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Críticas de Pensadero Público
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de octubre de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
1492: Conquista del paraíso (1492: The Conquest of Paradise), película británica de 1992 dirigida por Ridley Scott con guión de Roselyne Bosch y música de Vangelis. La fotografía estuvo a cargo de Adrian Biddle y los papeles estelares estuvieron a cargo de Gérard Depardieu, Armand Assante y Sigourney Weaver.

Evidentemente, la historia se refiere al Cristóbal Colón y el “descubrimiento” de América. Y ya en esta primera frase apareció lo que me temía: la polémica inevitable que, por si fuera poco, se ha exacerbado a niveles absurdos en los últimos años. Quizá, precisamente, desde 1992 año en el que se cumplieron los 500 años del evento que aquí nos ocupa. ¿Fue descubrimiento o encuentro; se trató de una invasión perniciosa o una oportunidad para el progreso de los pueblos autóctonos? La controversia es ineludible.

En esta reseña me interesa escribir acerca de la cinta misma tratando de dejar de lado todos los prejuicios e ideas preconcebidas que han envenenado el tema. Pero, admito desde ahora, que esto no será posible. Como ya lo dije, la polémica es inevitable y yo también tengo mi opinión al respecto. Sin embargo, intentaré separar los dos aspectos. Vayamos pues al primero de ellos, el cinematográfico.

Comenzaré por decir que tengo en gran a precio el cine de Ridley Scott. No todo, desde luego, pero obras como Alien, Blade Runner y Thelma & Louis me son particularmente entrañables. Creo que 1492 no está a la altura de estas cintas pero se acerca. La producción, como de costumbre, es espectacular y muy cuidada hasta los últimos detalles como corresponde a un presupuesto de casi 50 millones de dólares. Las actuaciones también son muy buenas, en particular la de Gérard Depardieu que carga literalmente con la película puesto que prácticamente está todo el tiempo en escena. El resto del elenco bastante bien; incluso Sigourney Weaver que interpreta a una interesante pero improbable reina Isabel. Destacaría la presencia de Michael Wincott en el papel de Moxica, un noble despiadado y cruel que logra a la perfección el arquetipo del villano despreciable pero, al mismo tiempo, atractivo.

Mi reserva con el filme, más allá de que como espectáculo funciona muy bien, se centra en la historia y la forma de contarla. Si la cinta lleva el título de ‘1492: la conquista del paraíso’, uno esperaría que el argumento se desarrollara en ese sentido. Pero la cinta trata más bien y preponderantemente de Cristóbal Colón. Hubiera sido más propio titularla algo así como ‘La aventura equinoccial de Cristóbal Colón’; a la manera de la espléndida novela de Ramón J, Sender ‘La aventura equinoccial de Lope de Aguirre’. Historia ésta última que aborda Werner Herzog en su extraordinaria ‘Aguirre la ira de Dios’

Decíamos entonces que la obra de Ridley Scott se centra en la figura de un solo hombre alimentando el mito del visionario y tenaz emprendedor que no ceja en su empeño de ver realizado su sueño. Esto puede ser cierto en principio pero no se debe olvidar que cualquier figura histórica por más relevante que haya sido es producto de una sociedad y unas circunstancias particulares que condicionan y moldean la conducta de los individuos más allá, o a pesar de, sus prendas personales.

Pero no sólo es el hecho de individualizar la historia pretendiendo hacernos creer que los grandes cambios de la humanidad se deben a seres excepcionales; iluminados, predestinados o elegidos por los dioses para llevar a cabo acciones que han alterado dramáticamente el curso del devenir de la especie humana. Tal visión, toda proporción guardada, está más cercana a las grandes producciones de Hollywood en las que se nos muestra cómo un solo héroe o un puñado de ellos son capaces de salvar el mundo una y otra vez. Los procesos históricos son mucho más complejos que estas propuestas maniqueas y simplistas del cine de superhéroes.

