Mucho me debatí sobre el porqué de mi insatisfacción luego de ver Carnage. Sentía que debía objetarle cosas a Polanski y también sentía que por alguna razón mis objeciones serían injustas. Mucho después de pensarlo y repensarlo, creo haber dado en la tecla: Polanski adaptó correctamente una obra de teatro exitosa, pero limitada.

Dentro del mundillo teatral, una obra como Un dios salvaje podría quedar bien parada. Sin embargo, cuando Polanski decidió trasladarla a la gran pantalla comenzaron a vérsele los hilos. Estamos ante una obra que conjuga a cuatro personajes dentro de una casa. Dos matrimonios que pujan entre sí para defender, o bien a su hijo agresor, o bien al hijo agredido. Ésto no es más que una excusa para luego dejar ver que el foco de interés estaba puesto en las ideologías de cada uno de los cuatro personajes en cuestión. Todos se asemejan y el egoísmo es la columna vertical de cada discusión. Obviamente, al tratarse de una obra de teatro las locaciones son limitadas: entonces hay que buscar justificaciones, cada vez más forzadas, para que uno de los matrimonios deba quedarse en una casa ajena contra su voluntad, ya sea por provocaciones o por vómitos oportunos. El cine desnuda la estructura teatral porque Carnage, de Polanski, tiene mucho más de teatro que de cine. Y las actuaciones lo reflejan: Foster, con su perfil idealista, seco y reprimido es la encarnación del personaje teatral hiperbólico por excelencia. Está haciendo teatro dentro del cine. Si el director cambia las cámaras, genera planos y contra planos, pues lo hace siguiendo el abc cinematográfico, que no es otra cosa que un reflejo fiel del abc rústico en el que se maneja Un dios salvaje en tanto obra de teatro.

No hay que analizar demasiado el contenido para dar cuenta que pronto una demanda concreta se transformará en un desfile de valores ambiguos, o literalmente fatales, que pondrán en tela de juicio a la sociedad toda (sociedad "toda" de clase media/alta, dado el léxico rico y conceptual que manejan los personajes ). Un dios salvaje es demasiado básica, y queda expuesta doblemente cuando el director se limita a hacer un montaje básico dentro del nuevo plano artístico. Y todo se irá diluyendo, porque están ahí para decir algo que se preveía y, al hacerlo, la obra concluirá tal como comenzó: suspendida dentro de una forma que espera al mensaje, hasta que éste se presenta. Luego no hay nada más por decir, y todo se desvanece sin fuerza, de acuerdo a lo planeado.

Se podrá decir que esto no constituye una falencia, pero también es cierto que todo parte de una acumulación de condiciones a la hora de producir una obra de teatro ya demasiado digerida, tanto formal como conceptualmente. Allí Polanski no se equivocó, simplemente hizo la plancha sobre terreno conocido y seguro.

Columbus es un circo, y con todas las de la ley. Como bien pregona el título estamos ante un círculo vicioso de engaños y desengaños, solo que dentro de una estructura de thriller curiosa, puesto que por momentos la obra se asemeja más a una comedia dramática de enredos que a un policial nato. Digo esto porque para ser un policial debería respetarse la lógica interna de causas y efectos. Pero esa lógica, ya cumplida la primera mitad, comienza a desmoronarse y deja ver su otra cara: la hiperbólica. La hipérbole se construye a base de exageraciones retóricas, y curiosamente la peli vive de ésto. Por eso mismo, y a pesar de pretender ser un rompecabezas exacto (los títulos del inicio de la obra), llega un momento en donde es tal la ensalada que los tonos rozan la comedia.

Columbus circle tiene mucho de comedia, y no creo que eso se le haya pasado a la producción. Todo lo contrario, los manejos del absurdo van de la mano con el policial cerrado y lógico, por más paradójico que suene. Y los personajes lo evidencian en parte: están justos en sus papeles, tan justos que en ocasiones hasta parecen reírse de sí mismos, conscientes de que caminan en paralelo con el desmadre total de un guión que los encierra en su seno alocado.

Que la obra haya salido conforme a lo planeado no implica que sea buena. Padece de las mismas convenciones gastadas de esos thrillers pasados de rosca que vieron la luz a mediados de los noventa. Busca sorprender haciendo evidentes las vueltas de tuerca (no todas, pero sí las de base) y su previsibilidad es tajante: quizás no sepamos para donde darán el volantazo, pero después del segundo ya sabemos que habrá un tercero, y un cuarto, y un quinto...

Luego de una breve y deprimente (por el tono utilizado) introducción, descubrimos en pocas imágenes que Mara ha perdido a su padre, que la domina la tristeza, que quiere arrojar sus cenizas en un río de aguas mansas...y que tiene un hermano.

