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Críticas de Manospondylus
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Críticas 89
Críticas ordenadas por utilidad
4
16 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando oí que iban a prescindir tanto del, a veces gracioso a veces molesto, dragoncillo Mushu como de las canciones para la adaptación live-action de Mulán, supuse que se debía a que iban a tirar por un estilo más realista y cercano al cine épico tipo Gladiator o Bravehart (eso sí, en versión family-friendly en cuanto a sangre y eso, que no deja de ser Disney), que podría irle muy bien a la traslación a la gran pantalla de la Balada de Mulán. Me equivocaba.

En lugar de cualquier intento remoto por hacer algo medianamente comedido, tenemos un desenfreno caótico de flipadas acrobáticas, una bruja cuyos poderes varían convenientemente, un fenghuang (el fénix chino) que revolotea por ahí sin hacer nada y mucho, mucho qí. Y no es que el tema fantasioso sea lo que hunda la película, pero el rollo del qí contradice y destruye el (intento de) mensaje feminista y de autoaceptación que tan desesperadamente te tira a la cara; y cuando toda la película está construida en torno a algo que falla tan estrepitosamente, pues... digamos que el resultado no puede ser bueno.

Para ahorrar una búsqueda en Google, porque la película apenas lo menciona brevemente, voy aclarando que eso del qí (o chi) es una supuesta energía mística que fluye por la naturaleza y por unos canales en el cuerpo de los seres vivos. Es un concepto extendido en la filosofía oriental y la pseudomedicina china, y ha sido popularizado como "ki" por Akira Toriyama en su famoso manga Dragon Ball y posteriormente por la serie anime de Toei, así como también ha inspirado los poderes sobrenaturales en otras obras niponas de fantasía, destacando Naruto donde recibe el nombre de "chakra".

O sea, que el principal error de concepción no ha sido el enfocar esta adaptación de Mulán hacia la fantasía (la película de animación también era de género fantástico), sino añadir un elemento innecesario que, en lugar de sumar, resta.

La trama, en líneas generales, es la conocida: una chica ocupa el puesto de su padre en el ejército para evitar que vaya a la guerra contra unos invasores. En esta versión, los invasores son rouranos, mientras que en la animada eran los hunos (lo que desató las quejas de los nacionalistas turcos, pues se consideran sus descendientes), pero el cambio afecta poco a la trama: hunos y rouranos fueron confederaciones de tribus nómadas del interior de Eurasia entre los siglos IV y VI, y ambos grupos se enfrentaron a China. En el filme, son comandados por Böri Khan (personaje inventado) que se diferencia del malo del Clásico Animado, Shan Yu, en que da muestras de misoginia (un intento de reforzar el mensaje arruinado por el qí y los pésimos personajes) y en su motivación, vengar a su padre (lo que es una mejoría respecto a Shan Yu), aunque no se dedica apenas tiempo a profundizar en esto. También lo acompaña una incoherente bruja que han metido como reemplazo del halcón de Shan Yu (con eso lo digo todo).

Como era de esperar, resulta que Mulán nació con un qí muy alto. Altísimo. Sólo falta Vegeta gritando eso de que son más de 9000 (sí, sé que es un error del doblaje estadounidense, pero el meme es el meme). Luego, cuando se enrola en el ejército, nos presentan a un montón de personajes bastante planos: Li Shang ha sido dividido en dos, Tung y Chen Honghui, el segundo parece sentirse atraído por Mulán antes de descubrir que era una mujer (tomado de una teoría fan de la película animada sobre Li Shang), pero es una subtrama con tan escaso tiempo en pantalla como relevancia en el conjunto de la historia. El resto de compañeros de Mulán son todavía más intrascendentes (dudo que alguien se quede con el nombre de alguno). También aparece un fenghuang que no hace nada ni interactúa con nadie y sólo sirve para componer un plano idéntico a uno visto al final de Juego de Tronos.

Es decir, que si la práctica totalidad de los personajes adolece de falta de profundidad y estos resultan caricaturescos o directamente irrelevantes es resultado de que todo el peso de la historia recaiga en Mulán y su qí inmenso, que son quienes ocupan la mayor parte del metraje. Y al final la involuntaria moraleja es que una mujer sólo puede destacar si tiene un qí muy alto.

