Martin Scorsese nos regala un último filme de mafia como los que disfrutábamos décadas atrás. Es una verdadera lástima que esta clase de proyectos sólo hayan podido salir adelante gracias a plataformas como Netflix, resultando imposible disfrutar de esta película en salas de cine a gran nivel.

Pese a la larga duración de la cinta, no se hace pesada en ningún momento. No he tenido que mirar el reloj. Ayuda mucho el que la película sepa dividirse en una serie de bloques para no transformarse en algo repetitivo, además de por contar entre su reparto con unos actores que, por fin, vuelven a darnos interpretaciones a un nivel sublime, especialmente Al Pacino.

Quien quiera comparar la cinta con anteriores trabajos como "Uno de los nuestros" o "Casino" puede decepcionarse un poco. La película tiene su primera parte muy al estilo de aquellas cintas, pero con un tono algo más frío y no tan cargado de frenetismo. En ese sentido, le veo más parentescos con series como "Los Soprano", por poner un ejemplo. Ciertas conversaciones cargadas de humor resulta estupendas y nos devuelven aquellos diálogos que sólo personajes de origen italoamericano saben traer. Es una tragedia que, al igual que el protagonista Frank Sheeran, los Scorsese, Pesci, De Niro o Pacino envejezcan y no tenga mucho más tiempo para regalarlos estos momentos.

Más allá de esa primera parte a modo de homenaje al viejo cine de Scorsese, lo que realmente me ha fascinado es el tramo en el que el personaje de Jimmy Hoffa se convierte en pilar fundamental de la cinta, con unos momentos estupendos entre De Niro y Pacino. Posteriormente, tendremos un epílogo que versa sobre el paso del tiempo y que se hace algo cruel, pero al mismo tiempo, estupendamente contado. No quisiera entrar en más detalles.

En resumen, estamos ante una de las grandes películas de 2019 y, probablemente, ante uno de los pocos trabajos vistos en el siglo XXI que serán tenidos en cuenta dentro de varias décadas. Quizá no sea "El Padrino", pero sí consigue, dentro de este mediocre siglo con cine de superhéroes, montajes videocliperos y estilo visual digno de un videojuego, además de la nefasta corrección política, traernos por fin una cinta americana moderna a un nivel cercano al de aquellos clásicos del siglo XX.

Es la segunda vez en mi vida que veo esta película, y la primera en la que realmente logro disfrutarla de verdad. Estamos, sin lugar a dudas, ante un antes y un después en la historia del cine, gracias a un Orson Welles en estado de gracia en todas y cada una de las facetas que cubre con este proyecto.

Probablemente, ni siquiera en 1941 fuera la primera vez que el mensaje de que "el dinero no da la felicidad" se viera en una pantalla de cine. A lo largo de las décadas hemos visto historias similares sobre protagonistas de éxito, atormentados en la intimidad. Pero muy pocos habrán logrado lo que logró Welles con los medios existentes hace casi ochenta años. Es una verdadera lástima que este señor tuviera tan mala suerte posteriormente a la hora de sacar adelante proyectos, ya que sin duda estamos ante uno de los grandes dentro del séptimo arte.

No quiero meterme demasiado en los aspectos técnicos, ya que tampoco soy un gran experto, pero no se puede dejar de mencionar la impresionante fotografía que luce la cinta, así como algunos planos y secuencias que en su día debieron dejar boquiabiertos a muchos espectadores. El hecho de recordar que hablamos de 1941 debe servir para que esa sensación de asombro perdure, dados los escasos medios técnicos con los que contaba este arte por aquel entonces.

Mediante el uso de flashbacks vamos conociendo la historia de este Charles Foster Kane, con un Welles actuando estupendamente y llenando la pantalla en todo momento. El hecho de que se base muy mucho en la vida del famoso magnate de la prensa William Hearst debe resultar interesante para los periodistas del presente, que encontrarán casi de ciencia ficción el poder y la fortuna que podría lograr una persona sólo con la gestión de un diario (en la vida real, Hearst ya estaba podrido de dinero).

Lo interesante de todo esto es cómo ese poder económico y social logra convertir a Kane en un personaje lleno de aristas, capaz de crear un código de conducta encomiable, para luego ser un tipo lleno de orgullo y capaz de usar a la gente a su antojo, así como pretender crear una opinión pública basada en sus propios intereses. Al final, más allá de las posesiones más extravagantes, de las grandes mansiones y de las fiestas, siempre queda aquello que todos añoramos con el paso de los años, que es esa infancia donde realmente nos sentíamos libres y podíamos hacer algo sin consecuencias.

No quiero destripar nada a nadie, así que invito a que vean esta película y se emocionen durante las casi dos horas que dura.

