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España España · Miranda de Ebro
Críticas de Michi
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de enero de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres son los principales atractivos para sentarse en una butaca -preferiblemente de cine- y ver Elegy.

Primero: una atractiva historia. Una reflexión sobre el amor (entre amigos, en pareja o el paterno-filial), la madurez (o la falta de ésta), el compromiso, los celos y sobre la belleza y su poder cegador. La película, narrada a través del protagonista, relata la vida de David Kepesh, un cincuentón profesor universitario, acostumbrado a seducir a sus alumnas y a esquivar todo aquello que parezca rezumar un rastro de estabilidad conyugal o de vida en pareja. Todo hasta que se cruza en su camino Consuela Castillo, una bellísima alumna cubana a la que convierte en objeto de deseo. Ante ella, toda esa fuerza y mente fría, se desvanece. Convencido de que tarde o temprano algún hombre más joven se la arrebatará de las manos (como él mismo dice, porque en el pasado él hubiese sido ese hombre), se verá sumido en una espiral de celos y obsesión por ella. Gracias a la ayuda de su inseparable colega, e igual de mujeriego, George O´Hearn, intentará separar las aventuras sexuales de su vida real.

Segundo: los interpretes. Un elenco de actores de un nivel superior si atendemos al número de premios y nominaciones que rellenan sus vitrinas. Para comenzar, la pareja protagonista, con el galardonado al Oscar, Ben Kingsley (Gandhi, La lista de Schindler), y la cada vez (pese a quien pese) más protagonista en el estrellato internacional, Penélope Cruz (Vicky Cristina Barcelona, Volver). Y como secundarios de lujo Dennis Hopper (Terciopelo azul, Apocalypse Now) y Patricia Clarkson (Buenas noches, y buena suerte, Vías cruzadas). Todos, nos brindan momentos estelares, como las cínicas conversaciones entre Kigsley y Hopper sobre sus escarceos, las charlas en la cama -con cigarro incluido- entre la desinhibida Clarkson y el propio Kingsley, o las espectaculares escenas finales en el apartamento de Kepesh, con una Penélope brillante que encierra en sus ojos todo el sentimiento y la emoción contenida durante la película.

Tercero: la dirección. Otra hermosa película de Isabel Coixet, una de las mejores cineastas en el arte de tratar con sensibilidad y elegancia pasmosa, temas tan delicados como la enfermedad, la muerte o la soledad, como ya hizo en sus anteriores películas La vida secreta de las palabras, Mi vida sin mí, o Cosas que nunca te dije. En ésta, su primera incursión en una producción norteamericana, se hace cargo sólo de la dirección ya que el guión corre a cuenta del cineasta Nicholas Meyer, adaptando la novela “El animal moribundo”, del polémico escritor Philip Roth. Aunque sí introdujo algunos cambios, no sin antes convencer al propio escritor, como el final de la historia, (mucho menos almibarado que el que planteaba Hollywood) o la forma de tratar en imágenes, las cuantiosas y apasionadas escenas eróticas de la novela. Coixet lo logra mostrándolas de una forma sencilla, elegante e íntima.
Michi
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8
21 de agosto de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pavel necesita aclarar con Vera de una vez por todas, por qué una vez, durante el transcurso de una boda, cruzaron sus miradas. Él ya no puede más, y necesita contarle a ella todo lo que le pasa. Cuando Pavel le pregunta: “… ¿Y que vamos a hacer?..., Vera sólo sabe contestar con un ingenuo “…No lo se…”.

Euphoria, primera incursión en el mundo del cine del director de teatro ruso Iván Vyrypaev (Siberia, 1974), es una trágica –y a la vez hermosa- historia de amor y celos. Una historia de amor intenso, puro e inesperado, entre dos personas que nunca han sentido nada igual, y no saben como afrontar esta situación, para ellos desconocida. De una manera casi instintiva, se embarcan juntos en un camino en busca de respuestas a estos nuevos sentimientos

Los personajes de esta película están claramente marcados por la brutalidad del entorno. La inmensidad de la estepa, les convierte en figuras minúsculas. Todos actúan condicionados por el aislamiento al que se ven sometidos por la vastedad que les rodea.
Podemos comprobarlo en Pavel y Vera, los protagonistas de la historia, o en el bruto y celoso marido de ésta. Pero también en varios de los personajes secundarios de la película, pequeñas historias en las que el director nos sumerge, y que acentúan, más si cabe, la crudeza de la vida en esta zona del planeta.

Protagonizada por Polina Agureyeva (Vera), con varios premios dentro del cine Ruso, a pesar de su juventud; el debutante Maxim Ushakov (Pavel), que también es director de teatro y especialista en decorados de cine; y Mikhail Okunev, procedente del Teatro Ruso, Euphoria, sorprende por su juventud y entereza.