Efectivamente, Mulán cae de lleno en el estereotipo Mary Sue, un término que últimamente se emplea mucho como crítica, multitud de veces de forma incorrecta (por nombrar algunos ejemplos erróneos que he encontrado: David Bowman, Naruto Uzumaki, Harry Potter, Madoka Kaname, Elsa y Luke Skywalker, que no lo son), en un abuso sólo comparable al del término "deus ex machina", que suele utilizarse (mal) para referirse a todo fiat, coincidencia y conveniencia de guion aunque no rompa la lógica interna del relato. Sin embargo, en este caso, decir que Mulán es una Mary Sue es totalmente acertado. Este estereotipo (o su equivalente masculino, Marty Stu, que tampoco son escasos, como Eragon, muchos James Bond o Ash Ketchum en las películas de Pokémon) se refiere a un personaje (no necesariamente protagonista) plano e idealizado hasta un extremo de repulsiva perfección que frecuentemente no es sino un reflejo de las fantasías de quien crea la obra (un avatar del propio autor, su pareja ideal...), pues este fenómeno está especialmente presente en el mundillo del fanfic, que es de dónde proviene su nombre. Una Mary Sue o un Marty Stu es especial y todo el mundo le recuerda lo especial que es, destaca en todo (al menos en todo lo que sea necesario para la trama) y las cosas le salen bien pues porque sí; y generalmente se rodea de ineptos o se enfrenta a enemigos paupérrimos para destacar más aún. No simplemente un mal personaje, sino un indicativo de una mala historia.

Por ejemplo, en esta película, Mulán sólo se muestra imperfecta (es decir, como un humano real) cuando oculta su qí, y la única vez en la que parece recibir ayuda por parte de sus compañeros soldados en realidad sólo le están quitando las masillas del medio para que ella pueda lucirse contra el final boss.
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Manospondylus
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4
1 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante el 25º Clásico Disney, Taron y el Caldero Mágico (The Black Cauldron), una película extraña para el estudio por su estética a veces lúgubre y ciertas escenas algo violentas (para ser Disney, un estudio que, recuerdo, se opuso a que fuera una película para adultos), realizada durante una de las etapas más experimentales de la animación. Disney arriesgó y la jugada le salió mal: los continuos problemas durante la producción trajeron como resultado una trama entrecortada y simplona, y unos evidentes fallos de animación, revirtiendo en un estrepitoso fracaso comercial que terminó con las carreras de muchos de los involucrados y estuvo cerca de hundir al propio estudio.

Basado en una serie de novelas escritas por Lloyd Alexander, de las que sólo toma algunos personajes y situaciones de las dos primeras y los mezcla de la forma menos original posible, Taron y el Caldero Mágico parte de una premisa bastante básica: hay un malo malísimo que se hace llamar el Rey del Mal (no es muy sutil) que busca un poderoso caldero (lo que no es sino el MacGuffin de fantasía típico) para crear un ejército de guerreros inmortales y dominar el mundo porque sí, porque es malo. La trama sigue a un muchacho, Taron, que cuida a una cerdita con el poder de mostrar el paradero del caldero (otro MacGuffin), y como por algún motivo el Rey del Mal está al tanto de ello, tiene que huir de su granja (en realidad, la granja es de un señor mayor que no sabemos quién es, no aparece durante la aventura y no vuelve a interactuar con Taron) con ella y evitar que la encuentren.

El resultado es una historia de fantasía bastante genérica en la que el protagonista es un humilde granjero que va congregando un grupo de variopintos personajes a su alrededor y se autoimpone la tarea de derrotar al villano; manteniéndose en general muy en la línea de otras obras de la época como Willow, Legend y la serie de Dragones y Mazmorras, y estando muy influenciada por la película de El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi (de hecho, el auge de la fantasía medieval durante los 80 estuvo motivada por la obra de Tolkien, aunque estas otras producciones sean sólo acercamientos muy superficiales a los trabajos del profesor).

