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Argentina Argentina · santa fe
Críticas de rouse cairos
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Críticas 296
Críticas ordenadas por utilidad
9
2 de marzo de 2007
30 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El arco" es un film lírico, mágico y simbólico, que recupera la esencia de la narración cinematográfica del cine mudo, con su intensa carga dramática sobre las imágenes.

Un marinero viejo encuentra a una niña abandonada y se hace cargo de ella, con la idea de casarse el mismo día en que la muchacha alcance la mayoría de edad. El anciano alquila su barca a pescadores que, a menudo, intentan seducir a la jovencita, pero que renuncian a ello, cuando el viejo la defiende con un arco que dispara feroces flechas, aunque también lo utiliza como instrumento capaz de emitir hechizantes melodías.

El director surcoreano da continuidad narrativa a su modo de contar historias, con una impresionante fuerza visual al servicio de muchos silencios y pocas palabras.

En "El arco", la historia se desarrolla en un entorno natural alejado de los ambientes urbanos; toda la acción transcurre a bordo de un barco. En ese aislamiento flotante, conviven armónicamente el anciano junto a la adolescente, que nunca tuvo contacto con el mundo exterior. Cada tanto, él trae hasta la cubierta a pescadores deportivos con un lanchón, en el que también carga seductoras prendas femeninas, destinadas a ser usadas el día de la boda. Su tiempo interno -el de su deseo- se refleja en la espera de esa fecha, que descuenta ansiosamente de un almanaque.

El conflicto estalla cuando, entre las personas que cada tanto vienen a pescar, arriba un apuesto joven representante de "lo exterior", que escucha música con auriculares y la muchacha no aparta su interés de él.

El encuentro de ambos desata  los celos y la ira del viejo pescador, que se aferrará a la joven ante la posibilidad de perderla.

Para contar su riesgosa historia de dos hombres que aman a la misma mujer y los dos la consiguen, aunque de formas muy diversas, KKD usa conscientemente la carga simbólica de los objetos. Así, los espectadores tienen la posibilidad de ver no sólo lo evidente o lo que sucede, sino también otra dimensión: el doble significado del arco como fuente de violencia o de música embriagante, es sólo una puerta a la ambiguedad de todas las cosas.

La evolución de la trama y de la psicología de los personajes y sus contradicciones está llevada con una tensa progresión perfecta, hasta que se aproxima el posible desenlace, en que el triángulo debería deshacerse. Pero aquí aparecen numerosas vueltas de tuerca que pueden descolocar al espectador al moverse en un plano diferente, con la desnaturalización del tiempo cronológico y una compleja simbolización, que tal vez fuerce más de lo debido el fluir de la historia.

Es que Kim Ki-Duk se encuentra lejos de la comodidad de las fórmulas comerciales y se interna en los riesgos del artista, donde el encanto no viene desprovisto de duras asperezas.
Más allá de esto, "El Arco" es una película intensamente hermosa y, sobre todo, muy distinta de lo habitual, una joya de terrible belleza.
rouse cairos
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7
22 de septiembre de 2013
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
La novelista y directora argentina Lucía Puenzo se caracteriza por abordar temas que atraviesan la biología y la sexualidad en la adolescencia, con un punto de vista que rescata lo natural y espontáneo de esa etapa de cruce hacia el mundo adulto, tal como se evidencia en sus películas anteriores como “XXY” o “El Niño Pez.

En Wakolda, con una importante producción internacional, la joven directora presenta una historia ficcional ambientada en la Patagonia de los años sesenta, donde un oscuro interés -entre científico y afectivo-vincula a un médico alemán con una familia argentina de varios hijos que acaban de instalar una hostería a orillas del Nahuel Huapi y donde el misterioso personaje decide alojarse.
La historia ficcional (basada en una novela de la directora) permanentemente entrecruza datos reales acerca del exilio de jerarcas nazis que después de la guerra eligieron la Argentina como lugar para ocultarse, prefiriendo el sur del país, donde contaban con admiradores y protectores. Puenzo pone su mirada en un tema complejo y controvertido como la presencia de comunidades filonazis en el sur de Argentina en esa época y al mismo tiempo instala los temas que ya encontramos en realizaciones suyas anteriores que giran sobre las visiones primerizas del cuerpo propio y el de los otros.