Los 70 minutos de esta breve, pero sobrecogedora historia, están impregnados de una belleza absoluta. Cabe destacar, una maravillosa fotografía, favorecida por unas espectaculares localizaciones en las estepas del Don. Un exquisito manejo de la luz, como las escenas rodadas durante la noche, o los claro-oscuros en la destartalada casa en la que Vera vive junto a su marido e hija. Una delicada suavidad en los frecuentes fundidos entre escenas aéreas del paisaje ruso. O el subrayado de la repetitiva e inquietante banda sonora obra del joven acordeonista Aydar Gainullin. Todo junto, nos dará la sensación de estar sentados ante una obra de arte, digna de ser expuesta en cualquier museo de renombre
Michi
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7
27 de mayo de 2010
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que éste es el primer largometraje del londinense Martin McDonagh, no podemos apresurarnos a colgarle el cartel de principiante a las primeras de cambio. El británico en la actualidad, tras 15 años de trayectoria en la escena teatral, es uno de los dramaturgos más respetados del mundo. Basta con resaltar el dato de que es el autor anglosajón más representado en América del Norte, detrás eso sí de Shakespeare (palabras mayores). Su obra es conocida por el uso de la violencia extrema como arma para impactar al espectador, ayudándose siempre del sarcasmo y el humor negro. Por otro lado, en su primera incursión en el mundo del celuloide, en el año 2006, consiguió el Oscar al mejor cortometraje de ficción por Six Shooter. Queda claro, que Escondidos en Brujas, su ópera prima, llega sobradamente avalada.

En ella, y continuando con sus señas de identidad, se lanza a una historia al estilo de las de directores como Quentin Tarantino o Guy Ritchie. Un Thriller de matones deslenguados, de verborrea afilada y actos terroríficos. Ahora bien, estos personajes sacados de su hábitat natural, de vacaciones por la pintoresca ciudad de Brujas, nos muestran su lado más humano (si es que una persona que se dedica a matar a otras lo tiene) y uno empieza incluso a cogerles cariño. Por ello, no sólo en la violencia y la comedia descansa la fuerza de la película. Ésta historia está también centrada en el lado humano de los personajes, rasgos que uno nunca espera encontrarse en un matón a sueldo. Marcados por la culpa por los actos cometidos en el caso del principiante sicario Ryan, de la humanidad y lealtad de su compañero Ken, o de la integridad, honor y fidelidad a los principios como en el caso de Harry, el jefe de ambos.

Para hacerlo creíble, Martin McDonagh tiene la suerte de contar con un tridente de lujo en el reparto. Las escenas más cómicas y las más dolorosas recaen en el joven sicario Ryan representado por Colin Farrell, papel por el que fue galardonado con el Globo de oro a la mejor actuación Cómica. La Sobriedad de un gran Brendan Gleeson, interpretando a Ken, su compañero y contrapunto. Y la paródica y sobreactuada (pero efectiva) interpretación de Ralph Fiennes como el capo de la banda de asesinos. A la vez, varias tramas paralelas que se entrecruzan, permiten el lucimiento de otros actores entre los que destaca, y rayando a gran altura (permítanme el mal chiste), “el menudo” Peter Dinklage al que recordaran por sus actuaciones en Vías cruzadas o Un funeral de Muerte.

En definitiva, situaciones surrealistas, humor negro, acción y dolor, todo ello acompañado de las preciosas imágenes de la ciudad de Brujas (no puedo llegar a imaginar lo agradecido que deben estar en el patronato de turismo de la localidad Belga), que dan ganas de ir a visitar, siempre y cuando, eso sí, el bueno de Harry y sus matones no anden merodeando cerca.
Michi
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8
7 de marzo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá usted sea de los que siente un incontrolable amor por los políticos; tal vez uno de los que agitan banderas en los mítines y aplauden a rabiar sus consignas y monsergas; de los que aguanta estoicamente los codazos y empujones para ganarse el beso entusiasta del político de turno. O igual -y sin llegar a esos extremos-, usted es de los que a día de hoy aún mantiene la pequeña ilusión de que la clase política sea capaz de ponerse a trabajar para sacarnos adelante. Si por el contrario usted es Humano, enhorabuena, ésta es su película.

