).

Todo este preámbulo lo he hecho para ver la diferencia de criterio que ha tenido Kevin Feige a la hora de crear el MCU, con la Marvel, los Vengadores, Iron Man (si, ya sé que Arad produjo la primera parte -la mejor del personaje-, pero ahí no molestó mucho a Favreau…), Thor, y demás. Mientras que Arad ha destrozado -literalmente- las películas, Feige ha dejado que los criterios creativos de los directores y guionistas no estuvieran encorsetados. Y eso ha supuesto un éxito sin precedentes en la historia del cine, consiguiendo recaudaciones y todo un ecosistema de personajes que se extienden al merchandising, pero de una manera digna. Claro que esto tampoco ha durado mucho, ya que desde que Disney compró Marvel, hemos vuelto a banalizarlo todo…

El caso es que Sony y Marvel llegaron a un acuerdo para incluir a Spiderman en el universo de Los Vengadores y demás, y el invento ha medio funcionado con las dos películas anteriores protagonizadas por Tom Holland como Spiderman/Peter Parker (Homecoming y Lejos de casa). Pero ahora que ha habido un cambio de ciclo con Los Vengadores, que Iron Man/Tony Stark ha fallecido y el Capitán América también ha sido relevado, se esperaba también un broche final a la etapa de Tom Holland como el trepamuros, y por ello se ha apostado por la misma fórmula de la tercera parte de la trilogía de Raimi, malos a manta, mucha acción frenética, y mucha espectacularidad.

Es cierto que el guión ahora tiene cierta coherencia (la aparición del Multiverso y del Dr. Strange), pero llega un momento en que nos cansamos y la película decae de interés. Meter en la misma película al Doctor Octopus, al Duende Verde, al Hombre de Arena, al Lagarto y a Electro es como una gran mascletá para el personaje, que se tiene que enfrentar a su mayor amenaza. No quiero hacer spoilers, pero desde luego para el fandom va a ser néctar y ambrosía, porque la película es totalmente cómplice y se llega a conectar (en la sala los fanáticos aplaudían cuando aparecían los personajes…).

Pero cuando no aplaudieron es al final. ¿Y por qué? Porque aunque haya habido esa acumulación, la película es mediocre, cambia mucho de ritmo y de calidad y no guarda una coherencia de principio a fin. Es verdad que tiene momentos épicos y espectaculares (sobre todo cada vez que aparecen Benedict Cumberbatch (Dr. Strange) y el Duende Verde (Willem Dafoe), porque son dos actorazos que deslumbran en cada gesto.

Además de ello, el tono cambia cada cinco minutos, oscilando entre la trascendentalidad de querer salvar la humanidad, y los problemas de un grupo de adolescentes atolondrados que no tienen ni puta idea de nada. Ese toque desenfadado de humor, que ha encajado bien en las dos películas anteriores de Spiderman (las de Tom Holland) ahora no funcionan tan bien, máxime porque estamos hablando de situaciones demasiado grandilocuentes (el cruce de universos y realidades, etc.).

No obstante, hay que reconocerle algunos momentos muy buenos, aunque estoy convencido que este resultado aturrullado y confuso se debe seguro a Avi Arad, que ha vuelto a meter las zarpas en el proyecto…y como siempre hace, la ha vuelto a cagar. Porque lo podría haber sido una reinvención del personaje, con todos sus toques (ahora el mentor de Iron Man podría haber pasado a ser Dr. Strange, la evolución de sus amigos, etc.) se ha quedado en una maraña algo vacía de fuegos artificiales para apabullar al espectador.
Federico_Casado
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