Semejante a la armoniosa mirada de la niña, donde solamente resalta su curiosidad y ganas de vivir, la directora se mueve con una asombrosa delicadeza sobre los aspectos escabrosos, creando imágenes estéticamente poderosas cargadas de sugerencias y doble sentido.
Capa sobre capa, la película propone en sus 93 minutos varias líneas argumentales que permanentemente se entrecruzan y en algunos casos se refuerzan. Sobre todo destaca el tratamiento de la personalidad de Josef Mengele, excelente interpretación del actor europeo Alex Brendemühl, y sobre todo el vínculo que este personaje establece con la hija del medio del matrimonio, Lilith, de doce años, que tiene problemas de crecimiento y aparenta menos edad. El film destaca una atracción mutua entre esos dos mundos, similar
al contraste de la bella y la bestia, porque el criminal -que no reniega de su pasado- sigue afirmando su fascinación por la ciencia y la belleza. Otras subtramas potencian una atmósfera enfermiza acorde, como las comunidades cerradas, donde el colegio alemán es un microcosmos del nazismo, como también los es la fabricación de muñecas artesanales con cabello humano que replican los tenebrosos experimentos y manipulaciones que tuvieron en el doctor Mengele su máximo exponente.

En Wakolda sobresale el sólido elenco que sortea con muchísimo profesionalismo el desafío del idioma (más de la mitad de la película está hablada en alemán y subtitulada en castellano) y
resultan verdaderas revelaciones el actor Alex Brendemühl y la
jovencísima Florencia Bado.
El paisaje nevado, con imponentes lagos y caminos rocosos son el entorno ideal para una historia que se va poniendo cada vez más turbulenta, a pesar de que el ritmo de la narración se aquieta un poco luego de un arranque inmejorable en que se presenta a los personajes y su contexto. Finalmente el film se acerca al formato del thriller con un desenlace cargado de tensión y suspenso, pero también es importante destacar que la película solamente por momentos funciona como un policial, porque su trama plurisignificativa es mucho más que eso, con sus yuxtaposiciones íntimas y perturbadoras, cargadas de una paradójica ambivalencia que la distingue de la obviedad de un acotado planteo maniqueísta.
rouse cairos
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8
24 de junio de 2015
37 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
La flamante remake del clásico de Daniel Tinayre , realizado en 1960, justifica la actualización de su propuesta, que incorpora la actualidad de su propio tiempo y a su vez interpela hasta qué punto nos hemos desacostumbrado a los dilemas éticos y su consecuente dialéctica para defender ideas y consecuencias.

La película arranca con un largo plano secuencia que registra una descarnada discusión que enfrenta dos puntos de vista opuestos. El relato abre con un áspero diálogo entre la joven Paulina (Fonzi), recién recibida de abogada, y su padre, un juez de notoria trayectoria (Oscar Martínez) que espera de ella la continuación de una carrera en el ámbito del derecho, donde se le abren todas las puertas. Sin embargo, la joven ya tiene una decisión tomada al respecto: abandonar su especialización y regresar a Misiones, su tierra natal, para integrarse en un proyecto docente con jóvenes estudiantes de zonas marginales. Su padre se opone a esta decisión, pero Paulina decide seguir adelante.
Ya en zona semirrural, con los aserraderos que permanentemente reciben árboles extraídos de una selva cada vez menos verde, Paulina y sus ideales chocan con la realidad: la diferencia de idioma y de clase social son apenas el inicio de una tarea ardua que se complicará cuando un grupo de jóvenes jornaleros la confunden con una prostituta y es víctima de una emboscada y agresión sexual.

La película de Mitre toca puntos sensibles por el trasfondo del tema abarcado que no ocupa el primer plano pero cuenta y mucho. Santiago Mitre realiza un juego de temporalidades que también estaban en la película original: interrumpir y volver sobre el tiempo narrado, con el fin de retomar el hecho conflictivo desde diferentes ángulos. Este recurso refleja la complejidad del caso y permite diferenciar móviles y motivaciones.
La nueva versión se hace eco de los debates políticos contemporáneos y las distintas reacciones ante un hecho de violencia de género, con su posterior reclamo de justicia, generando posiciones encontradas. Al respecto, el film opera contra la idea de venganza que tan opuestamente canaliza otro film argentino reciente como Relatos Salvajes.

