Había oído hablar tan mal de esta película que, a lo mejor, la he puntuado más alta porque me esperaba un tostón y me ha resultado amena. Lo otro que había oído es que el acento de Mortensen hablando español es ridículo. Totalmente de acuerdo. Es como lo de usar a la expléndida siempre Blanca Portillo para hacer de hombre: un sin dios.

Por otro lado, Eduard Fernández sigue contando sus apariciones por lecciones de interpretación.

Siempre me prometo que no voy a volver a caer y al final caigo. Si no soy de los que aprecian que los camiones vuelen por los aires en los túneles... ¿Quién me manda a mí meterme a ver estas películas? Cuando estaba terminando el tercer acto ya me daba por satisfecho, pero ¡quedaban unos cuantos actos más! Al final terminé agotado.

La protagonista femenina debe de ser muy buena actriz, porque me ha extrañado muchísimo ver a alguien con una cara tan difícil en una súper producción de palomitas.

Un gran ejemplo de cómo, con un buen guión y unos actores solventes, se puede hacer una buena película sin dejarse un pastón en el intento. En lo malo, los acertijos son un poco de instituto más que de matemáticos célebres.

Parece que hay consenso en que esta es una de las mejores películas de la historia. Supongo que en su época sería toda una obra de arte, pero el lenguaje cinematográfico ha evolucionado mucho desde entonces como para que algunas secuencias de la película no te hagan al menos sonreir por su candidez.

Después de la bofetada visual que supuso la primera parte de Black Mirror, esta otra no pasa de anodina. Visualmente mucho más interesante, carece de ritmo (sobre todo el el segundo acto), y sobre todo adolece del elemento sorpresa. Aún así comparte con el primer capítulo de la saga la originalidad de la trama planteada y lo mucho que invita a comentarla.