La ultra violenta The Ride y su secuela marcan el camino para esta nueva cinta indonesia. Similar escenario, la actividad de las mafias del sudeste asiático, para un espectacular más de lo mismo. Aunque se le ha intentado dotar de cierta carga emocional, al final lo que cuenta son las hostias, las ráfagas de disparos, los machetazos, los desmembramientos, la sangre a chorreones hasta por un bofetón y los combates cuerpo a cuerpo. Siempre bien coreografiados estos últimos, lo cual es de agradecer, pero especialmente interminable el último de ellos. Enamorará a los entusiastas de las artes marciales sanguinolentas.

Peliculilla para Netflix basada en un relato corto del sempiterno Stephen King. No retrata mal la coyuntura de una familia en la América profunda de comienzos de siglo XX, y por eso despierta interés en su primera mitad. Pero en su segunda parte, cuando el elemento de horror entra en escena lo hace sin provocar ni medio respingo, no puede ser más insulso, no da ningún miedo. Una vez las cartas boca arriba ya uno se recuesta en el sofá sabedor de que todo está dicho y nada le va a alterar. Y así finaliza. Digna, pero poco más.

Pues aquí la tenemos, una de las películas del año, y uno de los mayores tostones de la década. Un astronauta recibe el encargo de comunicarse con el jefe de una misión desaparecida años atrás, que además es su padre, y que parece estar haciendo cositas malas desde Neptuno que perjudican a la humanidad. Tiene que salvar al mundo, qué carajo, otro más.

Bueno, pues ya empezamos mal con la arrastrada voz en off de Brad Pitt, que se pasa casi todo el metraje con cara de estar aguantándose un pedo, en una clara señal de que lo que estamos viendo pretende tener una trascendencia y entidad cósmicas. El problema es que por mucho que nos esforcemos lo que le escuchamos a Brad es una pila de obviedades tratada como si fuera la filosofía más profunda y enrevesada de la historia. Hasta el extremo de que cada recitado hace aflorar un puntito de vergüenza ajena que, al finalizar, son un cúmulo de puntitos. Demasiado para dejarlo pasar.

Lo del trauma del personaje de Brad es otra de las cosas infumables del film. ¡Rediós, que tienes cincuenta años y has hecho carrera de astronauta, supera ya lo de tu padre! ¿Cómo han podido dejarle llegar tan lejos en la profesión si su complejo es tan profundo? Así ocurre, que allí por donde pasa el desastre se adueña de todo.

No todo es malo. Hay escenas visualmente espectaculares, como la de la estación espacial o las que transcurren en la Luna. Son las razones por las que no le doy una nota aún más baja. No rechazo de pleno que haya quien disfrute de tanta pretenciosidad hiperbólica y vea en Ad Astra un referente de la cultura contemporánea. Pero no se dejen influir por la élite pseudo intelectualoide y, si opinan lo mismo que yo, díganlo. Siéntanse libres y exprésenlo sin miedo a ser señalados por los gafapastas de turno. ¿Ad Astra? ¡A Cagar!

Qué pena, qué pena, qué pena. Había mimbres, había ideas, había punto de partida imaginativo, pero todo se va desinflando según avanza.

Una medium retirada se gana la vida como profesora de autoescuela, pero su bien ganada fama la lleva a hacer un nuevo "encargo" paranormal, pese a sus reticencias iniciales por miedo a cagarla.

Hubiera bastado con que los diálogos fueran más chispeantes, el ritmo más frenético y las situaciones mejor resueltas. Esta película irlandesa es un modelo de como desaprovechar oportunidades para hacer reír al espectador. No hablo de carcajadas, no hacen falta, solo de hallar ese punto de complicidad te haga conectar con la propuesta. Pero la falta de ingenio es abrumadora, hasta llegué a medio dormirme hacia la mitad. En su búsqueda de un humor blanco e inofensivo la cosa se queda en un "ni chicha ni limoná" .

Solo el aquelarre conclusivo logró hacerme sonreír un poco, un bagaje muy pobre a tenor de las buenas ideas que por ahí transcurrían. Qué lástima.

Al contrario de lo que veo generalizado, le voy a dar un puntito más a esta segunda en relación a la primera. De un cuatro paso a un cinco, quizá porque los protagonistas juveniles de la anterior entrega me hincharon las pelotas más que los adultos de de secuela. Y porque siempre es un placer ver a la Chastain, a pesar de las cartucheras que le están saliendo. Sin que por ello me resulte satisfactoria esta colección de sustos baratos que solo puede sorprender y asustar a quien apenas haya visto cine de terror durante su vida.

Los protas regresan al pueblo porque el amigote que se quedó a vivir allí les llama porque lo que casi les mata de niños ha vuelto. Y los tíos van. A ver, así es la novela, un tocho de Stephen King que ya en su edición de bolsillo (de bolsillo, repito) cuenta con la friolera de mil doscientas páginas. Imaginen la paja que hay metida ahí. Lo se porque la leí de veinteañero y aún me acuerdo de aquellos pasajes tediosos e interminables. En fin, que siguiendo con el guión, se vuelven a enfrentar al payaso cabezón, el mostrenco terrorífico más tuercebotas del cine. Yo no se cuantas veces intenta matar a la muchachada, y todas ellas fracasa. Para ser un bicho tan poderoso resulta un prodigio de ineficacia. Y todo ello entre sustos barateros y apariciones que los avezados en el género tenemos superadas desde hace décadas.

Es que no es cine de terror, es cine fantástico, solo faltan hadas y duendes. Ah, y por favor, que alguien indague en quien pensó antes eso de que tus miedos se materializan, si King con Pennywise o Michael Crichton y su Esfera. Porque uno de los dos copió al otro. Es que a mí me da pereza después de ver esta fruslería.