Es que “La patota” no sólo es una película política sino también una propuesta desconcertante, que puede dejar perplejo al espectador a la luz del irritado sentimiento social del ojo por ojo y diente por diente.

El planteo central es ante todo un conflicto ético, distante por igual del puro misticismo y del melodrama. La película se torna cada vez más inquietante y desafiante de la mano de su protagonista.

Plantea las ansias de cambio social, poniendo el cuerpo y la voluntad transformadora. Del otro lado, se acentúan las normas que conservan y legitiman. En la diferencia de posturas ideológicas se centra el relato. Cuando la heroína se convierte en víctima, como lo remarca su padre juez, todos esperan una justicia equiparada al castigo.
Sabemos que Paulina no cree en la justicia institucionalizada, que desconfía de su capacidad, porque “no busca la verdad sino culpables” -afirma- y en la expectativa acerca de si su convicción permanecerá irreductible, se sostiene el suspenso.

Con un tema sólido, buenas actuaciones y una estética que llena los ojos de buen cine, “La patota” se mira sin respiro hasta desembocar en un largo plano final memorable y sin palabras, que refuerza ese punto de vista que avanza de frente y nos enfrenta, con la fuerza de las convicciones.
rouse cairos
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6
9 de septiembre de 2013
34 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de una jornada de trabajo sirve como presentación del profesional que representa Darín, quien ordena su vida por celular, mientras maneja su auto y se dirige hacia su oficina aunque antes debe pasar a buscar a sus hijos y llevarlos al colegio. Está a cargo de un caso de corrupción que involucra a personajes muy poderosos. Mientras maneja, escucha las llamadas imperativas de su jefe y habla con su hermana que le pide ayuda ante las amenazas de su ex pareja; también flirtea con su joven secretaria, alegando su flamante condición de hombre libre. Va postergando los reclamos del trabajo y aconseja desde lejos, dando instrucciones. Estaciona en el antiguo edificio donde viven su ex mujer con los niños y ésta le reprocha que haya entrado sin anunciarse, ya que están realizando los trámites de separación. Sin embargo la mala onda se esfuma cuando entran en escena los criaturas, que lo reciben con un juego y luego siguen con otro parecido: ver quién llega primero a la planta baja; ellos por la escalera y el padre por el ascensor. Pero los chicos desaparecen entre el séptimo piso y la entrada del edificio, por donde el portero dice no haberlos visto pasar.
Como el género manda, al estilo de los relatos londinenses de Sherlock Holmes o los cuentos racionales de Edgard Allan Poe, estamos ante un enigma que apela a la deducción para resolver el misterio de un recinto cerrado. Sobran las pistas falsas y las puntas de trama abandonadas en una historia con ritmo frenético y un suspenso acicateado por celulares que se quedan sina batería, autos que no arrancan y la duda variable acerca de quién es el culpable. Se produce una simbiosis del público justificando las razones del padre desesperado mientras ocurren algunas incoherencias que prefieren ignorarse.

Hay algo de tramposo en la forma de presentar la geometría de un espacio tan limitado como el edificio, porque intencionalmente nunca tenemos una idea clara de cuántos departamentos hay por piso o cuánta gente vive en ellos. El esquema del “misterio del cuarto cerrado no está bien construido, ya que los espacios están poco explícitos, hay vaguedades que le permiten al guión inventar nuevos vecinos y nuevos departamentos cuando le conviene. Aunque en algún punto eso ya no importa porque el espectador acepta (o no) el verosímil que propone la propia realidad de la película.
El resultado es un thriller entretenido (vehiculizado sin duda por la presencia de Darín), pero con marca autoral en la dirección, buen ritmo y montaje, que mantiene un interés continuo. Minuto a minuto, el espectador puede imaginar posibilidades ante las evidencias que el guión tira con cuentagotas. Todo se acompaña de excelentes actuaciones y la dinámica de la filmación en el edificio, con mucha cámara en mano.

