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Críticas de Juan Marey
Críticas 625
Críticas ordenadas por utilidad
9
31 de diciembre de 2012
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Renoir vuelve con esta película al tema militar que ya había tratado en “Escurrir el bulto” (Tire au flanc) o en “La gran ilusión” en los años 30, pero lo hace con un tono muy diferente. Estamos lejos en 1962 de la tercera internacional, de los tiempos de la exaltación de la clase obrera, en su reflexión sobre la derrota francesa ante el invasor alemán, sobre el cautiverio, sobre la humillación, prima cierta amargura. Renoir ha dejado de creer en los partidos, cree poco en la política y eso se refleja en su visión nada gloriosa de los soldados franceses prisioneros de los alemanes, la mayor parte se acomoda y el héroe es el cabo que como medio de conservar la dignidad intenta sin parar la fuga individual, alentado curiosamente por una muchacha alemana y no por sus propios compatriotas. El propio Renoir explicaba que quería hacer reír a la gente y en cambio le había salido su película más triste, por no decir siniestra, gran paradoja de este cineasta vitalista.

El cabo atrapado es Jean-Pierre Cassel y sus camaradas componen una banda que no tardaría en triunfar, la mayoría en cine y teatro a la vez. Claude Brasseur, Jean Carmet, el delicado Claude Rich, en un papel premonitorio del que le encomendó Tavernier en “Capitán Conan”, o Mario David, para entonces ya actor talismán de Chabrol.

En “El cabo atrapado” encontramos los elementos que distinguen el cine de Renoir, un montón de personajes de carne y hueso, con vida propia, los planos secuencia, la construcción en profundidad, la implicación de documentales, el equilibrio buscado entre la espontaneidad y lo planificado. “El cabo atrapado”, obra crepuscular de Jean Renoir, como se dice, es una película fascinante, un brillante corolario a una carrera ejemplar.
Juan Marey
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7
14 de junio de 2015
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Olea dirigió en 1974 “Tormento”, adaptación literaria de la obra del mismo nombre, escrita por el gran Don Benito Pérez Galdós, y considerada como una de sus obras más importantes. La historia, situada en la sociedad madrileña de finales del siglo XIX, narra las andanzas Amparo, una chica de carácter impecable y dechado de todas las virtudes, pero que tiene un oscuro pasado que le acecha, Amparo es criada en casa de la soberbia, mezquina y avariciosa Doña Rosalía, prima de Don Agustín, un hombre de mundo que vuelve a España después de triunfar en América y que queda fascinado por la hermosa Amparo.

La película de Pedro Olea sigue con gran fidelidad la obra literaria escrita por Benito Pérez Galdós en 1884, tanto en su relación con la historia, como a las características de los personajes y su entorno. Pedro Olea adapta con perfección esta historia verdaderamente original, en su adaptación cinematográfica se presta la misma atención a los detalles que Galdós también prestó en su momento, el director se adentra en ese clima helado de su Madrid deshumanizado por los prejuicios, los amores tristes y la mala suerte, como sombra fatídica que se cierne sobre cada uno de los protagonistas, realzando el peso dramático (la bondad, la soberbia, la envidia) que define a cada uno de ellos, se describen con brillantez estados de ánimo, pensamientos y sentimientos, al tiempo que se abordan aspectos de carácter histórico, social, familiar y personal.

Destacar como no el competente reparto, desde los actores principales hasta una espléndida galería de secundarios. Francisco Rabal y Javier Escrivá están perfectos y Ana Belén ya empieza a mostrar en esta película algo de su registro que utilizara en su maravillosa Fortunata, de la serie televisiva “Fortunata y Jacinta” y, aunque más recatada, también acabará escandalizando a ese pacato mundo madrileño del diecinueve, tan beato, puritano y nauseabundo. Pero el mayor peso específico del film recae sobre la gran Concha Velasco, Olea cambia el signo de su carrera por el riquísimo, sobrecargado y odioso papel de Doña Rosalía de Bringas, compone la Velasco, con una excelencia apabullante, ese personaje atormentado por la envidia y la codicia, nuestra Concha, como si Galdós hubiera previsto su existencia futura, nos pone a todos en el hito de reconocer que es la auténtica Rosalía soñada por el gran escritor.
Juan Marey
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8
18 de mayo de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en la influyente obra estilo “angry young men” (Los jóvenes airados o jóvenes iracundos) de John Osborne. El 8 de marzo de 1956 se estrenó en Londres “Look Back in Anger”, de John Osborne, y con ella se dio nombre a un grupo de novelistas, dramaturgos y cineastas ingleses que a lo largo de la década de los cincuenta desarrollaron de manera audaz la decepción de los intelectuales del momento ante la situación social y moral en la posguerra. Defraudados por los valores caducos de la vieja Inglaterra, estos “angry young men” hicieron de sus obras un estandarte de protesta que expresaba la ira y la frustración de muchas personas tras los conflictos bélicos y la amargura de las clases bajas respecto al sistema sociopolítico imperante de su tiempo y la mediocridad e hipocresía de las clases media y alta.

