Napoleón Dynamite (Jon Heder) es un adolescente patético y extremadamente idiota que se desarrolla en el seno de una familia disfuncional. En el colegio, como es de imaginarse, está condenado a la marginación total, sus únicos amigos son una chica rara que se dedica a la fotografía (Tina Majorino) y un joven mexicano con poco raciocinio (Efrén Ramírez).

Más allá de la interesante propuesta visual, una atmósfera distinta que juega con la paciencia del espectador debido a su irritante lentitud, algunas sorpresas esporádicas y un razonablemente buen final, esta cinta no aporta nada sustancialmente nuevo ni bueno a ningún género cinematográfico. En mi opinión, “Napoleon Dynamite” no es tan original como pretende ser pues deviene en la misma colección de estereotipos de siempre (posiblemente de una manera más ofensiva para la audiencia, eso sí), además, es racista, sin sentido, aburrida, su humor se circunscribe exclusivamente a la reiteradas humillaciones de las que es víctima un estúpido y poco creíble personaje y no resulta, en ningún momento, una comedia, parodia, sátira y/o crítica legítima.

En conclusión, si usted consigue resistir la tediosa primera mitad de este bodrio, posiblemente, se sentirá medianamente recompensado con la segunda parte, más dinámica e interesante (sobre todo por una increíble escena de baile que a mí me gustó mucho); Jon Heder tiene posibilidades como comediante ya que se puede apreciar su compromiso con el papel independientemente de que éste sea desagradable y unidimensional, mas, con sus pocas cosas positivas, no considero que esta superflua oda a la imbecilidad debería repetirse con el pretexto de una mal llamada “originalidad.”