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Críticas de Grandine
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Críticas 1,255
Críticas ordenadas por utilidad
8
10 de diciembre de 2008
86 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es una película de terror y, sin embargo, es uno de los cuentos más terroríficos y bellos de la historia del cine.

Iván resulta tajante como una navaja. Su mirada es severa y sus gestos tienen brío. No posee rasgos marcados y su cabellera es amarillo oro, pero con cada paso y cada imponente movimiento cuando el desacuerdo es súbito, parece que los cimientos de la tierra vayan a temblar. Porque pese a su corta estatura, las facciones de su cara se intensifican y parecen clamar venganza. Una venganza que, quizá, ni él mismo entienda.

Iván ha cruzado el río de orilla a orilla. Algo inconcebible para muchos, pero otro reto añadido para él. Tarkovsky muestra ese río, y esa ciénaga que recorre Iván desde una óptica casi imperceptible, que nos transporta al mismo lugar por donde pisa, por donde, cauto, intenta llegar a algún lugar, sano y salvo.

Iván sueña muchas noches, sueña con épocas pasadas, y construye momentos de felicidad que ya acontecieron o que le gustaría haber palpado en un momento oportuno. Y todos ellos están acompañados por unas soberbias composiciones, bucólicas, imaginativas, inspiradas y subyugantes. Composiciones repletas de ensoñación, para lo que son, para lo que representan.

Pese a todo ello, Iván aún tose cuando bebe, su cuerpo es reticente al alcohol, todavía se maneja tembloroso en ocasiones, ante la magnitud de lo que tiene delante e, incluso, se levanta durante las noches, sudoroso, por las pesadillas de un pasado marcado por la tragedia. Puede que porque Iván aún no sepa ante qué está, pese a su seguridad, pese a su carácter, y es que sigue siendo un niño, lo quiera o no, y jamás podrá llegar a comprender el tamaño de las acciones que alimentan sus temores, dudas o decisiones, hasta que no llegue a un punto álgido en su adolescencia. Por desgracia, hay momentos que nunca llegan. Y es que, querer ser un hombre antes de tiempo, nunca trajo buenas consecuencias.
Grandine
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8
10 de septiembre de 2007
96 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos dicen por ahí que la fuerza o el valor de este guión reside en su final. A mi no me ha parecido tal cosa, ni mucho menos. Su fuerza radica en cada uno de los golpes que va ofreciendo, otorgando interés a cada uno de los acontecimientos que se van sucediendo, y creando una línea para que el espectador pueda seguir ese hábil y rebuscado juego con el cual pasar unos gratos minutos de entretenimiento de primera clase con una inteligentísima historia sobre timadores y timados.

También me encanta la versatilidad que ofrecen los dos protagonistas a sus personajes, tan osados en el momento de mover ficha como pocos habrían sido.
Saben otorgar a la trama un ritmo endiablado y excelentes momentos para que uno siga cada uno de sus pasos sin perder pista de ellos, aunque en más de una ocasión se pueda ver perdido entre tanto gozo, soltura y disfrute como proporciona un trabajo tan eficiente y exquisito como "El golpe".

Y, además, George Roy Hill juega sus bazas del mejor modo posible: Ofrece el porte de Robert Redford y lo contrarresta con el descaro de Newman, proporciona secuencias rodadas con una habilidad increible, ya sea por su desarrollo o por su atractivo en el instante de llevarlas a la pantalla (como algunas de sus persecuciones), otorga una banda sonora maravillosa que acompaña las imágenes con sumo gusto y placer y logra un montaje de lo más eficiente para que cada pieza encaje del mejor modo posible.

Vaya, que viendo esta joya actualmente, se puede decir y afirmar con rotundidad que no ha perdido ni un ápice de su encanto, de su grandiosa destreza por confabular tan brillante trama y de todas aquellas características que en su día la hicieron una obra maestra para muchos y que, hoy por hoy, no ha restado absolutamente en ningún aspecto, porque la realización de Roy Hill es tan portentosa como pocas, y porque a más de uno le gustaría no sólo tener un guión como el de "El golpe", sino saber traducirlo en pantalla con tal brutal maestría.
Grandine
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7
21 de diciembre de 2008
94 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su montaje ágil y el hábil en el suministro los recursos que posee (imágenes de archivo, cortes más largos o cortos según lo que se quiera contar, etc...) hacen de "Milk" uno de los biopics mejor construidos de la última década, que logra enganchar al espectador con la grandilocuencia de una historia contada con alma, donde cualquier recoveco queda resuelto, y se palpa la implicación de los involucrados en el proyecto como servidor todavía no había visto en un film de estas características.

Con una introducción clarividente, que despeja dudas con rapidez sobre quien fue Harvey Milk, Van Sant empieza a desgranar su película y a sus personajes. No sólo hablamos de Milk aquí, sino que los roles de secundarios también están cuidados y bien perfilados, sin perder detalle de todo aquello que nos pueda dar más señas sobre como dió un paso más hacía un tipo de sociedad distinta ese hombre, o sobre cuales fueron las primeras decisiones que le llevaron a lograr algo de renombre en el local que regentó durante gran parte de su convivencia en el distrito de Castro.

Lo mejor de todo es que se logra que, por primera vez, contando una crónica donde la política se entremezcla con los intereses de este, en un principio, activista y, más tarde, político en favor de los derechos de la comunidad gay, no resulte cargante para todo aquel que no entienda por que derroteros puede transcurrir el tema y, además de ello, logre enganchar a una historia de valores, personajes y acciones que lograron hacer de todos esos esfuerzos un paso más para la aceptación de todos esos intereses para el colectivo homosexual.

