En plena Edad Media, frente a un castillo desolado, asoma la cabeza de un anciano al que le falta un ojo. El diálogo que se desencadena a continuación nos descuadra y mete a la vez en una de las obras más vanguardistas del cine de los 70. Dando fe, Sean Connery, de quien precisamente me llega hoy, días después de su marcha, esta obra que, como todas las suyas, él lleva aún más a la cima.

Y vuelve, 20 años después, a su Sherwood convertido en Itaca particular, donde una anciana Penélope no le espera haciendo punto… Es la abadesa de un monasterio de monjitas del que ya nadie se acuerda, salvo por los caprichos de esos reyes que se han de enfrentar a un Don Quijote escocés que campea por Nottingham con su particular Sancho Panza “Little John”.

Los trobadores cantan canciones que cuentan historias falsas, salvo las del amor entre Robin y Marian. La belleza de Marian se fue… Envejeció de una manera vertiginosa. Connery, en cambio, se adentró en su época más floreciente. Tenía una expresividad en el rostro que nos enganchó a dos generaciones, sin haber siquiera presenciado los estrenos de sus 007.

Requiescat in pace, amigo.

PD. Como nota curiosa, la aparición de Victoria Abril como reina de 14 años de Juan sin Tierra. Casi sin ropa, como luego la veríamos encasillada, siendo una grandísima actriz.

Una de las películas de Hitchcock menos conocida y con menos suspense, salvo una de las escenas en las que se nos encoge el corazón, y que concluye con una broma curiosa del maestro. La historia nos va mostrando las cartas boca arriba, al más fiel estilo del director inglés, y por eso no se entiende que se extienda tanto el metraje a las más de dos horas, para contarnos una historia que tampoco tiene mucho sustento, salvo el complejo background psicológico, con unas claras referencias a Freud, que nos hace prestar un poco más de atención a esa parte de los diálogos.

La madre de Melanie Griffith está contenida y con un atractivo muy por debajo de otras divas Hitchconianas como Kim Novak o Grace Kelly, por poner algún ejemplo. Sin embargo, esa doble cara de Sean Connery que conocimos más tarde, con un lado irónico muy escocés, nos hace creer que sea lo suficientemente retorcido como para gestar una cruel encrucijada a su amada ladrona.

Esta película atípica comienza de menos a más, haciendo inciso al futuro espectador que ha de tener paciencia, como en toda película que se precie con inicio lento. Los personajes son curiosos, pero lo que empieza a hacerte ver que es una película que te va a ofrecer algo distinto es la aparición del perro.

Tenemos una psicología de los personajes profunda, empezando por el difunto Gandolfini (no llego a ver estrenada la película). Un tipo que ha ido de fracaso en fracaso y que no tiene ilusión por nada en la vida, esperando a la muerte tras la esquina, bailando con el diablo… Bob, su primo o sobrino, es un muchacho “raro”, que actúa con frialdad, pero que es capaz de empatizar con el perro que ha encontrado en el cubo de basura. Su obediencia es sumisa y obedece, sin duda, a anomalías neuronales. La misma tara, o por el estilo, tiene el siniestro Eric. Algo ocurre en esas pobres vidas que les hace actuar así, sin unas pautas ordenadas. Y Nadia, la del nombre de gimnasta, con tendencias suicidas y desconfiada con razón, poseedora de un pasado duro y cruel.

Película asombrosamente moderna, en donde se habla abiertamente de la prostitución, algo que imagino tabú para la época.

De la novedosa forma de filmar estoy seguro que bebió Woody Allen, con esas conversaciones entre parejas.

El formato de capítulos es semejante a la forma que tiene Tarantino de mostrar sus soberbias producciones.

La crítica social vuelve a estar sugerida y mostrada, cuando tirotean a uno en la calle "por cuestiones políticas".

En esta película producida por Bogart es donde se acuñó aquella frase que da título a mi crítica. La trama es un juicio con flashbacks que depara un final del que nada sabemos. Mientras tanto, nos vamos haciendo una idea de cómo se forja un delincuente.

Se mantiene el interés durante todo el metraje, destacando lo bien hechos que están los flashbacks. Otra de las escenas impactantes es cuando Bogart se dirige al jurado con voz en off.

Por último, el The End también es mítico, pues vamos viendo cómo el reo se va dirigiendo a su lecho de muerte.