Y no es que no haya ´’contexto socio-histórico’ en el obra de Ridley Scott; hay algunos apuntes ocasionales, apenas esbozos que más bien hacen el papel de notas de color. Simple escenario en el que despliega sus dotes y virtudes el personaje principal. Se pone, eso sí, mayor énfasis en las intrigas palaciegas que afectaron grandemente la reputación y el prestigio de Cristóbal Colón. El problema es que tales acontecimientos están muy poco documentados y no es posible contrastarlos con otras versiones diferentes.

En cuanto al hecho mismo del ‘descubrimiento’ y la ‘conquista’ son presentados también siempre desde la perspectiva del protagonista de la historia. Y la versión que nos dan es la de un Cristóbal Colón humanista que se mostró sensible a la bondad y nobleza de los pueblos recién ‘descubiertos’ pero no pudo hacer nada ante el empuje criminal y la cruel ambición de la nobleza española que le reclamaba los tesoros prometidos. Los historiadores más serios y rigurosos no avalarían esta versión idealizada del genovés.

No sería justo terminar este comentario sin hacer mención especial a la espléndida partitura musical compuesta para esta cinta por Vangelis. La música del compositor griego contribuye enormemente a realzar la calidad de la obra en general; logra una perfecta identificación entre la escena musicalizada y la pieza musical en cuestión. En pocas ocasiones llegamos a percatarnos de la importancia de la musicalización de un filme como en el caso de 1492. Aunque es justo mencionar que los trabajos de Vangelis se caracterizan por lograr este nivel de excelencia. Ahí está también el caso de ‘Carros de fuego’ y ‘Blade Runner’ (entre otros) que él musicalizó y que incluso funcionan como obras independientes al margen de la cinta para la que fueron compuestas.

En resumen, vale la pena verla por los valores de producción y si uno no es muy quisquilloso respecto a la justeza histórica del relato. Funciona muy bien como película de aventuras.

En la zona spoiler establezco mi postura al respecto del hecho histórico.

Jesús Magaña Estrada
11/10/21
https://pensaderocritico.blogspot.com/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pensadero Público
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6
26 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La invención de Hugo Cabret (Hugo) película estadounidense de 2011 dirigida por Martin Scorsese con guión de John Logan basado en el libro ‘La invención de Hugo Cabret’ de Brian Selznick. La historia trata de Hugo Cabret (Asa Butterfield), niño huérfano que vive en catacumbas elevadas de la estación de trenes de París. Aficionado a crear y reparar artefactos mecánicos está obsesionado con un autómata herencia de su padre (Jude Law) muerto en un incendio en el museo donde trabajaba.

Me ha resultado una sorpresa la unanimidad de los elogios con los que se describe a esta cinta por parte de los críticos profesionales y un buen número de los aficionados. A medida que me adentro en el ámbito de la crítica cinematográfica me voy percatando que existe una especie de trato comercial entre las productoras cinematográficas y los críticos profesionales para ‘promover’, mediante desmedidos elogios determinadas obras de ciertos autores o estudios cinematográficos. ¿A cambio de qué?; se puede preguntar uno. De generosos ‘estímulos monetarios’ supongo yo con todo el sospechosismo y la mala leche de que soy capaz. No me puedo explicar de otra manera la unanimidad con la que ‘opinan’ estos profesionales. Y menos aún que haya aficionados a la crítica mucho más centrados, incisivos, certeros y aviesos que esos otros que la ejercen como modus vivendi.

Porque vamos a ver, la película es agradable, simpática, tierna, bonita y toda clase de adjetivo al uso que no nos dicen nada pero que suelen ser tan socorridos. Quizá hasta resulte entretenida para algunos, ¿por qué no? Pero nada más. El guión es de lo más inverosímil y fantasioso y lo único que la salva es el homenaje que se le rinde a Méliès. De no ser porque trata del Mago del Cinematógrafo, la cinta no pasaría de ser un subproducto al estilo Disney..

