Por donde se quiera mirar, Lasse Hallström nos brindó un film merecedor de más oscars. Por cierto, Tobey Maguire está bestial, pero es que el resto no le va a la zaga. Se me queda un gusto muy bueno, un sabor a cine clásico, con una ambientación entre una finca de manzanas y un orfanato (de los que no dan miedo). Me transmite paz, veo incapaz a Tobey Maguire de ser malo; si defiende un papel de malo igual de bien, que lo cosan a oscars a este chico.

Son 2 horas cortísimas en las que un niño huérfano criado por el director del orfanato, decide un buen día descubrir que hay más allá de esas cuatro paredes, a pesar de la oposición de Caine. Quizás no entiendo el título, no tiene mucho que ver con el contenido en si.

Me encanta el inicio. Una reflexión que nunca había definido, pero si que había tenido. Las múltiples veces que he ido a recoger a algún familiar o amigo, siempre me quedo mirando las caras de la gente recibiendo a sus seres queridos. Ahí no hay discusiones, todo buenos rollos. Y esta película es una mezcla de distintos tipos de amor.

No me ha producido fuertes emociones. Momentos de risa si, pero la englobaría más en el género de comedia, que de romántica. Lo digo por las clasificaciones, que esta es la 1ª de las comedias románticas. Discrepo bastante al respecto. Serendipity, Notting Hill, Puentes de Madison,PS I LOVE YOU .... son mejores para mi. Para gustos los colores.

Fruto de mis investigaciones, he conseguido ver una entrevista de TVE al vallisoletano, donde dijo que el director y guionista, Luis Alcoriza, no le hizo caso en el consejo que le dio y cayó en el mismo error que él: hacer la segunda parte. La novela es completa en su primera parte, con la muerte de Alfonso. La segunda parte, en donde Delibes se inventa una ciudad americana (que sin duda no había visitado) y un personaje que seguro no correspondía a la realidad, para acabar machacándonos a todos.

Sin embargo, en esta película se tergiversa el argumento primigenio en aras de meter con calzador el típico comentario de la Guerra Civil. Pero eso no es fundamental, si la película hubiera estado bien rodada. Alcoriza quiere contarlo todo, y nos lo cuenta aturullado, sin pausa, con apenas tiempo para reposar. Nos mete una violencia física, cuando en la novela hay austeridad y angustia, pero no violencia.

Como cosa bonita está la forma en que se ha filmado Ávila, en 1929. Fechas desconocidas y menos exploradas en la filmografía patria, que se ha cebado en demasía, y a menudo sin rigor, sobre los sucesos acaecidos entre el 36 y el 39, y todo lo que se desencadenó después. Gestionamos muy mal nuestra historia, una de las más ricas y diversas del orbe; y adaptamos pésimamente nuestras obras maestras, por desgracia. Siempre nos quedará Mario Camus, esa es la esperanza que siempre hemos tenido.

El inicio es muy original, 2:30 sin música ni diálogos, solo ella y él en una habitación. Antonioni pone el sello desde el pitido inicial. Marca de la casa. Esa inquietante tranquilidad, rodeada de obras de arte (guiño durante todo el metraje del director), contrasta con la secuencia larga de la bolsa. La hipocresía del minuto de silencio, así como ese comentario tan canalla de Piero sobre su coche, con un cadáver omnipresente, nos devuelve a la putrefacta humanidad que saboreemos en “La Aventura”.

Luego, los guiños a África y los vuelos por los aires son una toma a tierra para el personaje de Vittoria, que ha vivido desde la ternura de la edad encorsetada en una relación rutinaria. Tan rutinaria y aburrida como el lugar de la cita y sus costumbres. Su ignorancia tiene miedo de salir de su zona de confort, al fin y al cabo, ahora que a los 30 descubre por fin la vida.

Hay un comentario racista, que no quiero pasar por alto, de la nativa keniata. Es el estilo Antonioni. Su manera de criticar la basura que nos rodea es así, haciéndonos ver como si fuera en primera persona, pero no. No lo es.

En resumidas cuentas, un paseo por cosas que pasan que no nos llevan a ninguna parte. Una idea revolucionaria que dio paso a nuevas formas de cine pero que, bajo mi criterio, se diluyó con el paso del tiempo. Para muestra un botón. Solo se puede admirar esta obra si la miramos con ojos expertos de albores de los 60.

La película engancha en sus primeros treinta minutos, pero luego se torna pesada con tanta negativa de la chica y tanta insistencia del chico, volviendo a adquirir emoción al final. Los papeles, bajo mi punto de vista, son flojos. Javier Pereira un poco mejor, pero su papel era más fácil. Aura Garrido tendría que haber dado el pego como loca. Desquiciada. Y no lo da. De ahí que sorprenda ese cambio de registro.

Desde la sencillez se pueden lograr grandes cosas: pocos personajes, escenarios callejeros y discoteca cutre (casa abandonada). Y luego, diálogos complejos, auténtica alma mater de la obra.