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Críticas de Argoderse
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Críticas 254
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de noviembre de 2019
95 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ventajas de viajar en tren es el primer largometraje de Aritz Moreno. Una propuesta arriesgada, no apta para todos los públicos y que te exige mucha paciencia y reflexión. Y eso porque te propone un viaje más por una montaña rusa de emociones que por una plácida vía ferroviaria. Partiendo desde la estación de la risa, lugar de embarque con Pilar Castro y Ernesto Alterio como pilotos de este convoy cinematográfico que arranca de forma vacilante y algo disparatado.

Abróchense los cinturones que vienen curvas en esta osada ópera prima con los tiempos de censura y tabúes que campan a sus anchas por nuestra sociedad. Pues poco a poco, el filme de Moreno, ya sobre los raíles del entretenimiento, te hace ir torciendo el gesto hacia el apeadero de la extrañeza y la extravagancia. Rozando temas escatológicos y terroríficos que producen desde asco a repugnancia.

Y finalmente, la película llega a su destino que no es otro que la sensación de haber presenciado algo que, lejos de las puertas del cine y más allá de lo demencial, puede ser un día normal en la vida de muchas personas. Y eso es lo auténticamente trágico y terrorífico. Pero esta sensación no la tendrás hasta pasadas horas de su proyección, pues ya digo que la paciencia es vital para entender y disfrutar de Ventajas de viajar en tren.

Porque para llegar a su trama principal y saber disfrutarla con el tiempo hay que bosquejar entre tantas historias alternativas que se van solapando; y entre tantas escenas que, a priori, parecen un batiburrillo sin sentido. Un sin fin de analepsis y prolepsis más propias de la literatura que del cine, que pueden hacer perder la atención en lo que está pasando.

De ahí la importancia de despejar la mente y dejarse llevar por esta especie de comedia negra entre lo absurdo, lo grotesco y la genialidad. Con grandes momentos e interpretaciones de un elenco donde, además de los anteriores, Quim Gutiérrez roza la perfección en un rol que no le recuerdo haber hecho anteriormente. Todo un descubrimiento en esta faceta más que perturbadora.

Como digo, una propuesta interesante y que se merece el aplauso si logras la simbiosis pretendida por director y guionista. Claro que, si no alcanzas esta comunión...Pobre de ti.

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8
26 de septiembre de 2019
83 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
José Luis Garci está de vuelta. Aunque dijo allá por 2012 que 'Holmes & Watson. Madrid Days' sería su última película, Garci es muy del estilo Bond: 'Never say never again'. Y regresa con El crack Cero para completar la trilogía iniciada en 1981 con el legendario Alfredo Landa Areta y su compañero Miguel Rellán de protagonistas.

Puro cine negro que vuelve a repetirse en esta tercera entrega, que dentro de la saga es la precuela a la a las dos anteriores. Algo como: así empezó todo. Los comienzos de Germán Areta como detective privado por los bajos fondos de Madrid. La otra capital de España, alejada del glamour, más sucia y 'noir' que nunca, pero a la vez encantadora y atrayente.

Recogiendo el testigo de Alfredo Landa en el papel principal aparece Carlos Santos. El camaleónico hombre de las mil caras que ofrece una interpretación magistral en la piel de ese detective de zapato blando y mucha paciencia. Parco en palabras, resolutivo, intuitivo; que se viste con humo, clase y se ducha en whisky. Y a la vez un romántico empedernido, como puede comprobar en esta ocasión una María Cantuel notable en sus minutos en escena.

De esos hard boiled de siempre, sacado de las novelas de Chandler y Hammet pero con sello español. Un Santos que completa su gran actuación gracias a la aportación del segundo de a bordo: un soberbio Miguel Ángel Muñoz, que da lustre a otro de esos personajes exquisitamente creados como El Moro. Dos más que dignos sucesores de Landa y Rellán.

Todo un universo del mejor 'noir' clásico traído al pleno siglo XXI. Personajes de baja estofa, canallas con ínfulas, 'madames', policías corruptos, empresarios depravados y un sistema a punto de reinventarse para seguir siendo la mierda de siempre -¡qué poco hemos cambiado!, se suceden delante de la cámara de Garci, que nos regala ese blanco y negro cargado de simbolismo y una nostalgia apabullante.

