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España España · Madrid
Críticas de horacio
Críticas 628
Críticas ordenadas por utilidad
10
7 de febrero de 2008
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Susan Hayward tenía la fuerza de un ser superior. La tuvo siempre y por eso se reflejaba perfectamente en los papeles más difíciles, los menos glamourosos como éste basado en la propia autobiografía de Barbara Graham quien tampoco se tuvo mucha piedad en su vida jalonada de dramas lacerantes.

La Hayward fue la auténtica Barbara Graham en este filme I Want to Live! en manos de un muy inspirado Robert Wise: ambos con el dinamismo de un canto ejemplar contra la pena de muerte, con el poderoso vigor de quien se sabe montando una causa justa "aunque vengan degollando" y no goce a la primera de los favores del público. Al final todo les salió muy bien, consiguiendo el mayor triunfo de ambas carreras.

La película en sí es de las que pone la piel de gallina desde el principio con una banda sonora jazzística muy bien creada y orquestada, pero es ella la que al fin logra el máximo premio del mundo del cine después de haber sido nominada cuatro o cinco veces, con el mérito extra de jugarse el todo por el todo con amor y desesperación, a la altura del poco atractivo personaje de una mujer con todas las apariencias en contra: sola frente al mundo con la necesidad de justicia por mayor bandera, interpretado como una gran actriz de las que hubo muy pocas, sobre todo si tenemos en cuenta que tuvo que aguantarse con numerosos personajes y numerosas películas muy por debajo de su talento: era una fuerza arrolladora en un mundo que no le correspondía adecuadamente.

Murió con sólo 57 años víctima de un cáncer cerebral. Se había casado por segunda vez y había tenido dos hijos. Los médicos se sorprendieron de su fortaleza sobrehumana, ya que resistía los empellones de la enfermedad al punto de superar en mucho el pronosticado final de su existencia. En las últimas semanas logró levantarse de la cama con ayuda de una serie de fuertes sedantes. Se arregló lo suficiente para sonreír con uno de sus característicos gestos y llegar al escenario. Por un momento parecía desmayarse. Charlton Heston, que la acompañaba, la socorrió, pero ella de inmediato se recompuso, recuperó la sonrisa y dijo que esta era la última vez que tenía el gusto de estar entre compañeros...

