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Críticas de Juan Marey
Críticas 629
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
10 de mayo de 2023
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Una vez más vinculado a la Paramount, estudio en el que desarrolló la mayor parte de su carrera, Mitchell Leisen nos traslada a imágenes una pieza teatral titulada “Maggie”, además fue la quinta y última colaboración entre el guionista y productor Charles Brackett y Leisen, un excelente director, elegante y sutil en su puesta en escena y capaz de realizar comedias tan destacadas como “Una chica afortunada” o ”Medianoche”, dramas como “Si no amaneciera” o “La vida íntima de Julia Norris”, e incluso grandes películas de género negro como “Mentira Latente”. En “Casado y con dos suegras” podemos disfrutar de una como siempre inconmensurable Thelma Ritter, una secundaria de lujo en numerosas producciones hollywoodienses, a quien no resultaba extraño ver en pantalla eclipsando a las estrellas que encabezaban el reparto, uno de estos casos se observa en esta película, comedia en la que su nombre aparece después del título del film y de los nombres de Gene Tierney, John Lund y Miriam Hopkins, pero, desde el inicio, su personaje, Ellen McNutty, asume un rol vital en el desarrollo del film, su arrolladora presencia es de lo mejor de esta fantástica obra, es de esas actrices secundarias que valen por toda una película, y que además fue nominada al Oscar por este papel, en la parte final de la cinta tiene un memorable enfrentamiento con su consuegra, encarnada por Miriam Hopkins, una mujer insoportable que solo busca la disolución del recientemente instaurado matrimonio.

La película esta muy ligada con ese conjunto de comedias que por aquellos años firmaron realizadores como George Cukor para la Columbia –THE MARRYING KIND (Chica para matrimonio, 1952), BORN YESTERDAY (Nacida ayer, 1950), IT SHOULD HAPPEN TO YOU (Una rubia fenómeno, 1954)- o incluso el primerizo Richard Quine de THE SOLID GOLD CADILLAC (Un cadillac de oro macizo, 1956). En aquellos casos los títulos se encontraban al servicio de la actriz cómica Judy Holliday, mientras que en el que nos ocupa el elemento más o menos cómico se ofrece a la veterana y estupenda Thelma Ritter de la que ya hemos hablado anteriormente. “Casada y con dos suegras” destaca por formular una crónica sobria y contenida, por momentos escorada hacia el melodrama, en la que sobresale una vez más la inteligente utilización del espacio escénico por parte de un Leisen, sobradamente curtido en la dirección artística, en la que el uso del detalle a la hora de cerrar o abrir algunas de sus secuencias denota el sentido visual de su puesta en escena, y en donde brilla el retrato de personajes que están a punto de bordear la caricatura, sin que por fortuna este rasgo anule su autenticidad. A destacar también el apoyo que supone la excelente iluminación y fotografía en blanco y negro ofrecida por el especialista en el género Charles Lang.

Una muestra tardía pero valiosa de uno de los talentos más singulares -y todavía infravalorados- con que contó la comedia americana en sus años de esplendor, Mitchell Leisen. Ojalá este breve comentario suponga el empujón final que os decida a ver esta deliciosa película, seguro que al final disfrutaréis de un rato agradable y sobre todo, recordable, y además está Gene, Gene Tierney, una actriz de una belleza legendaria, pero también con un inmenso talento no lo suficientemente reconocido a mi juicio.
Juan Marey
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8
8 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin Scorsese, que solo había dirigido su primera película “¿Quién llama a mi puerta?” (1967), fue el primer director escogido para dirigir “Los asesinos de la luna de miel”, pero fue despedido al poco de comenzar el rodaje por su lentitud, incompatible con el ajustado plan de rodaje de un proyecto de bajo presupuesto como este, pero algunas de las escenas rodadas por Scorsese fueron incluidas en la película final. Fue sustituido por Donald Volkman, un director sin apenas experiencia previa que fue despedido dos semanas después, al final el guionista de la película, Leonard Kastle, un compositor, libretista y director de ópera neoyorkino, un completo neófito tras la cámara, fue el que recibió el encargo del productor televisivo Warren Steibel de dirigir la que sería su única película como director.

