George Cukor dirigió esta exitosa adaptación cinematográfica del clásico de Alejandro Dumas hijo "La Dama De Las Camelias".

La pareja estelar formada por Greta Garbo y Robert Taylor protagonizan una vinculación amorosa de signo trágico y compungido en este ponderable melodrama de época, elegante, sensible, taciturno...

Estando la Garbo de por medio, el director de fotografía no podía ser otro que William Daniels, el cual capta inmejorablemente la etérea belleza de la diva sueca.
Daniels también contó en el desempeño de su función fotográfica con el apoyo del magnífico Karl Freund, cuya aportación resulta esencial para la consecución de la abatida atmósfera que caracteriza la película.

El italiano Marco Ferreri debutaba como realizador con esta joya del esperpento cinematográfico y del humor negro escrita al alimón junto a Rafael Azcona, autor asimismo de la fantástica novela que sirve de base al film.

La acidez y la acrimonia con las que Azcona y Ferreri dibujan al ciudadano de a pie de la España de los años 50 son dignas del mayor de los elogios.

Combinando una visión tragicómica del apremiante y todavía vigente problema de la vivienda en nuestro país con la deformación grotesca de la triste realidad de aquel tiempo, la película retrata tanto al colectivo social poblado de caracteres mezquinos, ruines y cicateros, como al individuo asediado por las estrecheces económicas y frustrado ante la incapacidad de alcanzar la felicidad.

La escena del baile en el piano-bar de las Cuevas de Sésamo con unos colosales José Luis López Vázquez y Mary Carrillo reflejando en sus rostros la amargura que les invade rodeados de un ambiente distendido, representa posiblemente el mejor momento de una película extraordinaria, representativa del humor negruzco y genial salido de la mente del gran Rafael Azcona, quien volvería a asociarse con el director Marco Ferreri en la también excelente "El Cochecito" (1960), antes de iniciar sus inolvidables colaboraciones con Luis García Berlanga.

Nota: 9,5

Seguramente nos encontremos ante la película más hermosa y emocionante de la filmografía de Fellini, una conmovedora 'road movie' de esencia neorrealista que encumbra definitivamente a nivel internacional a su particular autor, consiguiendo incluso el Oscar a la mejor película extranjera.

Con ecos de "La Bella y La Bestia" en la definición psicológica de los dos principales protagonistas y en la relación establecida entre ellos, Fellini aprovecha para ofrecernos una visión crítica de la Italia de posguerra, donde la pobreza y la miseria tanto económica como moral estaban a la orden del día.

El genial cineasta italiano desarrolla una narración de aliento trágico que versa sobre el destino fatalista, el sentimiento de culpa y la redención, integrando dentro de un equilibrio magistral el neorrealismo de sus raíces con el carácter alegórico lleno de simbolismos inherente a su estilo tan único y personal de hacer cine, estilo que desarrollaría mucho más y con mayor empeño posteriormente.

"La Strada" es una bellísima obra de arte sublimada por la maravillosa banda sonora de Nino Rota, por unas interpretaciones de Anthony Quinn y de Giulietta Masina (esposa y musa del propio Fellini) sencillamente prodigiosas, por una exquisita realización del director transalpino, y por una conclusión tan sensible como desgarradora que invita a la reflexión.

Imprescindible melodrama de William Wyler enfocado en la codicia, la perversión, la corruptela y la ambición desmedida y sin miramientos.

Basada en una obra teatral de Lillian Hellman que había sido interpretada con éxito en Broadway en su papel principal por Tallulah Bankhead, la película consolidó definitivamente a la inmensa actriz Bette Davis como la gran villana de Hollywood, gracias a su memorable, estremecedora, cruel y malévola actuación, perfectamente controlada desde la silla de dirección por el maestro Wyler y espléndidamente acompañada por los debutantes en cine Teresa Wright y Dan Duryea, además de por otros grandes actores como Charles Dingle, Carl Benton, John Marriott y Herbert Marshall, este último repitiendo el papel de humillado marido de la Davis bajo la batuta de Wyler tras "La Carta" (1940).

La dimensión trágica de la historia está admirablemente captada por la cámara de William Wyler quien, inmejorablemente asistido por el director de fotografía Gregg Toland (seguramente el más brillante operador que ha pasado por Hollywood en toda su gloriosa historia), edifica escenas inolvidables que se quedarán para siempre grabadas a fuego en la memoria del cinéfilo.
Tal es el caso de la impresionante secuencia de la muerte de un agobiado Herbert Marshall en segundo plano, desenfocado y arrastrándose escaleras arriba ante el rostro impasible, hierático en primer término de una impía Bette Davis.

El magistral tacto narrativo, la ejemplar dirección de actores y el énfasis en el retrato psicológico de los personajes que acrecienta el dramatismo del relato, son tres de los puntos clave para el éxito de esta tercera y última colaboración entre William Wyler y Bette Davis tras "Jezabel" (1938) y "La Carta" (1940), configurando así una trilogía melodramática ciertamente difícil de igualar.

Una de las mejores películas de John Huston, un extraordinario título de aventuras coloniales basado en una historia de Rudyard Kipling que el propio Huston ya quiso rodar en su día con la presencia de Clark Gable y Humphrey Bogart.

Finalmente unos fabulosos Sean Connery y Michael Caine fueron los elegidos para dar vida al par de simpáticos buscavidas en busca de un sueño imposible que protagonizan esta épica aventurera sazonada con un vigorizante sentido del humor, en la que Huston realiza un brillante estudio psicológico y antropológico de los personajes, armonizando magistralmente, en un relato apasionante y hermosísimo, dosis de acción, sátira imperialista, misterio y búsqueda existencial.

Una fenomenal película que supone también una profunda reflexión acerca de la amistad, la lealtad y la naturaleza del ser humano con sus variables posturas respecto a la ambición y la avaricia.
Pero sobre todo es un tremendamente disfrutable canto a la camaradería ensalzado por sus bellísimas imágenes y por una maravillosa banda sonora de Maurice Jarre.
Imprescindible.

Nota: 9,5