Como puede intuirse, esta película exige una suspensión voluntaria de la incredulidad casi total. Es decir, el medio animado siempre requiere de un mayor grado de suspensión de la incredulidad que el live action (pues porque son dibujos, básicamente, y nuestro cerebro tiene que aceptarlos como si fueran personas y escenarios reales) y por ello puede permitirse el hacer y mostrar cosas que no funcionarían en un filme de imagen real. Sin embargo, en Taron y el Caldero Mágico directamente no nos podemos cuestionar nada, ni el más nimio aspecto de la trama, porque todo ocurre porque sí, para que avance, sin explicación ni justificación alguna. Y no me refiero a, por ejemplo, los poderes de los personajes u objetos mágicos, que son aceptables en un contexto de fantasía, sino a que muchos de esos personajes y objetos aparecen salidos de ningún sitio, en el momento preciso, y a nadie le importa.

Aún así, el principio tiene cierta gracia, pero se va desinflando a medida que avanza, se suceden las situaciones aleatorias y empieza la saturación de tópicos. Entre los distintos clichés que brotan como amapolas en primavera, destacaría al arma mágica oportuna, las razas (gnomos), la muerte irónica, el deus ex machina final, la renuncia al poder y la gloria por los amigos (bueno, es un mensaje que no está mal) y una historia romántica obligada que resulta forzadísima (vamos, lo típico en prácticamente todo el cine hasta la actualidad).

Los personajes no siempre son los estereotipos característicos, aunque son escasamente interesantes y carecen de cualquier complejidad o trasfondo. Taron, el protagonista, es el más arquetípico (junto al villano unidimensional), y su diseño es una copia del de Arturo de Merlín el Encantador, eso sí, con otro color de pelo. Lo acompaña la Princesa Elena (quizá el personaje con el título de princesa más desconocido de la factoría Disney, aunque es mucho menos insoportable que sus predecesoras), que es uno de esos personajes que se encuentra con Taron de forma conveniente e inexplicable (uno de los numerosos errores es que llama a Talon por su nombre de inmediato aunque él no se lo ha dicho). Porta con ella una burbuja de luz flotante que, para variar, nunca nos dicen qué es (tampoco lo usa para nada importante, a decir verdad, y termina desapareciendo de la película sin más). También está Gurgi, que no es más que un furry Gollum en versión Disney, y un trovador que sólo aporta algo a la trama en, literalmente, dos ocasiones. Frente a ellos está el Rey del Mal, un nigromante que es malo y quiere dominar el mundo (no hay absolutamente nada más que decir de él) y su improbable esbirro cómico. Además hay tres brujas que parecen distintas variaciones de Madam Mim, de nuevo, de Merlín el Encantador, una raza de gnomos (the fair folk) y un anciano que sale sólo al principio y al final.

A los problemas de guion de Taron y el Caldero Mágico se le suman varios problemas de animación. Si bien los movimientos son fluidos y los dibujos detallados (casi siempre), el tono del color de la ropa o del pelo de los personajes puede cambiar bruscamente en molestos parpadeos, y el contorno de los personajes se desdibuja ocasionalmente o aparece con un trazo tosco más propio de un boceto rápido. Además, personajes y objetos animados a veces muestran un espantoso margen alrededor que los hace resaltar sobre el fondo como si hubieran sido recortados burdamente y pegados sobre una imagen (es especialmente evidente en una escena en la que el cielo es una grabación real alterada). Sin olvidar que algunas animaciones han sido recicladas de Merlín el Encantador y de Fantasía, aunque esto es más frecuente de lo que parece en la historia de Disney.

(Continúa en el "spoiler" por falta de espacio, sin spoilers)
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Manospondylus
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At Home With Olaf (Miniserie de TV)
MiniserieAnimación
Estados Unidos2020
4.6
60
Animación, Voz: Josh Gad
5
11 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
At Home With Olaf parte de una curiosa iniciativa por cuenta de Walt Disney Animation Studios y de Hyrum Osmond quien, confinado como tantísima gente durante la primavera de 2020 debido a la pandemia de COVID-19, se le ocurrió crear esta webserie compuesta por una veintena de cortos (realmente cortos, los más largos apenas llegan al minuto y el total de la serie comprende unos 15 minutos de metraje, más un especial de 2 minutos que hizo las veces de cierre) que serían difundidos a través de YouTube y cuyo propósito original fue, más que distraer durante un rato (lo que difícilmente pueden hacer dada su duración), recompensar (casi) diariamente a lo largo de un mes a los niños y niñas que también permanecían en sus casas.