El personaje de Hugo Cabret carece de la magia y el carisma de los personajes verdaderamente entrañables. Es un niño soso y despistado que a no ser por su amiga Isabelle (Chloë Grace Moretz) estaría perdido. Hay algunos otros personajes secundario que son de puro relleno y sin ningún peso o significado en la trama. Eso sí, la producción es de primera como corresponde a una película con un presupuesto de 150 millones de dólares. Sería el colmo que con semejante fortuna a su disposición, la cinta no tuviera calidad técnica.

Y esto me lleva a otra consideración que creo relevante. Podemos decir que, quizá involuntariamente, Scorsese puso en evidencia la falta de talento de muchos directores actuales que suplen sus deficiencias con aparatosos recursos técnicos y, desde luego, con críticas ‘favorables’ previamente acordadas. Todo esto influye de manera decisiva en el ánimo del público poco informado y fácilmente impresionable para encumbrar obras mediocres haciéndolas pasar ‘obras maestras’.

Y no digo que Scorsese sea ejemplo de esta categoría de directores. En muchas otras de sus obras ha dado muestra de un gran talento. Sólo que en el caso de Hugo, las cosas no salieron del todo bien. Lo que me interesa resaltar es la genialidad de pioneros como Méliès y otros mucho que sin contar con los enormes recursos de que se dispone hoy para elaborar un filme, fueron capaces de sentar las bases del arte más representativo del siglo XX: el cinematógrafo. Y todo gracias a un elemento que ni todos los millones de Hollywood puede comprar: el talento creativo. Y si hay un paradigma de tal fenómeno ese es, precisamente, Georges Méliès.

Mucho del cine que se produce ahora está contaminado por la mercadotecnia y los negocios. Por desgracia el cine no es el único ámbito que se ha visto secuestrado por los intereses monetarios. Lo mismo ocurre el las artes plásticas, la literatura, la música y casi cualquier rama de la creación artística. La sociedad mercantilizada y consumista en la que nos desenvolvemos ha pervertido todas las manifestaciones estéticas. Pero en el caso del cine resulta particularmente grave ya que se trata de una manifestación verdaderamente popular y masiva. Al alcance de prácticamente cualquier individuo. Lo que no ocurre necesariamente con las otras artes.

Si tomamos en cuenta la enorme cantidad de basura cinematográfica que se produce y consume con el exclusivo fin de ‘divertir’ y enajenar para exprimir los bolsillos de los espectadores, el panorama se vislumbra sombrío. Sobre todo porque hay ‘cómplices’ consientes o inconsciente que se dedican a alabar sin medida manifestaciones artísticamente mediocres o de plano malas.

Y eso me lleva a una reflexión más: creo que es hora de promover un retorno al cine clásico. A su visionado. Hay ya un acervo enorme de obras maestras del cine a las que deberíamos recurrir para revisar o conocer por vez primera. Dicen los que saben que el mejor criterio para conocer el valor de una obra de arte es su permanencia en el tiempo. Resulta muy irresponsable, por ejemplo, decir que Hugo (en este caso) es una ‘obra maestra’ desde el momento mismo de su estreno como algunos críticos lo han expresado. Y para comenzar a revisar la historia del cine a través de sus grandes creaciones nada mejor que, precisamente, la obra de Georges Méliès.

Con la ventaja de que resulta además muy fácil hoy en día tener acceso a prácticamente cualquier cinta que uno desee revisar o conocer. Nunca antes habíamos tenido esta facilidad. Consumir obras clásicas nos proporciona además enormes ventajas: refinamos nuestro gusto y sensibilidad, ampliamos nuestro horizonte de experiencia, adquirimos una visión temporal de largo plazo, no el inmediatismo del que sólo conoce lo que está de moda. En fin y, sobre todo, nos vuelve universales.

[Continúa en la zona spoilers, aunque no es spoilers]

Jesús Magaña Estrada
26/09/21

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pensadero Público
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7
17 de agosto de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver, por tercera o cuarta vez, Vértigo (De entre los muertos) de Alfred Hitchcock, 1958. Debo confesar que cada vez la encuentro menos disfrutable. Y no sólo porque ya esté enterado de la trama sino porque, precisamente, el argumento me parece cada vez más inverosímil. De verdad que no se sostiene ni adosándole resistente andamios de elogios y cantidades industriales de adjetivos laudatorios al film que indudablemente se los merece.