Luego de una introducción deprimente pero necesaria, McClure va al grano. También con muy pocas imágenes ya nos inserta en esa casa con dos hermanos verdaderamente trastornados que le harán la vida imposible a la pobre Mara; ésto sumado a un montón de pequeñas peripecias argumentales para complementar la ya de por sí turbia relación. Básicamente, el argumento culmina allí. El director elabora situaciones paralelas que buscan relacionar, comparar situaciones familiares que se transmiten de familia a familia. El problema es que esa suerte de perversa transferencia se produce para deleite puro y duro del morbo gratuito. No hay relación alguna entre familia y familia y cuando ésta se establece lo hace por medio de dos casualidades, jamás causalidades.

Esquivando el nulo y fraudulento contenido profundo de la peli, podremos disfrutar de sus planos lentos y de su montaje moroso para degustar cada paliza, cada violación. Cuarenta minutos de pura carnalia con la debida catarsis final. (spoiler).

Ver al Chavo es como ver el paradigma de lo que a un infante jamás se le puede mostrar: el protagonista/héroe vive dentro de un barril, no tiene padre ni madre y tampoco podrá alguna vez salir de la miseria en la que vive. De fondo un Don Ramón que nunca trabaja, una Doña Florinda que discrimina a sus pares por considerarlos inferiores en posición social, un señor Barriga que solo aparece para cobrar lo que le corresponde, un profesor Jirafales vanidoso que hace de la educación una cuestión elitista...y podemos seguir enunciando.

Sin embargo crecimos con él y aún sirve como sostén para las cadenas televisivas que no pueden dejar de pasarlo. El Chavo tiene rating, sumamente apoyado en los menores de edad. Entonces: ¿qué tiene El Chavo?

Su universalidad tercermundista (vale la pena la acotación, a ver si en Dinamarca lo escucharon nombrar alguna vez) puede identificarse con las condiciones sociales de cualquier país latinoamericano. Hasta tal punto es coherente su formato tercermundista que Chespirito, contando con recursos a mano, hacía su programa con dos duros, malos efectos y una banda sonora completamente uniforme y monótona. Sin embargo, El Chavo tiene elementos de sátira, pero no es una sátira con todas las de la ley. No es alegoría ni metáfora. Chespirito dijo que su intención era hacer un programa adulto, y se podría decir que le salió un contexto adulto, pero observado con los ojos de un infante. La Chilindrina, Kiko, la Popis, Ñoño, el mismo Chavo: ellos movilizan la mirada de la infancia dentro de un medio previamente formado que, ahora, pretende formarlos a ellos con los mismos valores. Ñoño es la versión menorizada del señor Barriga, Kiko hace lo mismo con Doña Florinda. Y si a partir de todo ésto no tenemos enfrente a una serie corrosiva, eso se debe a que la mirada infantil disimula el mensaje. Nada más increíble que lograr criticar a una sociedad con el humor blanco que se maneja en El Chavo. Ese es su mayor mérito.

En principio: nueva peli de muy bajo presupuesto con sistema de cámara en mano. A estas alturas justificar o no el uso activo de esa cámara en la trama ya casi que ni tiene sentido. Podría objetar que no tiene lógica y a la semana entrante aparece un nuevo film con el mismo método aún más absurdo que éste para lo que el sentido común exige. Por ende, vamos al grano con dos cuestiones que son vitales en Area 407: una buena y otra mala.

. La buena: si logramos sostener la atención durante la hora y veinte que dura es porque la tensión dramática está bien resuelta. Sin llegar a angustiar, realmente te crees que la están pasando mal. A los actores no los conoce ni dios y sin embargo no hay ni una pizca de sobreactuación: cuando todo va bien dentro del avión son muy espontáneos y a la hora de actuar la desgracia que padecen no desentonan. Estos factores salvan la peli.

. La(s)mala(s): si Area 407 es una obra mediocre, eso se debe a que literalmente no hay una historia que contar. Todo resulta en una sucesión de huidas, ruidos, gritos y gente ensangrentada. Digamos que es "pura atmósfera" y el guión se planta en dos o tres locaciones pésimamente caracterizadas en donde los protas descansan para luego volver a salir corriendo. No hay guión, salvo por el final, que en realidad lo único que corrobora es una intención, pero sigue sin generar sostén (spoiler).
Por otra parte, la amenaza es bien concreta, pero las criaturas apenas se dejan ver: los directores esquivan, salvo en el final, cualquier digitalización. Curiosamente, ésto no funciona, puesto que al valerte de oscuridad y ruidos lo que se genera es una suerte de amenaza abstracta que no pega con lo que realmente sucede (si, son monstruos...antediluvianos). Es cierto que estos defectos parten de la falta de presupuesto, pero van acompañados por los errores de concepto ya mencionados.

Se deja ver, pero eso no constituye necesariamente una virtud.