Efectivamente, este es uno de esos casos en los que la historia detrás de la creación de una obra es más interesante que la propia obra resultante: Osmond, que fue el supervisor de animación precisamente del personaje de Olaf en Frozen (también había trabajado en Bolt, Enredados, Zootrópolis y Vaiana) y había dejado Disney en 2018, ideó esta webserie cuyos primeros 6 episodios fueron animados por él mismo desde su casa. De igual forma, Josh Gad, voz de Olaf en todas las películas y cortometrajes de la franquicia, vuelve para poner voz al personaje (aunque pronuncia pocas palabras inteligibles), un trabajo que también hizo desde su vivienda (algo que se publicitó como forma de concienciar a la gente de que respetara las restricciones de movilidad e incluso que limitara sus movimientos donde no las hubiera).

Aunque llamativos, los peculiares detalles detrás de la creación de At Home With Olaf tampoco es algo que vaya a tener en cuenta (sólo lo comento porque me parece curioso), es decir, que si mi crítica parece demasiado benevolente con una obra tan simple no es ni por las dificultades en su producción ni por su simpático objetivo, sino porque 30-60 segundos no dan para contar mucho y menos aún si se trata de pequeños sketches infantiles sin más pretensiones. Y a pesar de ello el resultado no es malo (ni muy bueno, sino... meh), de hecho presenta un par de puntos dignos de ser comentados.

Al tratarse de una serie completamente improvisada, At Home With Olaf no sigue una línea argumental, sino que cada uno de los microepisodios (¿Esa palabra existe?) cuenta una brevísima historia sobre Olaf, el personaje sidekick de Frozen que ha alcanzado una gran popularidad entre los niños (insisto en que es a quienes va dirigida esta webserie, más que al fandom de Frozen o la protagonista habría sido Elsa, pero esta ni aparece, ni se la menciona, salvo por un cameo nímio). En cada entrega, Olaf realiza alguna actividad aleatoria, como bailar al son de la "Danza del Hada del Azúcar" de Tchaikovsky (perdono el anacronismo porque me encanta esta pieza), tocar "Old MacDonald Had a Farm" (otro anacronismo), cepillarse su único diente (no, aunque lo parece, esto no es un anacronismo), jugar al escondite con los Snowgies o contemplar la salida del sol. Sin duda, el episodio más flojo es "Sleep" en el que simplemente duerme apoyado en un árbol (aunque seguramente la idea era la de transmitir cierta sensación de paz, cosa que consigue, la verdad es que es un episodio tan anodino que, sea intencionado o no, no aparece en la lista de reproducción de la serie del canal de Walt Disney Animation Studios en YouTube). En cambio, otros episodios son genuinamente divertidos, como "Birthday" (no es la premisa más original del mundo, pero está muy bien ejecutada), "Doggies" (tampoco es especialmente original pero funciona bien) y, sobre todo, "Adventure". Este último seguramente sea el mejor de todos: construido en torno a un gag sencillo pero ingenioso y, sobre todo, muy bien planteado y desarrollado, es también es el episodio con más escenarios diferentes (7, aunque todos corresponden al Bosque Encantado), el único que sigue una narrativa no lineal (in media res, en este caso por motivos humorísticos) y además aparece Bruni (posiblemente la criatura más descaradamente adorable salida de un Clásico Animado Disney).

Aunque inicialmente la serie se iba a dejar en 20 episodios, se decidió añadir un último especial que cerrara esta obra de una forma algo más rotunda y emotiva (intentándolo al menos). Para ello, Robert Lopez y Kristen Anderson-Lopez (compositores habituales de las canciones de la franquicia) regresaron para componer la canción que da nombre a este episodio final, "I Am With You", agradable y poco más, acompaña a un montaje con fragmentos de distintas películas de Disney (como Alicia en el País de las Maravillas, Tarzán, Lilo & Stitch, Enredados, Zootrópolis, Merlín el Encantador, Tiana y el Sapo, La Dama y el Vagabundo, Vaiana, Rompe Ralph, Pocahontas, Dumbo, El Rey León, obviamente Frozen, y media docena más).

