Foxcatcher es una película increíble en muchos sentidos, pero el más increíble es que la familia du Pont haya permitido que la filmaran. El director Bennett Miller (Moneyball) ya nos había entregado una biografía en Capote, esta podría decirse que transita el mismo camino al mostrarnos la vida de los hermanos Schultz, medallistas olímpicos en lucha greco-romana.

Cortito y al pié, arranco por las vacías: la película es un poco lenta, la musicalización no te ayuda a despabilar y la historia no es Edipo Rey (aunque algo de eso hay), sumando a un final muy mejorable. Pero al estar basada en una historia real le sumamos un puntito.
Podrías suponer que se trata de atletismo, pero si bien hay escenas interesantes de lucha, se trata de la relación tortuosa entre tres personas que protagonizan casi por igual.

Las actuaciones lo son todo, se ganan las nominaciones al Festival de Cannes y Globos de Oro. Mark Ruffalo (The Avengers, Shutter Island, Blindness) usurpando un cuerpo que no le pertenece, interpreta al hermano mayor, entrenador y soporte mental de Channing Tatum (G.I. Joe: Retaliation, The Vow, The Eagle) un luchador “tractorcito” –mucha fuerza y pocas luces– Hubiera afirmado que eran luchadores reales, así como hermanos reales, las interpretaciones son impecables y muy creíbles. Pero la actuación que se roba la película es la de Steve Carell, que siguiendo tradiciones como Jim Carrey cuando hizo The Number 23, o Tom Hanks cuando hizo Philadelphia, abandona su rol cómico de Get Smart, The 40-Year-Old Virgin o The Office para interpretar a un magnate, excéntrico y controlador como John du Pont, que mixtura el halo naif del jardinero Peter Sellers en Being There y la caricatura de Montgomery Burns.

La película es muy especial, un target cinéfilo la va a disfrutar y para el resto sólo será Interesante [***].

Mike Cahill (Another Earth) nos ofrece una película con romance y el eterno debate científico-religioso sobre la espiritualidad, la reencarnación y el origen de las especies.

En su aporte al romance -si bien no es el género que más disfruto- lo venía desarrollando en forma prometedora, con una pareja entre el científico Michael Pitt (que además de ser guitarrista y vocalista de la banda Pagoda, protagonizó Rob the Mob) y la excéntrica actriz y modelo de nacionalidad franco-española Àstrid Bergès-Frisbey (Juliette, El sexe dels àngels) que para esta película es argentina. Cuando la pareja se conformó con Brit Marling (Posthumous, The East), muy contrastante con Àstrid, perdió un poco de gracia.

Respecto al dilema religioso, cristiano-budista de la metempsicosis, la película está llena de subtexto ya desde su título, que hace referencia Origenes Adamantius considerado el Padre de la Iglesia oriental, uno de los tres pilares de la teología cristiana.

En ningún momento he renegado de la series hollywoodenses, sería como negar nuestra infancia. Pero hemos salido a pasear y en nuestro recorrido por el viejo mundo ya consumimos series danesas, suecas, irlandesas, españolas, italianas, noruegas, polacas, inglesas y hasta islandesas, aunque aún no habíamos llegado a territorios galos y ya era hora. Así es como me encontré con Braquo, una serie policial francesa con muy buenas recomendaciones que tenían sus fundamentos.

Braquo cuenta la historia de cuatro policías del SDPJ (Service Départemental de Police Judiciaire) en Hauts-de-Seine. Ellos son Eddie Caplan [Jean-Hugues Anglade], Walter Morlighem [Joseph Malerba], Theo Wachevski [Nicolas Duvauchelle] y Roxane Delgado [Karole Rocher] que heredan la brigada tras el suicidio cometido por su comandante y amigo Max, tras ser acusado de torturar a un detenido (entre varias otras delicadeces) y no encontrar otra salida frente a la investigación de Asuntos Internos.
Hasta acá podía ser la historia de una D.D.A. (Delegaciones Distritales Antinarcóticos) en el conurbano, pero con el perfume que dejó en cine polar francés de los 60’. Haciendo honor a Delon, Belmondo, Ventura y tantos otros próceres del policial negro que se desarrolló en tierras galas como en ningún otro lado.

Excelente dirección de su creador, Olivier Marchal. Un director con vasta experiencia en esta lides, como mostró en Gangsters, 36, Quai des Orfèvres, MR 73 y la serie Flics, donde además de crear y dirigir, ponía los guiones en la mayoría de los casos.