La cinta nos presenta a dos personajes: Martha, jefa de enfermeras del Hospital de Mobile en Alabama, con sobrepeso, fea, malcarada, intransigente y con una evidente falta de cariño; después tenemos a Ray, un inmigrante de origen hispano, el típico “gigoló” que utiliza agencias para citarse con mujeres, aprovechando la situación para robarlas. La pareja se conoce gracias a una broma de la mujer que cuida de su madre y claro, la chica se enamora de Ray, ambos se unirán para escoger a sus víctimas, mujeres solteras y viudas, a las que Ray seduce en primera instancia, haciéndoles creer que se va a casar con ellas, para matarlas posteriormente de forma macabra. La pareja de psicópatas siempre acaba mostrando el lado oscuro del ser humano en unos crímenes que van aumentando paulatinamente en crueldad y brutalidad, no obstante, lo más interesante de la historia se halla en el enamoramiento apasionado y obsesivo por parte de la chica hacia Ray, un crápula que a simple vista no parece merecer la más mínima atención, pero que a los ojos de ella es un autentico héroe por sacarla de esa vida vacía y hastiada que llevaba antes de conocerlo.

Filmada con un marcado estilo documental en blanco y negro, desprovisto de luces artificiales, su fotografía y sonido no pasarán a los anales de la historia del celuloide, pese a ello, el relato sale airoso gracias al hiperrealismo y la crueldad de lo que se nos muestra en pantalla, o lo que se intuye en unos acertados fuera de campo. La historia está contada de una manera fría, seca y directa, Kastle no se limita a la pura ilustración de la macabra carrera de la pareja, sino que intenta comprender el amoral comportamiento de sus personajes, así, mientras Raymond es un simple timador que actúa única y exclusivamente por dinero, la conducta de Martha está marcada por la necesidad de retener a toda costa a Ray a su lado, fruto de un amor obsesivo que nace de la completa ausencia de cualquier muestra de afecto hacia ella en su vida pasada (tanto en su ámbito laboral como social o familiar). En estas circunstancias, la sucesión de asesinatos se muestra siempre como un terrible e inevitable acontecimiento que sucede casi a pesar de sus ejecutores: Martha recurre al asesinato simplemente para eliminar a sus posibles contrincantes mientras que Ray, que no pretende a priori matar a ninguna de sus víctimas, utilizará la determinación de Martha para acabar con ellas cada vez que esté a punto de ser descubierto.

Otro de los grandes ejemplos del mejor cine independiente americano de los 60, una película que no ha perdido nada de su frescura y de esa sensación que transmite de “cinéma vérité”, como si el director hubiera acompañado a la pareja de asesinos en sus andanzas y las hubiera filmado “in situ”, a lo que contribuyen definitivamente las interpretaciones tanto de protagonistas como de secundarios, ajenas a cualquier artificio actoral. Este aspecto brilla especialmente en las escenas de los asesinatos, filmados de manera tan natural, tan real, y sin un atisbo de remordimiento por parte de sus autores, que resultan mucho más impresionantes que las que solemos ver en producciones con más medios. Aroma de serie B, cine de talento, magistral, espléndida.
Juan Marey
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9
5 de mayo de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva ola checoslovaca ha legado a la posteridad algunas de las mejores películas en tratar la ocupación nazi, además abordando el tema desde perspectivas de lo más variadas: filmes que basculan entre el drama y la comedia como la soberbia “La tienda de la calle mayor” (Obchod na Korze, 1965) de Ján Kadar y Elmar Klos, otros que apuestan más abiertamente por el humor negro como “El incinerador de cadáveres” (Spalovac Mrtvol, 1969) de Juraj Herz o el costumbrista como la célebre “Trenes Rigurosamente Vigilados” (Ostre sledované vlaky, 1966) de Jiří Menzel, y obras que reducen el conflicto a una historia personal mínima de pura supervivencia, como la especialísima “Diamantes de la Noche” (Démanty noci, 1964), o a un conflicto entre unos pocos personajes, como es el caso de la película que hoy nos ocupa “Carruaje a Viena” (Kocár do Vídne, 1966) de Karel Kachyna. Ello nos ha permitido conocer diferentes perspectivas de un conflicto complejo y traumático que la población checa vivió en primera persona, evitando la tentación de reducirlo todo a historias de buenos y malos o de hazañas heroicas, una opción que, tampoco nos pongamos puristas, no es desdeñable y ha dado pie también a grandes películas.

