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España España · Madrid
Críticas de Naran
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de diciembre de 2007
121 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una arenilla en un ojo, un cruce de miradas y el Piano Concerto nº2 de Rachmaninoff. Así empieza una de las historias de amor más bellas del cine: Breve encuentro. Un hombre y una mujer, ambos de edad madura, casados y con hijos, se conocen fortuitamente en una estación de tren. La relación entre ambos empieza como una amistad; pero muy pronto desemboca en una romántica historia de amor, intensa pero prohibida, que les saca de su rutinaria existencia. El dilema está claro, aunque la decisión no es fácil: seguir juntos y romper sus respectivos matrimonios... o dejar de verse para siempre.
Breve encuentro está basada en una pieza teatral de un solo acto, Still Life. Verdaderamente revelador. El guión, escrito por el dramaturgo inglés Noel Coward, cuya maestría a la hora de retratar con sutileza la vida cotidiana de la sociedad británica dio maravillas como La vida manda o este encuentro, breve como la vida misma. Un pequeño clásico, de esos pocos conocidos pero que emocionan hasta los corazones más duros. Una historia de amor no sólo sobre historias imposibles, la infidelidad, sino también sobre la importancia de pensar en los demás antes que en uno mismo.
Celia Johnson y Trevor Howard no son actores. Son los desconocidos en el andén, que mientras hablan sobre medicina o carbonilla se lo dicen todo sin palabras. Mención especial para los secundarios de la cafetería de la estación, tan anónimos, y tan reales. La historia de amor se desenvuelve de forma tan natural que la infidelidad se presenta como algo casi razonable, inevitable; y a pesar de todo los protagonistas nos hacen ver que el hombre se rige por los principios morales que él mismo se ha impuesto, y que en el amor todo vale, pero en la vida real no. Diálogos para la eternidad y ese final, tan melancólico, tan despiadado, tan real y a la vez, tan poco convencional.
Una estación de ferrocarril, dos adultos que ya no esperan ningún tipo de aventura existencial y la posibilidad de coger, por última vez, un tren que les dé un nuevo rumbo a sus vidas. Pero el miedo, la fragilidad y el desamparo son obstáculos imposibles de sortear. En esta obra de arte, intimista y triste, tan imitada como inimitable, David Lean supo dar lo mejor de sí mismo antes de lanzarse a aventuras más ambiciosas, aunque nunca de una intensidad semejante, quizás porque allá donde en sus grandes producciones los rostros de los actores se perdían entre multitudes y escenarios de ensueño, en Breve encuentro a la cámara le bastaron los pequeños detalles para que lo real fuese más real.
"Perdóname por haberte conocido, por amarte...". Qué más decir de una de las películas más bellas, románticas y tristes jamás realizadas. Amarga. Intensa. Hermosísima. De la sencillez de un breve momento... Los años pasan, pero todavía seguimos conteniendo la respiración ante tal torrente de emociones. Nunca hemos disfrutando tanto gastando pañuelo tras pañuelo. Personajes, fondo, vivencias, porqués, explicaciones... Vida en estado puro.
Naran
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8
30 de octubre de 2009
93 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tom es un un joven romántico de la 'vieja escuela', que se enamora de una compañera de trabajo que es todo lo contrario que él, ya que no cree en el amor. Aunque comparten una gran afición por The Smiths, la relación que empiezan los dos y que seguimos durante quinientos días no parece nunca que pueda llegar más allá de una simple aventura... Es la historia de un chico que se enamora de una chica que pasa de romanticismos. ¿Qué aburrido, no? Parece típica, llena de lugares comunes. Pero no, 500 días juntos es ya una marca generacional, incluso para los que somos de otras generaciones. Porque todos hemos sido alguna vez Tom o Summer. No es una más.

Nada de comedia romántica facilona. Recalcando el sabor indi-pop, Marc Webb, con mucha imaginación pero sin perder de vista el toque comercial, nos ofrece una historia de (des)amor (o no) desde el punto de vista del hombre. Aunque Summer esté en el título, casi está relegada a ser mera comparsa. Un paso más en el camino de la historia de Tom, el beta man (Travis dixit) que a muchas nos gustaría encontrarnos por el camino.

