Y eso que me gustó bastante "La guerra de los mundos", pero hay que reconocer que echábamos de menos en la filmografía de Spielberg una película tan sobria, magistral e incluso perturbadora como esta "Munich".

Spielberg vuelve a hacer gala de un dominio de la técnica cinematográfica inalcanzable hoy en día por ningún director del mundo. Las escenas de acción resultan espectaculares y espeluznantes, la fotografía es brutal, con un repertorio de colores, fondos y matices sorprendentes y "marca de la casa". La música, aunque no resulta espectacular se conjuga a la perfección con la historia, y el drama que sufren los personajes (algo en lo que se critica muy frecuentemente en el cine de Spielberg) se nos muestra, esta vez, en toda su crudeza. No hay final feliz, todo resulta creíble, en esta angustiosa, soberana y magnifica obra de Spielberg. Desde la narración de los tristes acontecimientos en Munich, hasta la desesperación y el trastorno mental que sufre el protagonista hacia el final de la cinta. Y aquí también hay que destacar la magnifica actuación de Eric Bana (aunque no destaque tanto como en Troya), y el resto de actores, que completan un reparto muy digno y completo.

También hay que recalcar la valentía de Spielberg al rodar una película como esta, y poner en duda los métodos utilizados por Israel a lo largo de la historia. Esta no es una historia de buenos y malos, porque cuando estamos a punto de caer en la tentación de pensar que los palestinos son los malos, Spielberg se encarga de hacernos ver que las acciones de represalia no sirvieron absolutamente para nada. Todo lo contrario, alimentaron aún más el odio en ambas partes. El plano final de la película, en el Puente de Brooklyn y con las Torres Gemelas de fondo nos avisan de forma premonitoria: Miles de muertes, sangre y venganza, y aún no se ha solucionado nada.

El mensaje es claro: La violencia solo aporta odio. No es el camino.

Decidí ver esta película convencido por las buenas críticas que había leído sobre ella, y la verdad es que no me defraudó.

Pocas veces hemos visto en el cine una relación de amor más pura, cristalina e inocente que la que vemos en "El camino a casa". La historia no es original, es convencional y está llena de topicazos, pero la forma de narrarla por parte del director Zhang Yimou es lo que hace a esta película tan especial, conjuntado con maestría una fotografía preciosista y colorista, las miradas inocentes de Zang Ziyi y una banda sonora reiterativa, pero tremendamente emocionante.

Es curioso ver como Zang Yimou consigue emocionarnos con cosas tan simples, que no efectivas, con una historia que en manos de oto director no habría dado para más. El logro de esta pequeña obra de arte es emocionarnos con pequeños detalles, miradas sinceras y directas, una entrañable timidez en los protagonistas y una sinceridad pura y directa, la que nace en el ambiente rural, lejos del egocentrismo y las prisas de la ciudad, otra de las grandes enseñanzas que nos ofrece esta perla del cine chino.

Una autentica preciosidad, exorbitantemente emotiva, prepárate a verla con un pañuelo en la mano, llorarás de emoción, seguro.