Allá por los años sesenta del siglo pasado, el fabuloso director checo, Karel Kachyna, con tres elementos muy simples construyó una de las más arrebatadoras, hondas y emocionantes películas rodadas en aquella época, hablamos de “Carruaje a Viena”. Al final de la II Guerra Mundial, por un silencioso bosque de ensueño, de una densidad tal que quizá pudiese desplegar también alguna que otra pesadilla, viajan casi en total silencio dos desertores nazis y una lugareña, Krista, no hablan el mismo idioma, no hay comunicación posible entre ellos. La bruma es intensa, hasta los olores traspasan la pantalla, los tenues sonidos son como pequeños estallidos irrumpiendo escabrosos en medio de todo aquel silencio, cada textura se palpa, vibrando en las yemas de los dedos mientras nos aferramos a la mantita del sofá, mientras tanto el carro discurre por los angostos caminos del bosque tirado por un par de caballos lanudos. En nuestros corazones atentos, en vilo, se estima el bien y el mal como el mismo lado de una misma moneda, si por un lado tenemos al soldado nazi que no pasa de un niño y solo piensa ya en el fin de la guerra, ya solo quiere volver a su pueblo y a la vida de siempre con su mamá y con su novia, justo en el mismo lado de la moneda tenemos a la dolorida, dura, áspera e inmutable viuda con sed de venganza. Setenta y cinco minutos con los únicos mimbres de una cámara, un bosque como escenario y claro protagonista onírico de la narración, tres actores y un carruaje tirado por dos caballos como único artificio empleado para que la trama fluya hacia adelante.

Es incomprensible que un film de la belleza visual y lirismo de “Carruaje a Viena” no ostente un lugar de privilegio en el Olimpo de obras maestras del cine, un auténtico poema hecho imágenes, una película ejemplar, una tragedia griega insertada en el más abominable acontecimiento del siglo XX, natural y bella como pocas. Una película que seguro sorprenderá a aquellos cinéfilos que se atrevan a descubrirla por primera vez, una especie de “road movie” existencialista y trágica enmarcada en el cine bélico centro europeo de los años sesenta, un cine en el que las batallas y el ambiente bélico no eran más que una excusa para plasmar un cuento moral en el que reflejar las inmoralidades y perversiones que ostenta el alma humana, es decir, aquellos extravíos que son causa directa del origen de los conflictos bélicos en los que desgraciadamente el ser humano parece que se empeña una y otra vez en caer. No dejéis pasar la oportunidad de visualizar esta maravillosa obra de arte, seguro que la disfrutaréis.
Juan Marey
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8
3 de mayo de 2023
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El escritor colombiano Gabriel García Márquez relató el difícil idilio de sus padres en su quinta novela, “El amor en tiempos del cólera”, de la cual se toma un fragmento para el guion de la película “Cartas del parque”. “Cartas del parque” es uno de los filmes que integran la serie “Amores difíciles”, proyecto cinematográfico auspiciado por TV Española y la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, formado por una serie de seis guiones que Gabriel García Márquez escribió en 1987, basados en notas periodísticas y cuentos suyos, son seis episodios independientes que giran en torno al amor, como eje motriz, común denominador que la prodigiosa imaginación del autor de “Cien años de soledad” dota de personalidad propia, cada uno de ellos ha sido dirigido por un prestigioso cineasta latinoamericano y sus guiones están desarrollados a partir de la simiente argumental de García Márquez, a quien se le ha consultado la supervisión de los mismos. Bajo mi punto de vista el mejor film de la serie es el que dirigió el cubano Tomás Gutiérrez Alea, la película que hoy nos ocupa, “Cartas del parque”, la historia de amor que cuenta se ambienta en la ciudad de Matanzas, en 1913, la anécdota está protagonizada por Pedro, un escribano y poeta enamorado cuyo diseño se inspira en el Florentino Ariza de “El amor en tiempos del cólera”, que a su vez se inspira en Gabriel Eligio, el padre del escritor.

La película es una comedia romántica, y según el narrador, un cuento sencillo, es una historia de amor, pero también de varias facetas y caras del amor, y a la vez es una defensa del papel de la poesía en el mundo moderno. El argumento tiene paralelos con el drama francés, “Cyrano de Bergerac”, pero García Márquez, Diego y Gutiérrez Alea actualizan ese drama con un protagonista distinto, redefiniendo el concepto de amor romántico. La película, ubicada en “Matanzas, Las Atenas de Cuba,” en 1913, tiene cuatro personajes principales que representan actitudes distintas hacia el amor: Pedro, Juan, María y la prostituta Milagros, que es amiga de Pedro, tenemos un contraste entre el amor físico, el amor platónico, el amor práctico y el amor “real”. También, hay otro personaje aquí, no mencionado pero sugerido en el argumento de la película, y es el ya nombrado Cyrano de Bergerac, el personaje de Pedro contrasta con Cyrano, y también es parecido, y hay similitudes entre el amor de Cyrano y el de Juan. Pedro es poeta, escritor, y escribano, y escribe las cartas para personas de esta ciudad que no pueden escribir o no pueden expresarse bien, Juan le pide que le escriba una carta de amor a María, y lo hace incorporando la poesía de otros y su habilidad poética dentro de sus cartas, luego María le pide que haga la respuesta, ninguno de los dos sabe que es Pedro quien escribe la carta del otro. El amor de Juan es un amor platónico, y en vez de realizarlo, tiene más interés en usarlo como inspiración para montar en globo y volar, en controlar el amor entre los dos como titiritero, como hace Cyrano, se enamora también Pedro de María, sufre mucho, pero sigue escribiendo en nombre de Juan pero expresando su propio amor, como hace también Cyrano.