¿Cual es la mayor baza de 500 días juntos, más allá de algunos defectillos que se perdonan fácilmente? Su honestidad. La sinceridad que desprende por los cuatro costados. La nostalgia que te produce. La sonrisa extraña que te deja porque... ¿acaba bien? ¿Acaba mal? Eso es algo que cada uno descubre, y decide.

El momento en que Tom canta Here Comes Your Man es el mejor desnudo psicológico que he visto en los últimos años, algo tremendamente difícil teniendo en cuenta lo maltratado del género romántico. O la escena entre las expectativas y la realidad (¿cómo es posible tanto cariño en la mirada de Joseph Gordon-Levitt cuando están los dos en la terraza, con las luces de la ciudad de fondo?). Y hay mucho más...

La historia es muy simple. Chico conoce a chica. Se enamora de ella. Y... *

Me he enamorado de Tom, aunque esta vez no me hace falta que salga de la pantalla. Tom existe.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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7
28 de diciembre de 2007
90 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los títulos de crédito son la perfecta presentación de los personajes, "in diabolical order":

-Eileen Brennan (El golpe) es la secretaria amante americana de Sam Diamond, desgraciada y... polifacética.
-Truman Capote, en su curiosa intrusión como actor, es el engordado y excéntrico anfitrión Lionel Twain.
-Un poco conocido James Coco es un desternillante Perrier-Poirot. (¡No soy un franchute!, ¡Soy belchute!)
-Peter "Colombo" Falk, protagonista de los diálogos y situaciones más inverosímiles y divertidísimas, es Sam Diamond, perfecta simbiosis entre Sam Spade y Philip Marlowe.
-Sir Alec Guinness es el impagable mayordomo, cuyo James Señor Benson Señora merece un monumento.
-La estupenda comediante Elsa Lanchester es una regordeta Jessica Marple.
-El elegante David Niven es Dick Charleston, desteñida pero elegante versión de Nick Charles.
-Peter Seller y sus excesos son perfectos para emular a Charles Chan, digo a Sidney Wang, el de Fu Manchú.
-La Grand Dame Maggie Smith es Dora (Nora) Charleston, esposa de Dick (Nick).
-Nancy Walker es la cocinera sordomuda. No necesita más presentación.
-Estelle Winwood es la enfermera retirada de Miss Marble. Sus comentarios son desternillantemente agudos.
-El debutante James Cromwell es el larguirucho asistente de Perrier, y Richard Narita, el hijo postizo de Sidney Wang.

Un cadáver a los postres (1976) es una perfecta inocentada. Una mezcla entre comedia de misterio, parodia de los libros y películas de detectives e interesante whodunit, en el fondo es un divertidísimo disparate de marcado tono teatral, lo que no ensombrece las cualidades de la película. Neil Simon escribe una divertida obra, el director Robert Moore pone su oficio y un grupo de enormes comediantes se dispone a interpretarla. Escritor y director realizarán más tarde Un detective barato (1978), con Peter Falk como única estrella, pero ya no será lo mismo.
Llena de detalles ingeniosos, Un cadáver a los postres es una obra que, aunque ciertamente envejecida -es muy muy setentera-, gana con cada visionado. Todos los estereotipos y tópicos del género detectivesco se multiplican por tres y dándoles las vueltas de tuerca más imaginativas posibles: los alter ego de los protagonistas reflejan vidas frívolas, adulterios escondidos, homosexualidad encubierta con la pose de tipo duro, soledad, excentricidad, deseos reprimidos, tacañería... El vestuario de Ann Roth y la recordada música de Dave Grusin completan el efecto, y el complicado final pone el broche de oro a esta maravillosa inocentada. Las risas están aseguradas.
Naran
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7
3 de enero de 2010
82 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi primera vez con Béla Tarr y ha tenido que ser la de los 450 minutos.