No pensaba escribir esta nota (que no crítica) porque con las casi 250 que me han precedido, ¿qué oportunidad tengo de que alguien me lea? Además, al ver las calificaciones que ha obtenido y las elogiosas primeras críticas, mi desánimo fue mayor. Pero, oh sorpresa, también encontré por ahí algunas opiniones nada positivas lo que me ha animado a escribir este texto.

De entrada, estoy de acuerdo que el arte no tiene porque ser fiel reflejo de la realidad ni mucho menos. Cualquier manifestación artística se basa en un acuerdo implícito de que quien la consuma acepta la lógica interna de dicha manifestación. Así, una película o una novela sólo tienen que ser congruentes consigo mismas. Son universos que se contienen a sí mismo en su propia lógica. El espectador y el lector aceptan tácitamente las reglas del juego que son establecidas por el mismo autor.

En eso consiste la magia de arte. En suspender el juicio y dejarnos sorprender por la capacidad inventiva de los grandes creadores. Sus obras alimentan nuestro espíritu ensanchando nuestra imaginación y sensibilidad con experiencias que sólo a través de estos medios podemos disfrutar. Se trata de la sana evasión que expande nuestras capacidades como seres humanos gracias a la música, la literatura, el cine, la danza, el teatro, la pintura y un largo etcétera.

Pero una cosa es aceptar las convenciones propias de la obra y otra muy diferente es que nos quieran ver la cara. Y creo que Hitchcock abusó de nuestra buena fe en esta cinta al introducir giros argumentales verdaderamente absurdos e inaceptables de acuerdo a la misma naturaleza de la historia y de los personajes. Muchas de estas incongruencias ya han sido señaladas por otros participantes en este foro. Yo sólo me limito a insistir en una o dos que me parecen insostenibles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pensadero Público
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9
6 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra del caudillo, película mexicana de 1960 dirigida por Julio Bracho con guión del propio director y de Martín Luis Guzmán basado en su novela del mismo nombre. La trama se ubica en los años 20 del México posrevolucionario y narra la historia de la sucesión presidencial en el México de esa época y los conflicto y luchas caudillistas que esto acarrea entre la nueva clase política surgida de la Revolución.

Desde que Bracho conoció la novela de Martín Luis Guzmán se propuso realizar la versión cinematográfica de la misma. La obra literaria fue publicada originalmente en 1929 en Madrid y quedó prohibida en México. ¿La razón? En la novela de Martín Luis Guzmán se criticaba acremente al caudillismo surgido de la Revolución y representado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

Bracho adquirió los derechos de la novela en 1936 y comenzó a elaborar el proyecto para la película. Pero no fue sino hasta 1959 que obtuvo la autorización para realizarla. Sin embargo, una vez concluida se prohibió su exhibición con el argumento de que “denigraba a México y a sus instituciones”. Los implicados en esta trama macabra fueron el propio Presidente de la República Adolfo López Mateos, su Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz y el Secretario de la Defensa general Agustín Olachea.

La película quedó congelada y sólo alcanzó a ser exhibida, y premiada, en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary en Checoslovaquia. Tuvieron que pasar 30 años y una larga lucha para vencer a la censura y lograr que finalmente, en 1990, la película se exhibiera comercialmente Cuando lamentablemente su director ya había fallecido. Pero aunque ahora se puede acceder a ella con suma facilidad, desafortunadamente, tengo la impresión de que la obra sigue siendo desconocida para la mayoría de los mexicanos.