Las virtuosas tomas aéreas de la ciudad de Buenos Aires dan cuenta de una hiperurbanización donde la arquitectura puede asociarse a ese poema de Alfonsina Storni sobre ‘casas enfiladas, cuadrados y ángulos‘ que tienen su réplica en la deshumanización de las personas, algo que se siente (y mucho) en varios pasajes de ‘Séptimo‘, donde la ciudad y, sobre todo, el viejo edificio de la calle Brasil, en el que transcurre casi toda la primera mitad del relato, se transforman en un infierno para el protagonista. No parece casual el título, ya que en el infierno de la Divina Comedia, al séptimo círculo se accede después de haber superado una grieta que marca una neta diferencia de la parte superior del averno: los condenados de los últimos tres círculos son culpables de haber puesto malicia en sus respectivas acciones. Empezamos con los violentos y en el último giro están los traidores. Ese macrocontexto aprisiona también a los personajes de esta historia, sin embargo, la humanidad no está perdida en este thriller contrarreloj, donde el plazo temporal precipita las acciones para resolver lo que más importa al protagonista, que es la relación con sus hijos, por sobre toda la trama de bajezas humanas. Y Darín resulta convincente en el papel de hombre común en circunstancias extraordinarias, con varias vueltas de tuerca que el film va construyendo con mucho profesionalismo en medio de una atmósfera tan tensa que contagia e identifica con el protagonista.
“Séptimo” quiere ser una historia clásica y no hay nada nuevo bajo el sol pero la película atrapa al estar bien contada, con un lenguaje y unos ambientes que no permiten distanciamientos.
rouse cairos
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7
31 de enero de 2012
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cáncer es un tema generalmente negado hasta en el vocabulario cotidiano, donde habitualmente se lo sustituye por algún eufemismo atenuante. Por el contrario, aquí los protagonistas naturalizan la inesperada situación, sin desgastantes ocultamientos y logran una extraña combinación al borde de las lágrimas, la comedia de humor por momentos escatológico y sentimientos redentores. El tema es encarado en forma seria, pero no solemnemente. Sólo resta advertir que, como destaca Bergson en su modélico ensayo sobre el humor, resulta efectivo siempre y cuando la compasión no sea más grande. Porque la risa siempre distancia los sentimientos de su objetivo. En mi caso, lo he logrado 50 y 50.


Una memorable dupla cinematográfica despareja, al estilo de la encarnada por Gassman-Trintignant en “Il Sorpasso” es ahora la de Adam y Kyle, una pareja de amigos desigual y complementaria, donde Gordon-Levitt transmite una mezcla de ternura, humor y miedo, que necesita en sus momentos de debilidad y derrumbe recostarse en la incansable vitalidad optimista del personaje que interpreta Seth Rogen.

Al modo de las buenas comedias de los setenta (“El graduado”, “El volar es para los pájaros”...) el film da mucho protagonismo a la música, con una excelente banda sonora que no carga las tintas en lo dramático sino en el vuelo poético. Pero probablemente es el elenco actoral donde la película alcanza su punto más fuerte, con Anjelica Huston como madre avasallantemente sobreprotectora y un padre autista, inconsciente de las situaciones que suceden aunque ambos a su manera demuestran su cariño hacia ese hijo en problemas. También lucen las performances en torno de la novia villana y a la joven terapeuta inexperta (Anna Kendrick, conocida por “Amor en las alturas”) quien colaborará decisivamente para sostener al protagonista de los sacudones internos derivados de su situación.

Sin duda que una enfermedad grave genera cambios profundos no sólo en el afectado sino en su entorno, lo que también permite una lectura metafórica acerca de un viaje interno y transformador que lleva a valorar los vínculos que aun en su imperfección resisten con afecto cuando la muerte y la enfermedad acechan, porque esta historia sobre la amistad, el amor, la supervivencia y el humor en lugares inesperados es fundamentalmente un viaje de transformación para descubrir y valorar los afectos genuinos que ayudan a atravesar el infierno y salir fortalecido.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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