Como he dicho, las 6 primeras entregas fueron realizadas íntegramente por Osmond en el que fue su primer trabajo para Disney desde que dejara el estudio dos años antes. A partir de ahí se fueron sumando otros animadores (también trabajando desde casa y ya digo que esto es algo en lo que se insistió especialmente) hasta llegar a alrededor de una veintena, que se ocuparían de los restantes (Osmond continuó en el proyecto y animó otros dos episodios). El resultado del CGI es realmente bueno, sobre todo teniendo en cuenta que no sólo todo el staff trabajaba desde casa, ni la rapidez con la que se produjo, sino que las webseries animadas acostumbran a tener una calidad bastante baja en lo que a dibujo y animación se refiere. En este caso y a pesar de que los tres primeros episodios repiten escenario, los movimientos de cámara no abundan y generalmente los elementos del fondo, como la vegetación, presentan poca movilidad o se mueven en bucle (lo que a menos que se observe detenidamente apenas es perceptible), la animación es muy digna, y Olaf y los objetos y personajes con los que interactúa, muchas veces, parecen sacados de una de las películas.

(Sigue sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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Naruto (Serie de TV)
SerieAnimación
Japón2002
6.8
18,106
Animación
6
25 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Naruto es una de las series anime más populares tanto dentro como fuera de Japón (a pesar de la censura y los desastrosos doblajes -en plural- que nos comimos en occidente). Junto a otros éxitos contemporáneos a esta, también de la revista Shōnen Jump, el manga creado por Masahi Kishimoto llegó en el momento justo y su creciente fama le aseguró una adaptación al anime, que llegaría en 2002 de la mano del estudio Pierrot y del director Hayao Datte.

Sin embargo, como tantas otras veces, el éxito de Naruto ha jugado en su contra. Por un lado está la trama principal del manga, estirada en exceso debido a la presión de la revista y los editores (problema que afecta especialmente a la continuación, Naruto Shippūden). Y por otro lado está el endiablado ritmo de producción para sacar un episodio a la semana, lo que se traduce en irregularidades en la animación y en el ritmo y, sobre todo, en la aparición de episodios y sagas de relleno, es decir, exclusivos del anime creados con el propósito de dejar avanzar al manga sin dejar de sacar episodios; y este es el principal problema de Naruto.

La idea original de Kishimoto era la de crear un manga shōnen sobre ninjas/shinobi con poderes sobrenaturales, una temática que sorprendentemente no está muy explotada en el anime (Kishimoto descartó por ese motivo a los samuráis y a los magos). Sin embargo, Naruto sólo toma algunos conceptos básicos y creencias populares sobre los shinobi (y del budismo, sintoísmo y mitologías varias) y construye una mitología propia, acompañada de una estética fácilmente identificable que mezcla aspectos, costumbres y tecnología de distintas épocas (desde el Japón feudal a la revolución industrial y la época contemporánea). Además, ya desde esta primera parte se empieza a entrever el principal elemento que Kishimoto ha introducido en Naruto a fin de diferenciarla de series similares: la crítica a la violencia como forma de solucionar todos los problemas (lo que Kishimoto denomina "el tabú del shōnen") en la forma de un mensaje pacifista (a veces sutil, a veces contradictorio).

La premisa de Naruto es sencilla pero efectiva: en un mundo dividido en varias naciones ocasionalmente en guerra, cada país dispone de una "villa oculta" de ninjas destinada a la protección del mismo. Doce años atrás, una de esas villas, Konoha, sufre el ataque de una bestia con forma de zorro de nueve colas (Kyūbi no Yōko) y el líder de la villa, el Hokage, consigue sellarlo a costa de su propia vida en un bebé, Naruto, que crecerá rodeado de la hostilidad de las gentes de la villa que temen al monstruo de su interior. El argumento sigue la vida de Naruto, de cómo pasa de crío insoportable y tremendamente necesitado de atención a ser un joven ninja que descubre un mundo más cruel de lo que imaginaba, y su viaje personal en busca del reconocimiento de los demás habitantes de la villa, primero, y de otras metas más elevadas y desinteresadas después. También destacan ciertas subtramas que llegan a eclipsar a la principal, como la de Sasuke Uchiha, rival de Naruto y huérfano como él que pretende vengar a su clan, sin olvidar el abultado elenco de secundarios, algunos de los cuales son muy interesantes.