Genio y figura, personalidad desbordante de talento como pocas, tuvo los arrestos de estrenar el musical Mame en teatro, con gran èxito, y de abandonarlo poco después "porque no puedo con su partitura, he de reconocer que no soy la actriz adecuada, Celeste Holm, en cambio, me sustituirá con el talento que se necesita para sacar adelante esta gran historia de tía Mame, una mujer que supo arrear las banderas más difíciles para salir adelante, siempre con una sonrisa por bandera".
horacio
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9
22 de enero de 2008
47 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la sutil expresión de una sexualidad apabullante que se resiste a sí misma, el maestro David Lean se despide del cine para siempre. El fracaso de La hija de Ryan, estupenda e incomprendida, le alejó de las cámaras 14 años. Volvió con esta obra singular, misteriosa, fascinante, en la que no habría conflicto si la protagonista, sensible, inteligente, deseosa de abrirse al mundo de otra civilización y predispuesta a repudiar la estupidez burguesa que la rodea, hubiese sido capaz de aceptar su sexualidad en lugar de ahogarla.
Si ella, con todo ese cargamento "intelectual" formidable hubiera tenido un ápice de sangre caribeña con la que susurrar el deseo al hombre escogido, entonces no habría conflicto, no habría drama, ni gran novela de E. M. Forster (1870-1970), otro inglés que padeció —desde la homosexualidad— el castigo feroz de la represión sexual.
Con este material, David Lean mima una historia de pequeños detalles, sin la menor grandilocuencia. Después de Lawrence, Zhivago y Ryan, vuelve a las intimistas historias de sus comienzos, se decide por el exclusivo espectáculo interior de almas en pugna con sus cuerpos, del presente en pugna con la memoria.
A tal punto evita el gran despliegue que ni siquiera aprovecha las lluvias monzónicas, todo es austero, reconcentrado, mientras en el fondo de los cuerpos fatigados se ruegan besos que no llegarán jamás... para "casi" nadie.
James Fox, Peggy Ashcroft, Judy Davis y el admirable indio Saeed Jaffrey junto a magníficos secundarios interpretan de modo encomiable esta historia de choque de civilizaciones con canción de amor impronunciable.
El único que no responde a las expectativas habituales es el maestro Maurice Jarre, menudo cansancio tendría que repite la sintonía de La hija de Ryan como si lo supiera porque apenas se muestra. Pero, bueno, nadie es perfecto, y la película está más allá del bien y del mal.
David Lean la realizó en el 84, murió en el 91, tras largos dimes y diretes con las compañías de seguros que no querían cubrirle un proyecto más ambicioso que todos los anteriores: nada menos que Nostromo, la impresionante novela de aventuras de Joseph Conrad. Los de seguros tenían razón, Lean murió antes de empezar a rodar o los primeros días. Tenía 83 años. Nos dejó una buena cantidad de excitantes películas sobre el amor entre amigos y amantes, todos personajes interesantes, tratados con imaginación y sensibilidad, incluso cuando les rechaza ideológicamente, nunca se perdía en maniqueísmos empobrecedores. Era, sobre todo, un creador humildemente sabio.
David Lean ha muerto: ¡Viva David Lean!
horacio
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9
29 de julio de 2008
51 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la larga carrera de Sidney Lumet hay bastante obras de teatro adaptadas al cine o películas con situaciones muy teatrales, véase si no el final de Veredicto. Pues bien, aquí se metió a fondo con uno de los grandes éxitos del a menudo interesante Ira Levin (autor de novelas como Los niños del Brasil y El bebé de Rosemary, ambas llevadas al cine con buena fortuna).

"Deathtrap" no es una novela como se menciona en Filmaffiniy sino una obra teatral de enorme éxito en todo el mundo, premiada en 1978 con el prestigioso Tony. Ahora bien, reclama mucho del espectador: que ame el teatro y sepa reírse del mismo, jugar al juego exagerado del policiaco y comprender, finalmente, que esta trampa mortal... no es más que la algo circense representación de la lucha por el éxito en todos los ambientes donde la gente ponga la fama por delante de todo: por eso aquí no se deja títere con cabeza y nadie se permite un instante de sinceridad ni de afecto.

Es muy eficaz la interpretación de los tres principales. En España se estrenó antes que la película con mucho éxito interpretada por Francisco Valladares y Alfredo Alba. Incluso creo que hubo una reposición no hace mucho.

Eso sí, como casi siempre, es imprescindible verla en versión original para pillarle el tranquillo, las ironías y los juegos ansiosos de los personajes que no paran de representar una y otra vez, y así llegar con entusiasmo al sorprendente final.
horacio
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8
13 de febrero de 2008
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasa muy a menudo que la película está muy por debajo de la novela, pero en este caso no se trata de eso, pues un novelón como Una tragedia americana (1925), de Theodore Dreiser (1871-1945), de casi mil páginas, tiene que tener una visión necesariamente parcial, y está muy bien conseguida con unas interpretaciones muy conseguidas por parte de los tres protagonistas: Clift, Taylor, Winters, muy especialmente Clift.

Pero la novela atrapa desde la primera página al contar la historia de un muchacho pobre, vapuleado por una forma de vida de religiosidad totalitaria y su necesidad de salir de allí y alcanzar, precisamente, un lugar al sol entre la gente que de verdad puede dominar un destino a la altura de los sueños...

Entre sus páginas abundan situaciones muy ricas y más conflictivas, ya que en la película se edulcoraron situaciones que la censura de entonces no permitía contar en el cine.

