Basada en una historia corta de Bernhard Schlink, el tipo que también escribió la novela adaptada en “El lector 2008”, estamos ante una historia pretendidamente trascendente y desgarradora, interpretada por un correcto Liam Neeson en el papel de un tipo que se entera de que su esposa (Laura Linney) le ha sido infiel con un atildado, cosmopolita y playboy español (Antonio Banderas, que hace el papel de una especie de Ripley de pacotilla) y a partir de entonces tras buscarle y encontrarle (con música y atmosfera de presunto thriller) y como consecuencia del estirado guion (es una de esas historias cortas que chirrían como largometraje) inicia una serie de erráticos comportamientos que en ningún momento acaparan el interés del espectador (diría que ni cuando apuntaba a manido thriller al uso) por mucho giro de guion en el último tramo de metraje, ni por más que intente venderlo como retrato psicológico “avant-garde”, para justificar lo tramposo de su aroma a thriller.
Lo de los bellos paisajes y ciudades, lo dejo para otro al que esta insulsa memez le haya tocado la fibra.

Brutal y desasosegante puñetazo de realidad que plasma en imágenes esas noticias que leemos en los periódicos un día sí y otro también sobre las tristemente inacabables y recurrentes limpiezas étnicas en África, ambientada en un indeterminado país (rodada en Liberia) y con unos ficticios “dogos” y otra facción de la que no recuerdo haber oído el nombre durante el metraje como antagonistas (bien pudiera ser Ruanda y los grupos étnicos “hutus” y “tutsis”)
La historia se centra en las atrocidades perpetradas por un pelotón de niños soldado comandado por Johnny Mad Dog, a través del cual se nos muestra métodos de reclutación y lavado de cerebro de los chavales para convertirlos en maquinas de matar, el trágico devenir de la etnia objeto de la ira de los rebeldes (dogos) principalmente a través del personaje de Laokole, una muchacha a la que conocemos cuando se esconde en compañía de un niño del ataque del pelotón de Johnny Mad Dog, su lugar en la sociedad cuando dejan de ser útiles como asesinos y lo que pinta los cascos azules de la ONU en este tipo de fregados.
Aunque la parte dramática que contienen los personajes de Johnny y Laokole constituyen por si sola una buena e interesante historia interpretada por 2 jóvenes que están realmente bien en sus papeles, lo verdaderamente absorbente e informativo es el realista retrato que de manera distante y sin tomar partido se hace de los hechos, dejando al espectador solo con su conciencia a la hora de evaluar lo que está viendo y que aunque haya alguien que quiera aislarse de la parte desasosegante de la historia y verla como una película bélica, al final no le quedara más remedio que aceptar la verdad de lo que está pasando en una parte del mundo aquí y ahora.

8 años después de “Curso 1984”, Mark Lester vuelve a las aulas revueltas, esta vez sitúa la acción en un futuro 1999 en el que las bandas han tomado el control de las escuelas en unas llamadas “zona de fuego libre” donde no entra la policía.
Para contrarrestar la situación se han creado un grupo de profesores cibernéticos (unidades tácticas educativas) que aparte de enseñar matemáticas, química (una guapísima y esplendorosa Pam Grier) historia (John P. Ryan) y educación física (Patrick Kilpatrick), son una especie de crueles y expeditivos terminators.
Entretenida, violenta y cuasi delirante serie ”B” que resulta una especie de mezcla entre la anteriormente citada “Curso 1984”, “ Terminator” y “The Warriors” en la que las verdaderas estrellas de la función son los tres terminators en acción (da gusto verlos repartir leña y matar como si no costara), con sus buenas dosis de gore y sus gotas de humor macabro, en la que también podemos ver a Malcolm McDowell como el director de ese delirante instituto Kennedy, Stacy Keach con coleta como el mad doctor que está detrás de la fabricación de los robots y Bradley Gregg y Tracy Lind como los dos estudiantes que tienen una historia entre ellos y plantan cara a los asesinos cibernéticos.

En su día, me encanto esta comedia bluesera, en la que la niñera y los chavales se perdían en ese Chicago eléctrico y cañero, meca del slide, al más puro estilo Jo que noche de Martin Scorsese, hace unos 12 años tras ver una de las últimas actuaciones del llorado Albert Collins en la sala Aqualung, me entere que uno de los músicos que salía tocando en el club al que van a parar en un momento del film era el mismísimo Máster of the Telecaster, y me la volví a enchufar, disfrutándola como un cosaco de nuevo, por ultimo hace poco la he vuelto a ver, y ¡bingo!, se me ha vuelto a instalar una sonrisilla durante todo el metraje. Tenemos una banda sonora acojonante, a Mr. Albert Collins, y a esas tres encantadoras adolescentes, (Elisabeth Shue, Lolita davidovich y Penélope Ann Miller), que estaban estupendas en los 80, en los 90, en el siglo XXI y por los siglos de los siglos. Esta película, tiene ángel, esta bendecida. Deliciosa.

Para los humildes mortales que no hemos tenido la inmensa fortuna de haber leído los, al parecer, extraordinarios y sagrados tebeos, en la que parece ser está inspirada esta película, o en un puto juego o en lo que coño sea (ni lo sé, ni voy a perder el tiempo buscando en google), y que a tenor de las unánimemente furibundas críticas, debe de haber adaptado tan sublime obra de forma ignominiosa, esta película resulta bastante entretenida, que cojones me importa si el Alíen tiene un colmillo menos o carga paquete para un lado diferente de lo que lo hacía en el clásico de Ridley Scott o si el Depredator tiene esta o aquella función que no tenia en la joya de John McTiernan (que por cierto, desde La jungla 3 no levanta cabeza).
Entretenida película ciencia ficción, en la que tenemos a dos de las referencias en cuanto a alienígenas poderosos y feroces, dándose estopa entre si y llevándose a algún que otro humano por delante, todo ello con una digna producción, dignos efectos especiales, dignos actores y digna historia.
En resumen y por si no me he hecho entender, digna película.