El protagonista de esta obra de John Osborne “Look Back in Anger”, sirvió para bautizar a los "jóvenes iracundos", esa generación de jóvenes británicos que no habían vivido una Segunda Guerra Mundial pero que tenían que sobrevivir a sus consecuencias. En la película el “joven airado” es un formidable Richard Burton que se revela contra la vida y contra su mujer,
sin embargo, lo que no queda claro, incluso al llegar al final, es el motivo de esta ira devastadora: los terribles y continuos ataques verbales de Burton, aunque dirigidos a su esposa Alison (Una maravillosa Mary Ure) y a su hermano Cliff (Gary Raymond), además de al "Establishment", por supuesto, no parecen tener unas motivaciones bien definidas, lo que provoca la ira de Burton parece ser la enfermiza incapacidad de sentir, de conmoverse y, en suma, de sufrir. Burton se queja constantemente, carga con ira contra quienes les rodean, siempre a punto de saltar, siempre dispuesto a defender sus ideales, pero desde la inactividad, jamás le veremos, ni a él ni a otros de estos héroes juveniles de la Inglaterra postcolonial, tomar una posición activa y beligerante más allá de las palabras, estos héroes airados no quieren golpear a la sociedad, tan sólo pretenden mirarla, hacia atrás, con ira.

Un drama siniestro y realista, que no duda en llamar a las cosas por su nombre, una obra dura y cortante, áspera en su visión marcadamente naturalista de la realidad.
Juan Marey
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9
10 de noviembre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Pasaporte para Pimlico” es una comedia británica producida por los célebres Estudios Ealing que Sir Michael Balcon dirigió entre 1938 y 1958 y que permitieron la producción de las mejores películas inglesas de la posguerra, desde “Al morir la noche”, “Ocho sentencias de muerte”, “Oro en barras” o “El quinteto de la muerte”. Michael Balcon había sido también el productor de las primeras películas de Hitchcock, como “El asesino de las rubias” o “39 escalones” y de “Hombres de Arán” de Flaherty.

“Pasaporte para Pimlico” es el primer largometraje de ficción dirigido por el veterano Henry Cornelius, cineasta inglés nacido en África del Sur y de familia alemana que había sido alumno de Max Reinhardt en Berlín y que emigró primero a Francia y luego a Gran Bretaña con la llegada al poder del nazismo. Su carrera la inició en el cine como montador y director de producción dirigiendo numerosos cortometrajes sobre la guerra en África del Sur. “Pasaporte para Pimlico”, que tuvo un gran éxito en el momento de su estreno en 1949, le permitió afirmarse como un excelente artesano de la escuela clásica del humor británico. En Francia el éxito fue tal que la película se mantuvo cinco meses en cines de estreno, lo que constituía todo un record.

Con un brillante reparto coral, su protagonista es la comunidad de vecinos de Pimlico, un barrio londinense que un buen día descubre un documento de la edad media según el cual los habitantes de ese barrio son descendientes del ducado de Borgoña. Con un humor típicamente inglés y a partir de esa premisa absurda Cornelius se ríe del nacionalismo y va construyendo con aplastante lógica toda una serie de disparates administrativos, muy poco razonados, que llegan hasta a declarar la independencia del barrio y la apertura de fronteras y de aduanas para combatir el estraperlo.

Destaquemos en el reparto la presencia de grandes actores del cine inglés como Stanley Holloway, que fue dos años después cómplice de Alec Guinness en “Oro en barras” y pintoresco padre de “My Fair Lady” de George Cukor. Entre ellas señalemos la inolvidable Margaret Rutherford, gran dama del cine inglés que es aquí una experta en manuscritos antiguos y que se hizo célebre sobre todo por su interpretación de Miss Marple, la detective con faldas de Agatha Christie.
Juan Marey
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8
2 de junio de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película sorprendente e insólita. “La corona de hierro”, premiada con la copa Mussolini en la Mostra de Venecia en 1941 durante la segunda guerra mundial, es una superproducción del cine italiano en pleno fascismo, cuando el festival veneciano no era sino la representación cinematográfica del eje Roma – Berlín, una obra que busca imitar las grandes superproducciones que Cecil B. DeMille hacía en Hollywood en los años 30 y que anuncia ya el cine mitológico que se haría después en Italia en la década de los 60.

Rodada en los estudios de Cinecittà, con un gigantesco presupuesto 40 millones de liras, cifra enorme para la época, necesitó la movilización de todo un ejército de extras, siete mil caballos y un verdadero Zoo de animales, entre ellos los magníficos leones entre los que se cría el héroe de esta leyenda seudo histórica y delirante, en la que se mezclan las más diversas influencias, desde la cuadrigas de Ben-Hur, a la leyenda de Tarzán el Rey de los monos, las aventuras de Robín de los bosques, la lucha de los oprimidos contra el tirano despiadado, o la lucha de los gladiadores en el imperio romano con sus fosas llenas de leones, los dramas shakesperianos y las luchas por el poder o por el trono, los cuentos de hadas y la fantasía más barroca con ciervos y personajes sobrenaturales. Influencias y referencias varias que dan como resultado una película única en la historia del cine italiano, con un rocambolesco guión que mezcla las leyendas y tragedias más diversas, combates, torneos, incendios, seísmos y milagros, filmados con brío por Alessandro Blasetti, dando lugar a sugestivas imágenes bélicas y fantásticas.

Brillante el reparto de actores de la época, con Gino Cervi en el papel del Rey fraticida Sedemondo, acompañado por Massimo Girotti como el joven Armiño y de actrices como Elisa Cegani, en el papel de la joven Elsa, Rina Morelli, que es la vieja hilandera, o Luisa Ferida interpretando a la vengativa Tundra.

“La corona de hierro” es una especie de aventura mitológica bufa en la que conviven religiosidad y paganismo, culto de la guerra y de la venganza con un mensaje de paz que no concuerda con el lenguaje bélico y expansionista que el régimen fascista italiano vehiculaba a través del cinematógrafo. Una pequeña joya semidesconocida del cine italiano.
Juan Marey
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