Eso sí, cabe destacar, tras un trabajo compacto, unas actuaciones que desmembran sus roles con una pericia increíble, haciendo no sólo que resulten creíbles todos los papeles que se dan en "Milk", sino además que lo que en otros biopics podrían resultar tópicos, aquí queden expuestos con seriedad y la suficiente mesura como para regalarnos a un Sean Penn realmente magnífico, mostrar a un James Franco pletórico, ver como Emile Hirsch compone otro protagónico de nivel, y conseguir que todo el trabajo antes logrado no quede emborronado por ninguna actuación fuera de lo común, como quizá el film de Van Sant, que no deja de estar dentro de lo común teniendo en cuenta sus posibilidades, pero también dentro de lo plausible y elogiable. Por retratarlo todo con ese espíritu, por lograr que hasta el menor de sus personajes desborde con su voluntad.
Grandine
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8
7 de diciembre de 2008
77 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
De pronto, una gallina huye despavorida por los rincones más empobrecidos de Brasil. Huye de un puñado de rateros que la persiguen con el simple fin de darse un buen festín, y de pronto, salen a relucir las primeras armas. Como en el viejo oeste, en esos lugares sin normas estrictas, donde la única ley venía regida por un puñado de balas disparadas en el momento oportuno, en esa Ciudad de Dios, sucede exactamente lo mismo. El arma sale a relucir en cualquier lugar, y es la que impone su juicio, atemorizando e intimidando.
Poco después, y tras un flashback, observamos como un grupo de tres chavales llamado “O Trío Ternura”, atacan un camión a mano armada. Tras imponerse a sus ocupantes, de pronto aparece la policía, y ellos huyen como alma que lleva el diablo. En su huida, dejan sus ropajes por el camino, y se incorporan a un partido de futbol que se está jugando en uno de los terraplenes que ocupan la zona. Pasan inadvertidos, porque todavía son chavales. Quizá tengan uso de razón y el suficiente carácter como para amedentrar a alguien, pero no dejarán de ser chavales.
En dos curiosas secuencias, llevadas con pulso, Meirelles ya ha desgranado qué significa esa Ciudad de Dios en la que habitan: La ley del más fuerte, impuesta por los más jóvenes de la zona.

Desde ese momento, su arranque no puede ser más impactante: No sólo el cineasta brasileño recalca la turbiedad y aspereza del lugar que ha presentado con unas aplastantes secuencias, sino además desgrana con eficiencia las diversas historias que componen este contundente testimonio que, podrá impresionar más o menos, pero en todo momento golpea con la cruda realidad que muestra sin tapujos, sin medias tintas y con una firmeza desgarradora.

El elenco de personajes que componen tanto Meirelles como Lund, se mueven por la pantalla con una garra y una eficiencia dignas de elogio. Ni la menor de esas caracterizaciones, ni la que tiene menos protagonismo, está descuidada, porque desde la vehemencia y locura de Ze Pequenho, hasta la compostura de Mané Galinha, el ímpetu de Dadinho o el pulso de Bené están retratados con una veracidad y de una forma tan redonda, que lograr que confluyan con total elocuencia por la pantalla, parece sólo un juego de niños.
De niños que matan por un territorio o por unas rayas, eso sí. Y vician todo aquello que tengan ante sus narices, con tal de salir adelante y poder llevar las riendas en un lugar tan sórdido como desolador. Donde las lágrimas derivan en sangre, donde la confianza se transforma en abuso. Con un sólo disparo en la noche más tranquila.
Grandine
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7
21 de febrero de 2009
75 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras saltar a la palestra cinco años antes con un drama de temática similar protagonizado por el mismo actor, Sheridan decidió repetir fórmula en "The Boxer", pero añadiendo además un fondo pugilístico para amenizar el duelo y servir de escaparate en el momento de mostrar los diferentes trechos característicos de Danny Flynn: uno de esos tipos con principios firmes, ferrea voluntad y un tremendo genio cuando la situación lo requiriese.

En cambio, había una diferencia clave que distinguía la anterior "En el nombre del padre" de "The Boxer", y no era otra que mientras Gerry Conlon (el protagonista de la primera) entraba en el presidio por ser culpado de un delito que no cometió y, por tanto, acusara la falta de experiencia vital, Danny Flynn salía de él y toda la experiencia que había capturado y recogido durante su encarcelamiento, le servía para dirimir sus problemas en el exterior, y saber como enfrentarse a ellos del modo más propicio.

Tener, de este modo, la pericia de un Daniel Day-Lewis que mostraba mayor sobriedad a cada paso, era un seguro de antemano para hacer de éste un drama compacto, bien construido y sólido, y Sheridan lo logró con una historia asentada alrededor de un buen elenco de personajes, un retrato tenaz y que huía de golpes sensibleros y una narrativa que no sólo daba entereza al conjunto, sino que ni siquiera eclipsaba las posibilidades que el film ofrecía.

El acompañamiento de lujo de una gran Emily Watson y el trabajo de algunos secundarios de relumbre como Brian Cox o Gerald McSorley hacían el resto en un trabajo que supuso el definitivo lanzamiento de un cineasta que, por desgracia, tras todo esto se venía abajo. Sin embargo, siempre nos quedará recordar etapas mejores, y cintas como "The Boxer" o "En el nombre del padre" para rubricar lo que Sheridan llegó a ser un día: un gran cineasta con suficientes aptitudes para comprender que al espectador hay que tratarle de tú a tú, con respeto, no mirándole por encima del hombro y minusvalorando su capacidad como tal.
Grandine
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