Quienes piensan que una película sin escenas románticas es como una flor sin aroma, luego de ver "Cartas del parque" se convencerán de que no están equivocados, una fantástica comedia de enredos sentimentales, una película hermosa como la poesía que la adorna en todo su transcurso, una película que nos muestra de forma espléndida ese misterioso sentimiento que cada ser humano ha sentido alguna vez, el amor en su mas pura esencia.
Juan Marey
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7
1 de mayo de 2023
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Próximamante se cumplirán los sesenta y cuatro años del estreno de “El lazarillo de Tormes”, de César Fernández Ardavín, una película notable no solo por su excelente factura técnica (gracias a la fotografía de Manuel Berenguer) y su gran representación de escenarios toledanos -desde la puerta de Bisagra hasta el palacio de Fuensalida, desde San Juan de los Reyes hasta la mezquita del Cristo de la Luz-, sino también por haber sido el primer largometraje español que obtuvo un primer premio en un festival internacional, concretamente el Oso de Oro en Berlín (1960). Su director, César Fernández Ardavín (1923-2012), procedía de una familia estrechamente vinculada a Toledo, su tío Luis, dramaturgo, había sido nombrado Hijo adoptivo de la ciudad en 1922 por el enorme éxito de “La dama del armiño”, obra que sería llevada al cine por el hermano de este, Eusebio, uno de los cineastas españoles más representativos de los años cuarenta.

Es una película muy representativa del cine español de los años cincuenta, ya que en ella confluyen varias de las líneas de este periodo, tales como la adaptación histórica -la sempiterna mirada al Siglo de Oro, coincidiendo, además, con el centenario de Carlos V- y el denominado «cine con niño», cuya máxima representación era la célebre “Marcelino, pan y vino”, de Ladislao Vadja, realizada apenas cinco años atrás. El pequeño que interpretaba al personaje de Lázaro, el italiano Marco Paoletti, acababa de participar en “El Maestro” (Aldo Fabrizi, 1957) y en “De los Apeninos a los Andes” (Folco Quilici, 1958), aportando al personaje una dulce ternura que buena parte del público y la crítica consideraron ajena por completa al estereotipo del pícaro español.

El estreno fue en los Cines Callao de Madrid el 16 de noviembre, recibiendo una larga ovación y las felicitaciones de figuras como el escritor Wenceslao Fernández Flórez, quien manifestaba salir del cine «muy satisfecho» y que la adaptación merecía «verdaderamente la pena de ser presenciada») o el cineasta Luis García Berlanga, quien decía de ella ser «una película de la que todos podemos estar orgullosos en cualquier parte». Mientras algunos críticos apoyaron férreamente el film por su defensa de la cultura española, otros, como Miguel Pérez Ferrero (‘Donald’), de ABC, lamentaron la libre adaptación del relato, por su parte, el inolvidable Alfonso Sánchez, siempre defensor del cine español, señalaba que si bien la película no captaba la maliciosa intención y el sutil ingenio de la novela, la realización de César Ardavín era excelente, consiguiendo recrear unas imágenes brillantes. Sea como fuere, la película obtendría pronto respaldo internacional, siendo proyectada el 22 de febrero de 1960 en pleno Museo del Louvre, en París, donde llegaría a elogiarla el gran René Clair. Algunos meses más tarde acabó siendo seleccionada para participar en la X edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, competía contra 30 títulos internacionales, algunos de ellos obra de directores como Elia Kazan, Michael Cacoyannis y Stanley Kramer, una vez producidas las votaciones, el 31 de mayo de 1960, la película española quedó situada en primer lugar junto a “Kirmes”, demoledora historia de Wolfgang Staudte, el cineasta más representativo de la Alemania post-nazi, el desempate, no precisamente fácil, se produjo gracias al presidente del jurado, nada menos que el actor estadounidense Harold Lloyd. Marco Paoletti, César Fernández Ardavín y Juanjo Menéndez recogieron el aplauso del público berlinés, al tiempo que un conocido crítico alemán manifestaba que la película ofrecía «Arte para los ojos» a los espectadores.

Aunque la novela es muy superior a la película, Ardavín realiza una interesante adaptación del clásico de la literatura hispana, aquel libro que se constituye, aún hoy en día, como una fina ironía alrededor de los valores de la sociedad española del siglo XVI, una entretenida película muy bien realizada y con buenas dosis de humor. Dadle una oportunidad, pienso que vale la pena.
Juan Marey
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