No se puede hacer una crítica de semejante película; sólo esbozar pequeñas pinceladas de un inmenso puzzle entretejido por infinidad de pequeños detalles que no puedes perderte, lo que supone estar atenta a cada fotograma para seguir el hilo de una historia que ya de por sí es prácticamente inexistente. Y el esfuerzo que supone es mastodóntico.

Sátántangó nos cuenta la historia de seducción y tortura (¿voluntaria?) de una docena de campesinos de una granja de mierda húngara por parte del mandamás administrador y sus secuaces. Seducción, porque se dejan engañar con promesas vacías; tortura, porque cada intento de rebelión es sofocado por Irimiás (¿Jeremías?), el del pico de oro, que con un par de palabras hace sentir a los pobres campesinos como mierda indigna de manchar sus botas.

Detalles a destacar: La narración desde diferentes puntos de vista. La trampa del tratamiento de la luz interior y exterior. La riquísima fisonomía de los actores. El plano de las vacas, que será todo lo aburrido que queráis pero es una metáfora genial de esos infelices granjeros. El capítulo de la niña y el gato. La conversación entre Irimiás, Petrina y el Capitán. El plano de la basura volando y acompañando a los 3 villanos. El tratamiento del sonido en cada aparición del Doctor. La puñetera lluvia que ocupa un 80% del metraje y te cala los huesos. El peculiar humor húngaro, del que decir negro es poco. Lo bien que comen los ricos. Nuestro particular Satán, un tipo con buena planta, atractivo, poeta, profeta vocacional y que, además, cecea.

Tiene que ser una gozada no depender de exigencias comerciales, no tener que ceñirte a los 120 minutos que marca el guión y el productor y rodar lo que te salga de las narices porque tienes todo el tiempo y medios del mundo. Barra libre abierta (y no sólo de alcohol).

Un 7, un punto por cada hora de película. Es lo justo. Acabarla es el mayor reto, sólo para poder contarle a los nietos "yo vi una película húngara de 7 horas y media sin echar una sola cabezada". Y es cierto, hay testigos.

Al final van a acabar por volverme una gafapasta. Y lo que es peor, me acabará gustando.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naran
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8
3 de diciembre de 2007
84 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un compositor destrozado por una desgracia se muda a un antiguo caserón en donde ocurren cosas muy extrañas, visiones de muerte, acercamiento con el más allá...
1979, Peter Medak rueda Al final de la escalera. En una época en la que las películas de psicópata loco, zombies famélicos o exorcistas atormentados se sucedían como churros, aparece una de esas películas de fantasmas con aire anticuado. Casi no hay gore; efectos especiales, los justos; nada de investigaciones policiales y pruebas del carbono 14, ni adolescentes perseguidos por asesinos en serie, ni finales que dejan paso a innumerables secuelas... Nada de eso.
Una tecla que se mueve sola. Puertas que se cierran solas. Cristales que rompen. Una pelota que cae por las escaleras. Un pozo. Una bañera. Una silla de ruedas en miniatura. Fuego. Una caja de música. Con estos elementos Medak se basta para hacer que los escalofríos nos recorran la espalda una y otra vez. La historia no es muy novedosa (casa encantada con espíritu que no puede descansar), pero el misterio que se desarrolla tiene muchas vueltas, y las pistas de este misterio se van sucediendo sutilmente a medida que se desarrolla la película. Y esa música...
Innumerables terrores han tenido como referencia esta película: el pozo de The Ring, la escena de la sesión espiritista calcada en Los Otros, Amityville y todas las demás mansiones encantadas de los 80... Sobre los actores, destacar a un envejecido George C. Scott y a una vieja gloria clásica como Melvyn Douglas aún más anciano. El guión, de William Gray & Diana Maddox. Y esa música tan desasosegante y hipnótica, de Rick Wilkins.
El terror más seco y menos visceral. Copiando esquemas del cine clásico, al estilo de películas como "Yo anduve con un zombie", Al final de la escalera demuestra mil veces lo efectivo que es aterrorizar con una sutil sugestión antes que mostrar un baño de sangre.
Naran
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