Y créanme que es una verdadera lástima. La película vale mucho la pena y funciona a la perfección incluso si no se conoce el trasfondo histórico en el que se sitúa la trama ya que el guión está estructurado al estilo de un thriller político muy eficaz con una buena dosis de drama, intriga, violencia y romance. Los personajes están muy bien construidos y no es indispensable conocer a qué figuras históricas reales hacen alusión o están inspirados. Quien tenga noticia de los acontecimientos políticos del México de esa época sabrá de inmediato a quienes se alude ya que apenas si se les ha cambiado el nombre. Pero si no, el argumento tiene sentido por sí mismo sin necesidad del contexto histórico.

Por otra parte, cinematográficamente hablando, la cinta es espléndida. Julio Bracho hizo un excelente trabajo de dirección de actores y técnicamente la película es impecable. La fotografía y los encuadres son precisos, las secuencias están muy bien montadas y los escenarios son en los que realmente se sucedieron los hechos que se narran. La música de Raúl Lavista logra darle al filme el ambiente nacionalista sin ser patriotero ni chabacano. No exagero sí afirmo que la obra maestra de Julio Bracho, quien ya tenía en su haber varios trabajos notable como Distinto amanecer, Crepúsculo y Canasta de cuentos mexicanos, sólo por mencionar algunos.

Pero no únicamente es la mejor película de Bracho; es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas mexicanas de todos los tiempos. Y esto me lleva a retomar de nuevo el asunto de la censura y sus perniciosas consecuencias. Julio Bracho no sólo sufrió la censura de su obra sino que, además, en cierta forma fue vetado de por vida ya que en adelante sólo pudo emprender proyectos mediocres para subsistir pero que no correspondían a su talento y sus capacidades.

Antes de concluir esta reseña es justo hacer mención especial a la obra en la que está basada la película de Julio Bracho. La novela de Martín Luis Guzmán La sombra del caudillo es también una de las obras cumbres de la literatura mexicana del siglo XX. Su autor fue escritor, periodista, político, diplomático, editor y, en general, promotor cultural. Conoció de primera mano los hechos que narra en sus obras ya que fue cercano colaborador de Pancho Villa y tras ser perseguido, censurado, decidió exiliarse por un tiempo de sus país. No obstante, también hay que decirlo, en 1968 apoyó la represión al Movimiento Estudiantil llevada a cabo por el régimen de Gustavo Díaz Ordaz. Paradojas del destino, el mismo personaje que en 1960 condenó al ostracismo a la obra de Julio Bracho y del propio Martín Luis Guzmán. Supongo que habrá que achacarle tal conducta a la decrepitud que afecta a algunas personas con el paso de los años.

Para finalizar, quiero recalcar la necesidad de rescatar y difundir las obras aquí aludidas. La película de Julio Bracho y la novela de Martín Luis Guzmán nos remiten a una época de la historia de México de la que podemos extraer valiosas enseñanzas. El caudillismo nos dejó como herencia casi un siglo de un gobierno que con muy pocas excepciones ejerció el poder de manera autoritaria y despótica. México padeció durante todo el siglo XX lo que Vargas Llosa llamó en algún momento ‘La dictadura perfecta’. Un solo partido político usufructuó el poder durante todo el siglo con el sencillo artilugio de cambiar de rostro cada seis años simulando elecciones democráticas.

En La sombra del caudillo queda reflejada de manera extraordinaria la génesis de este fenómeno que por ningún motivo debemos permitir que se repita. Por ello es prioritario desenterrar y promover la difusión de este tipo de obras que nos ayudan a entender nuestro pasado y nos proporcionan las claves para conducirnos en la sociedad de hoy para evitar que se vuelva a repetir la nefasta práctica de la censura. No sea que de nuevo nos vayan a ‘madrugar’.

Jesús Magaña Estrada

06/10/21

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Pensadero Público
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4
25 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crisis (Kris) película sueca de 1946 dirigida por Ingmar Bergman con guión del propio director basado en la obra teatral Moderhjertet (Corazón de madre) del dramaturgo danés Leck Fischer. La cinta fue estrenada el 25 de febrero de ese año y su importancia estriba en que se trata del primer film dirigido por Bergman cuando contaba con sólo 27 años.

