Parece que algunas películas te tienen que gustar por narices, porque como son ideológicamente loables y comprometidas… Pues me niego, señores… que sí, que ya sé que Pinochet era un cabrón, pero eso no justifica hacer una película que es un auténtico dolor para la vista: se ha realizado en formato "U-matic" (antiguo formato de videocasete) con la intención de que las escenas de ficción estén en sintonía con las grabaciones televisivas de la época que se utilizan, de manera que no se distinga lo real de lo ficcionado, dándole una unidad al conjunto. Vale, lo entiendo, pero no quiero imaginarme padeciendo tamaño feísmo fílmico en una sala de cine. Para colmo, muchos diálogos ni se entienden... y no por el acento ni por deficiencias de sonido (porque a Gael se le entiende todo) sino por unas lamentables dicciones.
Repetitiva hasta decir basta, y con un protagonista al que parece resbalarle todo cuanto acontece a su alrededor...

Qué lástima, porque la temática (conflictos entre publicidad e ideología; colisión entre Historia y Publicidad) era interesantísima.

Era una de las películas españolas de autor que más esperaba, en una época donde el cine español es cada vez menos autoral y más comercial. Así que quería que me gustase, mi predisposición no podía ser mejor… pero siento decir que estamos ante un film extremadamente frío y hermético, en el que sólo sobresale un elegante dominio de la elipsis (a cualquiera que se le hable de una peli española sobre canibalismo, pensará en una cutrez asquerosa, y no es así para nada).

Hay que reconocer que la desconocida actriz Olimpia Melinte ilumina la pantalla en cada una de sus apariciones (se merece el Goya revelación). Por el contrario, el director fuerza a Antonio de la Torre (gran actor cuando se desmelena) a un hieratismo y una contención que no le pegan en absoluto, terminando por no expresar nada.

De las películas tipo "monstruo cuyo corazón renace por amor sin dejar de ser un monstruo", creo que hay dos mucho mejores para no perderse: "La madre muerta" y "El carnicero".

Sin ser redonda, pues en su crudeza no llega a conmover, sí es una película diferente que hace un análisis poco común del dolor como redención y como vía para el crecimiento interior (en poco se parece a esas ejemplarizantes películas hollywoodienses de "superación personal tras grave accidente"). Creo que no arrancó los merecidos aplausos porque quizá se esperaba demasiado del director de Un profeta.

Ese padre atlético y marginal, elemental y primitivo, egoísta y descomprometido pero finalmente sensible, me despertó cierta malicia "sesual".

Y encima suena la electrizante FIREWORK, de Katy Perry...

Los Coen reinventan la figura del "perdedor" alejándose del realismo, y pariendo una extraña criatura heredera de la excentricidad de Barton Fink.

Lo más destacable y conseguido es la plasmación del entorno gracias a una fotografía pálida y descolorida, excelente a la hora de crear esa especie de purgatorio soñoliento, enigmático y opresivo donde al prota todo le sale mal.

La estructura circular del relato refuerza el tono de pesadilla, aunque resulta algo ridícula por mucha alusión mitológica que haya detrás: el mito de Sísifo y su condena repetitiva está ahí. Ulises y su Odisea también.

Al protagonista (otro de los protagonistas "pasivos" de los Coen) no hay por donde hincarle el diente y no genera empatía. Es como un alma en pena, como un fantasma que padece pero apenas siente.

No sé si me ha gustado o no, pero desde luego es una obra personalísima que se sale de los cauces cinematográficos más habituales.

Desde "La comunidad" no disfrutaba tanto con Álex De la Iglesia: pura diversión enloquecida sin que por ello sea el típico subproducto vacío, sino que tiene un discurso sobre la guerra de sexos bien visible bajo sus fuegos artificiales. Se podría decir que es machista, pero tampoco deja muy bien parado al elemento masculino… así que yo la veo más bien misántropa: escobazos para todos y todas… aunque es tan divertida y entretenida que acabas feliz y sin amargura alguna.

Además tiene la virtud (pude constatarlo por mis acompañantes) de que puede gustar a personas de 16 años o de 50.

Se le podría reprochar el típico fallo que le encuentro a este director: suele pasarse de grandilocuente en los finales, pero es altamente aconsejable. Ah, y los créditos iniciales son una obra de arte, como viene siendo ya habitual en el bilbaíno.