Disfruten de la peli y procuren leer esta novela que yo conocí gracias a leer una recomendación de Stephen King, quien la considera una de las mejores, si no la mejor, novela de intriga escrita en EE.UU.

Que ustedes disfruten de ambas como disfruté yo. E imaginen el amor intenso que se profesaban los protagonistas: Elizabeth Taylor que se casó alrededor de 6 o 7 veces, quería muchísimo a Monty Clift, quien al parece prefería la compañía de gente de su propio sexo, cosa que de algún modo le atormentaba, pero Taylor le protegía de muchas maneras, como cuando a causa del alcohol él tuvo un accidente que le deformó la cara. Liz frenó a la prensa e impidió que se abusara de su deformidad, y hasta que no superó varias cirugías estéticas no fue fotografiado.

En lugar de amantes maravillosos fueron grandes amigos hermanados por un amor incondicional. Él en buena posición económica por su éxito en el cine, ella decididamente rica por la misma causa, pero que lloraban abrazados en la cocina como uno más.

La trágica muerte (por un accidente a causa de alcohol y drogas) de Monty con 46 años, en una gran casa donde vivía solo con el mayordomo, afectó mucho a la actriz. Tras su muerte se ocupó de glorificar el aura del actor contando algunas de sus muchas cosas buenas: talento, compañerismo, solidaridad, sensibilidad extrema...

Con esta información extra, el esfuerzo de interpretación de sus protagonistas a mí me despierta mayor interés.
horacio
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9
19 de enero de 2008
41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mago Capra se despide del cine con una obra de arte: mago y amigo que nunca nos ha fallado.
Una despedida indeseada e innecesaria, obligado por la falta de grandes éxitos de taquilla en los últimos años. No consiguió presupuesto para un proyecto de ciencia ficción y se retiró a una especie de investigación científica, relacionada con documentales que había hecho en el pasado. De manera que este cuento de hadas tan singular es una despedida que no pretendió serlo, pero funciona como si se hubiera empeñado en marcharse a lo grande: desde el guión al último detalle de realización. Desde los magníficos secundarios (siempre fue el fuerte de Capra) hasta la sorprendente calidad de un tipo al que nunca he valorado como Glenn Ford: está sensacional junto a un reparto de gente tan dispar y con tanto talento como Hope Lange, Peter Falk, Thomas Mitchell (en la antología de los jueces del cine americano), Arthur O´Connell... y esa delicada ternura de Ann-Margret, la que sería excelente actriz dramática y star de musicales con explosiva atracción sexual. Y también la última película realmente buena de Davis componiendo esta maravillosa anciana llena de matices; no volvió a contar con ningún personaje tan rico. Sí, es verdad que hizo bastante cine después, pero su mayor logro fue una caricatura cruel, sobre todo por su grotesco personaje en ¿Qué pasó con Babe Jane? y el morbo de enfrentarse "ficcionalmente" a la Crawford. Pero aquí, de la mano de Capra, expresó la bondad y la ternura que siempre le costó mucho expresar en la vida y en el espectáculo: ¡Redios la escena en que se presenta convertida en dama poderosa y amantísima, dulce y refinada! Y encima con momentos de admirable humor: ¡cuántas réplicas de alta comedia...!
Pero además, el gran fabulador de historias de amistad y amor en las que todos descubren que vivir es formidable, logra lo que nadie: que una historia tan almibarada y si se quiere un punto reaccionaria por su aprobación "encantadora" del poder social de la riqueza, alcance la cima de obra de arte.
En un tris de caer en la cursilería y la estupidez y la glorificación de la riqueza, elabora un puzzle en el que ganan los vagabundos por talento de pícaros, el criminal es un tipo al que le conviene ser solidario, el amor es una confianza necesaria en el momento preciso, y la sonrisa es el arma más poderosa de la humanidad.
Grande fue Capra, y su peculiar manera de entender la existencia humana y el cine tuvieron su recompensa: murió a los 94 años mientras dormía, rodeado de sus seres queridos.
horacio
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