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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
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Críticas 1,293
Críticas ordenadas por utilidad
6
16 de junio de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvo alguna infidelidad aislada, la carrera de Ray Nazarro siempre discurrió por los senderos del western, tirando siempre a segunda división, cuando no tercera. Travesía del desierto es una rara avis en sus quince años de trayectoria como realizador. Para empezar, el presupuesto era más generoso. Se filmó en 3-D, por eso no paran de tirarte cosas a la cara durante casi todo el metraje. El terceto protagonista posee cierto empaque: el rocoso Rod Cameron, la bellísima Joanne Dru, y su marido de aquel entonces, John Ireland, siempre feo, traicionero y torvo (aunque aquí se arrepiente de sus fechorías, tal vez abducido por los encantos de la Dru). Y siendo una "de indios", de repente aparecen camellos y sus jinetes árabes, a los que vemos rezando a Alá en una secuencia. Se trata de un hecho histórico. Cameron encarna a Edward Fitzpatrick Beale, una figura señera de los Estados Unidos del siglo XIX, quien en 1857 recibió el encargo del presidente James Buchanan de conducir una caravana desde Fort Defiance, en Nuevo México, hasta el río Colorado. Beale utilizó camellos importados de Túnez y pertenecientes al Camel Corps a modo experimental, pues dichos animales aguantan muchos días sin beber en el desierto.
El relato es ágil, la fotografía de gran belleza, el ritmo no aminora en ningún momento, y los actores están en su punto. Me gustaría destacar la aparición de Morris Ankrum como médico borrachín en los primeros compases de la cinta. No tiene desperdicio, y ya te predispone en favor de lo que se avecina. Nazarro dirige con brío la función y no escatima acción en ningún momento. Un western muy entretenido y vigoroso para los amantes del género.
Eduardo
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3
11 de mayo de 2018
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este tardío spaghetti western es de una maldad irritante, por múltiples y variados motivos.
1) El director. Gianfranco Parolini, aka Frank Kramer, un tipo que arreaba con todo, desde el péplum hasta el spaghetti, pasando por karatekas, superhéroes, "krimis" y lo que le echaran. Tiraba adelante con un morro que nunca se lo pisaba y despachaba sus basuras con alegre donaire. Ésta es una de ellas.
2) El guión. Firmado por el propio sinvergüenza y un tal John Fonseca. Qué diálogos, qué situaciones (lo mejor viene al final), qué cara más dura.
3) La banda sonora. El tal Sante Maria Romitelli entró a saco en el territorio de Ennio Morricone y le robó todo cuanto pudo, sobre todo de la Trilogía del Dólar. Debió quedarse descansado.
4) Los productores. La temible dupla judía Menahem Golan/Yoram Globus, que arruinaban todo cuanto tocaban. Para el caso, se fueron a rodar a Israel, imagino que para contentar a sus amigos sionistas.
5) El reparto. Es lo que produce más carcajadas. Lee Van Cleef por partida doble, con un peluco que ni su madre le habría perdonado. El pobre hace lo que puede. Jack Palancas, en estado de ebriedad avanzada, siempre imaginando otra vuelta de tuerca a sus más contumaces muecas. Richard Boone, otro gran secundario. Sale poco, porque dicen que no soltaba la botella ni que lo mataran. Parece ser que se enfadó con Parolini y se largó sin acabar el doblaje de su personaje. Se fue con la botella a otra parte. Sybil Danning. Claro, esta chica, acostumbrada a desnudarse presta y veloz, se siente incómoda sin poder llevar a cabo su mejor prestación y no sabe muy bien qué hacer. En un momento dado, enseña un pezón, como diciendo, por mí que no quede. Y Leif Garrett, una especie de Tadzio mofletudo, el sueño húmedo de todo pederasta que se precie. Podría soltar alguna animalada más al respecto, pero teniendo en cuenta los tiempos que corren, mejor me callo.
Recomiendo mantenerse alejado, pero si alguien se acerca, que vaya bien provisto de sentido del humor. Le hará falta.
