No dejes a los niños solos en casa. Porque la liarán, montarán una fiesta, te la destrozarán. E incluso puede que les dé por abrir alguna "puerta" del más allá e invoquen demonios o bichejos repulsivos.
En The Gate, la primera incursión cinematográfica del irregular Stephen Dorff , unos chavales abren sin quererlo una puerta diabólica (una agujero en el suelo del jardín) que, si no consiguen cerrar a tiempo, supondrá el dominio de los demonios sobre la Tierra. Los demoniejos buscarán dos sacrificios humanos para llevar a cabo su propósito.
Y ahí están los tres chavales: Stephen Dorff, su hermana y su amigo; capaces de enfrentarse a lo peor. Porque son más listos que los demonios aunque no levanten ni un palmo del suelo. Claro que, teniendo unos cohetes en casa, ¿quién no es capaz de ganar al Mal?
No obstante, hay que saber ver los puntos fuertes de la película. A pesar de lo limitado de las actuaciones y de la previsibilidad del argumento, se deja ver y resulta bastante entretenida. Para los nostálgicos del cine ochentero, la estética de La Puerta y su toque cutre-casposo les enamorará. A eso le añadimos dosis de humor; efectos especiales más que aceptables para la época con unos demoniejos currados; algo de terror, un poco simplón, claro; y obtenemos una película para pasar el rato.

Hay que agradecer al mundo del cine que nos haya dado sujetos tan altaneros y presuntosos como Godard. Gente que ha roto con la concepción tradicional de hacer cine y se atreve a incluir recursos novedosos, impactantes, chocantes, simplemente diferentes a lo habitual. Por eso es un pretencioso, según algunos. Y por eso se odia a otros tantos directores actuales que van de transgresores y, en cierto modo, se han visto influidos por el estilo del francés. Una cosa es cierta: marcó tendencia y es por eso por lo que hay que valorarle.
Fuera de este alegato pro Godard, ‘Una mujer es una mujer’ se construye paulatinamente, con un ritmo pausado, y poco a poco el espectador va conociendo a los personajes, más allá de ese mundo absurdo en el que parece que viven. Porque los protagonistas de la película son excéntricos y singulares. Ella sólo quiere tener un hijo (me molesta un poco la concepción de la mujer como mera procreadora) y hará lo posible por llegar a ello. Una mujer manipuladora, enamorada de su pareja pero que hará ver cierto interés en el amigo de su pareja si así logra su objetivo.
Cómo está narrado el relato, a nivel formal, respalda la afirmación de aquellos que dicen que Godard es un pretencioso. Porque se inventa formas de usar el sonido, graba escenas larguísimas sin diálogos, fracciona el orden de las palabras de los interludios explicativos y hace que los actores interactúen con el público, entre otras cosas. Personalmente, lo que más me gustó, por su extravagancia, fueron las discusiones de enamorados, lámpara arriba, lámpara abajo, entre Karina y Brialy hablando mediante libros.
“No sé si esto es una comedia o una tragedia” dice Brialy mirando fijamente a cámara y continua “pero sé que es una obra maestra”. Amigo Godard, aquí hay que reconocer que te pasaste de listo. Tu película no es una obra maestra aunque te jactes de ello. Es una historia simpática, que te deja con una sonrisa en la boca. Poco más.

Cuando se cultiva la genialidad de un niño prodigioso, se desconoce hasta qué punto podrá llegar a triunfar. Por lo general, la mayoría de ellos acaban siendo juguetes rotos, caen en desgracia incluso mucho antes de madurar.
Algo parecido les ocurre a los tres hijos del excéntrico Royal Tenenbaum. El padre abandona a sus hijos años atrás. Tras hacer una evaluación de su vida, ya en el ocaso, finge una enfermedad para recuperar a su familia. Todos sus hijos se hayan metidos en un vacío existencial por el fracaso que han resultado sus vidas; pasaron de ser genios a entes desdichados. El uno está lleno de rencor por el alejamiento del patriarca, la otra odia el compromiso y el otro sufre por amor. Los tres hijos acaban volviendo al hogar materno para tratar de autoencontrarse.
Aparentemente la historia necesita de un tono dramático, si se tienen en cuenta estas premisas. Eso en el mundo andersoniano no es cien por cien posible. Anderson imprime a sus películas de esa sempiterna aura absurda e irracional que las hace casi inclasificables, gracias al colorido visual y a la estructuración por capítulos, como si de un cuento se tratase. Y por ello se entremezclan momentos cómico-delirantes junto con otros más amargos. Lo más destacable es la concepción de los personajes a cada cuál más estrambótico, en apariencia, porque en esencia son tristones y cualquiera se puede ver, en cierto modo, reflejado en ellos.
En definitiva, una tragicomedia no apta para aquellos que anden buscando unos personajes convencionales.

Mira, ya te dije que no puedo defender esta peli. Es más, voy a meterme con ella. A pesar de todo lo que diré de ella, mi nota viene porque me lo hizo pasar mal. Se ve que elegí un buen momento para verla: una tarde oscura, con una fina lluvia en la calle, nadie en casa y con el ánimo bajo.
Al igual que su predecesora, The Descent 2 consiguió transmitirme tensión y claustrofobia. Pero sí, no es una buena película. Tiene muchas características que contribuyen a pensarlo. Por ejemplo, al ser una secuela, la historia ya es conocida. De hecho, para quienes hayan visto la primera, explota la parte más floja de la historia, es decir, la de las criaturas. Para compensarlo, el director mete litros y litros de hemoglobina junto con muertes crueles (vale, esto mola).
Por otro lado, que las mujeres se hayan convertido en una especie de superheroínas, no resulta del todo creíble. Pero si hay dos elementos que chirrían sobre el resto son el final trampa (en serio, ¡que no somos idiotas!) y los sustos efectistas, como si se tratase de un slasher sobre adolescentes "atontaos".
Ya lo ves, no he sabido defender la nota de la peli. Al menos te digo la verdad. A mí me mola, pero no es buena, aunque FA lo considere así.

Nada. Se podría decir que no ocurre nada durante la casi hora y media del metraje. ¿Aburrida? ¿Tediosa? Puede. Sin embargo, hay que mirar en lo más profundo.
Son sólo tres personajes principales que se dedican a pasar el tiempo, sin grandes pretensiones. Eva llega a América procedente de Hungría y se instala en casa de su primo Willie, un chico solitario, malhumorado, cuyo pasatiempo consiste en apostar en las carreras de caballos junto a su amigo Eddie. Parece que la llegada de la chica podrá cambiar ese hastío... O no.
Una fotogrfía en blanco y negro excelente, planos secuencias con cortes bruscos para mostrar los mínimos movimientos, las mínimas conversaciones de los protagonistas; toques de humor precisos que amenizan la historia de unos chicos que ven la vida monótona y aburrida pasar ante ellos. No importa cuál sea el escenario que les envuelve, la situación es idéntica siempre.
Jarmusch realiza así una obra hipnótica sobre cómo evoluciona la vida de unos jóvenes. El tiempo pasa y no ocurre nada. En ocasiones no se puede cambiar, la vida es así y punto.