Como fan de "Breaking Bad" acogí este proyecto con no demasiadas expectativas. La serie cierra bien y salvo por la inclusión de algún giro realmente impactante, ya no daría para más. Y eso le ha pasado a esta secuela, que actúa a modo de epílogo narrando las vivencias de Jesse Pinkman, unas vivencias previsibles en acciones y que no aportan nada. Estamos, en definitiva, ante un chicle estirado de manera absolutamente indiferente.

A modo de repaso vamos viendo la aparición de determinados personajes, algunos de ellos mediante flashbacks que no aportan nada a la trama, incluso cuando quien aparece es un personaje central en la historia de la serie. Estos flashbacks alargan la duración de la cinta en unas dos horas, a las que perfectamente les sobra media. Sólo tenemos interés por ver cómo se las apañará Pinkman en mantenerse a la fuga tras los sucesos de la serie y poco más.

No ha habido lugar para nuevas ideas y personajes, con un Aaron Paul que soporta el peso de la película con un personaje mucho más maduro que el visto en la serie (y al que se le ha notado el paso de los años). Mención especial para la lamentable imagen que luce Jesse Plemons, más conocido como "Meth" Damon, con un aspecto que no respeta en absoluto la imagen de su personaje en la serie.

En definitiva, no estamos ante un capítulo final lamentable como sí pudo ser aquel doble episodio de "Prison Break" ("The Final Break"), pero es indudable que la sensación que a uno se le queda es la de una frialdad digna de cualquier páramo de Alaska. Es un proyecto innecesario y que ni siquiera da demasiadas esperanzas de cara a posibles spin-offs de la serie original.

Última película de Robert Forster, por cierto, que falleció justo el mismo día del estreno.

Que Kubrick ha sido uno de los cineastas más importantes e influyentes de la historia no lo duda nadie. Muchos empiezan a construir este mito del celuloide a partir de esta película, pero yo no lo veo así. Sólo un año después, con "Senderos de gloria", sí podemos empezar a hablar de la genialidad del director norteamericano, ya que dicha cinta poseía momentos inolvidables.

De "Atraco perfecto" podemos destacar principalmente el ritmo de la cinta y su montaje. Es indudable que esta película terminó influyendo a cantidad de filmes sobre atracos y estafas con montajes a base de pequeños capítulos, desorden temporal, etcétera... En definitiva, con la idea de hacer de una película un puzzle audiovisual en el que al final todo encaja. Y durante gran parte de la cinta esto ocurre. Tenemos personajes entre lo carismático y lo patético, sin que ninguno te sobre demasiado ni te parezca falto de interés. La dirección es estupenda en gran parte del metraje y la fotografía en blanco y negro, con los juegos entre luces y sombras, es magnífica.

El problema está en el momento cumbre de la cinta, con una resolución absolutamente ridícula y con algunos momentos bastante bochornosos. Es cierto que por aquel entonces las actuaciones eran mucho más teatrales, la violencia y el sexo se controlaban al detalle y, en general, la mentalidad del espectador medio era bastante más inocente que ahora (aunque con la ola de corrección política actual, igual nos vamos acercando otra vez a ese modelo), pero eso no justifica que la película tenga una resolución tan deficiente que tira por la borda lo logrado en los minutos previos.

De las películas de acción y policíacas en las que participó Patrick Swayze entre el 89 y el 91 esta es la que me resulta menos interesante. Estamos ante una cinta demasiado lenta y aburrida en su desarrollo para lo que cuenta, cuando podríamos haber tenido perfectamente una buena peli de acción con un policía tratanto de evitar una guerra entre la white trash americana y la mafia italoamericana.

Cuenta con un reparto bastante interesante, con actores que posteriormente empezarían a destacar en el cine como Hunt o Neeson, así como buenos secundarios como Bill Paxton. Desgraciadamente, no todos estos participantes gozan de demasiado protagonismo en la película, en favor de un Swayze que esta vez no termina de encajarme para nada en un papel de poli con orígenes de redneck paleto de autocaravana.

Creo que la película se toma demasiado en serio a sí misma, pese a contar con unos villanos bastante estereotipados que daban para momentos algo más cafres. Los lazos familiares pesan demasiado en la trama pero no terminan de hacerte conectar con los personajes principales. Ni siquiera las pocas escenas de acción, contando entre ellas un desenlace algo más intenso que el resto de la película, ayudan a mantenerte con interés. Además, los acontecimientos que van sucediendo son, a mi juicio, extremadamente predecibles y sabes cómo va a acabar cada personaje y a manos de quien.

No perdería el tiempo con esta película y, si alguien quisiera ver a Swayze en buenas cintas de acción, que vaya directamente a por "De profesión duro" y la estupenda "Le llaman Bodhi".