Solo alguien como el oscarizado José Luis Garci es capaz de rescatar del olvido de este país de sinvergüenzas y bribones una historia de estas características. Un homenaje al cine de siempre y que en sus compases finales -atentos a los planos- te puede llegar a robar hasta una lágrima.

Su puesta en escena es magnífica. El equipo humano, su ambientación y estética, sobresalientes. Pero -siempre tiene que haberlo- la resolución cojea en la misma balanza que lo anterior. Por suerte no es un gran lastre, pese a todo lo que significa en su conjunto. Afortunadamente una película es mucho más. Como el propio Garci. Como su cine. Una herencia que por el bien de nuestro arte e industria espero que tenga continuación.

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10
23 de diciembre de 2020
61 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
El alzheimer es una de las enfermedades más cabronas que pueda existir. Poco a poco va borrando tus recuerdos, una memoria que guarda la experiencia de tu existencia. Básicamente, a arañazos, te despoja de tu vida hasta que la arranca de cuajo, y al final no sabes quién fuiste, quién eres, ni quién te rodea. Un verdadero drama, que no solo afecta a quien la padece, sino al que está al lado, que ve como se deteriora lentamente y sin remedio la persona que lo padece.

Ese dolor lo transmite El padre, opera prima de Florian Zeller. ¡Y vaya debut! Nada más y nada menos que con dos oscarizados actores como Anthony Hopkins y Olivia Colman. Palabras mayores. Padre e hija en la ficción, que brindan un mano a mano emocionante y portentoso. Una exhibición de los dos.

El padre va planteando un abanico de situaciones y cuestiones que no solo llevan al límite a los personajes, sino al espectador, que entra de lleno en la historia. Al menos a mi me ocurrió. Esos dilemas que experimenta Colman, de vivir su vida pero a la vez atormentada por la sensación de abandono del padre, que a su vez la menosprecia siempre que puede. Una dualidad de pensamiento y emoción, que no termina de unificarse, provocando en la actriz un desasosiego, que ella te lanza al otro lado de la pantalla.

Esta Olivia Colman tiene mucho de aquella de Redención (Tyrannosaur), dirigida en 2011 por Paddy Considine, y que soportaba el maltrato de Eddie Marsan, al mismo tiempo que se daba cuenta de la fuerza de su interior. Ella es el daño colateral del alzheimer, que ha venido a empujarla a iniciar una nueva vida, a resolver los conflictos con su padre. ¿Había otra elección? Pues tal vez, pero Zeller decide que sea desde el dolor. Y de verdad que duele.

Pero si la aflicción de Colman es penetrante, la de Anthony Hopkins es bárbara. Qué exhibición, en serio. El oscarizado actor está de diez, protagonizando auténticos momentos de terror. No es necesario recurrir a fantasmas para provocar pánico, cuando uno mismo es capaz de transmitir ese miedo en forma de enfermedad. Estoy seguro que esos estragos del alzheimer no son ni el uno por ciento de un caso real, pero la sola evidencia a de esa demencia y el deterioro al que somete al protagonista, provoca un espanto increíble.

Y aún así, hay momentos en los que Hopkins te saca una sonrisa, para de repente darte un bofetón de realidad, que te deja planchado en la butaca, casi al borde de la lágrima. Una metáfora de este 2020. Una obra para no olvidar, la de Florian Zeller.

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5
4 de enero de 2023
67 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejo dicho de primeras que me gusta Guy Ritchie. Matizo: el de Lock & Stock, Snatch, Sherlock Holmes y The Gentlemen. Esta última, de hecho, fue mi última y grata experiencia con el británico. Una sensación que, por el contrario, no me ha despertado Operación Fortune: El gran engaño.

Enredos, giros, de guion, un poco de acción, socarronería y chascarrillos varios, con algo de insinuación y provocación. El plato está servido pero, a modo de símil, a Ritchie se le ha olvidado echar sal. El gancho de la película es un tanto burdo: una máquina suprema para gobernarlos a todos ha sido robada, varias piezas forman el puzzle para resolver el misterio, salvar a la humanidad e irse de vacaciones, pero no hay una química que enganche más allá de un mero producto de entretenimiento que, a un director con semejantes películas como las anteriores, se le ha de pedir como mínimo.