Eduardo
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4
28 de mayo de 2014
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bryan Forbes fue un actor, guionista y realizar británico que, si bien decepcionaba a menudo, siempre incidía en temáticas que se apartaban de lo normal. Sus películas, por tanto, siempre atraían la atención del cinéfilo porque eran "raras", y él rodaba con afición a los ángulos extraños y las elipsis forzadas. Entre sus mejores obras cabría destacar King Rat, La habitación en forma de L, La caja de las sorpresas y The Whisperers, sin olvidar esa incalificable propuesta que era Las mujeres de Stepford. Deadfall, no obstante, es un fracaso. Es tremendamente aburrida, lenta y absurda en algunos tramos. La escena del robo en la mansión está rodada con el culo, y en lugar de dejarte clavado en la butaca debido a la tensión, sólo consigue impacientarte, mientras se intercalan imágenes de un concierto compuesto y dirigido por John Barry en persona, músico fetiche de Forbes (de hecho, la maravillosa banda sonora es lo mejor de la película). En el triángulo clásico chico-chica-marido viejo (y gay, detalle original) encontramos a un Michael Caine insultantemente guapo, pero que se limita a repartir caídas de ojos sin implicarse en lo que sucede, Giovanna Ralli, hermosa pero sosa, y Eric Portman, quien roba con facilidad la función sin inmutarse. Una pena, porque la historia tenía posibilidades, y Forbes sabía hacer mejor las cosas.
Eduardo
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8
18 de marzo de 2020
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más clásicos. Esta vez, la despedida de Jean-Pierre Melvile, del cine y de la vida. Sin alcanzar la excelencia de sus dos obras mayúsculas, Le doulos y Le samouraï, Crónica negra es un excelente relato policial, duro y cortante, en que las fronteras entre "buenos" y "malos" se diluyen constantemente. Cuenta, además, con dos secuencias de visionado obligatorio: el atraco al banco nada más empezar, en que la violencia de los elementos parece presagiar la violencia que se desatará en el interior del local, y la extraordinaria set piece del asalto al tren, rodada con un tren Payá y un helicóptero de la misma marca, toda una lección de planificación y economía de medios (ni siquiera hay música, para no interferir en las imágenes). Melville exhibe una vez más su gran amor por el thriller estadounidense, pero lo remite al polar con elegancia y sabiduría. Hermosa fotografía en B&N de Walter Wottitz, que aprovecha al máximo los ariscos paisajes donde transcurre la acción. Repite Delon, en su sempiterno papel de policía duro, a quien no le importa golpear a sospechosos, travestís o señoras de buen ver, demostrando que era algo más que una cara bonita.A Richard Crenna, actor irregular, a quien muchos recordarán como el jefe de Rambo, le crecían las cornamentas, ninguna como la que lució en Fuego en el cuerpo. Catherine Deneuve, la divina frígida, está y no está, un poco en plan florero, lamento decirlo. Un grupo de estupendos secundarios francees redondea la función. Una obra que merece una revisión urgente.
Eduardo
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7
4 de septiembre de 2018
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaría desaconsejando a quien se la suda la cuestión del Ulster que no vea la película, pero una vez digerida y meditada, creo que se trata de una cinta que va más allá de la plasmación (probablemente ficticia) de un encuentro histórico. Dicho encuentro se produjo, en efecto, pero jamás ha trascendido cómo, cuándo y dónde se encontraron cara a cara el reverendo Ian Paisley y Martin McGuinness, los dos líderes de las partes implicadas en un conflicto sangriento, complicado y difícil de solucionar. Nick Hamm y Colin Bateman lo imaginan dentro de un coche que se dirige al aeropuerto de Edimburgo, en medio de una gran tormenta, para que el reverendo pueda subir a un avión que le trasladará a Belfast, pues aquella noche celebra su cincuenta aniversario de bodas. Los dos hombres, que llevan 30 años sin hablarse, se sienten incómodos al principio, pero poco a poco van dando rienda suelta a sus fobias mutuas hasta desembocar en el verdadero meollo de la función: cómo impedir que siga vertiéndose sangre por culpa de la desidia, la intransigencia, la falta de respeto al contrario y la sensación de superioridad sobre el enemigo. Una película muy aconsejable para ciertos líderes xenófobos, fanáticos y supremacistas, que intentan acabar con la convivencia de una comunidad, un país, como quieran llamarlo, en el cual he nacido, he vivido hasta hoy, y no deseo abandonar.
La película, estructurada como una obra teatral, va presentando los sucesivos, levísimos cambios, que se van produciendo entre los dos hombres a medida que el coche renquea hacia su destino, con momentos cumbre como el diálogo en la iglesia abandonada, el (divertido) sermón de Paisley en la gasolinera, o la excelente escena final, donde queda claro que no por permitir un futuro mejor a las generaciones más jóvenes hay que renunciar a unos ideales fuertemente enraizados. Es una cuestión de convivencia, no de supremacía de unos sobre otros. Naturalmente, nada sería igual sin el meritorio trabajo actoral de Spall y Meaney, sobre los cuales recae todo el peso de la función. Y sin esos diálogos tan bien trabados e intencionados.
Y si queréis saber la verdad, me sobra todo lo tocante a los que están observando gracias a la cámara oculta. Se me antoja artificial e incluso ridículo.
Uno de los últimos trabajos del querido John Hurt. Hora y media bien empleada.
Eduardo
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