Tras un prometedor prólogo en el que se nos presenta al temible Kyūbi, el anime arranca con una tanda de episodios completamente intrascendentes (adaptación directa del manga, en esta parte, Kishimoto estaba definiendo el mundo shinobi y aún no tenía claro por dónde iba a ir la historia). Se dedica demasiado tiempo a entrenamientos poco importantes y a desarrollar personajes que tendrán poca relevancia en la serie, como Konohamaru y Ebisu. No es hasta la saga del País de las Olas (apropiadamente apodado "el tutorial de Naruto") cuando Kishimoto encuentra por fin el tono y estilo que quiere darle a su historia. Este arco alcanza su clímax en uno de los episodios más dramáticos de toda la serie (y quien no quiera ver el subtexto gay que rodea a todo lo que concierne a Zabuza y Haku, que no mire).

Después de ese arco, los exámenes de ascenso a chūnin me hicieron temer que Naruto fuera una serie con torneos de combates recurrentes y repetitivos. Afortunadamente, Kishimoto utiliza ese recurso sólo en esta ocasión y con el fin de introducir a los demás personajes con sus trasfondos y sus peculiares habilidades (técnicas que van más allá de las típicas ondas de energía y de los poderes basados en elementos clásicos y similares, que también hay de esto, pero alternado con manipulación de sombras, control mental, ilusiones, marionetas, invocaciones... hasta combate bajo los efectos del alcohol). Y al terminar los enfrentamientos regulados de uno contra uno, comienzan las auténticas batallas y aventuras en las que intervienen todos los personajes que previamente nos han presentado.

La revelación del principal villano de esta primera parte de Naruto, el siniestro Orochimaru (atención al impresionante trabajo vocal de la seiyū Kujira) desata una guerra ente Konoha y la aldea oculta de un país vecino y encauza al fin la trama haciéndola avanzar en una dirección concreta. Sin olvidar que, aunque los combates del examen ayudan a definir a los personajes, en una historia como esta, las guerras y batallas "reales" dan mucho mejor resultado dramático.

Si bien el ritmo es bastante lento (no tanto como en Dragon Ball Z) y desde ese momento abundan las situaciones estiradas con personajes desplazándose de un lugar a otro (muchas veces saltando de árbol en árbol, unas escenas que terminan hartando), la irrupción de la misteriosa organización Akatsuki (conflicto que será clave en Shippūden) y la aparición de nuevos personajes, como Tsunade, impiden que la historia decaiga. Con una dosificación perfecta de la información, un lore bien construido y unos protagonistas que presentan un correcto desarrollo, Naruto avanza satisfactoriamente hasta su conclusión en uno de los combates más emocionantes de todo el shōnen.

(Continúa sin spoilers)
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Manospondylus
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Pokémon ¡Yo te elijo!
Japón2017
5.5
1,082
Animación
3
20 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy muy fan del anime de Pokémon porque, dejando a un lado que fue concebido como un simple anuncio de unos juegos a los que nunca hizo justicia, su estructura y su trama me resulta repetitiva y cansina, me frustra que los personajes no avancen (o más bien es ese maldito Ash que se resetea en cada generación) y creo que desperdicia algunas de las mejores ideas de los RPGs de la franquicia, sin embargo, reconozco que los primeros episodios tenían cierto encanto, fuera porque todo era nuevo, con un mundo entero por explorar, o fuera porque la fórmula aún no se había desgastado a base de repetir siempre lo mismo.

Por ello, cuando descubrí esta película me pareció que podía salir algo decente, pues creía que estábamos ante un remake del inicio (obviamente creado para que, como la serie de TV se ha alargado tanto, quien empiece a verla no tenga que tragarse mil episodios para conocer cómo empezó todo, y más aún cuando aquello ya no tiene repercusión alguna en las sagas actuales), seguramente con un dibujo y una animación mucho mejores, guiños varios a los videojuegos para contentar a la fanbase, foreshadowing de algún elemento de generaciones posteriores y quizá alguna historia original para otorgarle epicidad y darle forma de filme a todo el conjunto (el tráiler indicaba que la cosa iría por Ho-oh, una idea desperdiciada en la serie de TV). Y algo de eso hay, pero en lo de "decente" me equivocaba.

Pokémon ¡Te Elijo a Ti! más que un remake es un reboot, pero no un reboot completo, pues mantiene al protagonista con su Pikachu y prácticamente el mismo inicio, aunque luego se distancia (otros personajes y situaciones, y la esperable trama de Ho-oh que, como esperaba, pretende ser más épica, cosa que no consigue), y que, terminada la aventura, deja la sensación de no ser más que otra excusa para que Ash no progrese y su protagonismo al frente del anime de Pokémon no termine jamás. Eso sí, de convertirse en un entrenador competente ni hablamos, pero que nadie dude de que va a salvar el día, porque en esta también hay mucho de todo lo que hace tan terribles al resto de las películas de Pokémon.