Incluso hay momentos en los que de repente despiertas y dices: ¿De qué iba todo esto? Pues la narración se ha perdido entre tanto intento de sorprender con giros y reflexiones sobre un gobernado por y para el dinero, donde las acciones solidarias son meras pilas en las que lavar con jabón de lagarto la ropa sucia. Pero ni ese trasfondo es satisfactorio.

Jason Statham está bien para dar mamporros, pero carece de todo sexappeal como para mantener un juego erótico festivo con la 'explosiva' cerebrito Aubrey Plaza (con Charlie Hunnam, por ejemplo... Harina de otro costal). Es evidente que hay intención de tonteo, pero no cuela. No obstante, ella sí está convincente en su rol y los primeros planos al micrófono son como una marcha más fuera de todo el piloto automático que ha enchufado el cineasta británico, siendo ésta la primera decepción del año.

Igual de resultón está Josh Hartnett haciendo de la típica 'estrellita' hollywodiense; o Cary Elwes (La princesa prometida siempre hace que se le recuerde con cariño), de enlace entre el equipo de agentes y el jefe del cotarro, Eddie Marsan.

Pero sin duda el mejor es Hugh Grant, en esta nueva faceta suya. Ya en The Gentleman me entusiasmó a las ordenes de Guy Ritchie, y aquí es el único que parece aceptar lo que hay y dejarse llevar sin más intención que participar en un producto para ver, sonreír lo justo y meter en el cajón del olvido de un director que, a pesar de todo, me sigue gustando.
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8
13 de octubre de 2016
65 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Puede un hombre desafiar a todo un imperio? ¿Una sola persona es capaz de sacar a la luz las vergüenzas de la teóricamente mayor democracia del planeta? Dos preguntas que tienen respuesta. Un rotundo sí. Y ese hombre se llama Edward Snowden.

El mejor Oliver Stone, el del cine política, ha vuelto. Y lo ha hecho de la mano de un reparto impresionante con Joseph Gordon-Levitt como protagonista. Este elenco de intérpretes tiene la mitad de la culpa del éxito de la cinta. La otra mitad del triunfo radica en el propio Stone. Si bien es inevitable quitarse de encima ese tufillo progresista que invaden últimamente sus trabajos, hay que reconocer que es un verdadero maestro narrando este tipo de películas. Filmes donde nos cuenta esa parte de la historia americana más reciente que no quieren los "poderosos" que se sepa. Un cine muy necesario y que, como en esta ocasión y recordando JFK, Un domingo cualquiera, Platoon o Nacido el cuatro de julio, consigue remover y cabrear.

Snowden, de Oliver Stone, puede tener errores (y los tiene) en todo su metraje. Desde la tendencia en algunos diálogos, su duración o que a veces pueda parecer caótica. Pero lo importante no es cómo cuenta la historia de este exmiembro de la NSA, sino el qué. Lo que nos está contando, que es algo que da más miedo que cualquier película de zombies o fantasmas, porque es la vida misma, nuestra intimidad y la de la gente que queremos, totalmente violada y vendida en nombre de la seguridad nacional.

Lo que Snowden revela a The Guardian y posteriormente recogen otros medios como The Washington Post es que el FBI y la NSA han recabado datos de Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube y Apple. Conversaciones, llamadas y mensajes privados de millones de personas. La intimidad y la privacidad, derechos fundamentales de todo individuo que vuelan por los aires.

Plataformas que de la noche a la mañana se han convertido en una droga de la que no se puede salir. A día de hoy, quién entiende la vida sin la utilización de algunas de estas aplicaciones que solo pueden utilizarse si uno pasa por el aro de sus condiciones. Es eso lo que Oliver Stone, basándose en el libro de Luke Harding, nos plantea en poco más de dos horas de película. El mejor Stone ha vuelto, dejando a un lado sus ramalazos tendenciosos que con la edad es imposible quitárselos. En esta ocasión le disculpamos porque lo que nos transmite es mucho más valioso.

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