Así transcurre la primera de las cuatro temporadas de Braquo, sin maniqueísmos, siguiendo los dogmas del polar francés, donde no sabés quién es más corrupto entre el policía y el traficante. Hasta acá un sobresaliente. Y justo ahí, cuando estaba en lo mejor, lo más creíble, oscuro, áspero y embarrado de vida poli-criminal… cayó en uno de los dos pecados mortales en series de TV.
Una falla típica -y no por eso menos condenable- es estirar las series exitosas, deformando, agostando su trama y virtudes [Lost]; el otro yerro popular es lanzar una serie con un plot (planteo) espectacular, una idea brillante, y no poder sostenerla más allá de una primera (a lo sumo segunda) temporada. Y ese es el caso de nuestra prometedora Braquo, que parece haber abatido en riña a sus guionistas, dejándola en piloto automático.

No por esto vamos a condenarla, después de una excelente primer temporada nos da tres interesantes seasons más, que no hacen justicia con sus inicios. Ya dijimos algunas vez que “la felicidad es cuestión de expectativas”… entonces, quizás su mayor pecado fue dárnoslas.
Espero sus comentarios para saber a qué les sabe esta Interesante serie policial francesa.

Como ya hemos establecido anteriormente, “la felicidad es cuestión de expectativas” y debo reconocer que yo llegué tarde a esta serie, cuando la vara estaba muy alta, todos te la recomendaban o descreían cuando decías que aún no la habías visto.
Y así fue como comencé a verla, pensando que era la continuación de El Padrino, Buenos Muchachos o algo por el estilo. Confieso que los primeros capítulos no me atraparon, llegué a decirme –mentalmente– “¿y esto era tan genial?”, pero al avanzar la trama y definir los personajes quedé completamente prendado en esa coreo perfecta entre el guion, el director y las actuaciones excepcionales de sus protagonistas.


La historia de Los Soprano no es sobre una familia sino sobre dos. Por un lado conocemos la relación de Tony con su esposa, sus hijos, madre, tío, etcétera. Y por el otro la relación del Capo de New Jersey con la gran familia de la mafia y sus ramificaciones.
James Gandolfini dijo que a menudo fue contactado por "sabios" de la vida real, felicitándolo por la autenticidad de la serie y dándole consejos. En una ocasión le dijeron “nunca más uses pantalones cortos”, frase que se incorporó en el primer episodio de la cuarta temporada, cuando el jefe de la mafia de Nueva York, Carmine, le dice a Tony que había escuchado sobre su reciente fiesta en el patio trasero, y que: "a Don doesn't wear shorts". Incluso, en 1999 el FBI grabó en secreto a miembros de la única familia de la mafia (en la vida real) del norte de Nueva Jersey, los DeCavalcantes, y un mafioso le pregunta a otro: “¿Se supone que somos nosotros?" y su amigo responde: "Estás ahí. Mencionaron tu nombre allí".


Después de la cuarta temporada surgieron diferencia salariales en el elenco que saldó el propio James Gandolfini, dándole u$s 33.333 a cada uno de su bolsillo. James estuvo extraordinariamente comprometido con esta serie. Se dice que durante algunas escenas insertó una pequeña piedra en su zapato para enojarlo, haciéndole interpretar el papel de Tony Soprano de manera más auténtica. También permanecería despierto toda la noche para algunas de las escenas del desayuno, para lograr una apariencia cansada.

La serie es una creación de David Chase (Almost Grown, I'llFly Away, The Rockford Files: Punishment and Crime) y la gloria se la lleva James Gandolfini (Enough Said, The Mexican, Killing Them Softly) y su psicoanalista Lorraine Bracco (Goodfellas, Medicine Man, The Basketball Diaries), quien había sido convocada para hacer el papel de la esposa de James, pero temió que sea muy similar al hecho en Buenos Muchachos y prefirió el desafío.

Si aún no la viste dejá de resistirte y entregate a esta “Muy Buena” serie.

Se habló mucho de esta serie en su lanzamiento (2018), ya que remite a los mejores culebrones nacidos en Hollywood (Dinastía, Dallas o Falcon Crest), sólo que esta vez suma una característica peculiar: no tiene buenos y malos, todos son de lo peor.

La familia Roy es tremendamente rica, dueña de un emporio mediático con ramificaciones en la industria del entretenimiento, turístico y más. El creador de Succession (Jesse Armstrong) negó rotundamente que esté inspirada en Rupert Murdoch, pero es lo primero que te viene a la cabeza (para no mencionar ejemplos locales). El viejo Logan Roy -interpretado magistralmente por Brian Cox (The Autopsy of Jane Doe, The Carer)- se asoma al final de su reinado y la familia entra en una guerra de ambiciones y mezquindades por sucederlo, que se superan en cada capítulo.

No es una serie que curse los carriles acostumbrados. Usa un tono entre irónico y extravagante que por momentos te pide un esfuerzo extra para seguirla, pero después de los primeros capítulos te engancha con la evolución de sus personajes, que sólo ambicionan el poder en sus múltiples formas.

Sin tener muchas precisiones, sólo sabemos que HBO prepara la tercer temporada para estrenarla antes que termine el 2020. Yo les dejo las primeras temporadas para que no los sorprenda en falta y estén al día con esta Buena serie.