La historia se ubica en un pequeño pueblo de la Suecia rural durante la posguerra. Nelly (Inga Landgré), una chica de 18 años aficionada al baile, vive con su madre putativa Mutti (Dagny Lind), una maestra de piano que se las ve muy duras para salir adelante económicamente. La película comienza cuando llega al pueblo Jenny (Marianne Löggre) la madre biológica de Nelly con la intención de recuperar a su hija para llevarla a la vivir con ella a la capital. Lo que viene a continuación es el desarrollo de la trama pero de eso ya no diré nada.

Me interesa dejar sentado desde un principio que la película me parece mala sin más. Creo que algunos colegas que aquí han aportado su críticas, muy respetables todas, se van con la finta de valorar positivamente la cinta sólo porque es de Bergman. Y estoy de acuerdo que el nombre pesa. Pero también estaremos de acuerdo que, probablemente, la están viendo con ojos ‘contaminados’ por las obras maestras que el buen Ingmar logró posteriormente. Yo he tratado de evitar en lo posible esa perspectiva tratando de evitar un juicio a posteriori y considerar la película a priori, como si la hubiera visto el día de su estreno y el tal Igmar Bergman no era el genio que ahora conocemos sino apenas un guionista poco conocido en el medio cinematográfico.

El mismo Bergman consideraba a este su primer trabajo de dirección un proyecto fallido. Así nos lo hace saber en su autobiografía La linterna mágica. En ese texto nos cuenta la enorme cantidad de dificultades que enfrentó el proyecto al grado que, en varias ocasiones, estuvo a punto de cancelarse. El entusiasmo inicial que en un arrebato de arrogancia lo llevó a concebirse como el sucesor de los grandes directores suecos (Sjöberg, Molander y Dreyer), fue diluyéndose poco a poco a medida que se enfrentaba a un sin fin de dificultades no previstas.

Los problemas comenzaron con la historia misma. A Bergman le pidieron que adaptara una obra teatral de un autor danés. El texto le pareció nefasto y de su autor dice que es un ‘escritorzuelo’. Pero escribió el guión con la esperanza de que se lo aprobaran y así fue. Lo que Bergman no sabía es que el estudio quería hacer una película, cualquiera, porque había que cumplir el contrato que ya tenía firmado con los actores y el equipo técnico.

Llama la atención lo endeble del argumento tomando en cuenta que Bergman ya tenía experiencia como guionista y hasta cierto prestigio ya que la cinta Tortura (Hets) dirigida por Alf Sjöber había obtenido el premio en Cannes en 1946 y Bergman había sido el autor del guión. Sólo que dicho guión fue escrito a partir de un texto que el mismo Bergman había escrito tomando como base sus experiencias personales como estudiante preparatoriano. Eso explica, de alguna manera, la mediocridad de la historia que se nos narra en Crisis.

La película resulta demasiado ‘teatral’ y las actuaciones son cuando mucho mediocres. Bergman llega a afirmar que algunos de sus protagonista no sabían actuar. Además de que no lo respetaban y tenían constantes roces. La fotografía no es ni remotamente lo que Bergman hubiera deseado. Le impusieron a un fotógrafo que sólo había trabajado en documentales sobre la naturaleza pero nunca con actores y en estudio. Para colmo, él y Bergman se odiaban cordialmente y se trataban como perros y gatos. En pocas palabras: un desastre.

Las peripecias de la realización del filme son innumerables y darían por sí mismas para una interesante película de ‘cine dentro del cine’. Las dificultades de Bergman llegaron a tal extremo que el estudio le consiguió la ‘asesoría’ del prestigioso director Victor Sjöström para que ayudara al novato a sacar adelante el proyecto con el que tropezaba a cada rato. Fue de esa forma como la cinta pudo llegar a buen término e Ingmar Bergman inscribir su nombre como director e iniciar una carrera que a la postre resultaría brillantísima. Pero, definitivamente, Crisis no fue un inicio sencillo y mucho menos satisfactorio. Todo estaba aún por escribirse.

Jesús Magaña Estrada
25/08/21

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Pensadero Público
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