La película comienza con un combate Pokémon. Sin embargo, en lugar del característico enfrentamiento entre Gengar y Nidorino que abría los juegos originales y sus remakes, así como la serie de TV y Origins, aquí tenemos a un Blastoise en sustitución del segundo. Esto puede tener algún sentido puesto que nadie acudiría a la Liga Pokémon con un Nidorino sin evolucionar, pero abrir con un Gengar vs Nidorino habría sido un buen detalle. Desde este momento, quien esté aquí sólo por la nostalgia entiende que se puede ahorrar el visionado de todo el filme, porque es algo que apenas se explota.

Un error de la serie que se mantiene es el hecho de que el Profesor Oak no tiene suficientes Pokémon para los entrenadores que está esperando. Sólo tiene uno de cada inicial de Kanto, impidiendo que todos los nuevos entrenadores puedan elegir entre los tres. Es cierto que en los juegos es así, pero para dos entrenadores, y aquí Oak sabía con antelación que iban a acudir cuatro. Su solución no es otra que endilgarle al último un Pikachu sociópata, aunque tiene el detalle de advertirle de que no es buena idea. Ash, que llega tarde, no empieza bien su andanza como entrenador, pero Oak directamente es un profesor Pokémon negligente y un peligro para los niños del pueblo.

En fin, no llevamos ni 5 minutos de película y ya se ha eliminado una escena icónica mientras que se ha mantenido un agujero de guión curioso. Pero, eso sí, Ash se ha caído cuatro veces. Y más vale que nos acostumbremos, porque los gags de golpes acompañados de mikeymousing en la música y unos efectos sonoros muy infantiles que parecen sacados de los Picapiedra abundan durante toda la película, supuestamente como recurso cómico aunque dudo que a alguien de más de 2 años le haga gracia.

Por lo demás, Pokémon ¡Te Elijo a Ti! sigue fielmente la historia del primer capítulo durante los primeros 12 minutos que conforman una especie de prólogo, algo largo para ser un prólogo aunque pasa rápido gracias su ritmo rápido (quizá demasiado), por supuesto, quitando dramatismo, eliminando a Misty y algunos detalles menores (por cuestiones de tiempo), como la pokédex y los guantes de goma, pero con un dibujo mucho más detallado y una mejor animación, si bien el CGI a veces queda horrible, como la bandada de Spearows.

Tras el opening (una nueva versión del primero) y después de ganar la medalla Arcoíris de Erika (Ash dice que es la 3ª, pero ¿no era la 4ª?), viene un tramo que parece un episodio cualquiera de la serie de TV, con combates, Team Rocket despegando por nada, sucesos aleatorios mezclados sin orden ni sentido (por ejemplo, todo lo del Onix que rellena 2 minutos de metraje pese a no tener relevancia alguna y ser algo de lo que nadie vuelve a hablar en toda la película) y un ritmo mucho más lento, tanto que este segundo acto se hace largo. La historia se separa de lo visto en la serie de TV, manteniendo algún momento destacado como el encuentro con Charmander y la despedida de Butterfree, eso sí, de forma apresurada.

Después del relato de la leyenda de la Torre Quemada de Johto (sacada de los juegos Oro, Plata y Cristal y sus remakes, es la única concesión hecha a la fanbase de los RPGs y uno de los mejores momentos de la película) parece que la historia va a ponerse interesante, pero inmediatamente Ash es marcado como el elegido (otra vez) MacGuffin mediante (la pluma arcoíris) y todo empieza a parecerse demasiado a cualquier otra película de Pokémon. La trama va dando tumbos, pasando por un enfado salido de ninguna parte, hasta una escena incomodísima de Ash en el mundo real (o sea, sin Pokémon y en blanco y negro, para que vemos lo triste que es un mundo sin bichos mágicos que pelean en combates reglados) en la que parece un niño con algún tipo de trastorno. Lo peor es que quizá sea lo más original de la película.

(Sigue sin spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manospondylus
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