George Clooney, el afamado actor y proclamado por derecho propio guapo de Hollywood de las últimas décadas, dirige, produce, escribe e interpreta Los idus de marzo, una película a caballo entre el cine político y el thriller. Como director, esta es ya su cuarta película (anteriormente dirigió Confesiones de una mente peligrosa (2002), Buenas noches y buena suerte (2005) y Ella es el partido (2008)), y nos demuestra que al igual que en su faceta de actor, tiene buen ojo a la hora de escoger historias.
La proyección de esta película no podría ser más oportuna. El guión, adaptado de una obra teatral del Off-Broadway Neoyorquino, en el que Clooney vuelve a colaborar junto a Grant Heslov, (con el que ya escribiera Buenas noches y buena suerte; ambos guiones candidatos al Premio Oscar), es un retrato de los entresijos de la vida política, de la hipocresía moral de algunos, capaces de llegar a límites ofensivos para llegar a lo más alto. Y además George tiene la gran destreza de no rozar la caricatura, lo que ciertamente restaría credibilidad a los personajes. A pesar de no basarse en hechos reales, las informaciones que abarrotan las portadas de los periódicos en los últimos años, confirman que la realidad no debe andar demasiado lejos de lo que aquí se relata.
La película está llena de dardos en forma de diálogos de una profundidad brutal. Para que sean certeros, se necesitan unas actuaciones de lujo. Y Clooney, que se guarda el papel principal –que no protagonista- ha convencido a varios de los mejores intérpretes de la actualidad para involucrarse en la película. Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Jeffrey Wright…. Pero sobre todo me centraré en tres: Ryan Gosling, -este sí, protagonista- sin duda entre los más brillantes de la nueva generación de actores de Hollywood, que encarna al joven asesor de la campaña del Gobernador Mike Morris (Clooney); y Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti –fantásticos como siempre- que interpretan a los directores de campaña de los dos candidatos demócratas.

No quiero olvidarme del cartel que promociona la película porque es espléndido. Esa recreación del joven idealista Stephen Meyers sujetando una revista en la que aparece el gobernador Morris, en la que uno no sabe distinguir donde empieza Gosling y donde Clooney. Como cuando algunos son incapaces de distinguir donde acaba la ambición y empieza la codicia.
Michi
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6
12 de mayo de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuamente los terribles sucesos que ocurren -ocurrieron y lamentablemente ocurrirán- en la extensa franja de Oriente Medio, ocupan cientos de páginas de periódicos e inundan las cabeceras de los informativos televisivos de medio mundo. Cinematográficamente hablando sucede algo parecido. Todas estas catástrofes tienden a aglutinar la mayor parte de los argumentos de las películas del mundo árabe, lo que convierte en apenas un pequeño número –y muchas veces incapaz de pasar el diabólico filtro de la distribución comercial- las cintas que relatan historias con temas menos trascendentales pero igual de importantes en el día a día de la sociedad. Ajustándonos a Jordania -país fronterizo de los conflictos Israel-Cisjordania o Iraquí- la empresa de ofrecer una película alejándose de materias como el integrismo religioso o el terrorismo parece complicada. El director Jordano Amin Matalqa –aunque residente en los EEUU desde los 13 años-, se presenta con su ópera prima –la que es por cierto la primera película Jordana en 50 años y la primera en exportarse al mercado internacional-, con una positiva historia sobre la ilusión en contrapartida a una vida conformista. Capitán Abu Raed, contada de una forma sencilla, es una enternecedora historia que consigue hacerte sonreír -que no reír-, en la que el anciano limpiador del aeropuerto a través de sus fantasiosos relatos, ayuda a un nutrido grupo de niños entusiastas ávidos de historias a mirar con otros ojos su propio futuro; y gracias a ello, a creerse capaces de cambiar el rumbo preestablecido en sus vidas. De cualquier modo, sin alejarnos mucho de la trama principal, no nos resultará complicado entrever muchos de los problemas diarios de las familias (en especial de los niños) de esta zona del mundo, tales como la explotación laboral infantil, el maltrato en el ámbito familiar o las más que visibles diferencias sociales. Todas estas denuncias se encuentran bastante cercanas a las reclamas que durante los últimos meses han provocado las protestas de miles de jóvenes del Magreb y Oriente Medio, que intentan conseguir una mayor apertura de libertades por parte de sus regímenes gobernantes.
Centrándonos en los intérpretes, el director y guionista Amin Matalqa combina una mezcla de veteranía y espontaneidad. La veteranía la proporciona el actor que encarna al simpático Abu Raed; el jordano afincado en Londres Nadim Sawalha, uno de los pocos árabes que trabajó en la industria cinematográfica británica en la década de los 60, actuando sobre todo para la televisión pero también, y aprovechando sus rasgos étnicos, en películas de la saga de James Bond. La espontaneidad es en este caso para el grupo de niños, todos ellos primerizos en el arte de la interpretación, y que fueron escogidos por su naturalidad en campamentos de veranos para los niños más desfavorecidos.
Michi
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